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Pensando en clave abierta
x Casapueblos
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La dinámica está lanzada. Durante
dos días multitud de gente de diversos estratos sociales está
protagonizando en la calle un magnífico espectáculo de
libertad y de democracia de masas, de autonomía y responsabilidad
en la asunción de un compromiso ciudadano que le lleva al enfrentamiento
directo con el Estado. En pocas horas esta multitud, buena parte de
la cual carecía probablemente de experiencias políticas
previas, ha realizado un recorrido y un aprendizaje que en circunstancias
ordinarias puede suponer años a los pocos que se sientan atraídos
en una u otra forma por la política. La violencia y brutalidad
de la guerra imperial, la cobardía y la petulancia de los gobernantes
vasallos del imperio y en general la incapacidad de los Estados y las
instituciones internacionales para encontrar algún tipo de solución
que detuviera la máquina imperial de guerra ha desvelado de forma
inequívoca por millones de personas la verdadera naturaleza de
nuestra época y del sistema político, económico
que aprisiona la existencia de la humanidad en los albores del siglo
XXI.
Apenas han sido necesarios los llamamientos de partidos y sindicatos,
para que la multitud consciente de la gravedad del momento histórico
y que están en juego cuestiones que afectan a su destino individual
y colectivo, haya tomado en sus manos el curso de los acontecimientos
y gobierna el propio tiempo en que se producen. No es solamente, con
ser ello fundamental, la recuperación colectiva de la calle y
su disputa al dominio del coche privado y de la policía, de la
mercancía y del Estado. Es también la propia apropiación
del tiempo, la rebelión colectiva contra el dominio capitalista
del mismo y su división entre el tiempo de trabajo y el tiempo
de ocio en el que nos ha permitido, pues de haber consumido lo más
posible, limitadas y acotadas expresiones de ciudadanía vigilada
¿Cómo no encontrar resonancias del 19 y 20 de diciembre
del 2001 en Argentina, de la rebelión contra el impuestazo en
Bolivia, de la insurrección de la Kabilia en Argelia, de la propia
Intifada en Palestina? Con la salvedad obligada por la gravedad en costes
de vidas humanas de los mencionados levantamientos, pero sin embargo,
pensamos que en todas ellas, se ha expresado de manera contundente la
separación creciente entre sociedad civil y el Estado, que en
nuestro caso -si bien aún no se da como en las referencias anteriores,
el cuestionamiento y enfrentamiento directo al andamiaje estatal- había
tenido sendos precedentes en las movilizaciones contra la presidencia
española de la UE, en la Huelga General del 20J o en las manifestaciones
de solidaridad y repulsa por la catástrofe ecológica de
Prestige.
La movilización está teniendo un componente de fuerte
espontaneidad. La multitud comienza a definir sus propios itinerarios
¡invadiendo la Gran Vía y la Castellana, de siempre reservada
a los poderes del Estado y negada a la gente! -sus propios objetivos
y símbolos ¡La Puerta del Sol, el Congreso de Diputados!
-sus propias consignas al margen de la de los sindicatos y los partidos
y casi siempre más avanzadas. Ello no puede hacernos olvidar
la importancia del trabajo de base de cientos de militantes, afiliados
o no a alguna organización (cada vez importa menos) que han sido
el auténtico formato de esta movilización. Cientos de
militantes que, sin formulación de línea
o preforma previa alguna y sin una dirección centralizada están
encontrando y configurando, a partir de su experiencia cotidiana en
contacto con la gente, las claves de una propuesta política,
un movimiento de masas por la paz de carácter inequívocamente
anticapitalista.
Estos militantes son la vanguardia del movimiento. Por su coraje, su
decisión y su generosidad son merecedores de tal calificativo.
Son una vanguardia que ha nacido y se ha desarrollado dentro del movimiento,
con el y ahí debe seguir. No tiene ni debe tener ninguna otra
perspectiva que la del conjunto del movimiento, parar la guerra, detener
la maquinaria de guerra, derrotar a la lógica de la guerra que
es la lógica del capital y los Estados.
Es el terreno más propicio para ello, que no es el terreno de
la violencia y del militarismo. La actuación de la policía
en Madrid forma parte de este dispositivo de guerra contra la sociedad
civil que caracteriza a los estados en la época de la guerra
imperial En modo alguno se postulará aquí una pasividad
resignada que desarme al movimiento en su confrontación contra
el Estado y la policía, y mucho menos ahora en que comienza el
inicio del tiempo de la superación del miedo, y la práctica
de la desobediencia civil extendiéndose, pero eso no puede llevarnos
a postular modalidades de enfrentamiento directo condenadas de ante
mano al fracaso y a la generación de desmoralización.
La fuerza del movimiento reside en su capacidad para unir desde abajo
miles de energías y voluntades rompiendo así el individualismo
y la pasividad que constituyen el auténtico fundamento del poder
del Estado y del capital.
Unir voluntades, construir espacios y habilitar ocasiones para la autoorganización,
para el desarrollo de sociabilidades alternativas a la imperante y dominada
por la sumisión y la aceptación de la lógica de
la muerte administrada por el Estado. Estas son las tareas del movimiento,
nuestras tareas, el terreno donde podemos derrotar al militarismo y
la guerra.
Madrid, marzo, 2003.
malion
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