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Consideraciones después de Génova
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x Amador Fernández-Savater, Emmanuel Rodríguez,
Raúl Sánchez (Universidad Nómada)
Génova ha sido un laboratorio. Como en todos
aquellos lugares donde se decanta un enfrentamiento político crucial,
Génova ha sido el tubo de ensayo de nuevas formas de ofensiva contra
las expresiones políticas irreductibles. Durante los días
17 y 18 de julio la ciudad fue evacuada. Una estudiada campaña
de terror mediático indujo a sus habitantes a abandonar sus viviendas,
a huir de la supuesta barbarie que acechaba. Génova fue vaciada
y quedó desierta gracias a un auténtico estado de sitio
que se escenificaba con más de 25.000 efectivos de todas las policías
disponibles más el ejército y con el cerco del centro histórico.
El Genoa Social Forum, entidad colectiva encargada de coordinar las movilizaciones
contra el G-8, asumió como primer objetivo quebrar ese estado de
sitio, devolver a la ciudadanía el derecho a manifestarse en la
calle y a reivindicar delante de los poderosos el rechazo y el descontento
frente a su dictado político. Las movilizaciones preparadas para
los días 19, 20 y 21 fueron orientadas precisamente contra la imposición
por la fuerza de las armas de un estado de sitio sobre la ciudad. El grito
de "Génova libre" se repitió sin cesar en cada
uno de los numerosos actos de masas. Sin embargo, a partir del jueves
19, día de la manifestación multitudinaria contra la exclusión
social y por los derechos de los inmigrantes con y sin papeles, se demostró
que el sitio de Génova no era sino la antesala del estado de excepción.
Las más sombrías premoniciones expresadas en los días
anteriores por distintas voces comenzaron a cobrar sello de realidad.
Para el viernes 20 estaban preparadas varias acciones organizadas por
los distintos grupos y organizaciones convocantes. La idea de la entrada
en la llamada "zona roja" (zona amurallada para la celebración
de la cumbre) no era la de una toma por la fuerza, sino, antes bien, la
de hacer visible la oposición al G-8 y a la imposición del
estado de sitio en la ciudad. Las diferentes columnas de manifestantes
trataron de acercarse a la zona roja y demostrar así que una ciudad
no puede ser cercada. Todas ellas sin excepción, desde las integradas
por grupos católicos y pacifistas hasta la de los "desobedientes"
que practican la acción directa no violenta, fueron atacadas, gaseadas
y en algunos casos tiroteadas por los cuerpos de seguridad del Estado
mucho antes de llegar a los lindes de la ciudadela prohibida.
Fue entonces cuando se desencadenó la estudiada tragedia. En una
de las calles de la ciudad confluyeron dos columnas: la de los "desobedientes",
integrada fundamentalmente por los Tute Bianche (monos blancos) y otros
centros sociales autogestionados italianos, que practican la desobediencia
civil bloqueando las cargas policiales con escudos y dispositivos no ofensivos,
y la de grupos del denominado Black Block, que reunía a jóvenes
de distintas procedencias y orientaciones a los que unificaba el rechazo
de la práctica de la acción directa no violenta, cuya manifestación
había sido deshecha desde su lugar de comienzo por los gases lacrimógenos
de la policía. En la confusión de las cargas policiales
y a resultas del choque con la policía a que ello dio lugar, se
produjeron varios disparos. Dos de ellos acabaron con la vida de un joven
romano de 23 años afincado en Génova, Carlo Giuliani, pero
también fueron contabilizados varios heridos de bala y encontrados
numerosos casquillos en el suelo.
A nuestro modo de ver, la lectura de este suceso no deja lugar a dudas.
La policía mantuvo una actitud intencionada de provocación.
Las medidas de excepción y de suspensión de garantías
constitucionales fueron contundentes: cerca de 300 detenidos, casi 600
heridos (varios de ellos gravísimos), palizas en la calle y varias
decenas de personas vejadas y torturadas en las dependencias policiales.
Numerosos testimonios y pruebas documentales demuestran la infiltración
policial en grupos del denominado Black Block, cuya lógica operativa
era difícilmente discernible de la estrategia represiva. Los media
han recogido la actuación policial como el resultado del ejercicio
de la violencia por parte de grupos indistintos de manifestantes, en la
mayor de las confusiones, sin duda interesada. Todo lo más se ha
hablado de actuación desmesurada de los cuerpos de seguridad del
Estado. Sin embargo, este ejercicio de violencia policial no es una respuesta,
ni un resultado: ha sido el despliegue de una estrategia anunciada. El
Ministerio del Interior italiano, de acuerdo con el G-8, ha planeado el
desarrollo de los acontecimientos al hilo de la siguiente hipótesis:
¿hasta dónde podemos llegar en el ejercicio de la represión?
¿hasta dónde podemos justificar públicamente el asesinato
y la tortura? ¿cómo podemos desactivar a cualquier precio
la potencia subversiva de las multitudes de "desobedientes"
y manifestantes no violentos? A nosotros sólo nos cabe decir: los
destrozos en el mobiliario urbano no justifican la tortura y la muerte.
Así lo han entendido los cientos de miles de manifestantes que
en toda Italia y en varias ciudades de Europa, así como en numerosas
ciudades del resto del mundo, han salido a la calle, conscientes de que
nos encontramos en un punto de inflexión extremadamente peligroso.
La pírrica victoria del G-8 ha consistido en tomar por algo natural
el asesinato de un chaval; en haber convertido tres días de una
ciudad en un tiempo suspendido para todo ejercicio de las libertades;
en haber transformado a varias decenas de jóvenes en terroristas
internacionales; en haber golpeado, detenido, torturado y asesinado impunemente
sin que las olas de indignación derrocaran su despotismo.
La globalización impuesta es un proceso de liberalización
y liquidación de toda traba a los flujos de mercancías y
capitales. Su exigencia inmediata consiste en que toda superficie y todo
objeto del planeta pueda ser transformado en mercancía. Sus correlatos
sociales son la flexibilización de los mercados de trabajo, esto
es, su precarización; nuevos procesos de proletarización
a nivel planetario, que se traducen en la expropiación de las pequeñas
economías campesinas y urbanas; en la exclusión sistemática
de partes crecientes de la población mundial de los circuitos formales
de trabajo y de redistribución de riqueza. Los agentes de esta
globalización capitalista son los grandes capitales transnacionales
que, bien agrupados en las grandes compañías o en las potentes
entidades financieras y especulativas, empujan este proceso de explotación
de las poblaciones y de la naturaleza hasta los límites de la descomposición
cultural y social. El movimiento de resistencia global, que no movimiento
antiglobalización, apuesta por una globalización de distinto
orden, una globalización de la resistencia a estos procesos, una
globalización en el ejercicio de la democracia de las multitudes,
en la generalización y difusión de la inteligencia colectiva.
El experimento del G-8 en Génova ha sido la invención de
las nuevas formas políticas de este proceso de globalización,
una nueva especie de fascismo de baja intensidad y geometría variable
que convive con la democracia formal y la publicidad mediática,
para aplicarse con especial rigor en los momentos concretos de necesidad.
Durante los días 20 y 21 de julio, el G-8 ha demostrado al llamado
Primer Mundo que por la globalización capitalista se puede matar
y torturar y además justificarlo públicamente. A nosotros
nos corresponde hacer honores a la máxima de que sólo en
una sociedad donde persiste el debate y la libre discusión, donde
se ejerce cotidianamente la democracia y el derecho de resistencia de
las multitudes, se hace intolerable este ejercicio del terror.
Publicado en Le Monde Diplomatique, agosto de 2001
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