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Ecuador y el Plan Colombia
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x José Steinsleger
Quienes creen que en América Latina la política es ciencia
y la historia determinismo factual u obsesiones de ideologías y
banderas podrían prestar atención a Ecuador, país
donde dos más dos puede arrojar ocho dividido por la raíz
cuadrada de 96 mil. Los ecuatorianos, que algo entienden del tema, saben
que estos cálculos funcionan de vez en cuando. Veamos por qué.
Uno de los objetivos del Plan Colombia consiste en hacer de Ecuador el
país estratégico más importante del área andina.
Para ello Washington debía acabar con el (a su juicio) "anacrónico"
y antiguo conflicto limítrofe con Perú en la cordillera
del Cóndor. En la guerra de 1941 con Perú, Ecuador perdió
el acceso al río Amazonas y buena parte de sus territorios amazónicos.
El diferendo pretendió saldarse con el llamado Protocolo de Río
de Janeiro, que Estados Unidos apoyó y los gobiernos ecuatorianos
jamás reconocieron. En todo caso el desenlace de la guerra alteró
el cuadro político tradicional: en 1944 estalló un movimiento
antioligárquico y las fuerzas armadas se restructuraron con base
en la divisa "el Ecuador fue, es y será un país amazónico".
Tras siete años de régimen militar (1972-79), Ecuador recuperó
la democracia. Jaime Roldós, joven político alineado con
las causas progresistas de América Central y el tercer mundo, ganó
las elecciones pero no duró mucho en el poder. En 1981, tras un
nuevo enfrentamiento militar con Perú, estalló el avión
en el que viajaba con su esposa Marta y el ministro de Defensa.
El flamante gobierno de Ronald Reagan juró que nada tuvo que ver
en la tragedia. Sin embargo, el cargo fue ocupado por el democristiano
Osvaldo Hurtado, hombre de Washington y partidario de dar por terminado
el conflicto limítrofe en una región rica en uranio y minerales
estratégicos.
Hurtado hablaba de cerrar a cualquier costo la "herida abierta"
y los militares nacionalistas hablaban de sangre en la herida. Así
es que en 1995, año en que los alcances del Plan Colombia empezaron
a ser conocidos, fuerzas misteriosas reavivaron el conflicto y los ejércitos
de Ecuador y de Perú chocaron una vez más en la región
del río Cenepa.
Estados Unidos (que ve al país como mero "territorio")
y algunos grupos económicos de la derecha ecuatoriana (que lo ven
como simple "mercado emergente") dieron por hecho que la superioridad
militar del Perú acabaría con las fuerzas armadas de Ecuador.
Pero dos más dos fueron ocho y ocurrió lo impensable: Ecuador
ganó la guerra y ante una sociedad asqueada de políticos
entreguistas, los "héroes del Cenepa" se ganaron el respeto
popular.
Es un secreto a voces que Quito consiguió la victoria debido al
invaluable apoyo militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). Pues fue su "bloque 48" el que dio los primeros informes
de que la guerra caería sobre Ecuador.
El desaparecido comandante de las FARC, Pedro Martínez, observó
que Estados Unidos había cerrado el radar que bajo convenio operaba
en la zona petrolera de lago Agrio, cercano a la frontera con Colombia.
Ecuador quedaba indefenso con el peligro de que aviones peruanos incursionaran
en su territorio, bombar-deando las instalaciones petroleras.
Las FARC no sólo se comprometieron a cubrir la retaguardia en
el río Putumayo. Impidiendo las operaciones envolventes, entablaron
serios combates con los peruanos, permitiéndole al ejército
ecuatoriano la concentración de sus tropas especiales de selva
en el sur del país.
La "paz" que firmaron los ex presidentes Alberto Fujimori y
Jamil Mahuad fue un ajuste del Plan Colombia, que también va contra
Brasil al no permitirle el proyecto de trazar una carretera hacia el Pacífico
por Colombia o por el puerto ecuatoriano de Esmeraldas.
Así puede entenderse el rol estratégico-militar que cumple
la base militar de Manta en la provincia ecuatoriana de Manabí,
por la que el Pentágono paga al Ecuador 50 millones de dólares
anuales. Buena parte del Ejército siente que la base representa
una humillación para la soberanía nacional.
No obstante, la Armada ecuatoriana (apenas 6 por ciento de las fuerzas
armadas) piensa distinto debido a posiciones aristocratizantes que no
se identifican con el nacionalismo militar. De hecho, el alto mando del
presidente Gustavo Noboa está controlado por los marinos con la
anuencia de Washington.
Que dos más dos son... etcétera, queda asimismo evidenciado
en una situación singular: la actitud de Washington (que ya incluyó
a Ecuador en el eje del mal por no votar en contra de Cuba en Ginebra
y a causa de la fuerte presencia del nacionalismo militar) y la del paupérrimo
pueblo de Manabí, feliz con su base.
Allí los dólares han traído prosperidad y en cada
ocasión en que el Congreso amaga con revisar el convenio, los manabitas
se movilizan en defensa de lo que Estados Unidos pretende: la confrontación
interna de los pueblos y la vigencia de regímenes democráticos
de a peso. Así de cara anda la vida.
La Jornada
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