Principal España | País Vasco | Internacional Pensamiento autónomo Antimúsica |
El apartheid sudafricano: ¿Una construcción
ideológica?
Por Corina Galarza y Sonia Escobares
Introducción
Una de las cuestiones que nos impulsó a abordar el apartheid en Sudáfrica,
fue justamente su caracterización como prototipo de la discriminación
racial. En este sentido, pensamos que es central el papel jugado por el racismo
en la conformación de una ideología que ha sostenido el apartheid
durante más de cuarenta años en Sudáfrica.
Para ello partimos de una concepción de racismo como una categoría
socio-política cuya creación busca fundamentarse a partir de una
realidad puramente biológica: la raza. Esto nos remite al carácter
encubridor del racismo, ya que atribuye a la raza el surgimiento de conflictos
que en realidad son de carácter social y político. La fuerte presencia
del racismo como inspirador del apartheid sudafricano, ha contribuido a que
ciertas características físicas (ser negro) aparezcan como vínculos
sociales.
Algunos de los interrogantes que nos planteamos para abordar el tema que nos
ocupa han sido: ¿puede considerarse al apartheid un sistema legitimador
del proceso de desarrollo capitalista? ¿Cuáles son sus fundamentos
y cómo se instrumentan los mismos en la práctica?
Para intentar dar una respuesta a estos interrogantes consideramos fundamental
situar al apartheid como fruto de un desarrollo histórico que no es ajeno
al proceso de consolidación del capitalismo y de formación del
Estado.
En segundo lugar, intentaremos trabajar al apartheid como construcción
ideológica para visualizar cuáles son sus fundamentos básicos
y cómo han ido construyéndose históricamente haciendo viable
su puesta en práctica.
Desarrollo capitalista y formación del Estado sudafricano
Para comprender la implementación del Apartheid en Sudáfrica,
se deben tener en cuenta, en primer término, cuáles eran las condiciones
de desarrollo del capitalismo y cómo devienen las mismas en la adopción
de una postura racista y segregacionista. En este aspecto, la colonización
había llevado desde un comienzo, al concepto de superioridad del hombre
blanco y de las culturas occidentales. La misión civilizadora estimuló
en principio las ideas asimilacionistas de la población local; pero hacia
fines del siglo XIX y principios del XX estas ideas fueron reemplazadas paulatinamente
por el racismo científico. El darwinismo social contribuyó a brindar
la base legitimadora del segregacionismo, pues separó a blancos de los
negros por representar diferentes grados de evolución cultural.
Esto se profundizó aún más a partir de 1910 cuando Gran
Bretaña concedió la autonomía al pueblo sudafricano blanco,
que pasó a conformar la Unión Sudafricana. La imposición
blanca sobre el territorio se produce a partir de la conquista, y mediante la
aplicación de una legislatura y administración de la justicia
sumamente rígida, tendientes a excluir al pueblo negro de todo poder
político. Al afianzar el control del Estado se aseguraba también
la puesta en marcha de una política que respondiera a sus propios intereses.
En este aspecto, el control social por parte del Estado fue un elemento fundamental
y se corresponde con las particularidades del desarrollo capitalista sudafricano.
Esto puede visualizarse aún más si tenemos en cuenta el rol de
la minería. 1867 y 1886 marcan el inicio de la producción minera
en Sudáfrica, dominada en principio por el capital británico.
Sin embargo, el elemento central de explotación minera es que siempre
dependió del trabajo forzado. Esto hizo necesario que los altos costos
de la producción, frente a la imposibilidad de transferirlos al consumidor,
fueran reducidos con la incorporación de mano de obra barata que se reclutaba
entre la población negra. Este reclutamiento se llevaba a cabo mediante
la economía del trabajo forzado que obligaba a los negros a migrar desde
sus comunidades aldeanas al campamento minero.
Mediante un contrato de trabajo obligatorio y una fuerte coerción extra-económica,
implementada desde el Estado, se puso en marcha la captación de la acumulación
capitalista. En 1911, en un intento de regular la mano de obra nativa se impulsó
una legislación que tendía a extender las sanciones criminales
a aquellos que rompieran el contrato de trabajo. Otro paso importante se dio
en 1913 al prohibir a los negros la compra de tierras. Ello llevó a la
creación de extensiones territoriales pertenecientes a las comunidades
que pasaron a constituirse en reservas de mano de obra mejor controladas, que
migraban directamente a los centros urbanos.
El papel desempeñado por los jefes de las comunidades locales es fundamental
ya que recibían una parte del costo de la mano de obra otorgada por el
Estado para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo. Estos se
transformaron rápidamente en intermediarios que ayudaron a efectivizar
la organización y control de la mano de obra por parte del Estado. Ello
desencadenó un proceso de deterioro de la capacidad de reproducción
de la subsistencia y del excedente, al interior de las comunidades nativas que,
en un plazo relativamente corto, llevaría a desarticular la base de sustentación
y de acumulación capitalista, haciendo necesario un reajuste.
El hecho de que el estado beneficiara con particular interés al sector
de la minería, generó conflictos al interior del grupo blanco
dominante ya que afectaba a un importante sector cuyos intereses se encontraban
en la producción agrícola. Si bien la minería había
generado un notable incremento de la demanda de granos, se recurrió a
la importación para satisfacer la misma.
Esto perjudicó a los productores locales. Por otra parte las diferencias
entre agricultura y minería también se manifestaban en relación
con la mano de obra. Mientras esta última requería de la mano
de obra migrante, la primera solicitaba que los trabajadores se establecieran
en las propias unidades de producción.
Sin embargo, estas diferencias que surgieron entre ambos sectores fueron superadas
en gran medida a partir de la unificación de sus intereses. María
Lis Lange afirma que las causas de dicha unificación debe buscarse en
el papel jugado por el Estado en el control de la mano de obra.
En la década de 1930 se produce, a causa de la coyuntura internacional
que supuso la guerra mundial, un proceso de industrialización por sustitución
de importaciones. La participación directa del Estado como principal
inversor fue fundamental ya que debía propiciar la creación de
la mano de obra libre y asalariada. Sin embargo, el proceso de proletarización
tuvo características diferentes en el caso sudafricano. En primer lugar
porque no se pretendía conformar un proletariado homogéneo, sino
más bien cimentado en términos raciales. Esto les permitía
hacer una clara división en la competencia por los puestos. Los trabajos
calificados fueron otorgados en mayor medida a los blancos mientras se pretendía
que la mano de obra negra continuara siendo barata y no calificada. Se permitió
al proletario blanco la organización sindical mientras se acentuaba y
se reafirmaba la dominación sobre el proletariado negro.
En este aspecto la división racial entre proletariado blanco y proletariado
negro fue una estrategia de dominación. Ello no es más que el
reflejo de los intereses de la clase dominante que trata de viabilizarlo a través
de su instrumento más contundente: El Estado.
A partir de la década del 40 se ponen de manifiesto nuevos problemas
respecto al control de la mano de obra. Frente a la declinación de la
capacidad productiva de las reservas africanas se hizo necesario el planteo
de nuevas estrategias que permitieran al desarrollo capitalista mantener tanto
la tasa de ganancia como las relaciones sociales propias del sistema al que
daba sustento.
El surgimiento del apartheid debe entenderse, en este contexto, como un mecanismo
implementado desde el Estado para dar respuesta a los problemas generados por
la creciente desintegración de las condiciones reproductoras de la fuerza
de trabajo negra, que ponía en riesgo el mantenimiento de la tasa de
ganancia capitalista.
Cuando, en 1948, el Partido Nacional tras su victoria electoral introdujo como
programa gubernamental de la República Sudafricana el apartheid, basado
en la segregación racial, no estaba creando nada nuevo. En realidad con
ello no hacían mas que institucionalizar una práctica racista
que había legitimado desde el mismo momento de la conquista la supremacía
blanca en Sudáfrica.
El elemento central del apartheid es el desarrollo separado entre blancos y
negros. Ello se plasma en el ámbito geográfico en la separación
en Estado blanco y varios territorios ocupados por la población nativa
denominados Bantustanes. Lo más notable de esta división es la
desigual distribución, ya que los blancos se han apropiado de los territorios
con recursos naturales más ricos, mientras que a las poblaciones nativas
les fueron otorgadas las áreas más pobres y menos desarrolladas.
Esta apropiación de los recursos naturales por parte de los blancos ha
contribuido a acentuar la explotación negra, impidiéndole toda
posibilidad de desarrollo autónomo. Incluso los ha privado de asegurarse
la producción de la subsistencia. Esto ha contribuido en parte a la situación
de hambre que padece el pueblo sudafricano.
Frank Vorhies sostiene al respecto que "los africanos no padecen hambre
porque los europeos implementaron relaciones capitalistas explotadoras sobre
ellos. Al contrario: hay hambre en África porque el colonialismo impidió
el avance del capitalismo negro".
El planteo de este autor se fundamenta en que precisamente la política
racial del apartheid impidió que se desarrollara la propiedad privada
entre los negros, restringiendo la libertad de los agricultores independientes
con el fin de obligarlos a trabajar en las fincas y en las minas de los colonos
blancos.
Pero se fue más lejos aún, ya que los mismos gobiernos tribales
implantaron viejas costumbres, ineficientes sobre la propiedad y el comercio.
Sobre todo porque la distribución de las tierras comunales, se llevó
a cabo por razones políticas, no económicas.
Siguiendo la línea interpretativa de este autor podemos decir que la
solución que propone para la baja productividad negra es la creación
de un sistema de propiedad privada, en pocas palabras: "a los negros africanos
debe permitírseles reconstruir su propia cultura capitalista".
Pensamos que este punto de vista reduce la cuestión a una salida puramente
accidental. Proponer al capitalismo para superar los problemas de los pueblos
negros es negar toda posibilidad de que surja un proyecto propiamente sudafricano.
Con esto no queremos decir que el capitalismo no sea viable para el caso sudafricano.
Lo que nos interesa señalar es que una propuesta de cambio para dar respuesta
a los problemas de Sudáfrica debe surgir del interior mismo de la sociedad
que la constituye. Es cierto que esa sociedad está atravesada por profundas
diferencias y conflictos diversos. Pero ¿por qué no asumir la
diversidad? ¿Por qué no pensarse a sí misma con sus problemas,
sus valores para elaborar una salida propia?
Ciertamente ello es difícil de llevar a la práctica. Cuarenta
años de institucionalización del racismo en Sudáfrica ha
dejado profundas secuelas difíciles de superar. No basta con suprimir
las leyes de la discriminación y del racismo, cuando en realidad no ha
habido un cambio en la forma en que se piensa la sociedad. Creemos que la cuestión,
en el caso sudafricano, se ha plateado de manera inversa. No son las leyes lo
que determina la forma de ser y de hacer de las sociedades. Por eso es necesario
asumir el cambio desde la sociedad para luego plasmarlo en el marco institucional.
¿Por qué no pensar en la misma lógica que siguió
la aprobación del Apartheid? Si nos detenemos a pensar, el programa segregacionista
no hubiese sido posible si no contara previamente con el consenso necesario
para erigirse en pensamiento dominante. Ciertamente ese consenso no fue generalizado
y provenía fundamentalmente del sector blanco que ejercía la dominación
de los pueblos africanos.
Pero, planteada la cuestión desde la posibilidad de participación
política que se abrió a la población negra a partir de
la supresión del Apartheid en 1991 y el ascenso de Nelson Mandela como
presidente, las perspectivas se amplían. Sobre todo si se considera que
por primera vez en Sudáfrica un presidente negro asume la dirección
política del Estado. El gran desafío consiste en cómo platear
un proyecto de cambio desde el poder político mientras las relaciones
de producción que sustentaban el apartheid siguen vigentes e intactas.
El apartheid sudafricano: Una construcción ideológica
Consideramos que la discriminación racial en Sudáfrica sirvió
de sustento ideológico del desarrollo capitalista.
La colonización blanca llevó a Sudáfrica su concepto de
superioridad del hombre blanco y de la cultura occidental.
Hacia fines del siglo XIX se trató "científicamente"
de establecer la inferioridad del hombre negro y de otras formas que sostenían
que "las razas humanas son resultado de la evolución de nuestra
especie" fueron utilizadas para analizar la raza, acentuando las diferencias.
En este sentido el primitivismo y la bestialidad de la "raza negra"
fueron exacerbados y ampliamente difundidos constituyendo verdaderos estereotipos
populares raciales.
Si nos detenemos a pensar un momento, el mero hecho de que palabras como salvajes,
primitivos, caníbales, mestizos, evoquen en nosotros determinados seres
humanos cargados de determinados valores y no otros, están señalando
esa determinación profunda del racismo inconsciente que todos padecemos.
Actualmente sabemos que no hay justificación biológica para el
racismo. Las razas, al contrario de las especies, son sistemas abiertos en los
que ocurren intercambios genéticos con frecuencia. En este sentido, la
mezcla de razas es un fenómeno histórico por lo cual no puede
marcarse una línea divisoria, ya que por ejemplo una misma persona puede
tener características de varias razas.
De esta manera, el racismo, buscó en la ciencia la justificación
de la división racial que le permitía llevar a cabo lo que Marx
había señalado como "la explotación del hombre por
el hombre". Esto nos lleva a reflexionar en torno a cómo "la
verdad científica" tiene en gran medida la verdad que el poder político
le otorga. Y este poder en modo alguno necesita ejercitarse directamente, sino
que se encuentra inserto en la producción cotidiana y normal de nuestra
sociedad.
El compromiso de los científicos implica un replanteo de los que significa
"hacer ciencia" y poner al desnudo las verdaderas pretensiones del
poder, denunciando la manipulación de la que son objeto.En este aspecto,
el modo de producción capitalista generó su expansión montado
sobre la explotación, la subordinación y discriminación
de la población negra.El proceso expansivo se manejó ideológicamente
en términos culturales: los civilizados se expandían sobre los
primitivos.
Esto, llevó a que se establecieran un tipo de relaciones cortadas por
el concepto de raza, lo que condujo a reformular la relación en términos
biológicos. El racismo fue en el caso sudafricano el desemboque obligado
del sistema. La ciencia brindó los contenidos que luego fueron utilizados
y fundamentados por la ideología dominante.
Los blancos, tanto afrikaners como anglófonos trataron de oponerse con
fuerza a la fusión con los africanos, no tanto porque creyeron en algún
tipo de superioridad racial, afirma Giliomee, sino más bien porque temían
que aquello condujese a la pérdida de la preeminencia que tenían
en ese momento.
Cuando en 1910 se estableció la unión entre las Repúblicas
Bóers del Estado Libre de Orange y de Transvaal; y las regiones del Cabo
y Natal dominadas por ingleses, uno de los puntos fundamentales del acuerdo
establecía el sufragio solo para blancos en las primeras, mientras que
en las segundas se mantuvo el sufragio sin discriminación racial.
Esto se debía, según los planteos de Fernando Volio Jiménez,
al firme deseo de los afrikaners de conservar su identidad nacional impulsada
y mistificada por la creencia en la supremacía blanca, derivada de Dios
mismo.
Con la creación del Partido Nacionalista (o partido Afrikaner) en 1914,
se proclamó abiertamente esta política interna del dominio de
la población blanca, evitando cualquier intento de mezcla racial.
La puesta en marcha del Apartheid hacia los años cincuenta fue de alguna
manera, la continuación o el perfeccionamiento del viejo sistema de segregación.
El Estado intervino para regular el problema social, manteniendo a grupos raciales
en categorías sociales diferentes, acentuando sus divisiones. Algunas
de las leyes que acentuaron el segregacionismo fueron por ejemplo:
La ley de reforma electoral que en 1948 fijó requisitos para la inscripción
de los votantes de color en los lugares donde se les permitía sufragar.
De esta manera se les negaba toda posibilidad de participación política.
Ello explica que los blancos que eran minoría, pudieran ejercer el dominio
del Estado.
También se prohibieron en 1950 los matrimonios mixtos y se fomentó
el control de las migraciones de la mano de obra negra hacia las ciudades para
asegurar al sistema un ejército de reserva de trabajadores. Los trabajadores
africanos no podían permanecer por más de 72 horas en las áreas
blancas y además se prohibió todo derecho de huelga, dejando indefensos
a los trabajadores no blancos frente a los patrones, con salarios sumamente
bajos. De esta manera retomaban el viejo lema de la colonia: "Dividir para
reinar", impidiendo todo tipo de elementos que les permitiera organizarse
para formar un frente común contra sus dominadores.
Otra de las estrategias para sujetar firmemente a la población africana
nativa fue la de controlar el sistema educacional orientándolo hacia
los fines del apartheid. La política educativa se orientó a que
los nativos acepten su inferioridad. En 1954 se dio un paso más en esta
política al transferir el costo de la financiación escolar a los
propios africanos. Esta Misma legislación sobre educación Bantú
fue completada en 1959 con la Ley de Extensión de la Educación
que prohibió la matrícula de estudiantes no blancos en las universidades.
En este sentido, el apartheid aseguraba el control de todos los ámbitos
de la vida de los no blancos, lo que le permitía una mejor manipulación.
Ese control se corresponde justamente con las necesidades del capitalismo. Por
lo tanto, el apartheid en tanto programa que responde a los intereses de los
sectores blancos que controlan el Estado, pone de manifiesto la base ideológica
sobre la que se sustentan las relaciones capitalistas.
A modo de conclusión
En febrero de 1990, el gobierno blanco levantó las sanciones contra las
organizaciones políticas opuestas al apartheid y legalizó El Congreso
Nacional Africano, dirigido por Nelson Mandela. Fueron los primeros resultados
de un largo proceso de lucha para desmantelar el régimen segregacionista.
El apartheid fue criticado desde la ONU, de la cual Sudáfrica formaba
parte. Sin embargo, tal como encuentra establecido en la carta que rige la organización,
en el artículo 2, párrafo 7, establece la no-intervención
en los asuntos que sean de la jurisdicción interna de los Estados miembros.
El gobierno sudafricano negó toda
intervención por parte de la ONU apelando a dicho artículo.
La supresión del apartheid sí bien significó el ascenso
de la población negra al poder político, gracias a las elecciones
multirraciales celebradas en 1994, los problemas sociales continúan porque
no es posible cambiar bruscamente una ideología racista fuertemente arraigada
en la población. Las resistencias y los resentimientos son demasiado
fuertes para plantear una salida que tienda a dar respuestas viables a las condiciones
de vida de la población nativa.
En este sentido, cabe preguntarse por las condiciones del desarrollo capitalista
en este período que se ha despojado, al menos en el plano institucional,
de sus fundamentos ideológicos. Tal vez, una posible explicación
puede buscarse en el hecho de que si bien ha cedido terreno en el plano político,
en el económico sigue teniendo la hegemonía. Mientras no se den
conquistas en el ámbito económico, las transformaciones política
no podrán por sí mismas generar cambios profundos.
Bibliografía
o Eduardo Menéndez: Racismo, colonialismo y violencia científica.
En: Transformaciones N0 47, C.EA.L.
o Alfredo Cruz Pardos: El racismo crea la raza. En: Nuestros Tiempo. marzo de
1993.
o Joseph Ki-Zerbo: Historia del África negra. Edit. Alianza Universidad,
1980.
o Hermann Giliomee: Sudáfrica.
o Fernando Volio Jiménez: Apartheid. Prototipo de discriminación
racial. Publicaciones de la Universidad de Costa Rica, octubre de 1971. Tesis
de grado N0 19.
o Coquery - Vidrovitch, Moniot: África negra. Edit. Labor S.A., Barcelona
1976.
o Maria Lis Lange: Estado, capitalismo y apartheid en Sudáfrica. En:
Anuario 13, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, 1988.
o Visión, La revista Latinoamericana: África la fuerza de un continente.
16 de octubre 1989, volumen 173 N0 8.
Kolectivo
La Haine
|