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Violencia política, represión y
oportunismo
x Jotake
Especial para La Haine
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Periódicamente se suele reproducir el debate
de la violencia en diferentes ámbitos alternativos cada vez que
el movimiento disidente alcanza situaciones objetivas de enfrentamiento
superior.
Desde diferentes sectores se suelen achacar críticas que no
por más repetidas suelen ser verdad. Una crítica repetida
innumerables veces, suele ser “el fin no justifica los medios”,
curiosamente esa frase es, a día de hoy, estandarte del movimiento
capitalista, de las democracias occidentales y de sistemas represivos
que, miedosos de la pérdida constante de su monopolio de la violencia
y por tanto de su estabilidad, se ven en la necesidad de criminalizar
formas de lucha que no pueden asumir mientras que, por otro lado, para
ellos todo medio esta plenamente justificado y no dudan ni un instante
en utilizarlo.
Éste debate, que se está dando actualmente en diferentes
ámbitos del estado español, es un debate viejo en Euskal
Herria que se ha dado numerosas veces desde la pérdida de la
guerra civil.
Ya en pleno régimen franquista, cuando diferentes sectores se
empezaban a organizar para combatirlo, saltaron las primeras voces de
denuncia y no sólo del régimen sino de supuestos sectores
anti-franquistas. Curiosamente, las críticas utilizadas en esa
época, son las mismas utilizadas a día de hoy ; “no
es el momento”, “traerá mucha represión”,
“desvirtúa nuestra lucha”, “no está
justificado”, “el movimiento anti franquista está
en auge, éso sólo lo paralizaría”.
Y así llegamos a acciones como la ejecución de Carrero
Blanco y personas y sectores que a día de hoy afirman que “Antes
sí estaba justificado, sí era el momento”, en esa
época, si consultamos la hemeroteca y tenemos un poco de memoria
histórica, lo que entonces afirmaban es el calco de las críticas
actuales.
Una vez iniciada la reforma franquista se volvió a reproducir
el debate sobre la violencia, por una parte los defensores de la ruptura
democrática y por otra parte los que al final de “tanto
esperar a que se den las condiciones” acabaron aceptando esta
reforma cuyas consecuencias vivimos hoy en día y no pueden ser
más desoladoras y negativas porque no solo ganó en legitimidad
el sistema sino que se produjo la pérdida definitiva de la combatividad
en el estado español (que parece se esta empezando a recuperar
poco a poco). No así en Euskal Herria que fue el único
lugar de todo el estado donde las contradicciones del sistema se hicieron
y siguen haciéndose patentes en toda su crudeza y donde, se quiera
reconocer o no,la lucha a diferentes niveles se mantiene bastante alta
siendo la disidencia política más importante y donde la
pseudo democracia española no ha cuajado, y éso ha sido,
queramos reconocerlo o no, gracias a la complementariedad de las diferentes
formas de lucha, incluida la violenta.
En Euskal Herria el debate de la violencia precisamente se ha vuelto
a reproducir cuando el tensionamiento con el estado estaba a su máximo
nivel, cuando se estaban dando pasos reales de ruptura democrática,
cuando se había anulado la capacidad reaccionaria del PNV y al
estado no le quedaba mas salida que la reacción y el pataleo
y éso causaba precisamente contra-reacción popular.
En el estado a su vez, y a nivel mundial también, la violencia
como herramienta política, ha servido para acumular fuerzas y
dar bríos al movimiento contestatario como en muchos años
no se había visto. Negar que los enfrentamientos y las acciones
enmarcadas en la lucha anti-globalización han acumulado fuerzas,
gente y combatividad entendida en su máxima expresión,
es negar la mayor.
Ante esta situación surgen voces oportunistas que intentan desvirtuar
diferentes aspectos de la lucha. Por una parte intentan hacer creer
a la gente que la violencia es utilizada como única forma de
lucha, separada de las demás y prioritaria, cuando éso
no es cierto, sino que se entiende esa lucha como complementaria a las
demás y no enfrentada a ellas. ¿O a caso se piensan que
una persona que a lo largo del año participa en enfrentamientos
o acciones de sabotaje, el resto del tiempo se lo pasa metido en un
bar?
Otra de los aspectos, que se intenta machaconamente inyectar en la
sociedad, es que la acción directa violenta va en contra de los
intereses alternativos porque desencadena más represión,
cargas policiales etc... ¡Qué alejado de la realidad represiva!
Afirmar ésto, supone aceptar que la represión es una medida
legítima del estado y que se produce en contestación a
determinadas acciones ”delictivas”, cuando en realidad el
incremento de la represión se aplica en el momento en el que
el estado se ve desbordado, ya sea por la utilización de un determinado
tipo de acción o por muchos determinados usos complemetarizados.
El que quiera cambiar las cosas que tenga claro que la represión
aumentará proporcionalmente a lo más cerca que te encuentres
de ese cambio, sean los medios utilizados violentos o pacíficos.
En Euskal Herria éso lo vivimos en carne propia en la etapa de
la tregua cuando las detenciones, el asesinato, la criminalización...
se vivieron en estado puro, y en cambio a nadie se le ocurrió
decir que porque existiese esa represion o porque hubieran secuestrado
y asesinado a Geresta era malo el camino emprendido, aunque luego se
fuera al garete por intereses económicos, políticos y
electorales de la burguesía del PNV.
En definitiva, demasiado paternalismo, demasiadas ganas de controlar
luchas populares y sobre todo miedo.
El miedo a la represión paraliza. El miedo a la represión
incluso te hace variar lineas maestras de actuación política
y te hace entender dinámicas a miles de kilómetros de
distancia, mientras que en tu “casa” te hace renegar de
ellas.
Desde Euskal Herria y siguiendo con interés el debate sobre
la violencia que se está dando en el estado tras las diferentes
detenciones realizadas y la represión creciente, sólo
un detalle más, el fenómeno Euskadiko Ezkerra, Aralar
o Elkarri es internacional.
El miedo a la lucha y a dar pasos efectivos, sean del modo que sean
y encima justificarlos politicamente, es algo denunciable. Respeto a
los que luchan.
1 agosto 2003
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