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Argentina: Las sucursales bancarias como objetivos políticos
Roberto Delgado
Especial para La Haine.
Buenos Aires, Argentina.- En el cacerolazo de la madrugada del viernes 11 de enero, una multitud fue hacia la Plaza de Mayo. Tras las cargas policiales, cientos de personas destrozaron bancos sobre la Avenida de Mayo, cerca del Congreso.
Después del cacerolazo contra la política de hambre del gobierno argentino, vino la represión policial con botes de humo y balas de goma. La gente se cansó de poner la otra mejilla y de aguantar que la policía antidisturbios defienda a palos y matando los intereses de la clase dominante. La respuesta se transformó en rabia y en el destrozo casi sistemático de grandes comercios y sobre todo de sedes bancarias. La policía señaló que en esta ocasión el número de bancos afectados fue mayor que en otras oportunidades. Frente a los que argumentan que el destrozo de bancos "no sirve para nada", estamos viendo cómo las protestas contra la economía neoliberal acaban cada vez con más frecuencia señalando a los bancos como responsables invisibles "no-electos" del hambre y la opresión, y cómo en función de esto las sucursales bancarias se convierten en objetivos políticos. La lucha contra los bancos se materializa en el ataque a sus brazos visibles: las sucursales.
Tal es así que en los enfrentamientos de la madrugada del viernes decenas de bancos fueron atacados con furia, y sólo en el centro de la capital se contabilizaron más de 15 bancos destrozados: les rompieron los vidrios, los cajeros automáticos e incluso incendiaron una sucursal del Provincia.
Y para desgracia de los dueños y los medios de comunicación "tantos incidentes sólo derivaron en la detención de diez personas", aunque según fuentes policiales, tan solo uno de ellos participó realmente en el destrozo de bancos: "entró junto a un grupo al banco Galicia de Rivadavia 2330, destrozó la vidriera y seis cajeros automáticos".
Además, si bien estas mismas fuentes dijeron que los disturbios fueron "generados por activistas de ultraizquierda" -se habla de los grupos "Movimietno de trabajadores desocupados Teresa Rodríguez" y "Quebracho"- ninguno de los detenidos estaría relacionado a ellos.
Al día siguiente la gente caminaba por Avenida de Mayo ante un genuino panorama: El banco Francés de Avenida de Mayo 1165 tenía la puerta trabada. Un policía custodiaba la entrada y los vidrios rotos todavía estaban en el piso. Sobre los cajeros automáticos unos carteles advertían: "No funcionan"; atrás estaban los monitores destrozados.
En la calle de al lado, una sucursal del Bank Boston (Avenida de Mayo 1202) tampoco se salvó de los piedrazos.
A unos metros está el Banco Galicia, en Avenida de Mayo 1221. "No se puede empezar a atender hasta que pongan las puertas en la entrada, es por seguridad", explicaba un funcionario.
En la calle, la gente de limpieza del Galicia había acumulado cajas de cartón llenas de vidrios y piedras. Durante los destrozos, los manifestantes entraron al banco y rompieron los cajeros pero no se llevaron nada.
En toda la Avenida de Mayo, los teléfonos de la multinacional Telefónica estaban destruidos. A un lado, el Banco Sudameris continuaba con los vidrios rotos.
Una de las sucursales más perjudicadas fue la del Banco Provincia, en Rivadavia 1936. Los vidrios de la entrada fueron pulverizados. Adentro casi ni se veía el piso: estaba tapizado con vidrios, piedras, botellas y basura. Para entrar la gente rompió vidrios con cubos de basura.
"Después de entrar incendiaron unos sillones y todo se prendió fuego", contó el encargado de seguridad del banco, Alberto Denicolo. "No pudimos abrir", dijo.
Sobre Callao tampoco se salvó ningún banco. Al banco Provincia de Callao 179 le rompieron la entrada principal a piedrazos. El piso de la entrada del Francés (Callao 263) estaba llena de vidrios rotos, que la gente esquivaba con saltos. Afuera, las paredes tenían pintadas contra el presidente español José María Aznar y el presidente argentino Eduardo Duhalde.
Enfrente, el banco Bansud (Callao 260) tenía la entrada rota por las piedras y los botellazos. El cajero automático quedó destrozado. La persiana del Lloyds Bank (Callao 273) también tenía mensajes contra el gobierno. Al lado, el Bank Boston, se había quedado sin vidrios.
En Callao y Sarmiento, la Banca Nazionale del Lavoro también tenía huellas del ataque: los vidrios de la entrada y de las ventanas eran recuerdo. "Hasta el subgerente tuvo que cambiar de oficina", dijo un empleado de seguridad.
En Diagonal Norte los pequeños comerciantes estaban tranquilos: nadie había tocado sus locales. Sin embargo hubo dos perjudicados: el Banco Ciudad y el Boston. El primero ya había perdido los vidrios en protestas anteriores. Por eso, esta vez los atacantes sólo pintaron consignas en el frente con aerosol.
(Elaborado con información de periódicos argentinos)
Kolectivo
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