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Relación entre anarquismo y violencia
Periodico EN LA CALLE, organo de difusión
del anarquismo organizado (Argentina)
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La relación entre anarquismo y la
violencia ha sido objeto, sea por ignorancia o por malicia, de malos entendidos
y difamaciones. Intentemos abordar la cuestión despejando las confusiones
y procurando distinguir los medios y formas que ha tomado y toma la acción
violenta libertaria y popular.
El primer nudo a desatar es el que pretende que los anarquistas anhelamos
una vida social signada por la violencia. Claramente los libertarios hemos
señalado que nuestra finalidad es erradicar la violencia de las
relaciones sociales al tiempo que reivindicamos el ejercicio de la violencia
en nuestra lucha por la libertad. Ante el aparente discurso contradictorio
señalamos la inevitabilidad de la resolución violenta de
nuestro enfrentamiento con los sistemas de dominación. Para entender
la cuestión es necesario diferenciar entre una violencia y otra,
entre el recurso para perpetuar un estado de cosas inaceptable para la
dignidad humana y el acto liberador herramienta de los oprimidos.
El orden sistémico en última instancia, se sostiene por
la violencia, explícita o latente. Una vez que su andamiaje ideológico
se revela ineficaz, su carta final la juega su aparato de represión
y encierro. Y no solamente es utilizada en casos en que la totalidad del
régimen peligra. Sistemática y selectivamente aplicada es
un eficaz disciplinador social, vigilando y castigando conductas, de tal
modo que el ejemplo disuasor juegue su rol. Y no sólo. La incapacidad
de un determinado gobierno de dar respuesta ante demandas populares que
en otra coyuntura no hubieran significado mayor conflicto, o cuando su
debilidad política y su incapacidad de lograr concenso de los de
abajo lo arrinconan, se desata la represión. Es claro que el estado,
en diferentes momentos de la lucha social hace uso de la violencia como
modo de resolución de conflictos que inevitablemente genera la
imposibilidad que tiene de dominar totalmente.
Dado así el juego, a los pueblos en su lucha y a los anarquistas
en tanto expresión y opción revolucionaria de su seno, nos
está planteada la cuestión de continuar nuestra resistencia
defendiéndonos activamente de la violencia de arriba o dejarnos
caer en manos de los asesinos. No aceptamos el llamado a la no violencia
del recurso pacifista. Por un lado porque al establecer la disyuntiva
violencia/no violencia deja de lado la situación concreta en que
la violencia entra en juego, igualando la criminal violencia de arriba
y la legítima violencia de abajo. Y por otro lado, al hacer desechable
toda violencia, y por lo tanto, al hacer preferible toda situación
no violenta, da lugar a aceptar servidumbres no violentas... De ahí
que la violencia de los de abajo ejercida en su lucha contra los opresores
resulte inevitablemente justa.
No abordaremos en esta ocasión las variadas formas en que la violencia
se expresó en la acción política libertaria y popular
a lo largo de la historia. Planteamos el tema para futuras notas, dada
la complejidad y riqueza del tema. No nos es posible en esta nota analizar
profundamente experiencias tan disímiles que van desde la acción
de los anarquistas expropiadores, los atentados individuales, las guerrillas
libertarias macknovistas, las milicias en la revolución libertaria
española, la lucha armada encarada por la OPR 33 en el Uruguay
en la década del 70.
Simplemente nos acercaremos a la violencia popular que asoma hoy en Argentina.
Si bien somos conscientes de que los niveles de actividad de la lucha
social pueden retroceder, sea por la posibilidad de que el enemigo encuentre
manera de descomprimir la situación y/o porque las fuerzas populares
y revolucionarias no sepamos darnos una política correcta, entendemos
que los niveles alcanzados son un piso en la lucha popular, y que la violencia
expresada en las luchas reivindicativas y en las manifestaciones callejeras
van a ir en aumento. Esto no es casualidad, claro está. La incapacidad
y debilidad política del actual gobierno, que no logra aún
hacer pie en medio del conflicto no resuelto entre los bloques dominantes
y la cada vez mayor imposibilidad de lograr concenso entre los de abajo,
nos muestran un futuro inmediato plagado de luchas cuyo nivel político
irá en aumento a medida de que la capacidad gubernamental de dar
respuesta sea menor. El gobierno débil, en riesgo permanente de
saltar por los aires, echa mano a la represión. Al disciplinamiento
social -represión policial cotidiana, pena de muerte extralegal,
torturas y apremios, detenciones arbitrarias- y a la criminalización
de la protesta social -expresada en el encarcelamiento de luchadores populares
y procesamiento de más de 2800 compañeros- se le suman las
amenazas y secuestros por horas de compañeros referentes de diferentes
sectores en lucha. Y no nos olvidamos de que entre la capacidad represiva
del gobierno se encuentran los grupos especiales entrenados para la resolución
de conflictos de baja intensidad cuya principal hipótesis de enfrentamiento
es la insurrección popular generalizada.
En este contexto están planteadas nuestras tareas en las que el
correcto uso de la acción violenta se torna fundamental. Se hace
necesario que los anarquistas, en tanto partícipes de las organizaciones
populares de masas, actuemos de acuerdo a la importancia de la situación.
Por un lado es de fundamental importancia la capacidad de los sectores
en lucha de hacer frente común a la ofensiva represiva y de lograr
una contención cada vez mayor por parte del conjunto de la población.
Por el otro, dado que a la represión del gobierno deberá
el pueblo oponer una fuerza resistente efectiva, es necesario que los
mecanismos de autodefensa populares se perfeccionen y se adecuen a las
nuevas circunstancias. Tanto en las luchas reivindicativas puntuales como
en la autodefensa en las manifestaciones callejeras.
Desde OSL constantemente planteamos la necesidad que tenemos los trabajadores
y el pueblo de dotarnos de herramientas de construcción adecuadas
que nos permitan ir de la actual furia social hacia el ejercicio del poder
popular. Es en este marco que la acción violenta cobra un sentido
realmente político, dado que enfrentando la violencia del sistema
y tratando de doblegar su fuerza estamos defendiendo la posibilidad de
construcción de poder de abajo. La violencia no debe ser porque
sí, y no es necesariamente deseable y útil en cualquier
circunstancia. La lectura de la realidad nos debe determinar las formas
de la acción política, y la violencia es una de las formas
que ésta puede tomar. De ahí que sea necesaria la subordinación
de la violencia a lo político, de que su puesta en práctica
contenga siempre un contenido político que trascienda las formas.
De esto se desprende que ni la acción violenta ni ninguna otra
forma de acción tienen sentido sin un hacer cotidiano de acuerdo
al proyecto revolucionario de la organización política de
los anarquistas, en el seno de las organizaciones de los oprimidos.
febrero de 2002.
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