La lección de Siria. En la guerra rige la ley del más fuerte
[Castellano]
Las grandes tragedias que se abaten catastróficamente sobre los pueblos tienen una dolorosa virtud: mostrar descarnadamente la realidad de todos los actores.
Ahora el pueblo sirio está viviendo el duro hachazo perpetrado por el imperialismo sionista utilizando a supuestos yihadistas, en realidad bandas de mercenarios de diferente pelaje. Actúan a sus órdenes, por procuración, en Chechenia, el Sahel, Iraq, Libia, también en Ucrania; y culminan ahora en Siria el trabajo sucio iniciado en 2011.
Invasiones y golpes de Estado en la “guerra contra el terrorismo”.
Siria es el último episodio de una estrategia iniciada el 11 de septiembre de 2001, con el espectacular auto-atentado – hoy se puede calificar así con todo rigor – de las Torres Gemelas en Nueva York, y del Pentágono, con el que se iniciaba la “guerra contra el terrorismo”. Pero como el “terrorismo” estaba por todas partes y, de hecho, aparecía oportunamente en París, Bruselas, Madrid o Barcelona, se pusieron en marcha en los países de la OTAN y sus satélites Estrategias de Seguridad Nacional dirigidas fundamentalmente contra “enemigos internos”, junto a un considerable endurecimiento de la legislación represiva “antiterrorista”.
En el exterior, la diana estaba puesta claramente en países árabes y musulmanes. El enemigo declarado era Al Qaeda, pero sorprendentemente organizaciones similares con diferentes nombres reaparecían en diferentes países, siempre atacando a gobiernos u organizaciones opuestas al imperialismo. El disfraz de yihadistas no cubría del todo las vergüenzas: su alianza con Israel y la ausencia de apoyo a la liberación de Palestina era incompatible con el ideario mínimo de cualquier organización árabe o musulmana.
La identificación de esos yihadistas con los intereses del imperialismo, no fue óbice para que organizaciones que se decían de izquierda los calificaran de “rebeldes” que “luchaban contra el gobierno opresor”. Y eso sucedió incluso cuando, como ocurrió en Libia en 2011, la OTAN acudía en su ayuda para aniquilar el país que concentraba las esperanzas de los pueblos de África de sacudirse el colonialismo y el imperialismo.
Los planes del imperialismo chocaron contra obstáculos imprevistos.
El general Wesley Clark lo explicó con toda claridad en una intervención pública en 2007. El mismo 11S de 2001 recibió la orden: EE.UU debía invadir siete países (Iraq, Libia, Siria, Líbano, Somalia, Sudán e Irán) en cinco años. Cuando preguntó a sus jefes por qué se debía empezar por Iraq, si es que había alguna relación entre Sadam Husein y Al Qaeda, la respuesta fue que no, que se trataba del petróleo.
Esa estrategia funcionó en Iraq (2003) y en Libia (2011). Iraq estaba exhausto tras la guerra fratricida con Irán (alimentada por EE.UU) y después de 12 años de brutal embargo. En 2003, Rusia y China, si bien no participaron en la ocupación, cometieron la ignominia de votar a favor de la Resolución de la ONU que legalizaba la ocupación de Iraq.
En 2011, ante el ataque y destrucción de Libia por la OTAN, tanto Rusia como China – países con estrechas relaciones políticas y comerciales con el gobierno de Trípoli – se abstuvieron en la votación de la Resolución del Consejo de Seguridad que amparaba los bombardeos de la Alianza Atlántica, sin hacer uso de su derecho de veto.
Después llegó el turno de Siria y Rusia empezó a cambiar su posición. En 2015 vetó las Resoluciones que culpabilizaban falsamente al gobierno sirio de diferentes hechos (uso de armas químicas, etc.) y que pretendían justificar una intervención militar abierta. Hacía años ya que había presencia encubierta de tropas de EE.UU, Francia y Gran Bretaña, que ocupaban zonas petrolíferas y actuaban de consuno con el Daesh. También Israel tenía instalados hospitales en la frontera donde se atendía a los heridos yihadistas.
A partir de septiembre de 2015, Rusia, a petición del gobierno sirio, interviene militarmente contra los invasores. Para dar una idea de la envergadura de la ayuda militar, según el gobierno ruso, se enviaron alrededor de 63.000 militares a Siria, la Fuerza Aérea rusa realizó más de 39.000 incursiones, en las que abatieron a más de 86.000 insurgentes y destruyeron 121.466 objetivos terroristas. Se instaló en la provincia de Latakia una segunda base militar rusa; la de Tartus procedía de la época de la URSS.
Otros hechos militares y políticos iban a marcar profundamente el futuro. Sobre la base de las victorias militares de 2.000 y 2.006 de Hezbollah sobre Israel, las primeras de un grupo armado árabe sobre la entidad sionista, y la estrecha colaboración entre el general iraní Qasem Suleimani y Hasan Nasrallah se crea el Eje de la Resistencia. Se configura como un movimiento estrictamente político, anti sionista y antiimperialista – por encima de diferencias religiosas, étnicas o nacionales –, que reconoce su centro motor en la liberación de Palestina. Además de su definición política y de la unidad que sobre ella ha sido capaz de forjar, el componente fundamental es la fe en la Victoria y la constatación de que la lucha armada es la única opción.
Este movimiento, del que formaba parte Siria junto a la Resistencia palestina, la libanesa, de Yemen, Irán e Iraq, se convirtió en el catalizador de la lucha contra el sio- imperialismo en toda la región, especialmente a partir del 7 de octubre de 2023.
No incluimos en este análisis el otro gran elemento que surge en estos años, la creación de los BRICS, porque CNC no comparte las valoraciones de ciertos analistas políticos y organizaciones de izquierda que parecen depositar en esta alianza que, hoy por hoy, no pasa de ser una asociación económica, las esperanzas de salvación de la humanidad. El pueblo palestino, el libanés y ahora el sirio, han podido comprobar que ni el genocidio más brutal ha suscitado en los BRICS, siquiera la decisión de ruptura de relaciones con los perpetradores; tampoco ante la invasión de Siria por las fuerzas más salvajes y retrógradas apoyadas por EE.UU, Israel y Turquía, se ha convocado al Consejo de Seguridad de la ONU.
Las contradicciones internas y la infiltración del enemigo
Desde la caída de la URSS, cualquier vestigio de respeto a los principios del derecho internacional o a los tratados, ha desaparecido. Es evidente que el único límite al orden internacional “basado en reglas”, las reglas del imperialismo, es la fuerza o la amenaza de usarla. Pero hay elementos importantes que hacen que fuerzas muy inferiores desde el punto de vista militar derroten a ejércitos poderosos. La larga historia de las revoluciones populares, de las guerras de liberación o la derrota de la Alemania nazi por la URSS y la resistencias antifascistas de los diferentes países europeos, lo acreditan. Y es que la maquinaria de guerra, que es capaz de destruir masivamente desde lejos, puede desmoronarse frente al valor y la determinación de quienes han decidido, junto a su liderazgo, que la muerte vale la pena cuando se lucha por la dignidad y la justicia.
Es la falta de este último elemento en el que confluyen la formación técnica militar, la conciencia política y el coraje, lo que parece haber influido decisivamente, junto a la traición de los jefes militares, en el desmoronamiento y la rápida retirada de las fuerzas regulares sirias. Las batallas de años anteriores fueron libradas fundamentalmente por Hezbollah – que perdió allí centenares de combatientes y jefes militares – y Rusia, sin que el ejército sirio aprovechara la inapreciable lección práctica que proporciona la guerra misma. Es más, la propuesta de Rusia de suministrar equipos y ayudar a reformar el ejército fue rechazada y los jefes militares sirios que lucharon junto a Hezbollah y Rusia fueron destituidos. Los que les sucedieron han huido ahora con sus soldados.
Hay otro asunto muy espinoso, que tiene dos vertientes que son determinantes en toda guerra y para cualquier organización revolucionaria: la capacidad de penetrar y de obtener información de los planes del enemigo, y tanto o más importante, detectar y eliminar a los traidores dentro de las propias filas.
Dos ejemplos contrapuestos se han dado dentro del Eje de la Resistencia en los últimos tiempos. El primero lo dirigió el líder de Hamás, Yahya Sinwar. La obtención de información acerca de los espías infiltrados en sus filas y su eliminación permitió sorprender al enemigo el 7 de octubre y construir sólidamente la Resistencia. El propio Sinwar murió en combate, no en un atentado.
Por el contrario, problemas graves de seguridad parecen estar detrás de los asesinatos de dirigentes tanto en Líbano como en Irán. De su solución depende en buena medida su capacidad de enfrentar una guerra, aun más larga y dura.
El balance previsible de la caída de Siria para el Eje de la Resistencia y para Rusia.
Más vale que quienes confían en la democracia burguesa y en el derecho internacional vayan aterrizando. No hay otra ley que la del más fuerte, y la impunidad de Israel y de los gobiernos de EE.UU y la UE que le apoyan, es total. Catorce meses de matanza masiva y deliberada de la población civil palestina, la inmensa mayoría mujeres y niños, lo atestiguan. Las sentencias de los tribunales internacionales son papel mojado porque los gobiernos no las cumplen.
Unidades del ejército de EE.UU que, vulnerando la legalidad internacional han estado ocupando desde hace más de una década instalaciones petrolíferas sirias y robando su petróleo, han apoyado ahora con su fuerza aérea a los yihadistas – a quienes cínicamente considera terroristas – y bombardeado al ejército sirio.
Por su parte, Israel, tres horas después de que los yihadistas entraran en Damasco, empezó a bombardear en Siria instalaciones científicas – impedir el desarrollo científico de los árabes es una obsesión del sionismo –, bases aéreas, edificios de inteligencia y aduanas. Así mismo, tanques israelíes han ocupado la zona desmilitarizada de los altos del Golán.
A la espera de que el Eje de la Resistencia analice la nueva situación y se reorganice, lo que es evidente es que el sio-imperialismo ha comprobado que puede actuar con toda impunidad y que su cerco a Irán es cuestión de tiempo.
Rusia, por su parte, ha recibido un duro golpe en Siria y hasta sus bases en el Mediterráneo están en peligro. Una vez más, después de las promesas de la OTAN de que no se expandiría hacia el Este, después del fiasco deliberado de los Acuerdos de Minsk de 2014 sobre Ucrania o después de la descomunal tomadura de pelo de la reunión de hace menos de un mes en Astaná en la que, junto a Irán y Turquía, era país garante de la estabilidad de Siria, Rusia ha podido comprobar que los acuerdos internacionales sólo sirven para ganar tiempo hasta la próxima puñalada.
El mayor riesgo de Rusia es que en Ucrania, como en Siria, deje al enemigo con capacidad de recuperarse y atacar de nuevo con más fuerza. El peligro que acecha al gobierno de Rusia es que prevalezcan los intereses oligárquicos de quienes quieren conseguir un acuerdo de paz a cualquier precio, para volver a los negocios con occidente cuanto antes. Y no hay vuelta al pasado porque el objetivo del imperialismo occidental es acabar con Rusia como potencia y como país, cueste lo que cueste; incluso a costa de acabar con todo rastro de credibilidad democrática como muestran la desestabilización de Georgia, de Moldavia, de Abjasia o de Rumanía.
Un paso más hacia la guerra a gran escala.
La caída de Siria hoy por hoy representa un importante paso hacia el control de Oriente próximo por el sio-imperialismo y un debilitamiento del Eje de la Resistencia y Rusia. De ambos a la vez y más vale que Rusia entienda cuanto antes que sus destinos están unidos. Igual que lo debemos entender nosotros, haciendo de la solidaridad con el Eje de la Resistencia un baluarte concreto del Internacionalismo.
También significa que el imperialismo anglosajón se siente más fuerte y más proclive a llevar a cabo sus planes de guerra a gran escala contra Rusia y China en suelo europeo y, como venimos alertando, con la juventud obrera como carne de cañón.
La amenaza no es inminente pero los preparativos avanzan, por ahora, de forma inexorable. La destrucción económica de Europa, la militarización social y la economía de guerra, corren en la misma dirección.
Sus planes son bien claros y frente a ellos, no caben lamentos de que viene la guerra o propuestas pacifistas que chocan con la dura realidad. La única actitud coherente es denunciar todas esas políticas como una agudización de la lucha de clases en la crisis del capitalismo, cuya máxima expresión es la guerra, y preparar a la clase obrera para enfrentarla.
9 de diciembre de 2024
[Francés]
LA LEÇON DE LA SYRIE
EN GUERRE PRÉVAUT LA LOI DE LA JUNGLE, LA LOI DU PLUS FORT.
Communiqué du CNC.
Les grandes tragédies qui frappent d’une façon catastrophique les peuples ont une vertu douloureuse : elles montrent crûment la réalité de tous les acteurs.
Aujourd’hui, le peuple syrien vit le dur coup de hache perpétré par l’impérialisme sioniste à l’aide de prétendus djihadistes, qui sont en réalité des bandes de mercenaires de tous poils. Ils agissent sur leurs ordres, par procuration, en Tchétchénie, au Sahel, en Irak, en Libye, en Ukraine aussi ; et ils achèvent maintenant en Syrie le sale boulot commencé en 2011.
Invasions et coups d’État dans la « guerre contre le terrorisme ».
La Syrie est le dernier épisode d’une stratégie qui a commencé le 11 septembre 2001, avec l’auto-attaque spectaculaire – ainsi peut être qualifiée aujourd’hui avec toute la rigueur – contre les tours jumelles de New York et le Pentagone, qui a marqué le début de la « guerre contre le terrorisme ». Mais comme le « terrorisme » était partout et qu’il est même apparu à Paris, Bruxelles, Madrid et Barcelone, les pays de l’OTAN et leurs satellites ont lancé des Stratégies de Sécurité Nationale visant principalement les « ennemis intérieurs », accompagnées d’un durcissement considérable de la législation répressive « antiterroriste ».
A l’extérieur, la cible étaient clairement les pays arabes et musulmans. L’ennemi déclaré était Al-Qaïda, mais, de manière surprenante, des organisations similaires portant des noms différents réapparaissent dans différents pays, s’attaquant toujours à des gouvernements ou à des organisations opposés à l’impérialisme. Le déguisement des djihadistes ne couvre pas entièrement leur honte : leur alliance avec Israël et l’absence de soutien à la libération de la Palestine étaient incompatibles avec l’idéologie minimale de toute organisation arabe ou musulmane
L’identification de ces djihadistes avec les intérêts de l’impérialisme n’a pas empêché les organisations se réclamant de la gauche de les qualifier de «rebelles» qui «luttaient contre le gouvernement oppresseur». Et ce, même lorsque, comme en Libye en 2011, l’OTAN leur est venue en aide pour anéantir le pays qui concentrait les espoirs des peuples d’Afrique de se débarrasser du colonialisme et de l’impérialisme.
Les plans de l’impérialisme se sont heurtés à des obstacles imprévus.
Le général Wesley Clark l’a expliqué très clairement dans un discours public en 2007. Le 11 septembre 2001, il a reçu l’ordre : Les États-Unis devaient envahir sept pays (Irak, Libye, Syrie, Liban, Somalie, Soudan et Iran) en cinq ans. Lorsqu’il a demandé à ses supérieurs pourquoi ils devaient commencer par l’Irak, s’il y avait un lien entre Saddam Hussein et Al-Qaïda, la réponse a été non, il s’agissait de pétrole.
Cette stratégie a fonctionné en Irak (2003) et en Libye (2011). L’Irak était épuisé après la guerre fratricide avec l’Iran (alimentée par les Etats-Unis) et après 12 ans d’embargo brutal. En 2003, la Russie et la Chine, bien qu’ils n’ont pas participé à l’occupation, ont commis l’ignominie de voter en faveur de la résolution de l’ONU légalisant l’occupation de l’Irak.
En 2011, face à l’attaque et à la destruction de la Libye par l’OTAN, la Russie et la Chine – pays ayant des relations politiques et commerciales étroites avec le gouvernement de Tripoli – se sont abstenues de voter la résolution du Conseil de sécurité qui protégeait les bombardements de l’Alliance atlantique, sans faire usage de leur droit de veto.
Puis ce fut le tour de la Syrie et la Russie a commencé à changer de position. En 2015, elle a opposé son veto à des résolutions qui accusaient à tort le gouvernement syrien de diverses accusations (utilisation d’armes chimiques, etc.) et cherchaient à justifier une intervention militaire ouverte. Il y avait déjà, depuis des années, une présence secrète de troupes américaines, françaises et britanniques qui occupaient les zones pétrolières et agissaient en collaboration avec Daesh. Israël avait même des hôpitaux à la frontière où les blessés djihadistes étaient soignés.
À partir de septembre 2015, la Russie, à la demande du gouvernement syrien, est intervenue militairement contre les envahisseurs. Pour donner une idée de l’ampleur de l’assistance militaire, selon le gouvernement russe, environ 63000 militaires ont été envoyés en Syrie, l’armée de l’air russe a effectué plus de 39000 raids, tuant plus de 86000 insurgés et détruisant 121.466 cibles terroristes. Une deuxième base militaire russe a été installée dans la province de Lattaquié ; celle de Tartous date de l’époque de l’URSS.
D’autres développements militaires et politiques allaient profondément marquer l’avenir. Sur la base des victoires militaires du Hezbollah sur Israël en 2000 et 2006, les premières d’un groupe armé arabe contre l’entité sioniste, et de l’étroite collaboration entre le général iranien Qasem Suleimani et Hasan Nasrallah, l’Axe de la Résistance a été créé. Il se configure comme un mouvement strictement politique, antisioniste et anti-impérialiste – au-delà des différences religieuses, ethniques ou nationales – qui reconnaît sa force motrice dans la libération de la Palestine. Outre sa définition politique et l’unité qu’il a su forger sur cette base, la composante fondamentale est la foi en la victoire et la prise de conscience que la lutte armée est la seule option.
Ce mouvement, dont la Syrie a fait partie aux côtés des résistances palestinienne, libanaise, yéménite, iranienne et irakienne, est devenu le catalyseur de la lutte contre le sio-impérialisme dans toute la région, en particulier après le 7 octobre 2023.
Nous n’incluons pas dans cette analyse l’autre grand élément qui se pose ces dernières années, la création des BRICS, car le CNC ne partage pas les appréciations de certains analystes politiques et organisations de gauche qui semblent placer les espoirs de salut de l’humanité dans cette alliance, qui n’est aujourd’hui rien de plus qu’un partenariat économique. Les peuples palestinien, libanais et maintenant le syrien ont pu constater que même le génocide le plus brutal n’a pas provoqué chez les BRICS la décision de rompre les relations avec ses auteurs, pas plus que le Conseil de Sécurité de l’ONU n’a été convoqué face à l’invasion de la Syrie par les forces les plus sauvages et les plus rétrogrades soutenues par les États-Unis, Israël et la Turquie.
Contradictions internes et l’infiltration de l’ennemi
Depuis la chute de l’URSS, tout vestige de respect des principes du droit international ou des traités a disparu. Il est clair que la seule limite à l’ordre international «fondé sur des règles», les règles de l’impérialisme, est la force ou la menace de l’utiliser. Mais il y a des éléments importants qui permettent à des forces militairement inférieures de vaincre des armées puissantes. La longue histoire des révolutions populaires, des guerres de libération ou la défaite de l’Allemagne nazie par l’URSS et la résistance antifasciste des différents pays européens, en sont la preuve. Et le fait est que la machine de guerre, qui est capable de détruire massivement à distance, peut s’effondrer face au courage et à la détermination de ceux qui ont décidé, avec leurs dirigeants, que la mort vaut la peine lorsqu’on lutte pour la dignité et la justice.
C’est le manque de ce dernier élément qui réunit la formation technique militaire, la conscience politique et le courage, avec aussi la trahison des chefs militaires, qui semble avoir joué un rôle décisif dans l’effondrement et le retrait rapide des forces régulières syriennes. Les batailles des années précédentes ont été menées principalement par le Hezbollah – qui y a perdu des centaines de combattants et de commandants – et par la Russie, sans que l’armée syrienne ne tire parti des précieuses leçons pratiques de la guerre elle-même. En outre, la proposition de la Russie de fournir des équipements et d’aider à réformer l’armée a été rejetée et les commandants militaires syriens qui ont combattu aux côtés du Hezbollah et de la Russie ont été démis de leurs fonctions. Ceux qui leur ont succédé ont fui avec leurs soldats.
Il y a une autre question très épineuse, qui comporte deux aspects décisifs dans toute guerre et pour toute organisation révolutionnaire : la capacité de pénétrer et d’obtenir des informations sur les plans de l’ennemi et, ce qui est tout aussi important, de détecter et d’éliminer les traîtres dans ses propres rangs.
Deux exemples contrastés se sont produits récemment au sein de l’Axe de la Résistance. Le premier a été mené par le chef du Hamas, Yahya Sinwar. L’obtention d’informations sur les espions infiltrés dans ses rangs et leur élimination lui ont permis de surprendre l’ennemi le 7 octobre et de construire solidement la Résistance. Sinwar lui-même a été tué au combat, et non dans un attentat.
Au contraire, de graves problèmes de sécurité semblent être à l’origine des assassinats de dirigeants, tant au Liban qu’en Iran. Leur capacité à faire face à une guerre encore plus longue et plus dure dépend dans une large mesure de leur solution.
Le résultat prévisible de la chute de la Syrie pour l’Axe de la Résistance et pour la Russie.
Ceux qui font confiance à la démocratie bourgeoise et au droit international feraient mieux de redescendre sur terre. Il n’y a de loi que la loi de la jungle, et l’impunité d’Israël et des gouvernements des États-Unis et de l’UE qui le soutiennent est totale. Quatorze mois de massacres délibérés de la population civile palestinienne, composée en grande majorité de femmes et d’enfants, en témoignent. Les décisions des tribunaux internationaux restent lettre morte parce que les gouvernements ne les appliquent pas.
Les unités de l’armée américaine qui, en violation du droit international, occupent les installations pétrolières syriennes et volent le pétrole syrien depuis plus de dix ans, ils ont soutenu maintenant les djihadistes – qu’ils considèrent cyniquement comme des terroristes – avec leur force aérienne et bombardé l’armée syrienne.
De son côté, Israël, trois heures après l’entrée des djihadistes à Damas, a commencé à bombarder des installations scientifiques en Syrie – empêcher le développement scientifique des Arabes est une obsession du sionisme -, des bases aériennes, des bâtiments des services de renseignement et des bureaux de douane. Les chars israéliens ont également occupé la zone démilitarisée du Golan.
En attendant que l’Axe de la Résistance analyse la nouvelle situation et se réorganise, ce qui est clair, c’est que le Sio-impérialisme a prouvé qu’il peut agir en toute impunité et que son encerclement de l’Iran n’est qu’une question de temps.
La Russie, pour sa part, a subi un coup dur en Syrie et même ses bases en Méditerranée sont en danger. Une fois de plus, après les promesses de l’OTAN de ne pas s’étendre à l’Est, après le fiasco délibéré des accords de Minsk de 2014 sur l’Ukraine, et après l’énorme supercherie de la réunion, il y a moins d’un mois, d’Astana où, avec l’Iran et la Turquie, elle était garante de la stabilité de la Syrie, la Russie a vu que les accords internationaux ne servent qu’à gagner du temps jusqu’au prochain coup de poignard.
Le plus grand risque de la Russie est qu’en Ukraine, comme en Syrie, elle laisse l’ennemi avec la capacité de se relever et d’attaquer à nouveau avec plus de force. Le danger qui guette le gouvernement russe est que les intérêts oligarchiques de ceux qui veulent un accord de paix à tout prix, pour revenir aux affaires avec l’Occident dès que possible, prévalent. Et il n’y a pas de retour au passé parce que l’objectif de l’impérialisme occidental est d’écraser la Russie en tant que puissance et en tant que pays, coûte que coûte; même au prix d’anéantir toute trace de crédibilité démocratique comme le montrent la déstabilisation de la Géorgie, de Moldavie, d’Abkhazie ou de Roumanie.
Un pas de plus vers la guerre totale.
La chute de la Syrie aujourd’hui représente un pas important vers le contrôle du Moyen-Orient par l’impérialisme sio-impérialiste et l’affaiblissement de l’Axe de la Résistance et de la Russie. Les deux en même temps, et la Russie a intérêt à comprendre au plus vite que leurs destins sont liés. Tout comme nous devons le comprendre, en faisant de la solidarité avec l’Axe de la Résistance un rempart concret de l’internationalisme.
Cela signifie également que l’impérialisme anglo-saxon se sent plus fort et plus enclin à mettre en œuvre ses plans de guerre totale contre la Russie et la Chine sur le sol européen et, comme nous l’avons averti, avec la jeunesse ouvrière comme chair à canon.
La menace n’est pas imminente mais les préparatifs avancent, pour l’instant, inexorablement. La destruction économique de l’Europe, la militarisation sociale et l’économie de guerre vont dans le même sens.
Leurs plans sont très clairs et face à eux, il n’y a pas de place pour les lamentations sur la guerre qui vient ou les propositions pacifistes qui se heurtent à la dure réalité. La seule attitude cohérente est de dénoncer toutes ces politiques comme une accentuation de la lutte des classes dans la crise du capitalisme, dont l’expression maximale est la guerre, et de préparer la classe ouvrière à l’affronter.
9 décembre 2024