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Brasil :: 27/03/2022

Hoy es posible imaginar la victoria de Lula en la primera vuelta

Mario Hernández
Entrevista con con el marxista brasileño Ricardo Antunes :: Frente al riesgo de una candidatura fascista y de un golpe, la solución es que Bolsonaro pierda las elecciones

-Durante estos 2 años que no tuvimos un contacto directo han sufrido la presidencia de Jair Bolsonaro, que se va a presentar a reelecciones en octubre de este año. Pero hay un enorme deseo, y no solo en Brasil, de que sea derrotado. Millones de personas en todo el mundo quieren ver el fin de su gobierno, que ha provocado un empobrecimiento masivo, la destrucción del medio ambiente y una de las peores cifras de muertos en el mundo por el COVID-19. Pero quisiera escuchar tu visión de lo que ha sido el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil.

-Yo empiezo diciendo que son 3 años del peor, del más brutal, del más terrible de los gobiernos brasileños, de todos los períodos republicanos. Hasta con la dictadura militar, otro gobierno brutal, la situación no era tan grave. Porque en la dictadura militar hubo un terror político por parte del Estado, con torturas y asesinatos como ustedes conocieron con la argentina, pero hubo un crecimiento económico. Hoy la sensación es brutal. Hoy en la clase trabajadora brasileña hay muchos sectores empobrecidos que están alimentándose con puro hueso y caldo, hay mucho desempleo.

Los salarios medios de la clase trabajadora quedaron atrasados. Hay una destrucción ambiental terrible en el Amazonas, en el centro-oeste. Y hay también otra tragedia brasilera, la brutalidad. En febrero un joven negro congoleño fue asesinado en Río de Janeiro por otros jóvenes negros de la periferia que seguramente tienen conexiones con el narcotráfico.

Hay una destrucción económica, social, política, ideológica, ambiental y de la salud por la pandemia. El gobierno de Bolsonaro es peor que el de Trump, para que se puedan imaginar. Hizo una política de boicot contra la vacunación en 2020, aunque la población se vacunó igual, ahora está haciendo una campaña negacionista respecto a la vacunación de los niños. O sea, estamos en el subsuelo de un enfermo mental, por usar una referencia a la literatura universal.

-Frente a esto, un escenario electoral hacia octubre próximo, donde aparece nuevamente la figura de Lula da Silva, ¿cómo ves esta alternativa?

-Era de esperar que después de 3 años de destrucción, Bolsonaro, que fue electo con más de 50 millones de votos, perdiera parte del apoyo de los sectores más conservadores de derecha, pero que no eran bolsonaristas. Bolsonaro obtuvo en la votación de 2018 apoyo del centro-derecha, pero que no era lo mismo que la extrema derecha. Hoy el apoyo a Bolsonaro es del 20-25% de los votantes. Difícilmente obtendrá más que eso.

Entonces, ¿cuál es el problema? Primero, la población después de estos 3 años de destrucción completa del país comienza a acordarse de Lula y de sus momentos más positivos. Yo tengo muchas críticas para Lula, pero creó muchos puestos de trabajo. Hoy hay destrucción del empleo. Había una recuperación del salario mínimo, una recuperación pequeña pero real. Hoy hay destrucción.

El segundo mandato de Lula tuvo un apoyo de más del 70% de la población. Repito, soy muy crítico del gobierno de Lula, pero no hay comparación. Bolsonaro es la destrucción del país. Hasta ciertos sectores bolsonaristas tienen críticas. Pero hay un núcleo duro, fascista, de extrema derecha hasta nazi, que concuerda con la política de Bolsonaro.

¿Qué pasa con el centro? El centro está desestructurado por el momento. Sergio Moro se mostró como un títere, para hablar claramente, es un lacayo del imperialismo norteamericano. Hizo una acción judicial para retirar de las elecciones pasadas a Lula, se convirtió en ministro de Justicia de Bolsonaro y luego rompió con él. Moro es incapaz de hablar en público, es incapaz de pronunciar un discurso bien articulado. Representa a la extrema derecha que no está con Bolsonaro, aproximadamente el 8% de los votantes hoy.

En la izquierda la situación es muy difícil. Hay 2 problemas complejos: primero, una incapacidad de la izquierda de solucionar tensiones sociales y políticas en Brasil. Aquí hay un problema de moderación de la izquierda para conseguir votos del centro. La cantidad de votantes de la izquierda es del 33%, la de Bolsonaro más o menos 25%, y resta un 35% aproximadamente, que es un centro que va a decidir las elecciones.

Entonces la opción de Bolsonaro es dar un golpe de Estado político militar, algo que viene intentando desde el comienzo de su gobierno. Lo intentó hacer en septiembre pasado, durante los festejos de la Independencia, pero no lo logró. Bolsonaro difícilmente podrá ganar las elecciones. Es casi imposible, no es un candidato favorito, tiene apenas el 25%. Pero tiene milicias, armas, la podredumbre de la policía que está mezclada con el narcotráfico y el crimen. También tiene un fuerte apoyo de la policía militar, que es una policía estatal y de sectores de ultraderecha del Ejército.

Pero el papel crucial va a ser el de las Fuerzas Armadas, porque acá, a diferencia de como ocurrió en Argentina, falta un ajuste de cuentas con la dictadura militar. Lo máximo que se hizo por los crímenes de la dictadura fue una condena pública de las torturas y de las muertes. Por esto, las Fuerzas Armadas tienen terror del gobierno del PT. Ellos saben que el PT no es socialista, ni comunista, ni nada parecido, pero en el gobierno de Lula la comisión de DDHH condenó moralmente a los militares. Aunque ninguno fue preso ni juzgado.

Hoy es posible imaginar la victoria de Lula en la primera vuelta porque Lula está más cerca del centro-derecha y de la derecha que en el 2002. Está tratando de hacer una unión masiva de derecha, centro-derecha, izquierda y los liberales, a excepción de los bolsonaristas. Esto puede significar una victoria masiva difícil pero no imposible, aunque generará la guerra con Bolsonaro y las instituciones del Estado.

Bolsonaro tiene el apoyo militar y tanto él cómo los bolsonaristas tienen en mente hacer algo similar a lo que hizo Trump cuando Biden ganó las elecciones: no aceptar la victoria e intentar un golpe de Estado. En EEUU los militares no apoyaron el golpe, pero acá las fuerzas militares son muy de derecha. Hay miles de militares que hoy se encuentran dentro de la burocracia del país, cobrando un mejor sueldo y no quieren perder esos puestos. Además, hay varios que están involucrados en muchos temas de corrupción.

-Comentabas este corrimiento de Lula hacia el centro, hacia la derecha, y me cabe preguntarte cómo ves la alianza con Geraldo Alckmin. Un político que gobernó el estado de Sao Pablo durante casi 20 años y que ha sido propuesto como compañero de fórmula de Lula. ¿Qué nos podés decir al respecto?

-Siguiendo la historia, la primera vez es tragedia, la segunda es farsa y la tercera una especie de comedia trágica. Alckmin es un neoliberal de derecha, no es fascista, ustedes en Argentina tienen personajes similares, es un neoliberal conservador. Pero perdió espacio, en la elección de 2018 tuvo una pésima votación. Tiene cierta presencia en Sao Pablo porque fue gobernador mucho tiempo y porque es una ciudad, sobre todo en las clases medias, muy conservadora. Alckmin en las encuestas tiene un porcentaje de derechistas que lo apoyan, inclusive en las encuestas de la ciudad aparecía en primer lugar.

Lula hace lo mismo que hizo hace años atrás con Temer, cuando lo escogió como vicepresidente de Dilma. Temer no era un golpista en esa época, era un viejo político altamente involucrado con la corrupción. Era un profesor de Derecho de la Universidad Católica de Sao Pablo. Temer no era un golpista, la situación es la que hizo que fuera un golpista. Lula está haciendo algo similar. No hay evidencia de que Alckmin sea golpista, pero es  muyconservador.

Llega en una situación de tensión social, donde las luchas van a exigir una derogación de las contrarreformas laborales. Va a haber una población pidiendo el aumento de los gastos públicos, ya que Brasil hoy no puede gastar en salud, en educación, ni mantener el valor mínimo del salario.

Una victoria de Lula y Alckmin va a ser un alivio contra los riesgos mayores que tiene la victoria de un fascista, pero va a ser un gobierno que va a entrar en crisis en los primeros meses. Por más capaz que sea Lula para conciliar, la burguesía de Brasil no quiere hacerlo. La burguesía de acá, como la de todos lados, se está viendo beneficiada por la privatización de todo lo que pueda generar ganancia. No es simple.

Y otra cosa, Lula tiene 76 años y un problema de salud grave. Alckmin es un hombre de la derecha, más o menos como Boris Johnson de Inglaterra, con la diferencia de que es un hombre más cauto en sus posturas. La situación actual es muy compleja.

Yo no creo que este sea un plan maestro para volver a la Brasil “maravillosa”. Ahora, frente al riesgo de una candidatura fascista y de un golpe, la solución es una votación mayoritaria, clara, limpia, amplia y abierta, donde Bolsonaro pierda las elecciones. Es el mejor horizonte que podemos llegar a tener en octubre de este año con las elecciones generales.

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