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En Cuba no hay estatuas de Fidel
x José Manzaneda - Miembro de EUSKADI-CUBA
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Sobre la situación actual en Cuba y
contra la guerra mediática contra el gobierno y el pueblo de
este país.
EN CUBA NO HAY ESTATUAS DE FIDEL
...en las que poner la bandera de las barras y estrellas en el día
de la “liberación”, para júbilo de algún
grupito de cubanos merecedores de subir primeros al podio de los privilegiados
en una “Cuba post-Castro”. Sólo hay esculturas a
Ché Guevara, José Martí, Máximo Gómez
o Antonio Maceo, ya que una disposición legal las impide levantar
en homenaje a personas vivas. Digo esto porque ni en esto, ni en tantas
otras cosas, se han parecido los sistemas políticos y sociales
de Cuba y de Irak.
Pero no nos engañemos: una imaginaria escena de algunos centenares
de cubanos abrazando a marines invasores, en plena Plaza de la Revolución,
aunque sea un malvado ejercicio de fantasía sado-masoquista,
no es para nada inverosimil. No en vano existen en la Isla decenas de
personas que cobran sueldo de la Sección de Intereses de Estados
Unidos desde hace años, y algunos intelectuales en el exterior,
como Zoé Valdéz, han hecho de su vida y de su profesión
un lucrativo culto al odio.
Hace pocos días, a uno de estos “disidentes” se
le encontró la cantidad de 13.600 dólares, una cifra que,
para cualquiera que conozca mínimamente la situación de
las familias cubanas, es cuanto menos insultante. Recientemente, 75
personas han sido juzgadas y condenadas por “trabajar al servicio
y sueldo de una potencia extranjera enemiga”, provocando la esperada
indignación “políticamente correcta” entre
algunos intelectuales y “asociaciones de derechos humanos”.
Está probado que todas estas personas se reunían periódicamente
en el despacho de James Cason, Jefe de la Sección de Intereses
de Estados Unidos en La Habana, y que él les daba instrucciones,
dinero y medios de todo tipo -fundamentalmente ordenadores, radios y
aparatos de telecomunicación- para conspirar contra el orden
legal de Cuba. Como anécdota curiosa, decir que en esta residencia
se organizó recientemente un “Simposio Nacional sobre Etica
Periodística en Cuba”, que seguro más tuvo que ver
con las enseñanzas periodísticas de los “objetivos,
honestos y neutrales” corresponsales de guerra norteamericanos
en Irak que con el fino humor del difunto programa televisivo “Caiga
quien caiga”.
El gobierno cubano ha actuado con paciencia, observando la evolución
de la estrategia del señor Cason, hasta que ha decidido poner
a estas personas a disposición de la Justicia. Sobre el momento
elegido y los objetivos finales de esta actuación, la polémica
sin duda está servida.
En Cuba, como en casi todo los países, trabajar a favor de una
potencia extranjera enemiga, que asfixia económicamente el país
mediante el chantaje a terceros, impidiendo inversiones, créditos
e intercambios comerciales, es ilegal. La “Ley de Protección
de la Independencia Nacional y la Economía de Cuba” es
una de las herramientas de defensa del país, y la detención,
juicio y castigo de las personas que cometen estos delitos están
plenamente legitimados. Presentar este suceso como una violación
de los derechos humanos sólo puede responder a tres variables:
ignorancia de parte de los hechos, comprensible ante la censura de los
medios privados y públicos sobre el caso; ingenuidad, afortunadamente
cada día menos abundante, habida cuenta de cómo el gobierno
de Estados Unidos nos muestra día tras día su rostro despiadado
y asesino; o sencillamente comprensión de la política
de agresión del Imperio en Cuba y apoyo a sus colaboracionistas.
Es una lástima que quienes aún se creen el cuento de
que los llamados “disidentes” cubanos son honestos defensores
de los derechos humanos -casi tan viejo como el de la propia “democracia
americana”- no hayan disfrutado del derecho ciudadano a ser informados
del sufrimiento de cinco ciudadanos cubanos que han sido condenados
sin prueba alguna a largas condenas (incluida la cadena perpetua) en
un juicio amañado y sin garantías celebrado en Miami.
Gerardo Hernández, René González, Ramón
Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, después
de sufrir un cobarde linchamiento mediático por parte de la mafia
cubanoamericana, acaban de padecer de nuevo el “hueco” y
“la caja”, eufemismos utilizados en el argot carcelario
del régimen norteamericano para suplantar al término tortura.
Mientras tanto, el gobierno yanqui invade, asesina y roba, posee y
utiliza armas de destrucción masiva, legisla leyes de excepción
como la “Ley Patriótica”, que permite arrestar, juzgar
y condenar a prisión e incluso a ejecutar sin ninguna garantía
civil, por la que más de 2.000 personas han sido arrestadas sin
que se sepa de ellas y sin que se hayan formulado cargos, y viola con
toda impunidad elementales derechos de los prisioneros que permanecen
aislados en el territorio usurpado a Cuba en la Base Naval de Guantánamo.
Este régimen político, el mismo que exalta el derecho
a la libertad de expresión –de las empresas privadas y
organos oficiales de prensa, radio y televisión, debo añadir-
es el que desde hace 41 años trata de que la población
cubana, por efecto de las penurias económicas causadas por el
bloqueo que le impone quien controla casi el 30 % de la economía
del mundo, haga saltar en pedazos el sistema político y social
construido desde 1959 y que, a pesar de la escasez y las carencias materiales,
es un verdadero paradigma de desarrollo humano, social y cultural en
el Tercer Mundo, reconocido en todos los informes de agencias internacionales
como PNUD, OMS, UNICEF, UNESCO, etc.
El régimen político norteamericano es el que causó
más de 3 millones de muertos en Vietnam, muchos de ellos por
agentes químicos lanzados desde los tristemente conocidos aviones
B52. El que ha efectuado cerca de 70 invasiones. El que organizó
los golpes de estado que impusieron gobiernos fascistas al servicio
de sus empresas transnacionales en decenas de países, el que
entrenó a todos los ejércitos de dichas dictaduras en
la Escuela de las Américas. Y el que financió una guerra
en Nicaragua para derrocar “democráticamente” a la
Revolución Sandinista.
A pesar de ser la última colonia americana en lograr la independencia
formal, Cuba ha aprendido muy bien la historia de un siglo de imperialismo
y barbarie estadounidense en el mundo. Ha aprendido de las estrategias
de defensa popular de Vietnam, y también de la trampa y el chantaje
de las “elecciones libres” en Nicaragua. La Revolución
cubana sabe que sigue construyendo su modelo económico y social
alternativo, contrario al de los intereses del Gran Capital, en un océano
de tiburones políticos, económicos y mediáticos.
Así lo lleva haciendo 42 años, 13 de ellos sin aliados
comerciales en el Este de Europa. Ni el Señor Cason, ni la extrema
derecha de Miami, ni los “disidentes” al servicio de Estados
Unidos, van a poder derribar la ficha que en su imaginario dominó
no iba a resistir tres meses sin Unión Soviética, ni un
año después de la visita del Papa. La “fruta madura”
de la doctrina Monroe, les guste o no a quienes ya desfilan en Miami
bajo pancartas criminales que rezan “Irak, hoy; Cuba mañana”,
no parece que vaya a caer tan pronto en las garras del águila
imperial. Al contrario, millones de cubanos y millones de amigos de
Cuba en el mundo seguiremos empujando para que esta Isla de la Dignidad
y de los auténticos Derechos Humanos siga por mucho tiempo de
color verde olivo.
José Manzaneda
Miembro de EUSKADI-CUBA
(Asociación Vasca de Amistad y Cooperación con Cuba)
12/04/03
[Extraído de IMC Euskal Herria]
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