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Argentina: Después de la convertibilidad

Guillermo Cieza

La frase "estamos quebrados, estamos fundidos" que fue parte del primer discurso del Presidente Duhalde, no es una novedad. A finales de los 80 la mayoría de los analistas económicos coincidían en caracterizar al Estado argentino en una situación de quiebra.

Remontarnos a esos tiempos, signadas por fuertes luchas intercapitalistas que acabaron con el gobierno de Alfonsín, nos permiten retomar caracterizaciones sobre cual fue el significado del plan de convertibilidad, diseñado por Cavallo y que significó un verdadero armisticio para detener esa guerra entre ricos cuyos principales protagonistas eran : los acreedores externos y los grupos locales.

En plan de convertibilidad fue concebido como una convocatoria de acreedores del Estado quebrado, donde los convocados no fueron las víctimas (los desocupados, los trabajadores, los pequeños propietarios arruinados) sino los responsables de la quiebra: los grupos locales que venían esquilmando al Estado como contratistas y los tenedores de bonos a valores de usura.

La venta de los activos del Estado fue la solución mágica porque por un lado lo recaudado permitía que se siguieran pagando los intereses de la deuda y por otro abría a los grupos locales la posibilidad de participar como compradores privilegiados en el desguace de las empresas públicas. El dólar barato, establecido en la paridad fija del tipo de cambio, garantizaba esa condición de compradores privilegiados.

Ese dólar barato agregaba una perversidad accesoria a la perversidad del modelo exportador de materias primas (hidrocarburo y algunos productos agrícolas) delineado desde los tiempos de Martínez de Hoz , y a la perversidad intrínseca del capitalismo. Porque con un dólar barato ( y salarios relativamente caros en dólares) toda la producción nacional que emplea mano de obra intensiva, queda fuera del mercado internacional. Esta es la razón de la destrucción de las economías regionales y de que en un país concebido como un gran productor de alimentos las góndolas de los supermercados estuvieran pobladas de comestibles extranjeros. Ni hablar de las producciones textiles, metalúrgicas, electrónicas, etc.

El agotamiento del plan de convertibilidad tiene distintas causas. Por un lado se agotan los activos a liquidar y empiezan a mermar los ingresos que provenían de esas ventas. En segundo lugar, se empieza a notar en las cuentas fiscales la falta de los ingresos que aportaban las empresas públicas que eran superavitarias (aunque balances amañados demostraban lo contrario), y la ausencia de fondos provenientes de las cajas de jubilaciones. En tercer lugar la recesión hace caer la recaudación impositiva. Pero la causa mas importante es que empiezan a percibirse en el conjunto de la población síntomas muy fuertes de la decisión de no someterse a políticas de ajuste permanente.

El detonante de esa resistencia fueron los cortes de ruta, pero no solo por la cantidad de argentinos que cortaban rutas sino por los cambios en la opinión popular sobre la valoración de esos cortes. En poco mas de un año índices de aprobación que no superaban el 2% se acercaron al 50%..

Si agregamos a esto los resultados electorales, donde la abstención y el voto en blanco desnudaron la fragilidad de la contención política institucional, la adhesión masiva a los paros nacionales, las protestas de estatales y docentes, el crecimiento de la lucha estudiantil y las primeras puebladas en el interior, podemos encontrar explicaciones muy sólidas sobre los motivos de la fuga de capitales y la crisis institucional.

El nuevo escenario y los dilemas de la burocracia política.

El nuevo escenario nos remite al 1989 . El espejismo creado por la venta de activos y por capitales golondrinas se ha esfumado y hoy no hay torta para todos y por lo tanto hay nuevas luchas entre ricos, pero asediada por una autentica rebelión popular. También es particular la situación de la burocracia política representada en los grandes partidos PJ- UCR, que mas allá de sus responsabilidades y complicidades esta sometida a una feroz campaña originada en los grandes grupos económicos y medios comunicacionales destinados a convertirlos en chivos expiatorios de la catástrofe económica y social.

Los contendientes de las peleas entre ricos son básicamente los mismos: los tenedores de bonos de la deuda y los grupos locales propietarios de las empresas privatizadas (donde se han incorporado capitales europeos como socios mayores de Repsol, Telefónica, etc.) y los bancos.

En su primer discurso el Presidente Duhalde planteó un cambio de alianzas sociales, privilegiando los acuerdos con " la producción y el trabajo". Oculta mencionar al principal socio de la nueva alianza privilegiada: los acreedores externos representados por el FMI, que con el aval del Departamento de Estado yanqui exigen un "modelo sustentable". Los consejos básicos para hacer sustentable al modelo son devaluar, pesificar las tarifas y no acudir en salvataje de la estructura financiera local sobredimensionada. Achicar las ganancias de las empresas privatizadas y hacer pagar sus responsabilidades a los bancos. No se trata de que se le ha ablandado el corazón. Se trata de seguir cobrando la deuda externa.

La devaluación elimina una de las perversidades del modelo (modelo exportador con dólar barato) y pronostica un crecimiento del empleo en los próximos años, porque aún en una economía deprimida, alguien tendrá que fabricar lo que ya es muy caro importar. Pero significa también una poda significativa de los salarios. Duhalde insiste en reivindicar el modelo chileno que representa justamente esto: mayor ocupación con salarios basura.

Aún contemplando la formidable transferencia de ingresos desde los trabajadores a los sectores exportadores, el escenario de la devaluación es menos traumático que el de la polarización que hubiera cristalizado la triple perversidad. Queda la esperanza abierta de que un crecimiento del empleo amplíe las perspectivas para que nuestra clase trabajadora - que tiene sobrada experiencia y capacidad de lucha - pueda elevar los salarios y mejorar las condiciones de trabajo.

Hay todo un debate sobre la posibilidad de continuidad de esta gestión, que mas allá de Duhalde es una apuesta desesperada de la clase política para garantizar su supervivencia como casta burocrática e intermediaria. El tema interesa porque detrás del fracaso de la burocracia política no esta inevitablemente el socialismo, sino un escenario diferente donde van a tratar de imponer el ajuste con represión abierta, como ya lo viene aconsejando algunos analistas de la derecha vernácula.

La continuidad de la opción timoneada por Duhalde y Alfonsín tiene a su favor:

Una alianza política amplia en términos institucionales que esta convencida de lo que se juega en esta apuesta . Esta garantiza no tener trabas parlamentarias a las nuevas medidas económicas. El miedo del conjunto de las clases dominantes ante el crecimiento de una protesta social que esta fuera de control institucional, ni tiene liderazgos referenciales que permitan algún tipo de negociación. El apoyo de los acreedores externos, que apuestan a una normalización del país en términos capitalistas , a riesgo de que se evapore el valor de sus bonos. La ausencia de una alternativa popular de salida a la crisis. En contra:

la total ilegitimidad de los políticos institucionales . El control popular efectivo que se expresa en distintas formas de lucha y que le quita margen de maniobra para hacer concesiones a los grupos de poder. . El lobby feroz de las empresas privatizadas y los bancos cuyos representantes políticos mas notorios son Menem y De La Sota. La carencia de herramientas aptas para asumir esta apuesta de salvataje de la clase política . A Duhalde se le vuelve a repetir la historia que padeció con la policía bonaerense: como disciplinar y reorientar al monstruo que el mismo ha creado y orientado. El PJ entiende de pegarle a la izquierda o apalear a los desocupados, pero no se encolumna para disputar con los bancos o las empresas privatizadas.

Autonomía y alternativa popular

El dato central de la política argentina es la decisión popular de participar e incidir -activamente y en las calles - en la crisis políticas, defendiendo sus intereses particulares y los intereses generales de las mayorías nacionales. Si el impulso movilizador puede ser diferente en todas las manifestaciones están presentes además de la bandera argentina, la condena a la clase política, los grandes grupos económicos y financieros y la Corte Suprema de Injusticia.

Si en una primera etapa - durante los saqueos- se realizaron actos donde se confundieron algunos blancos, las nuevas manifestaciones fueron corrigiendo la puntería y la bronca y los destrozos se centraron en los bancos, las empresas privatizadas y las sucursales de empresas extranjeras (Mac –Donalds, Black Busters).

A pesar del esfuerzo del gobierno y los comunicadores de separar los "pacíficos" cacerolazos de los "violentos" ataques a los símbolos de la expoliación económica, la respuesta popular se sigue percibiendo como una protesta única donde cada cual se expresa como puede. Las puebladas como la de Casilda que unificó a mas de 8000 empleados, desocupados, pequeños comerciantes y productores rurales endeudados – con quema de bancos incluida - retoma el espíritu de la pueblada de Mosconi, pero insertada en una Argentina diferente: hoy ningún funcionario de gobierno o comunicador puede responsabilizar de los hechos a grupos guerrilleros o infiltrados foráneos.

Se ha confirmado también la tendencia a que las demandas populares se expresen y organicen al margen de las centrales sindicales y los partidos políticos de izquierda. En Capital Federal han proliferado las autoconvocatorias barriales y estas han sido el núcleo organizador que promovió las grandes concentraciones con que culminaron los cacerolazos. En realidad se esta masificando una orientación de autonomía que se venía expresando en los movimientos sociales mas dinámicos como es el caso de los desocupados y las organizaciones campesinas.

Desde esa nueva realidad creo que centrar el debate en criticar a partidos y sindicatos es regodearse en una discusión vieja. Habría que debatir y valorar el papel que han desempeñado y pueden seguir desempañando las incipientes construcciones autónomas en la crisis, a los que no puede exigírseles - por su desarrollo - ofrecer una alternativa popular de salida a la crisis, pero si aportes políticos y de orientación de objetivos de lucha en un terreno que conocen : el de la lucha en las calles y el de las convocatorias autónomas.

Sobre el tema programático por ejemplo hay una discusión urgente. Desde la izquierda hemos escuchado planteos tan disimiles como: "las ventajas que no exista ningún programa" , o que " la única solución es el socialismo" (chocolate por esta noticia que ya nos dieron en el siglo XIX). Creo que así como se realizó un aporte en focalizar la bronca y la violencia popular, puede hacerse un aporte en centrar los reclamos en un puñados de puntos básicos que hoy esta reclamando nuestra propio pueblo, que incluyen exigir promesas hechas por el propio gobierno ( que pueden evaporarse).

Los reclamos por bajar a la Corte Suprema de Injusticia; el castigo a los responsables de los asesinatos durante las protestas populares de diciembre, exigir ahora la ayuda alimentaria y el millón de planes de empleos prometidos, para que sean administrados por las propias organizaciones de desocupados; la prohibición de despidos y una cláusula de ajuste automático de los sueldos con los aumentos del costo de vida ; que no se de marcha atrás con la pesificación y que se congelen las tarifas públicas; que los bancos devuelvan los robado a los pequeños ahorristas y se pesifiquen todas las deudas en dólares hasta 100000 $ (incluso las privadas), financiando todo esto con impuestos al capital, la ganancia y las exportaciones , la suspensión de los pagos de la deuda y la expropiación de los corruptos, pueden redondear un programa mínimo que puede ser aceptado y defendido por las distintas expresiones autoconvocadas y también por aquellos dirigentes políticos y sindicales que manifiestan su voluntad de defender los intereses populares. Ayudar a acordar una plataforma de mayorías (que son las que empujan los verdaderos cambios) en el único lugar posible: en la calle, en el marco de las nuevas protestas sociales, puede ser un aporte que los incipientes desarrollos autónomos están en condiciones de realizar a condición de que asuman las responsabilidades que le imponen los acontecimientos.

Las grandes crisis son espejos que no nos perdonan ni nos esperan . A cada cual le imponen sus propios desafíos. A las organizaciones populares autonomas nadie les exige que se hagan cargo del gobierno, pero tienen la exigencia de transformar sus experiencias y conclusiones de luchas localizadas y fragmentadas en propuestas pensadas para el conjunto de los que luchan y de las víctimas de este modelo y este sistema perversos.

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