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Algunas
reflexiones acerca de la violencia
x George Kape
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La violencia,como fenómeno más
general, podríamos tomarla como una relación en la que la
voluntad de un sujeto es forzada, con una trasfondo físico, sobre
otro.
Hay tipos de violencia que no consisten en forzar físicamente
a un individuo o grupo a hacer o pensar determinada cosa en contra de
su voluntad, como la violencia simbólica y mediática que
nos vemos obligados a soportar a través de los medios de comunicación,
la educación, etcétera. Y a veces hasta pareciera que ciertas
concepciones opresoras -y por lo tanto, violentas- se han "liberado"
de su sustrato físico para interiorizarse en la manera de actuar
de nosotros mismo. Pero aún estas violencias están sustentadas
en organizaciones sociales e históricas de violencia física,
tales como la policía, los ejércitos, las guerras de intervención,
experiencias de represión, etcétera.
Las relaciones de explotación entre los seres humanos embelezadas
por lo general con una retórica que nos hace perder de vista su
verdadero contenido, son en sí violentas, y todas las formas de
justificación de la misma son a su vez una forma de justificación,
y a veces hasta de apología de la violencia.
La explotación indiscriminada del medio ambiente en beneficio
de unos pocos también es una forma de violencia.
En una sociedad dividida en clases, el interés de las élites
dominantes es el hacer aparecer su dominación -su violencia hacia
los demás- como algo natural y hasta transparente. Como el pez,
que por estar siempre dentro del agua, no la puede ver. Entre menos sea
percibida como violenta la situación en la que se encuentra el
sometido, más efectivo será el mecanismo opresor.
En una sociedad en la que los medios de producción son propiedad
de todos, en una sociedad socialista, en el comunismo o en la anarquía,
las relaciones no son de explotación -violencia-, sino de solidaridad,
cooperación y compasión (esta última, entendida en
su sentido profundo, no como limosna).
La sociedad que queremos construir es una sociedad no violenta, una sociedad
solidaria, libre.
Pero este afán choca con los intereses de los grupos violentos
que detentan el poder -violento- de una sociedad en la que predominan
las relaciones de explotación -violentas ellas también-.
A estas élites va a ser muy difícil, por no decir imposible
que las vayamos a convencer de lo equivocado de sus ideas, y aunque algunos
piensen que sí, el récord histórico nos demuestra
lo contrario. Estas élites, cuando se ven amenazadas, responden
de la manera más atroz entre más frágil es su dominación
-entre más saben que no tienen razón-. La historia está
plagada de ejemplos de esto: Para limitarnos al capitalismo, baste decir
que desde los orígenes del movimiento obrero, cuando los cimientos
de su poder se vieron amenazados por los trabajadores, la burguesía
jamás vaciló en reprimirlos brutalmente y hasta en aliarse
con los elementos más reaccionarios de la sociedad. Así
pasó en Francia en el siglo XIX, en Alemania, con la ascención
del Nazismo, y en Chile en 1973.
Hay que decir también que, por la misma naturaleza del conflicto,
no pueden ser los oprimidos, cuando recurren a la violencia, los primeros
en hacerlo, ya que como dijimos al inicio, la relación de opresión
es en sí violenta. La respuesta violenta de los oprimidos es SIEMPRE
una respuesta a la violencia de los opresores. Por otro lado, si volvemos
al récord histórico, este nos muestra que siempre o casi
siempre, los oprimidos han optado por métodos "no violentos"
de lucha, y recién cuando se han agotado todas las perspectivas
de solución pacífica al problema de la opresión,
han optado por la violencia.
En cuanto a los métodos "no-violentos" de lucha, existe
una gran experiencia acumulada desde las más diversas perspectivas,
desde las diversas luchas electorales y/o legales, hasta los diversos
tipos de pacifismo. Las experiencias de transformación social por
vías que aceptan e intentan explotar el marco de la legalidad impuesta
por los explotadores ha implicado la consecusión de reformas, y
la difusión de información y sensibilización del
público sobre ciertas causas, pero raramente la amenaza a las estructuras
centrales de opresión de la sociedad; y cuando lo han logrado,
estas experiencias han sido ahogadas en sangre de los oprimidos a manos
de los opresores. Con respecto a las experiencias de los distintos tipos
de pacifismo, ocurre algo similar.
Antes de abordar los métodos violentos de resolución del
conflicto entre explotadores y explotados, cabe una aclaración:
El que esta violencia de los oprimidos sea más o menos efectiva,
más o menos constructiva (en el sentido de la liberación
de la relación opresora), o más o menos deseable es otra
cuestión: Hay violencia desplazada, como la que muchos hombres
oprimidos ejercen contra otros, por lo general más indefensos que
ellos, como las mujeres y los niños, y hay violencia débilmente
articulada, o no bien formulada, como la de los obreros blanquistas en
el siglo XIX que querían destruir la relación explotadora
destruyendo las máquinas. La lucha de los blanquistas, a pesar
de ser un referente histórico de enorme importancia, fue fácilmente
asimilada por el capitalismo, con el aumento de la producción de
máquinas.
Los métodos "violentos" han sido extensamente utilizados
por los oprimidos en la lucha por su liberación, y existe un sinnúmero
de teorías, métodos y experiencias en este terreno. En cuanto
a sus resultados, ha menudo han logrado amenazar y destruir el poder de
los opresores, y hasta incluso, defender exitosamente su poder. Como con
los métodos "no-violentos", estas luchas han resultado,
a menudo, en un baño de sangre de los oprimidos y (con una excepción)
han terminado en la destrucción total del poder de los oprimidos,
o en su cooptación o asimilación al sistema de dominación
imperante.
Sim embargo, la disparidad de los resultados de una u otra forma de concebir
la lucha por la liberación no nos da elementos para propugnar unilateralmente
la utilización de uno u otro método: Los oprimidos luchan
desde sus propias subjetividades, sus propias historias y sus propias
maneras de formular el mundo. El quererles imponer a través de
una infalibilidad normativa moralista y doctrinaria un método de
lucha es también una forma de violencia, contraria a la de la sociedad
solidaria y libre de opresión que se quiere construir. Esto no
quiere decir que no se deba aprender de las experiencias y que no se deba
alertar de los riesgos, y que no se deba criticar, pero una cosa es el
tomar una decisión personal y asumirla en la práctica con
todas sus implicaciones, y otra el abandonar la solidaridad con los compañeros
de lucha porque hayan adoptado un camino que nosotros consideramos a priori
como errado, y sobre todo, entregarlos a la violencia de los opresores.
El debate entre los "violentos" y los "no-violentos",
para usar una denominación caricaturesca, dentro del movimiento,
siendo de gran importancia, cae muchas veces en el maniqueísmo
más vulgar y esto, lejos de fortalecerlo, lo debilita. El sistema,
al mismo tiempo que plantea el militarismo y la violencia como solución
a todos los problemas, condena el uso de la violencia cuando ésta
no está dirigida desde el estado. En las discusiones acerca de
los métodos de lucha, el movimiento debería elaborar sus
propias categorías y no plantear la lucha aceptando de entrada
las concepciones del enemigo.
Para el enemigo, "violencia" son aquellos actos que siente
amenazadores para su poder porque no los puede controlar (y estos actos
no tienen por qué ser especialmente 'violentos'). Para el enemigo,
"paz" es la aplicación de su violencia, o la vigencia
de su orden violento. Para el enemigo, "no-violencia" es ausencia
de resistencia. Para el enemigo, "terrorismo" es todo aquello
que pueda amenazar sus intereses y favorecer los de los oprimidos. Para
el enemigo, "estabilidad" significa violencia, sometimiento
e inestabilidad en la vida de los oprimidos y del ecosistema. No es de
extrañar, pues, que para el enemigo el movimiento 'antiglobalización'
que persigue una solución al conflicto entre opresores y oprimidos
sea fundamentalmente 'violento', 'desestabilizador' y por último,
'terrorista'.
Evidentemente, hay una serie de implicaciones éticas en la lucha,
cualesquiera que sean las formas de abordarla. Es parte integrante de
la militancia revolucionaria (porque eso es lo que somos: revolucionarios)
el plantearse esas implicaciones. Pero la respuesta a esos problemas irá
saliendo de la misma acción y de nuestra capacidad de evaluar autocríticamente
nuestro accionar y de profundizar la perspectiva histórica del
mismo. Sólo de ese proceso social de lucha sacaremos los elementos
que nos permitan ir construyendo el mundo que deseamos, y no de una serie
de especulaciones abstractas. Sólo ese proceso nos enseñará
nuestra verdadera talla humanista, y no un catálogo de concepciones
a priori.
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