Adolescencia, la serie que pone en juego los miedos paternos


El furor por la serie Adolescencia, transmitida por Netflix, primera en las preferencias, pone en evidencia la preocupación social por el tema de las redes sociales y su influencia en los adolescentes.
En la serie aparece uno de los más preocupantes efectos que es el tema del ciberacoso, donde la viralización de contenidos sexuales privados, una de sus modalidades, termina exponiendo a los adolescentes a gravísimas secuelas que han llegado hasta el suicidio.
En el caso de la serie, la víctima del acoso responde con otro ciberacoso denigrando al protagonista y acusándolo de ser "incel". Así aparece otro de los temas preocupantes de la sociedad actual que son los "modelos hegemónicos de belleza y atracción sexual" que perturban la mente de los jóvenes y no tan jóvenes. El concepto de "belleza hegemónica" está impuesto socialmente y me llama poderosísimamente la atención. ¿Estamos ante un restablecimiento de un darwinismo social, una metáfora de nuestra sociedad, cada vez más elitista, injusta y desigual donde la pirámide de los sobrevivientes se va haciendo cada vez más angosta y ahora solo los "bellos hegemónicos" tienen el derecho a ser elegidos, a ser felices?
En la serie aparece la inclusión del protagonista y sus amigos dentro del grupo de los perdedores, de los "incels", esos jóvenes que odian a las mujeres por pertenecer al 80 por ciento de los varones que creen que nunca serán elegidos por ellas y estarían condenados al celibato. Esa es la acusación que detona la violencia en el joven protagonista, desesperado por el rechazo, por la necesidad de ser elegido, por ser aceptado, por ser deseado.
No es acaso la misma desesperación que anida en la mente de las jóvenes mujeres con la presión por alcanzar un "cuerpo perfecto" que nunca fue tan abrumadora como en la era digital. Las redes sociales a través de los filtros, retoques digitales y ángulos estratégicos crean un estándar de belleza inalcanzable, que afectan la percepción corporal de millones de niñas y adolescentes y que luego buscan concretar a través de dietas, ejercicios, recetas y cirugías cada vez más tempranas, ahora promovidas incluso por niñas devenidas en influencers cada vez más pequeñas. Las adolescentes pasan horas navegando por plataformas en las que los cuerpos parecen esculpidos sin imperfecciones, que no son reales pero que los lleva a la comparación permanente, a la ansiedad, depresión, a graves trastornos alimenticios para alcanzar esos ideales inalcanzables de perfección, mientras muchos cumpleaños de niñas y púberes se "festejan" con clases de maquillaje, peinados y recetas de autocuidado.
Pero no estamos solamente frente a la obsesión por ser elegidos o por los cuerpos perfectos sino también por la necesidad del éxito económico inmediato, donde los juegos online por ejemplo ya son consumidos por el 24 por ciento de los adolescentes porteños. Donde los influencers, los vendedores de ilusiones, los "chantas digitales" que se mueven como peces en el agua de las redes sociales, capturan la mente de los jóvenes que quieren ser millonarios, ahora más que nunca exacerbados por los modelos que nos gobiernan. ¿Si estamos viviendo en un país cuya principal apuesta "productiva" es la especulación financiera, cuáles podemos esperar que sean los modelos de los jóvenes para crecer e insertarse en la sociedad, sino tener su propia criptomoneda?
Otra de las preocupaciones no tan difundidas pero igualmente preocupantes es el consumo de pornografía por parte de los adolescentes que no ha sido estudiado en la Argentina pero si en España, donde un informe de la organización internacional Save the Children, informa que 7 de cada 10 adolescentes españoles asegura consumir pornografía con frecuencia, y el 94 por ciento lo hace a través de su celular. El 50 por ciento de los chicos de entre 11 y 13 años ha visto pornografía en Internet y el 51 por ciento de los encuestados accede a contenido pornográfico mediante el intercambio de fotos o videos por WhatsApp o redes sociales. Además, el 76 por ciento de los adolescentes consume principalmente porno duro ("hardcore") y el 88 por ciento del contenido pornográfico disponible en Internet es violento, es decir, contiene representaciones de agresiones físicas o verbales que contribuye a normalizar diversos tipos de agresiones y también la falta de consentimiento en las relaciones. Todo esto mientras en Argentina se desmantelan los servicios de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas y Ramiro Marra recomendaba educar sexualmente a los chicos a través de la pornografía.
Me interesa aportar a esta preocupación acerca de la adolescencia y las redes, los resultados de mis investigaciones, a partir de las cuales podemos entender que la captación de los niños y jóvenes por las redes sociales se apoya en muchos de los rasgos de la subjetividad actual insuficientemente reconocidos y menos aún trabajados socialmente, que he denominado simetría inconsciente (Messing, 2007, 2010, 2011, 2017 y 2020).
Como se acabó el miedo y la distancia en los actuales modelos de crianza, los niños y jóvenes copian masivamente a sus padres como si estuvieran frente a un espejo y esto los confunde y los hace sentir iguales al adulto en un grado inimaginable. Por eso es tan difícil la crianza, por eso son tan precoces y hay tantos niños adultizados y sobredotados, muchos confundidos con el déficit de atención, y a la vez y quizás lo más preocupante y desconocido es que no logran incorporar a sus padres como figuras protectoras justamente porque los sienten como un par.
Esta "paridad psíquica", esta igualdad con sus padres, les impide confiar suficientemente en su palabra, tenerlos de referentes, porque desde bebés, antes de hablar, discuten de igual a igual, hacen berrinches interminables cuando el espejo de sus padres no les corresponde y confían en su criterio tanto o más que en el del adulto. Por esta paridad psíquica no soportan que les digan lo que tienen que hacer, se sienten devaluados frente a los consejos o discursos del adulto y esta fantasía de autosuficiencia los deja sumergidos en la soledad de sus pensamientos y por lo tanto totalmente a merced de la influencia masiva del otro, de los likes, de las redes, de la aprobación por parte de los otros. Por eso son tan vulnerables y los padres no saben cómo constituirse en barreras protectoras suficientemente eficaces para sus hijos, y cómo conmoverlos para sacarlos de su aislamiento.
Por todo esto hemos desarrollado a partir de los aportes de la Terapia Vincular Familiar un Nuevo Modelo de Autoridad que contempla esta paridad psíquica y les da herramientas a los padres para aprender a comprender y conmover a sus hijos, a decodificarlos, a poner en palabras las emociones que perciben, a invitarlos a participar, a proponer, a crear juntos nuevas formas de convivencia y sobre todas las cosas a hablarles con la suficiente firmeza y conexión emocional como para poder sacarlos de su aislamiento, para poder aprender a poner límites, recuperando el rol de autoridad pero renunciando a todo autoritarismo.
A través de la serie aparece otro elemento sumamente significativo que me parece necesario destacar, que es la transmisión transgeneracional de la violencia. El padre del protagonista había sido educado a través de brutales golpizas por su padre y se había prometido nunca castigar así a su hijo.
Pero la violencia recibida a pesar de no descargarla sobre los hijos, se trasunta por los poros, en sus reacciones, en su violencia hacia el afuera, en sus descargas masivas contra objetos. Y se expresa con mucha mayor nitidez en su hijo, en el protagonista del crimen. A partir de los aportes de la Terapia Vincular Familiar hemos podido comprobar una y otra vez en la clínica cómo una situación traumática producida en una generación se expresa de forma mucho más intensa en la tercera generación, la de los nietos. Y también es corroborada a través de la Epigenética que permite determinar trazos, cicatrices, rastros de situaciones traumáticas en el ADN. Concretamente, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Ginebra encontró que el fenómeno más notable, la cicatriz más grande, la recibe la nieta o el nieto de la persona que ha sufrido el trauma y que estos efectos pueden ser modificados si se abordan terapéuticamente (Geneasens, s./f.). La particularidad que observamos en la actualidad es que esta transmisión tendría características especialmente masivas a partir de la simetría del niño con el adulto o simetría inconsciente.
¿Por qué sucede esto? Porque la copia masiva que hace el niño del adulto desde la primera infancia no es solo de sus frases, de sus destrezas, de sus rasgos de carácter, de sus emociones, sino también de sus historias traumáticas no resueltas. Cómo podemos sino explicar el aumento sistemático de las nuevas sintomatologías en la infancia y la adolescencia que explotan a partir de los noventa, exactamente cuando aparece la primera generación simétrica.
Esta hipótesis se verifica por ejemplo a través de la multiplicación del consumo de metilfenidato en el mundo, que es el medicamento utilizado para el déficit de atención. Para dar solo un ejemplo en Estados Unidos pasó de menos de dos toneladas en 1990 a más de 30 toneladas en 2005 y luego a 55 toneladas en 2013" (Pláet al., 2017). En la Argentina, entre 1994 y 2005 se registró un aumento del consumo de metilfenidato del 900 por ciento y entre 2003 y el promedio de 2015/2016, el aumento fue del 387 por ciento (Bianchi y Faraone, 2018).
Más allá de los abusos en la medicalización de los niños cuyos mayores benefactores son los grandes laboratorios, es innegable la explosión de estas y otras nuevas sintomatologías acá y en el mundo a partir de los noventa. Nuestra hipótesis es que este fenómeno coincide con la aparición de la primera generación simétrica generada a partir de la expulsión del principio de autoridad que produce la generación del Mayo Francés y que transmite involuntaria e inconscientemente a las siguientes generaciones y se pone en evidencia a comienzos de los noventa. Las nuevas generaciones nacen sin principio de autoridad y además, al ser mucho más cercanas y demostrativas, se contagian, se mimetizan masivamente a través de sus neuronas espejo o de inconsciente a inconsciente, con las situaciones traumáticas no elaboradas de padres y abuelos.
Solo así podemos explicar la presencia de fuertes sintomatologías en niños pequeños que no han sufrido trauma alguno, pero que sí absorben y contagian temáticas inconscientes de sus padres y abuelos. Como podemos explicar sino que el periódico estadounidense New York Times International Weekly, haya revelado que en 2014 se elaboraron casi 20 mil recetas de risperidona, quetiapina (Seroquel) y otros medicamentos antipsicóticos para niños de 2 años y menores, un aumento casi del 50 por ciento en relación con las 13 mil del año anterior, según informa la IMS Health, compañía de datos relacionados con recetas, mientras las recetas del antidepresivo fluoxetina (Prozac) aumentaron un 23 por ciento en un año para ese grupo de edad, a alrededor de 83 mil (El Diario de Juárez, 2015)
Solo quiero agregar que la presencia de la violencia en la serie no está solo en esa familia, sino en todo el sistema escolar descripto, y me impacta especialmente el grado de violencia de la indagatoria psicológica que culmina con un grado de crueldad inusitado. La profesional había creado un vínculo profundo de confianza, penetrado totalmente en su intimidad y después de lograrlo corta totalmente la relación con el protagonista dejándolo nuevamente sumergido en su soledad. ¿Será otra metáfora de un sistema que nos sumerge cada vez más en la crueldad y la soledad?
Por todo esto, si queremos contrarrestar los efectos riesgosos de las redes, es necesario seguir revisando nuestros modelos de autoridad para volver a ser referentes de estos niños y jóvenes, ayudarlos a recuperar su lugar de hijos y a flexibilizar su simetría inconsciente. Pero también para evitar ese traspaso transgeneracional trabajándonos nosotros como generación adulta, no solo para revisar o comprender nuestras historias, sino también para recuperar, reconocer y reconectar con nuestro propio lugar de hijos, con nuestra propia simetría inconsciente, que es la única manera de evitar que el modelo de nuestros hijos siga siendo el de sus abuelos.
* Claudia Messing es psicóloga, presidente de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar.