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La Constitución europea y la “herencia
cristiana”
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En la pasada cumbre de la UE en Salónica, el proyecto de Constitución
europea presentado por Valéry Giscard D’Estaign pasó
su primera prueba de fuego ante los Jefes de Estado y de Gobierno allí
reunidos; aunque será la Conferencia Intergubernamental (CIG)
la que a partir de octubre de este año se encargará de
dar una redacción definitiva al texto constitucional.
El gran capitalismo europeo (francés y alemán, fundamentalmente)
pretende dar un salto cualitativo importante recubriendo su proyecto
imperialista de una forma “legal suprema”, es decir, constitucional.
Por supuesto, de este proyecto, o de lo que se sabe de él, poco
podemos esperar l@s trabajadores-as, por muchos derechos que sobre el
papel se reconozcan, en una Europa que, en la práctica, no para
de destruir puestos de trabajo o de reducir a la mínima las garantías
sociales, ni tampoco los pueblos, cuyos derechos se verán de
nuevo pisoteados, ya que para empezar, y por lo que se sabe, el proyecto
no reconoce más identidades que las de los estados-naciones miembros.
Esto es la Unión Europea: un proyecto de sectores y fracciones
del gran capital europeo, aunque algunos, supuestamente desde la izquierda,
reclamen una “Europa fuerte”, tal como hizo el líder
de IU, Gaspar Llamazares, durante la invasión de Irak, ¿cómo
alguien desde la izquierda puede abogar por una “Europa fuerte”
sin ni siquiera tener en cuenta ni hacer mención a los intereses
de clase implicados en la UE? ¿cómo se puede desde la
izquierda apelar a la fuerza de un bloque capitalista e imperialista
(la UE) en contra de otro (los EEUU)? Las esperanzas de l@s trabajadores-as
y de los pueblos no se pueden depositar en el apoyo de unos capitalistas
en contra de otros. Por supuesto, hay que aprovechar las rivalidades
imperialistas cada vez más acentuadas, pero ningún bloque
capitalista puede ser aliado de l@s trabajadores-as y los pueblos en
su lucha. La Europa de los pueblos libres, soberanos y solidarios, y
de l@s trabajadores pasa por la destrucción inevitable de la
Unión Europea.
El proyecto de preámbulo constitucional pretende abrirse con
la siguiente frase del filósofo griego Tucídides: “Nuestra
Constitución se llama democracia porque el poder no está
en manos de unos pocos, sino de la mayoría”. Bonita frase,
si no fuera porque l@s ciudadan@s del Continente apenas si han tenido
cauces apropiados para la participación en el proyecto constitucional,
o si no fuera por la existencia de la “European Round Table of
Industrialists”, uno de los muchos poderes económicos a
la sombra de las instituciones europeas, y por supuesto, totalmente
incontrolable; o de la última PAC (Política Agraria Común)
hecha a la justa medida de las multinacionales; o de ese parlamento
europeo, que, como casi todos los parlamentos que hoy existen, no representa
a nadie, con poderes tremendamente limitados, y donde además
las opciones verdaderamente progresistas están bastante subrepresentadas.
Y en esto, el Presidente español Aznar, descontento con el sistema
de representación previsto en el proyecto constitucional y de
la mano de los “euroescpeticos”, como su condición
de aliado de los EEUU le obliga, propuso con insistencia, junto con
los presidentes portugués y polaco, la inclusión en el
preámbulo constitucional la “herencia cristiana”
de Europa. ¿A qué viene esto? Puede haber varias razones
a la vez: desde las puramente ideológicas, hasta más prácticas
y materiales, como sabotear, siempre a las ordenes de los EEUU, el proceso
constitucional con discusiones de principios (en Salónica, la
cuestión de la “herencia cristiana” produjo más
de una discusión entre Giscard y los presidentes proponentes),
u obstaculizar una futura entrada de Turquía en la UE.
El principio de la “herencia cristiana” de Europa es ante
todo excluyente, como lo es el PP, con sus políticas de inmigración,
o con su fanatismo antivasco, como lo demostró bien a las claras
con el cierre del diario Egunkaria, por poner unos ejemplos, entre muchos.
Cualquier constitución mínimamente democrática
ha de ser laica, por tanto, destacar en un preámbulo constitucional
una religión de entre las varias que vienen practicándose
en Europa a lo largo de la historia rompe este principio democrático.
Este hecho supone poner la “herencia cristiana” por encima
de otras “herencias” igualmente importantes para Europa,
como la musulmana o la judía, ¿o es que los musulmanes
de los Balcanes son menos europeo que cualquier cristiano sea ortodoxo,
católico o protestante de otro lugar de Europa?
Además también supone excluir aún más a
la cada vez más numerosa inmigración musulmana y a sus
descendientes, ya que, constitucionalmente, su religión no tendría
el mismo reconocimiento que la del resto de europeos cristianos.
Y no conviene olvidar algo: si el cristianismo, de alguna forma, se
puede considerar “herencia” de Europa ha sido, en parte,
gracias a la violencia, a las persecuciones, matanzas y expulsiones
de judíos de cada rincón de Europa (la Historia está
aún muy reciente), o a interminables guerras contra los “sarracenos”.
Pero, sobre todo, como andaluz, no puedo olvidar que debido a esa “herencia
cristiana” de la que habla Aznar, Andalucía se ahogó
en sangre, que miles de personas fueron deportadas y expulsadas de su
tierra, o que mi ciudad, Málaga, fuera arrasada por los guardianes
de la cristiandad, los Reyes Católicos. Como andaluz no puedo
dejar de sentir como herencia al viejo Al-Andalus, que, por cierto,
tanto aportó en todos los aspectos a una Europa medieval sumergida
en tinieblas y oscuridades. Aun siendo ateo, como andaluz, no puedo
negar que, de alguna manera sin exageraciones ni romanticismos, lo islámico
forma parte de mi herencia, de mi pasado.
En definitiva, si ya de por sí el proyecto de Constitución
europea presentaba un déficit democrático importante,
el neo-falangismo español pretende constitucionalizar la exclusión
étnica como principio, pero, muy posiblemente, lo peor esté
por llegar en este proceso constitucional en el que l@s ciudadan@s de
Europa no tendrán nada que decir hasta que sea sometida a referéndum...
¿y la izquierda consecuente y revolucionaria qué piensa
hacer al respecto?
Antonio J. Torres, “Antón”
antoniotl@ole.com
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