Gran Bretaña. Martes, 7 de enero de 2003. The Guardian / La Haine.- Aquellos que estén en contra de un ataque a Irak deben hacer algo más que negar con la cabeza ante la televisión. El resto de Europa se debe estar preguntando si Gran Bretaña está hibernando. Al final de este mes, el primer ministro es probable que anuncie la decisión que tomó hace unos meses de que Gran Bretaña siga a los EEUU hasta Irak. Si es así, dos o tres semanas después, dará comienzo la guerra. A menos que los inspectores de las Naciones Unidas "encuentren" algo antes del 27 de enero, se producirá una guerra cuyo propósito es aumentar la riqueza y el poder de la cleptocracia americana. Lejos de promover la paz, esta podría ser la primera de una serie de guerras imperiales. La mayor crisis global desde el fin de la guerra fría es de aquí a tres semanas y muchos de nosotros nos preguntamos por qué nadie hace nada para solucionarlo. No es frecuente que la gente de estas islas tenga la oportunidad de cambiar el curso de los acontecimientos mundiales. Bush sabe que la aprobación americana de su guerra depende, en parte, de la credibilidad que esta tenga en el extranjero: las encuestas de opinión muestran que muchos de aquellos que darían su apoyo a un ataque internacional, lo retirarían si percibiesen que los EEUU están "actuando solos". Un ataque internacional, en este caso, significa un ataque apoyado por la Gran Bretaña. Si Blair se retirase, Bush estaría forzado a pensar de nuevo. Y Blair se retirará sólo si percibe que el coste político de estar con Bush es mayor que el coste de abandonarlo. Por tanto la guerra de Bush también depende de nuestra indiferencia. Como remarcó Gramsci: "Lo que sucede no es tanto porque varias personas quieran que pase sino porque la masa de ciudadanos ha renunciado a su responsabilidad y ha dejado que las cosas siguieran su curso." Hay varias razones por las que muchos británicos no parecen preparados a actuar. La nueva tecnología militar ha eliminado la necesidad de ser llamados a filas por lo que los jóvenes que deberían haberse convertido en el núcleo de la resistencia se dedican a disparar a enemigos imaginarios en sus Gameboys. La economía sigue creciendo, por lo que el resentimiento hacia el gobierno está amortiguado; todavía percibimos nuestras perspectivas y trabajos inseguros por lo que estamos poco dispuestos a exponernos a problemas. También parece que mucha gente que debería haber rebatido esta guerra, simplemente no entiende lo que está pasando. Si, paradójicamente, estuviéramos enfrentándonos a una amenaza real de un enemigo real, el debate parecería más urgente. Pero si Blair nos dice que tenemos que ir a la guerra para detener a Saruman de Isengard para que no envíe sus horcos contra la buena gente de Rohan, apenas parecería menos plausible que la amenaza de Saddam de Irak tirando bombas sobre América. Estos factores podrían explicar nuestra debilidad. Es cierto que las oportunidades de detener esta guerra antes de que empiece no son muchas: ambos hombres parecen determinados a proceder, con o sin evidencias o causas. Pero imaginar que protestar es inútil si no conduce a una cesión inmediata es entender mal su propósito y poder. Aunque no podamos parar el ataque sobre Irak, debemos asegurar que resulte políticamente tan costoso que nunca vuelva a suceder nada parecido. Y esto significa que las demostraciones habituales ya no serán suficientes. Ha habido muchas protestas bien organizadas y determinadas y algunas más están planeadas para las próximas seis semanas. El 18 de enero, los manifestantes tratarán de bloquear a las fuerzas armadas con cuarteles generales unidos en Northwood, al norte de Londres. Tres días después, habrá una concentración de presión del parlamento; a las 6 de la tarde del día en que la guerra sea anunciada, los manifestantes se reunirán en el centro de casi todos los pueblos de la Gran Bretaña. El 15 de febrero, habrá una reunión masiva en Londres. Estas acciones son críticamente importantes ya que demostrarán el nivel de oposición pública. Pero tienen pocas posibilidades, por ellas mismas, de hacer sudar a Blair. Nosotros debemos subir la temperatura. La Campaña para el Desarme Nuclear ha probado una medida audaz y sin precedentes: tratar de convencer a las cortes para decretar que un ataque a Irak sin una nueva resolución de las Naciones Unidas sería ilegal. Pero el 17 de diciembre, los jueces decidieron que ellos no tenían "el poder de interpretar la resolución existente". Parece que nosotros tenemos ahora varias opciones de emprender una masiva, aunque no violenta, campaña de ruptura. CDN y la Coalición Paremos la Guerra ha sugerido una parada de una hora el día después que la guerra empiece. Muchos activistas están hablando en estos momentos sobre esto y tratando de provocar una extensa acción de huelga, incluso una huelga general. Esto es, por supuesto, difícil y peligroso. Algunas huelgas generales han sido efectivas, forzando al Zar para aceptar una asamblea constitutiva y legislativa en 1905, por ejemplo, anulando el Kapp Putsch en Berlin en 1920 y derrocando el régimen de Khuri en el Líbano en 1952. Otras han sido contraproducentes. Pero así es como deberíamos pensar. Y si aún no estamos en condiciones de movilizar a la fuerza trabajadora, hay todavía muchas maneras de atraer la atención de los políticos. Podemos, por ejemplo, bloquear las calles por las que Blair y sus ministros deben pasar para llegar a sus citas, interrumpiendo las reuniones que hacen y bloqueando los edificios públicos más importantes. Cientos de nosotros es probable que seamos arrestados pero esto, como vieron los manifestantes vietnamitas, sirve sólo para generar el interés del público. La no violencia, sin embargo, es crítica: nada hizo más daño al movimiento contra la guerra a finales de 1960 que los Días de Furia organizados en Chicago por el Weathermen. Pero la molestia generalizada, pacífica y bien enfocada, incluso si irrita a otros miembros del público, fuerza la liberación de la mente de la gente y asegura que nadie pueda contemplar la guerra sin contemplar también la oposición a la guerra. Debemos obligar a la gente a reconocer que algo sin precedentes en los tiempos recientes se está llevando a cabo, que Bush, asistido por la estela de Blair, está tratando de convocar una guerra "por la paz". Nosotros fracasaremos a menos que construyamos un drama político que suponga una amenaza. Todo esto será, por supuesto, costoso. Pero llega un punto en el que el compromiso político no tiene sentido si no estás preparado para actuar. De acuerdo con la última "encuesta de opinión", el 42% de los británicos - contra el 38% que la apoya- quiere detener esta guerra. Si nos limitamos a negar los acontecimientos mientras vemos la televisión, Blair tendrá un mandato universal. ¿Estás ahí? ¿o estás esperando a que alguien actúe por ti? Detalles de las acciones que ya están planeadas se pueden encontrar
en 14-15 de febrero: La Haine prepara una cobertura informativa en directo informando desde Londres, donde tendrá lugar una multitudinaria manifestación antiguerra con organizaciones llegadas de todo el Reino Unido. |