Ese indigno Consejo de Seguridad

Antonio Maira - Cádiz Rebelde

Sólo contra el Imperio

He dicho en otra ocasión, más que nada para señalar la inutilidad que supone el intento de reconstruir una organización multilateral a partir del Consejo de Seguridad de la ONU y, sobre todo, el enorme cinismo que significa colocar el centro de la vida política internacional en las reuniones y debates del Consejo de Seguridad –tal cómo está haciendo Falsimedia-, que la única organización supranacional posible es aquella que se construya previa expulsión de los EEUU, es decir, en contra de los EEUU. La ONU no sería, desde luego, el punto de partida. Claro que esa posibilidad de crear un frente antiimperialista, o antifascista, derivará de la aparición y consolidación de enormes cambios en la definición y articulación de las fuerzas sociales.

La afirmación tenía como objetivo hacer una llamada clara de atención sobre la realidad política fundamental: el empeño de los EEUU -firme, irrevocable y muy avanzado en los hechos, además de proclamado y documentado- en la construcción de su Imperio, y en la destrucción consecuente de toda idea de multilateralidad, y de las instituciones y tratados internacionales que, mal que bien, la representan.

Pese a esta realidad aplastante, lo “multilateral” se mantiene como referencia continua en los medios de comunicación. Como imagen conveniente de consenso y “orden democrático” en un mundo violentamente dirigido, escandalosamente arbitrario y desigual, sin rastro de orden jurídico y en crisis permanente. En un mundo en el que la explotación se ha convertido en la única relación internacional real, en el que los conflictos sociales agudos son inevitables y en el que los EEUU –más conscientes que nadie de esa inevitabilidad-, con la lógica impecable del explotador han decretado la “guerra antiterrorista, planetaria e interminable”.

Coartadas y simulaciones

La imagen del órgano resolutorio(1) de la ONU, el Consejo de Seguridad, roto por la resistencia empecinada de la mayoría -encabezada por Francia, Rusia y China, con el fuerte apoyo desde fuera de Alemania(2)-, a la intervención militar de EEUU en Irak, es absolutamente falsa. Sobre todo en lo que se refiere al esfuerzo, tan cacareado, de Francia o Alemania en la salvaguarda de la ONU y de los principios que figuran en la Carta de la organización.

Es falsa, en primer lugar, porque todos los países de la OTAN (19 en aquellos momentos) aprobaron en la Cumbre de Washington, en abril de 1999, la nueva doctrina de la organización atlántica que situaba en un infame lugar a la Organización de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad cumpliría, por determinación de una parte esencial de sus miembros, una doble función especial: facilitar las coartadas a los Estados Unidos, y escenificar las simulaciones de ese país y de sus aliados voluntarios o forzosos, en relación con la afirmación del cumplimiento -pese a los continuos desmanes-, de los principios de la organización y de los acuerdos internacionales.

La historia de la feroz operación militar de destrucción-matanza e invasión de Irak, y de la ocupación posterior del país, es una prueba terminante de la fidelidad con la que el Consejo de Seguridad, y por extensión la propia ONU, cumple ese papel indigno, complementario y subsidiario.

Esa imagen del Consejo de Seguridad batiéndose bravamente por la paz es falsa, en segundo lugar, porque el marco de las prolongadas acciones ilegales contra Irak fue establecido por omisión, aceptación o resolución más o menos forzada, en un proceso continuo, por la propia ONU: embargo desvinculado del desarme y convertido en un instrumento permanente para el genocidio y la destrucción catastrófica del país por los EEUU y el RU; establecimiento de zonas de exclusión definidas de manera unilateral y al margen de la ONU para justificar la continuidad, durante años, de los bombardeos; manipulación extremada de las inspecciones de la antigua Unscon hasta convertirlas en un instrumento para el espionaje de los EEUU con finalidades de desestabilización; imposición, con la resolución 1441, del regreso de los inspectores como simple justificación de unas denuncias absolutamente falsas y arbitrarias y de la marcha progresiva hacia la guerra; desprecio absoluto del trabajo del nuevo equipo de inspectores; declaración de guerra y asalto armado del país; ocupación militar.

La Cumbre de Washington

Allí, en Washington, en 1999, estaban todos los futuros paladines -los de la guerra y los de la paz- que lidiarían sin hacerse daño en la justa de caballeros que precedió a la masacre del pueblo iraquí que tuvo lugar en los dos últimos meses.

Nadie recuerda, dentro de una Falsimedia sin memoria, que la importante pero “olvidada” Cumbre que humilló a la ONU tuvo lugar en plena guerra de Yugoslavia, para justificar otra operación de destrucción regulada y matanza colateral que precisamente había lanzado la OTAN –comandada con poco esfuerzo por los EEUU- sin la autorización del Consejo de Seguridad.

En aquella ocasión –en la capital de un Imperio todavía no proclamado a los cuatro vientos-, los 19 miembros de la organización político-militar más poderosa del mundo establecieron muy claramente las condiciones de funcionamiento de las Naciones Unidas y sus servidumbres definitivas.

Lo ocurrido ahora con ocasión de la preparación y ejecución de la guerra ilegal de destrucción, matanza y ocupación de Irak, está claramente establecido, con todas y cada una de las facetas de la operación de vasallaje a los EEUU, en aquella magna asamblea atlántica. Francia y Alemania no plantearon entonces objeciones importantes a la decisión unánime de destruir la ONU que establecía la “nueva doctrina” y participaron en la aprobación, triunfal y solemne, de las correspondientes resoluciones.

En primer lugar el marco de seguridad de la OTAN fue enormemente ampliado, desde el viejo “cajón” determinado por los territorios de los países miembros y sus fronteras con la antigua URRS, hasta una inmensa zona “euroatlántica” desde Alaska a Vladivostok, con 25 países que no pertenecen a la OTAN ni expresaron deseo alguno de ser incluidos en tal zona de seguridad. Ello rompía con el criterio defensivo que se había proclamado desde 1949, e “integraba” a una parte enorme del mundo ajeno en el área de preocupación vital de la OTAN, es decir de los EEUU. Era tanto como eliminar la diferenciación entre cuestiones de índole interno y de índole internacional en los 25 países no otánicos que están en el marco “euroatlántico”. Dicho de otra manera, la nueva doctrina “autorizaba” la presión, el chantaje y la intervención militar de la Alianza Atlántica, ante procesos sociales o políticos “inconvenientes” en esa enorme área geográfica. El respeto a la soberanía y a la no intromisión quedaban marginados y, con ello, todos los principios del orden internacional bendecidos por la Carta y la Organización de las Naciones Unidas.

Más importante todavía, la OTAN resolvía determinar en exclusiva -siguiendo la doctrina que estaba poniendo en vigor la administración Clinton- las normas de legalidad e ilegalidad internacional a partir de la definición de “estados delincuentes” y de delitos internacionales. Todo ello, claro está, suplantando de nuevo el mencionado tratado y las instituciones de las Naciones Unidas.

Para completar la sustitución de una “comunidad internacional” por una “élite internacional” con poderes mucho más efectivos, la OTAN definía como nuevas amenazas las representadas por el terrorismo, las armas de destrucción masiva y los conflictos étnicos y religiosos, y expresaba su voluntad de intervenir en cualquier lugar del mundo y “sin necesidad de autorización del Consejo de Seguridad”. Como una coartada para corazones muy sensibles –Francia ya era su representante informal en aquellos tiempos- se aclaraba a petición del gobierno de este país, entre otros, que en las intervenciones que violasen de esa manera la Carta, se actuaría, eso sí, con delicadísimo respeto al “espíritu de las Naciones Unidas”. Tal observación sobre las benevolentes intenciones de las intervenciones militares -ajustadas a la defensa de los derechos humanos por definición-, cargaba de cinismo la entronización del poder de los Estados Unidos que se atribuía una soberanía universal mucho más efectiva que la de la ONU.

De modo que ya en 1999 los EEUU, coreados por sus aliados de “occidente”, declaraban su identificación esencial con la “comunidad internacional”, y su voluntad soberana de intervenir en cualquier lugar del mundo frente a delincuentes y delitos definidos, localizados y señalados por los propios EEUU, y sin la molesta necesidad de pasar por una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU.

Cuatro años más tarde, los EEUU pondrían en marcha una intervención militar brutal y masiva contra Irak, ajustándose exactamente a la libertad de acción imperial que había detallado la Cumbre Otánica de Washington. En aquellos momentos Francia y Alemania se olvidaron de entonar La Marsellesa.

La ONU sin vergüenza

La actuación del Consejo de Seguridad ha traspasado los límites de la más absoluta indignidad. Desde ese órgano supremo, la ONU ha simulando su control legal de una crisis claramente fabricada y conducida hacia la guerra por los EEUU. Le ha dado cobertura y forma jurídica a las acciones ostentosamente ilegales de Washington como la Resolución 1441. En nombre de todos los pueblos del mundo, se ha humillado al someterse sin protestar a la coacción y al chantaje, público y reiterado, de Washington. Se ha degradado hasta al presidir debates trucados y al servir de foro mundial solemne para enmascarar la intención irremediablemente guerrera de los Estados Unidos. Ha aceptando el ridículo papel de receptor y juez aplicado, de las obviamente tramposas denuncias de los Estados Unidos, y de sus pruebas prefabricadas y falsas. Finalmente aceptó, sin la menor protesta ni pronunciamiento alguno, una guerra brutal de agresión, absolutamente injusta y totalmente impune, despiadada y terriblemente destructiva y genocida.

Después de eso, la ONU contempló la “guerra limpia” a través de las pantallas de la CNN y comenzó a restaurar sus míseros platos rotos. La “recuperación del consenso” fue el objetivo prioritario cuando el número de edificios volados por los proyectiles y de cadáveres amontonados en los hospitales, descendió hasta cifras “aceptables” de represión militar en un país ocupado.

Tedeum de la victoria, la ocupación y el saqueo

Algunos ingenuos y muchos cínicos han interpretado ese proceso que desde la aprobación de la resolución 1.441 ha conducido a la guerra de destrucción y matanza en Irak, y a la ocupación militar de un país de veintidós millones de habitantes, como el de la aparición de una línea de resistencia ante la barbarie imperial, impulsada por algunos gobiernos europeos.

La próxima convocatoria del Consejo de Seguridad –prevista para el día 3 de junio- no servirá tampoco para despertar a los primeros y avergonzar a los segundos. Y eso que el máximo órgano de la ONU se dispone a aprobar, con algunos retoques para que la unanimidad no sea escandalosa, una infame resolución que “restaura” la máxima calidad democrática de los EEUU y del RU, y legitima la guerra por el procedimiento sumarísimo de aceptar las consecuencias determinadas por los vencedores. A lo hecho pecho, que dice el refranero castellano, y congratulaciones finales entre aplausos.

Los precedentes inmediatos y todas las previsiones apuntan a una resolución “consensuada” que va a suponer lo siguiente:

-En primer lugar la justificación a posteriori de una guerra que se inició sin legitimidad alguna y cuyas supuestas causas –tenencia de armas de destrucción masiva, relaciones de Irak con Al Qaeda-, manifiestamente falsas mucho antes del comienzo de los brutales bombardeos de las ciudades iraquíes, son ahora poco menos que inmencionables salvo para los políticos imperiales y sus más devotos propagandistas en Falsimedia.

-En segundo lugar, la legitimación de la guerra preventiva o, si se prefiere más claro, de la guerra decidida unilateralmente por el Imperio y realizada con fines de conquista, ocupación, protectorado y saqueo económico ilimitado.

-En tercer lugar la autorización de la ocupación militar ilimitada de Irak –un año, dice la resolución, prorrogable automáticamente si el Consejo de Seguridad no decide lo contrario-. En esas condiciones la prolongación de la ocupación militar depende exclusivamente de los países ocupantes.

-Finalmente, el Consejo de Seguridad aprobará la explotación económica de Irak y el cambio de sus estructuras. La “propuesta” de un ALCA para Oriente Medio, que han hecho los EEUU con el respaldo de doscientos mil soldados, indica claramente por dónde van a ir los tiros. Aprobará también la apropiación del petróleo por parte de EEUU y el RU, y el pago de la reconstrucción del país, primero destruido y luego saqueado, con sus propios recursos petroleros.

Todo un programa para reconstruir el consenso en torno a los principios de la Carta de las Naciones Unidas.

Notas:

1. Lo es realmente –adquiere relevancia, como decían Bush y Powell- cuando se ajusta exactamente a las decisiones de los EEUU
2. No es miembro permanente y tampoco era miembro rotatorio en los Consejos que aprobaron la resolución 1.441 y que se resistieron a aprobar una intervención militar de EEUU en Irak

mayo 2003

 
       

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