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La alianza entre Israel y la extrema derecha estadounidense
Dinero y votos: 'A Dios rogando y con el mazo dando'
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x Phyllis Bennis y Jaled Mansur
El pasado 9 de junio, menos de un millar de personas
se manifestaban ante la embajada de Israel en Madrid en apoyo del gobierno
de Sharon y contra el "terrorismo palestino". Lo relevante de
esta convocatoria es que, por primera vez, se movilizaban públicamente
a favor de Israel organizaciones evangelistas y judías españolas.
Esta asociación entre organizaciones sionistas y de extrema derecha
protestante ni es nueva ni debe sorprender. Este texto de Phyllis Bennis
y Jaled Masur explica la conexión política y económica
entre el tradicional lobby sionista y sectores ultraconservadores estadounidenses
vinculados al Partido Republicano, una alianza que está trasladándose
a otros países occidentales. [CSCAweb, 22-07-02]
Los análisis sobre la relación EEUU-Israel se centran habitualmente
sobre el manido tema de 'la influencia': ¿tiene más poder
el lobby pro-israelí o el conjunto de expertos estrategas de Washington?
En realidad, esta cuestión ni siquiera es clave. Mas bien se podría
afirmar que los intereses israelíes y estadounidenses coinciden
en los mecanismos políticos y estratégicos de la toma de
decisiones de EEUU. La pasada década fue testigo de la consolidación
estratégicamente inamovible de la hegemonía estadounidense
postsoviética en Oriente Medio. Durante este periodo de transición
global, la continuidad y el cambio han caracterizado las acciones políticas
y militares en la relación EEUU-Israel, particularmente durante
los primeros dos años de mandato de Benjamin Netanyahu.
Las relaciones de ambos países han sido complejas desde el principio,
abarcando intereses y prioridades internas y de carácter internacional.
Los asuntos internos, especialmente el interés de la comunidad
judía en la asistencia a los supervivientes del holocausto mal
recibidos en Europa o EEUU, influenciaron inicialmente el tono de estas
relaciones bilaterales. Pero tras la victoria israelí de 1967,
el elemento clave en esta relación pasó a ser el abanico
de posibilidades que Israel podía ofrecer a los intereses de EEUU
en la región. Sin embargo, el apoyo político, amplio y sostenido
por republicanos y demócratas, se enraíza desde siempre
en el hecho de que los objetivos de las redes del lobby confirmaban más
que retaban los intereses nacionales de EEUU (tal y como los define el
Pentágono y el Departamento de Estado). Israel ha jugado un papel
decisivo durante muchos años como suplente estratégico y
aliado en la Guerra Fría, tanto en el ámbito regional como
en escenarios globales: Asia, África, América Latina.
El colapso de la URSS, y la victoria militar de EEUU en la Guerra del
Golfo, definieron un nuevo mapa político en Oriente Medio. Los
principales intereses estadounidenses (proteger el suministro de petróleo
y mantener la capacidad estratégica) permanecieron, mientras que
los regímenes locales adquirieron una nueva importancia en tanto
mantuvieran una disposición de mercado abierta y estable. Aunque
los objetivos estaban claros, los medios de protección de dichos
intereses durante el periodo de transición estuvieron menos definidos.
El papel estratégico de Israel comenzó a ser analizado desde
otra perspectiva. Con el final de los conflictos inherentes a la Guerra
Fría en África, Asia y otras zonas en tensión, el
énfasis anteriormente depositado en la fuerza militar se decanta
en favor del realineamiento económico y de mercado.
Durante la operación Tormenta del Desierto, la presión
de EEUU sobre la coalición árabe contra Iraq -un componente
clave para Washington en el Nuevo Oriente Medio de la Postguerra Fría-
requirió que Israel permaneciese al margen del conflicto. La protección
de Israel devino pieza decisiva, y por ello la Administración Bush
puso a disposición de Tel Aviv sus sistemas antimisles Patriot,
junto con otros costosos sistemas tecnológicos de defensa. Aunque
sin duda el Pentágono y el Departamento de Estado están
definiendo los nuevos requisitos para la defensa de los intereses de EEUU
en Oriente Medio, es improbable que se produzca ninguna modificación
en sus relaciones con Israel. Las realidades políticas, tanto tiempo
acordes con sus intereses estratégicos, tienden a tomar vida propia.
'La Alianza Profana'
La mayor de estas realidades es el nexo inamovible entre los políticos
estadounidenses y los círculos de apoyo a Israel a la hora de financiar
campañas y obtener votos. La creciente inquietud y división
entre los judíos estadoundenses respecto a Israel ha comenzado,
a pesar de todo, a generar apoyos a dicho Estado fuera de la mayoritariamente
demócrata y a menudo liberal comunidad judía, para hacerlo
en la derecha cristiana y sionista, mayoritariamente republicana.
Apenas unas horas antes de su cita en el despacho oval con el presidente
Bill Clinton, en Enero de 1998, Benjamin Netanyahu estrechaba la mano
del reverendo Jerry Falwell, uno de los críticos mas feroces de
Clinton entre el fundamentalismo cristiano. Netanyahu se encontraba en
Washington captando todos los apoyos posibles para persuadir a la Administración
Clinton acerca del uso de la presión (definida como cualquier declaración
pública de los objetivos estadounidenses para la paz en Oriente
Medio) para forzar a Netanyahu a volver a las atascadas conversaciones
de paz. Después de su reunión con el líder israelí,
Fallwell señaló que "hay alrededor de 200.000 pastores
evangélicos en América, y estamos solicitándoles
a través del correo electrónico, fax, carta y teléfono,
que vayan a sus púlpitos, y que usen su influencia apoyando al
Estado israelí y a su primer ministro". [1]
Este encuentro fue tan sólo el mas reciente episodio de una vieja
alianza que dura ya dos décadas, establecida entre el derechista
partido de Netanyahu , el Likud, y el no menos derechista fundamentalismo
cristiano estadounidense. Un aspecto novedoso de esta alianza es la emergencia
del fuertemente organizado movimiento cristiano sionista como un poderoso
componente del apoyo al Estado israelí, que una vez se considerara
liberal y eminentemente judío. Fue el primer ministro Menachem
Begin la primera persona en reconocer el peso potencial del fundamentalismo
cristiano en los ámbitos políticos estadounidenses. Begin
condecoró a Falwell con la medalla Jabotinsky al principio de la
década de los 80, pocos años después de que éste
se hubiera introducido en la escena política con el establecimiento
de su organización Moral Majority. [2]
Begin, cuya ascensión al poder en 1977 puso fin a un largo periodo
de gobiernos laboristas, buscó aliados naturales en los círculos
conservadores de EEUU. Durante su primer año de mandato, desarrolló
los conductos necesarios para contactar con los fundamentalistas cristianos,
"con el objetivo de sondear sus motivaciones proisraelíes".
El resultado fue sorprendente: en 1977, comenzaron a aparecer en los principales
periódicos y revistas de EEUU anuncios a toda página, declarando
el apoyo de las organizaciones cristianas a Israel y a algunas de sus
políticas como la inmigración de los judíos de la
URSS. En 1981, después de que Israel bombardeara el reactor nuclear
iraquí, Begin solicitó a Falwell algo de publicidad a favor
de Israel, cuya acción fue duramente criticada por la Administración
estadounidense. Falwell, en sus numerosas apariciones televisivas, "habló
a favor de la incursión sobre Bagdad" [3] y Begin le volvió
a recompensar con la medalla.
La alianza entre la derecha israelí y el fundamentalismo cristiano
ha tomado forma debido a la intervención de diversos factores ideológicos,
internacionales e internos. Ideológicamente, los protestantes fundamentalistas
siempre han considerado las aspiraciones bíblicas de la segunda
venida de Cristo, un suceso anunciado por el retorno de los judíos
a Tierra Santa y la existencia de una entidad judía preparada para
recibir al Mesías.
En un plano interno, parece claro que la influencia de grupos conservadores
cristianos está creciendo rápidamente en los círculos
políticos de EEUU. Sara Diamond, autora de Spiritual Warfare: The
politics of the Christian Right, percibió los primeros signos:
"desde antes de 1980, los expertos en planificación del Partido
Republicano estimaron que sólo el 55% de todos los fundamentalistas
cristianos estaban censados como votantes, comparando con el 72% de la
población general. Esta situación cambió en 1980,
cuando los esfuerzos combinados de Christian Voice, Moral Majority y los
comités de acción política de la nueva derecha obtuvieron
al menos dos millones de nuevos votantes en la esfera del fundamentalismo,
una significativa 'minoría moral' que hizo que Ronald Reagan resultara
elegido con sólo el 26% del electorado. El experto en encuestas
Louis Harris estimó que los votantes fundamentalistas blancos contribuyeron
con dos tercios a los diez puntos que marcaron el margen de la victoria
sobre Jimmy Carter".
Mas recientemente, el columnista del Washington Post Richard Cohen describe
cómo "el Partido Republicano ha ido mostrándose convenientemente
devoto. Esto se debe a la influencia impuesta de conservadores religiosos
de gran poder en la política, como Gary Bauer del Family Research
Council o el Dr. James Dobson del programa de radio Focus on the family".
[4] La limpieza republicana de 1994 en la Cámara de Representantes,
trajo al poder a un número de cristianos conservadores, y ayudó
a convertir al Congreso en el mas importante sostén de Israel,
calificado como "amigo mas favorecido" en la política
exterior de EEUU.
Israel y el fundamentalismo cristiano
La implicación ideológica del fundamentalismo cristiano
en Tierra Santa se remonta al siglo XIX, cuando los protestantes americanos
fueron testigos del resurgir del movimiento. Durante los últimos
cien años, los evangélicos americanos han mirado hacia Palestina
no sólo en calidad de misioneros y peregrinos, sino además
como aliados de las políticas sionistas. A lo largo de este siglo
han estado esperando y anticipando la segunda venida de Cristo. Muchos
fundamentalistas de EEUU todavía siguen adhiriéndose a esta
teología milenaria, que sostiene que el retorno de los judíos
a Palestina es una condición previa necesaria para la aparición
del Mesías. Con ello, los judíos e Israel afianzan la realización
de esta visión escatológica de Oriente Medio.
Las presiones sobre el Congreso desde esta perspectiva bíblica
han venido sucediéndose desde finales del pasado siglo. En 1891,
William Blackstone, un metodista de Chicago y figura prominente en el
joven movimiento cristiano pro sionista, logró reunir las firmas
de 43 congresistas, gobernadores, alcaldes y empresarios en una petición
dirigida al entonces Presidente Benjamin Harrison. Dicha petición
solicitaba a Harrison que encabezara un movimiento internacional de apoyo
a un Estado judío en Palestina.
Es difícil calibrar exactamente la influencia de la docena de grandes
organizaciones conservadoras cristianas (la de Falwell entre ellas), las
cuales apoyan de manera ciega y feroz todas las líneas políticas
emprendidas por el Likud. Algunas estimaciones sitúan el número
de seguidores y activistas miembros de estas organizaciones alrededor
de los 61 millones de estadounidenses durante los años 80. [5]
El incondicional apoyo cristiano a Israel no representa coste político
alguno a los líderes fundamentalistas: "A pesar de lo que
Israel haga, los creyentes cristianos verán la mano de Dios en
ello, ya se trate de la construcción de un nuevo edificio o una
autopista, ya del bombardeo de una instalación nuclear árabe".
[6]
A mediados de los 80, el Comité Americano Israelí de Asuntos
Públicos (AIPAC), el mayor lobby de Israel en el Capitolio, comenzó
a realinear sus posiciones junto a las de la emergente nueva derecha estadounidense.
El AIPAC supuso correctamente que el compromiso de la extrema derecha
estadounidense con Israel difería considerablemente de los apoyos
convencionales prestados al Estado sionista por las distintas Administraciones,
apoyos históricamente enraizados en la estrategia global antisoviética
de EEUU. Mas aún, la extrema derecha jamás había
prestado atención al deplorable récord israelí en
materia de derechos humanos. Un miembro de AIPAC incluso reconoció
que "nos estamos volviendo más 'neoconservadores'. Queremos
ampliar a la derecha el apoyo a Israel con gente que no le importa lo
que está sucediendo en Cisjordania, pero que sí le preocupa
la URSS".[7] La mayoría de estas personas eran protestantes
fundamentalistas de derecha que percibieron el apoyo a Israel como una
clave para la pervivencia política y espiritual de EEUU.
El fundamentalismo cristiano ha estado dispuesto a prestar su apoyo a
Israel incluso después del hundimiento del Imperio diabólico
(la URSS), ya que su postura estaba definida más por criterios
teológicos que estratégicos. De acuerdo con Robert Kuttner,
de la revista The New Republic, el beneficio ha sido mutuo. El AIPAC y
sus controvertidos lazos con sectores locales proisraelíes fundamentalistas
comenzaron "obteniendo apoyo financiero judío para los candidatos
de la extrema derecha que defendían las posiciones que la mayoría
de los judíos mantiene en muchos temas. Los republicanos conservadores
implicados en este proceso han descubierto una cínica fórmula:
basta con demostrar la suficiente lealtad a Israel para lograr un sustancial
porcentaje de apoyo judío que puede incluso dejar fuera del juego
político a sus competidores demócratas". [8] Viendo
que los grupos derechistas cristianos han derribado uno tras otro a los
candidatos liberales proisraelíes "debido a sus votos a favor
del aborto, los derechos civiles y los gastos sociales (...) el dinero
proisraelí se ha movido con agilidad hacia las posiciones derechistas
de la mayoría de los votantes judíos". [9]
Bienvenidos los evangelistas
Es la realización de las profecías bíblicas respecto
a la segunda venida de Cristo lo que motiva el apoyo fuertemente enraizado
en lo religioso del fundamentalismo estadounidense a Israel. Tras el retorno
de los judíos a Palestina, se esperan con expectación otros
sucesos que aceleren el cumplimiento de la promesa bíblica. El
punto clave entre las profecías será la conversión
de los judíos. Este aspecto de la agenda sionista cristiana se
mantiene en segundo plano tanto para los fundamentalistas como para los
judíos. "Begin quiso a los evangelistas de visita y no de
prédica" [10] y ambas partes parecen haber mantenido sus acuerdos
en este aspecto.
Muchos judíos liberales americanos han manifestado su desacuerdo
con esta alianza entre los conservadores israelíes y estadounidenses.
Los judíos liberales, que están a favor del aborto, la escuela
laica y la separación de la iglesia y el Estado, se alarmaron ante
el regreso de un gobierno de derechas en Israel y se sintieron conmocionados
ante el apretón de manos del AIPAC y el conservadurismo fundamentalista
cristiano. Según Robert Zimmerman, Presidente del Congreso Judío
Americano (AJC), el programa fundamentalista "amenaza las mismas
libertades que una vez protegieron a los judíos en América"
[11]. Sin embargo, el punto de vista del AJC no es compartido por otras
grandes organizaciones judías en EEUU. Este desacuerdo se extiende
incluso a otros organismos. Nathan Pelmutter, director de la Liga Antidifamación
de B´nai B´rith (LAD), rechazó las preocupaciones de
los judíos liberales ante el apoyo fundamentalista a Israel con
la frase A Dios rogando y con el mazo dando [12]. Pero Abraham Foxman,
director ejecutivo de la LAD y una de las voces más influyentes
del judaísmo estadounidense, expresó su rechazo ante el
encuentro entre Netanyahu y Falwell, que calificó como "comportamiento
tosco e insensible" [13]. Cuando Begin hizo frente a las críticas
surgidas en el entorno liberal judío estadounidense a raíz
de su reunión con Falwell en los 80 y su activa búsqueda
de apoyos en el fundamentalismo cristiano, respondió: "Les
digo que si los fundamentalistas cristianos nos apoyan hoy en el Congreso,
yo haré lo mismo con ellos cuando el Mesías vuelva mañana".
[14] Lenny Davis (conocido ahora como Lenny Ben David), primer jefe de
investigación del AIPAC y actualmente segundo en la jerarquía
de la embajada israelí en Washington, refleja mejor el peligroso
cinismo subyacente en esta alianza profana entre la derecha israelí,
sus lobbies y el fundamentalismo conservador cristiano: "hasta que
yo no vea a Jesús bajando de la colina, estoy a favor de todos
los amigos que Israel pueda obtener. Dejen que las organizaciones de defensa
(AJC y LAD) se preocupen sobre los asuntos internos (oración en
la escuela, aborto, antisemitismo) que pudieran surgir entre ellos".
[15]
Entre tanto, la Casa Blanca y el Departamento de Estado discutían
con Netanyahu en el vano intento de reanimar el proceso de paz y evitar
la censura del Congreso. Los fundamentos de la relación EEUU-Israel
se han trastocado con el fin de la Guerra Fría y, con ello, ha
disminuido la necesidad de un aliado estratégico que ejecute trabajos
sucios en el Tercer Mundo. Internacionalmente, el significado estratégico
de las fuertes relaciones israelo-estadounidenses se ha situado en primer
plano tras el colapso de la URSS, habida cuenta del la importancia de
Israel como puente hacia un Oriente Medio rico en petróleo.
A pesar de todo, Washington no ha recibido este cambio de planteamientos
con una disminución de su alianza con Israel. La relación
entre política y el dinero de los apoyos proisraelíes permanece
como una constante indiscutida. Es dudosa la posibilidad de desafiar el
poder y la influencia del conservadurismo cristiano. El día en
que hasta Washington se vea obligado a reconocer que el acuerdo de paz
palestino-israelí de Oslo está muerto, el nexo entre los
asuntos internos políticos y las exigencias globales determinará
eventualmente qué es lo que se puede cambiar y qué debe
permanecer en la alianza EEUU-Israel.
Notas:
1. Publicado en The New York Times, 21 de enero de 1998.
2. Edward Tivnan: The lobby: Jewish Political Power and American Foreign
Policy, New York, Simon y Schuster, 1987, pág. 187.
3. Yossi Melman y Dan Raviv: Friends in Deed: Inside the US-Israel Alliance
, New York, Hyperion, 1994, pág. 354.
4. The Washington Post, 2 de julio de 1998
5. Tivnan, op. c. pág. 182
6. Melman y Raviv, op. c. pág. 356
7. Tivnan, op. c. pág. 181
8. Citado en Richard Curtiss, Stealth PACs: Lobbing Congress for control
of US Middle East Policy (Washington CD: The American Educational Trust,
1996), pp. 81-82
9. Ibid., op.c. pág. 82
10. Melman y Raviv, op. c. pág. 361
11. Ibid.
12. Tivnan, op. c. pág. 182
13. Curtiss, op. c. pág. 82
14. Thomas Friedman, From Beirut to Jerusalem (New York: Farrar Straus
& Giroux, 1989), p. 486
15. Tivnan, pág. 182.
Middle East Report, otoño de 1998
Nación Árabe núm. 39, verano de 1999
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 22 de julio de 2002
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