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Berlusconi: la televisión al poder

(escrito durante la campaña electoral italiana '01)

¿Puede existir la democracia cuando alguien tiene el monopolio de la comunicación?

"Cuando me miro en el espejo, estoy en paz con mi imagen", afirma Silvio Berlusconi. Y si no hay un espejo cerca, con un televisor podría bastarle para lograr el mismo efecto.

Dueño de un vasto imperio mediático que incluye a las tres mayores redes de televisión privada de Italia, el candidato a primer ministro en las elecciones italianas no ha tenido problemas para atraer las simpatías de la mayoría de los votantes. Es el favorito de las encuestas para ganar las elecciones. Y eso a pesar de sus problemas con la Justicia --se lo acusa de sobornar, evadir impuestos, negociar con la mafia e incluso conspirar para el asesinato de un juez-- de las demoledoras críticas de la prensa extranjera, de sus aliados neofascistas y de su malograda experiencia previa como primer ministro, que duró apenas siete meses en 1994.

Su inminente llegada al poder por segunda vez ha desatado un temporal de críticas en el resto de Europa. Y hay razones para inquietarse: con turbios manejos políticos y financieros, Berlusconi ha llegado a ser dueño de las tres mayores redes de televisión privada de Italia. Si ahora llega al gobierno tendrá también el control de la cadena estatal RAI. Prácticamente toda la televisión italiana estará al servicio de su imagen y sus necesidades.

Es por eso que muchos políticos europeos han puesto el grito en el cielo. "Me resulta imposible imaginar que en Alemania un gran empresario de los medios llegue a ser primer ministro", dijo al diario italiano La Repubblica el ministro del Interior alemán, el socialista Otto Schily. "Es justo que el cuarto poder sea pluralista e independiente".

El conflicto de intereses que acarrearía un gobierno de Berlusconi tampoco ha pasado inadvertido para la prensa mundial.

El diario El País de Madrid definió un eventual nuevo mandato del "Mussolini del 2000" como "peligroso para la democracia". El francés Le Monde señaló "el riesgo de instalar en el poder a un hombre que controla más o menos la mitad de los medios de información del país y que está en guerra abierta con la magistratura".

Por su parte, el semanario británico The Economist afirmó que en un gobierno del magnate (Berlusconi es el hombre más rico de Italia), "el conflicto de intereses entre sus propios negocios y los asuntos de Estado sería monstruoso. Con una riqueza de 14.000 millones de dólares, Berlusconi está intrincadamente envuelto en vastas áreas de las finanzas, el comercio y la comunicación, con ramificaciones en casi todos los aspectos de la economía y la vida pública italiana".

"Su imperio incluye bancos, seguros, bienes raíces, editoriales, publicidad, medios y un cuadro de fútbol", prosigue el editorial. "Incluso durante su primer mandato, en 1994, firmó una larga serie de decretos con importantes efectos sobre sus actividades comerciales. Si gana de nuevo el 13 de mayo, controlará el 90% de las transmisiones televisivas. No ha hecho el más mínimo esfuerzo por resolver este claro conflicto".

Conflicto que, para el propio Berlusconi, ni siquiera es tan claro. En una reciente reunión con industriales italianos afirmó, según la revista estadounidense Newsweek: "Si al defender los intereses de todos, también me ocupo de los míos propios, no se puede hablar de conflicto de intereses".

Como un comunista

El mundo ha vivido varios y recientes casos de gobernantes que han tomado el control total de los medios de comunicación en sus países. Y la experiencia muestra a las claras que esa no es la mejor receta para que la democracia florezca.

El ex presidente serbio Slobodan Milosevic puso al mando de los canales de televisión de su país a operadores políticos leales a su régimen. También el ex presidente peruano Alberto Fujimori se preocupó por que los dueños de todos los canales de televisión abierta de su país apoyaran su controvertido gobierno. Cuando el empresario televisivo Baruch Ivcher, de origen israelí pero nacionalizado peruano, se negó a poner su canal de televisión al servicio de Fujimori, éste le quitó la frecuencia argumentando que era extranjero y lo empujó al exilio.

Más recientemente, en Rusia, un consorcio estatal tomó sorpresivamente el control de NTV, la única estación televisiva de alcance nacional que mantenía su independencia del Kremlin y criticaba abiertamente al presidente Vladimir Putin y a la guerra en Chechenia. (Ver página 7)

El hecho fue señalado como un nuevo paso hacia el autoritarismo, por parte de Putin, un presidente que ya ha restaurado el antiguo himno soviético (aunque con algunos cambios en la letra) y disfruta de su propio culto a la personalidad al mejor estilo de los viejos jerarcas comunistas.

Precisamente, para el semiólogo y escritor italiano Umberto Eco, la estrategia comunicacional de Berlusconi ­pese a ubicarse en el polo ideológico opuesto­ recuerda a la del antiguo comunismo. Al igual que éste, "el berlusconismo se caracteriza por disponer de un formidable aparato mediático masivo y usarlo para quejarse de la persecución por parte de los medios", escribió Eco recientemente en un artículo de prensa titulado "Detrás de Berlusconi hay un comunista".

Pero a diferencia de Milosevic, Fujimori y Putin, Berlusconi no tendrá que preocuparse por hacerse con el control de los medios, porque ya lo tiene.

Además de poseer la mayoría accionaria de la empresa que controla a los tres mayores canales privados, Berlusconi y su familia son propietarios de Mondadori, la principal editorial de Italia: su división libros abarca el 30% del mercado doméstico, y su división revistas, el 38%. Fue esta editorial la que imprimió los 12 millones de ejemplares de "Una historia italiana", la elogiosa biografía que Berlusconi regaló durante su campaña.

A esto se suma el influyente semanario Panorama, los diarios Il Giornale --cuyo viceeditor, Paolo Guzzanti, es candidato al Senado-- e Il Foglio, un portal de Internet e incluso una empresa encuestadora, Datamedia, que le daba al magnate una ventaja electoral del 10% cuando otros la cifraban en 3%.

Candidatura mediática

Buena parte de los compatriotas de Berlusconi eligen creerle cuando afirma que los cuestionamientos a su persona forman parte de "una campaña de odio de la izquierda". Y a lo largo de los últimos meses, no le han faltado ocasiones de repetirlo en vivo y en directo para todo el país.

La ley italiana prohíbe la publicidad electoral televisiva, pero dos organizaciones que miden la cantidad de tiempo dedicado a los candidatos descubrieron que los tres canales de Berlusconi le dedicaron a éste cuatro veces más tiempo que a su principal rival, el izquierdista Francisco Rutelli. (La RAI, en cambio, les dedicó a ambos el mismo tiempo, lo que no le impidió a Berlusconi quejarse por su trato y amenazar con un boicot, negándose a aparecer ante sus cámaras).

Y si para Rutelli se hace difícil competir con Berlusconi en términos de presencia televisiva, para los demás candidatos resulta virtualmente imposible. La semana pasada, la candidata del Partido Radical, Ema Bonino, fue a parar al hospital a causa de la huelga de hambre y sed que protagonizó en protesta por la "invisibilidad" de su agrupación en los medios.

Ni bien se recuperó, Bonino anunció que reanudaría su huelga inmediatamente. "No he sido tomada en serio", protestó la candidata. "Desvanecido el peligro de mi cadáver sobre la conciencia, el mundo político e institucional se ha dado prisa en silenciar a los radicales y a nuestros temas".

"La democracia italiana está enferma", asegura Bonino, que dice temer "que gane el más violento, el más prepotente entre todos los que tienen necesidad de engañar al pueblo".

¿Partidos para qué?

¿Cómo es posible que un hombre tan cuestionado como Berlusconi esté a punto de convertirse en primer ministro de Italia por segunda vez? El magnate fundó su partido Forza Italia en 1994. En ese entonces, la ofensiva judicial anticorrupción "mani pulite" había golpeado severamente a los partidos tradicionales --la Democracia Cristiana y el Partido Socialista-- dejando un vacío de poder que Berlusconi se apresuró a llenar.

Aliado con los neofascistas de la Alianza Nacional y los separatistas y xenófobos de la Liga Norte, prometiendo una nueva manera de hacer política, el flamante político ganó las elecciones. Siete meses después, la deserción de la Liga Norte lo privó de la mayoría parlamentaria imprescindible para mantenerse en el poder.

Sin embargo, y pese a que él mismo se ha visto involucrado en las investigaciones de la operación "mani pulite", su popularidad hoy es tan grande como a la hora del su primer triunfo. Los analistas dicen que el electorado italiano esta hastiado de una clase política manchada una y otra vez por la corrupción. ¿Y cómo no ven que esa misma corrupción ha sido el motor de la carrera de Berlusconi? No lo ven, sostuvo el peridista Jean Daniel, del diario La Repubblica, debido a la fascinación que ejerce el éxito y el dinero de Berlusconi. "El encanto del dinero se transformó en todas partes en algo devastador", escribió Daniel.

Tal ascenso de una figura mediática preocupa a muchos políticos. Incluso al ex presidente Julio M. Sanguinetti, quien escribió al respecto en una columna publicada la semana pasada en El País de Madrid. "Donde los partidos se debilitaron emergieron movimientos meramente reactivos, como los neorracistas europeos (caso Austria) o bien las candidaturas mediáticas, salidas milagrosamente de la pantalla, con prédicas precisamente montadas sobre el ataque a los partidos y los llamados políticos profesionales".

"Los resultados", afirmó Sanguinetti, "son conocidos: primero, el deslumbramiento de la opinión pública ante la novedad; luego, la desilusión, y más tarde, la desestabilización".

Algo similar sostuvo el diario conservador portugués Público. "Pese a todos sus defectos, los políticos tradicionales resultan mejor que los mesías y hacen menos daño a la democracia. Una figura tan controvertida como Berlusconi, dueño de un imperio de telecomunicaciones, aliado a neofascistas como los de Alianza Nacional y políticos xenófobos como Umberto Bossi, con posiciones como las del austríaco Joerg Haider, no debería llegar a primer ministro".

La andanada de críticas procedentes de la prensa internacional provocó la irritación del poderoso empresario Giovanni Agnelli, propietario de la empresa Fiat. Pese a no haber sido nunca un cercano aliado de Berlusconi, Agnelli se quejó de que su país estaba siendo tratado como "una república bananera".

Berlusconi, sin embargo, parece estar abonando la tesis. Un día anuncia que venderá su imperio televisivo, pero al otro día sostiene que la decisión dependerá de sus hijos, que son quienes figuran como propietarios. Un día declara que anunciará su decisión final dos días antes de la votación, pero luego se desdice y asegura que el tema será "estudiado" en los primeros 100 días de su gobierno.

En medio de una campaña política plagada de insultos y agresiones, Forza Italia aparece como la favorita para ganar las elecciones de mañana y colocar a Berlusconi nuevamente en el sillón de primer ministro. Y eso a pesar de sus evidentes debilidades: al igual que durante su primer mandato, Forza Italia sigue sin contar con una auténtica estructura partidaria. Pero como dijo a El País de Madrid, Guiliano Urbano, uno de los asesores de Berlusconi: "No se precisa mucho partido cuando existe la televisión".

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