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Contra la violencia en las movilizaciones
Javier Fdez. Retenaga
Me propongo responder aquí al documento titulado "Por la extensión de los disturbios: Manifiesto en favor de la acción directa violenta", para sostener, como se ve, la tesis contraria.
El documento es interesante, ofrece argumentos y, como en él mismo se dice, aporta elementos para el debate, por lo que merece la pena entrar a discutirlo con el mismo ánimo. Voy a explicar aquí las razones por las que estoy en desacuerdo con la acción violenta. Pero antes he de hacer una aclaración previa: en lo que sigue me voy a referir en exclusiva, al igual que el documento en cuestión, a la violencia de algunos grupos dentro del movimiento contra la globalización capitalista; no a la de los movimientos de liberación o a la violencia terrorista. Esto nos obligaría a tratar de analizar dónde acaba una y empieza la otra, y a distinguir qué tipo de actos son justificables y cuáles injustificables (por justa que pueda ser la causa que defienden quienes los cometen), y eso nos desviaría del asunto propio del documento. Dejo esto para otro lugar. Vamos ahora al manifiesto.
Desde luego, no me cuento entre los que anatematizan las actitudes del Black Block y las califican de terrorismo o las equiparan a la violencia del capital. No hay violencia mayor que la de las instituciones financieras, que condenan a muerte a millones de personas por el hambre y las enfermedades, y la de su brazo armado, la OTAN, que provoca genocidios "humanitarios" allí donde hay que proteger intereses económicos y someter a los pueblos a la explotadora ortodoxia neoliberal. Equiparar semejantes crímenes con los cristales rotos de un McDonalds o de una entidad bancaria es tan ridículo como insultante.
No obstante, estoy en contra de la posición que defiende el manifiesto, si no porque me parezca éticamente condenable -pues, como acabo de decir, no me lo parece (no al menos en los ejemplos mencionados)-, sí porque me parece un error. La utilización de la violencia por nuestra parte es absolutamente ineficaz y sirve al poder para hacernos aparecer como una simple pandilla de vándalos.
En el texto se dice que en Seattle, Praga o Gotemburgo se observó el nerviosismo de los líderes mundiales: cumbres paralizadas, delegaciones trasladadas y altos cargos desalojados por la puerta trasera. Cierto, pero eso no se debió a acciones violentas por parte de los manifestantes, sino a su presencia masiva bloqueando físicamente las calles. Es decir, que el éxito de las protestas se debió a la acción no violenta. La violencia no añadió nada positivo, sino que más bien fue un elemento negativo. De hecho, buena parte de los argumentos que se ofrecen vienen a apoyar la acción no violenta. Se viene a decir -cosa que comparto- que el derecho de manifestación es una concesión del sistema, algo que éste sólo tolera mientras no suponga ningún peligro para el mantenimiento de sus estructuras de poder, y que cuando esto sucede el sistema enseguida recurre a la violencia. Cierto. Entonces, ¿para qué hacer antes nosotros uso de ella y ofrecerles así en bandeja argumentos para utilizarla y "legitimarla"? Debería hacernos reflexionar el hecho de la policía esté tan interesada en que se produzcan actos violentos. Tanto que con frecuencia no dudan en instigarlos y provocarlos ellos mismos, como hemos visto a menudo. De esa manera encuentran un motivo para justificar ante la opinión pública la represión, para "limpiar" las calles, practicar detenciones arbitrarias, desacreditar el movimiento y disuadir a mucha gente de participar en las movilizaciones.
Utilizarán la violencia, sin duda, pero no se lo pongamos fácil. Alcanzaríamos un éxito tremendo si consiguiéramos hacer ver a la gente en general esto que para nosotros es tan evidente: que las libertades que se proclaman son más formales que reales, y que lo que de verdad les preocupa no son los disturbios, sino que se ponga de manifiesto la falta de representatividad y de legitimidad democrática de quienes toman las decisiones fundamentales. La autoridad busca la complicidad de la opinión pública con el argumento de que la policía se ha visto "obligada a intervenir". Tenemos que hacer visible que cuando en los centros de poder las poltronas experimentan el más leve temblor, la policía actúa se vea o no "obligada". Y los movimientos contra la globalización capitalista son los verdaderamente peligrosos para ellos, ya que no cuestionan a este o aquel Partido, a esta o la otra empresa o decisión política, sino que cuestionan la legitimidad del sistema mismo.
Se señalan al final tres puntos en los que se apoyaría la validez de la acción violenta. Sólo el primero encuentro que podría tener cierto fundamento: romper el silencio informativo.
Me voy a referir en primer lugar a los dos últimos, que me parecen más endebles.
Se dice que es una forma de alterar el orden impuesto. No veo por qué esto ha de ser de suyo positivo. Habría que explicar con qué propósito. La alteración por sí misma no parece que sea un motivo válido. Y el caso es que ahí no conduce a nada: se altera el orden en un par de calles, pero el caótico orden del sistema permanece inalterado (cuando no reforzado).
Y se dice, por último, que es una forma de hacer justicia (!?). Se haría justicia si se expropiara a los expropiadores, pero no rompiendo una cabina de teléfonos, que es un servicio público, aun cuando esté en manos de una banda de mercachifles y mafiosos. A éstos la quema de unas cuantras cabinas se la trae al fresco (ya pagará el Estado los desperfectos); eso no perjudica más que al usuario de a pie.
Como señalaba antes sólo el primer argumento, "romper el silencio informativo" podría tener algún fundamento. A menudo hemos visto cómo manifestaciones con una asistencia considerable apenas han sido mencionadas en los medios, mientras que otras que "interesaban" han sido magnificadas y publicitadas a todas horas. Es cierto que si se producen altercados habrá más publicidad, pero no ese el tipo de publicidad que necesitamos. Las manifestaciones multitudinarias (casi) siempre tienen una cobertura informativa, aunque no sea proporcional a su importancia, y los altercados con frecuencia sólo sirven para eclipsar la magnitud de la manifestación y las reivindicaciones planteadas.
Por otra parte -y esto me parece crucial-, el poder, siguiendo la máxima del "divide y vencerás" tiene un enorme interés en dividir a los grupos que conforman el movimiento contra la globalización capitalista en dos: los buenos (quienes quieren cambios, pero aceptarían el sistema) y los malos (quienes rechazamos de plano el sistema porque lo consideramos esencialmente -y no circunstancialmente- perverso). Quienes hacen uso de la violencia suelen encontrarse también dentro de este último grupo. De este modo, al establishment le resulta muy fácil identificar la reforma con lo "aceptable" (aunque no exista ninguna intención de llevarla a cabo) y el anticapitalismo con lo "inaceptable", por "violento", "antidemocrático" (una vez se da por hecho que el actual sistema pseudodemocrático parlamentario es el paradigma de la "democracia") e incluso "terrorista". Así se evitan pasar por el engorroso trance de tener que oponer razones y contraargumentos a los argumentos de quienes cuestionamos, entre otras cosas, la legitimidad de la propiedad privada y el carácter democrático de su "democracia".
Para terminar, no voy a decir esa sandez de que "la violencia es condenable venga de donde venga", porque no me lo creo ni yo ni ninguno de los que tanto lo repiten. Todo el mundo acepta que, por ejemplo, la legítima defensa justifica el uso de la violencia (tanto es así que hasta las más despiadadas agresiones de los Estados acostumbran a ampararse en ella), lo cual contradice la anterior frase lapidaria. Sin embargo sí creo que la violencia a la que se refiere el texto, por todo lo expuesto, es inútil, ineficaz y contraproducente.
Kolectivo
La Haine
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