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Elecciones y elecciones
x Ramón Barreras Ferrán - Granma
(Cuba)
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Era un domingo lluvioso en aquella ciudad costera.
Un colega me invitó a acompañarlo para que apreciara de
primera mano el ajetreo electoral de su país. Acepté gustoso
y al amanecer ya estaba sobre un auto. Fuimos a varios colegios. En
cada uno de ellos la urna estaba custodiada por dos militares que vestían
uniforme de camuflaje y portaban unos fusiles largos e impresionantes.
Para hacer una foto hubo que esperar un buen rato, pues era muy difícil
que coincidieran más de dos electores. "Es por la lluvia...,
es por la lluvia", trató de justificar el colega con un
lógico sentimiento patriótico. Es el abstencionismo, le
dije bajito y su sonrisa fue aprobatoria.
Me explicó entonces que esas no eran las elecciones generales.
Correspondían solo al Partido Liberal, el que tenía seis
aspirantes a una candidatura a la presidencia del país. Es decir,
que seis personas del mismo Partido encabezaban igual cantidad de fracciones
(allí le llaman Movimientos). Elecciones similares organizaría
posteriormente el Partido Nacional y después serían las
generales.
Detrás de esas jornadas, llenas de fanfarrias y manejos publicitarios,
hay una enorme campaña propagandística que va desde los
pasquines y letreros por doquier hasta los detestables enfrentamientos
en la televisión y las encuestas de opinión, casi siempre
dirigidas y bien pagadas. Las elecciones allí son asunto para
los ricos; a los pobres, la mayoría de la población, nada
les interesa, porque ninguno de los elegidos ha atendido alguna vez
sus reclamos ni ha cumplido las promesas. Por eso no van a las urnas,
ni les importa quién resultó ganador. "Lo mismo me
da Juan que Pedro", me dijo un hombre entrado en años que
ha dejado su vida entre los platanales de una compañía
norteamericana que explota las mejores tierras de esa nación.
Por la noche fuimos adonde contaban los votos, en la sede de la Comisión
Electoral Municipal. Muchos militares custodiaban el local. Poco a poco
llegaban los autos con las urnas selladas y toda una corte de veladores.
Lo que ocurría adentro no podía verse. A los periodistas
y otras personas interesadas solo llegaban mensajes escuetos de quién
iba delante en el conteo. Todo parecía apacible hasta que un
disparo rompió el silencio. Se había escapado de una de
las armas que portaban los militares. Por suerte no encontró
cuerpo alguno. Cualquiera de los que allí estábamos pudo
ser la víctima.
A los varios días trascendió que a los colegios solo
fue el 42,5% de los posibles electores. El candidato no contaba siquiera
con el voto de la mitad de la población con derecho al sufragio.
Recordé esos hechos después de asistir a una de nuestras
asambleas de nominación de candidatos a delegado al Poder Popular.
Qué diferencia. Los principios y normas de carácter ético
en las elecciones en Cuba son inviolables y está claramente establecido
que por encima de todo se defiende la igualdad de oportunidades, con
atención prioritaria a los méritos, el prestigio, la capacidad
y el valor de las personas como únicos elementos para tomar en
cuenta, excluyendo todo tipo de campaña propagandística,
promesas, demagogia, favoritismo y politiquería.
Basta solo saber que entre los candidatos hay obreros, estudiantes,
amas de casa, personas humildes del pueblo o ver a los pioneros cuidando
las urnas en los colegios el día de la votación para darnos
cuenta de que en este mundo convulso y globalizado, donde los más
poderosos pretenden siempre imponer sus modelos, hay elecciones y elecciones.
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