Editorial del número 9 de la revista estudiantil colombiana KABAI, noviembre 2001 Que esta es una guerra del Bien contra el Mal dice Bush; pero nosotros decimos que no es una guerra sino una masacre. Sin embargo, como siempre hay que alinearse en las Filas del Bien podemos mirar imperturbables e incluso participar con entusiasmo y convicción en tal masacre. Y esto no puede leerse enteramente como un reproche para los países que en pleno respaldaron la respuesta de Estados Unidos como una defensa de la civilización. Qué otra cosa podría hacerse después del manejo que Bush y los medios de comunicación le dieron al ataque del 11 de septiembre. Que los acontecimientos del 11 de septiembre cambiaron la historia mundial difunden los medios masivos, portavoces y repetidoras del poder, y hasta se atreven a profetizar un nuevo orden mundial. Nosotros, en cambio, creemos que tales acontecimientos sirvieron para reafirmar el curso que la historia venía tomando desde hacía varias décadas, sirvieron para ratificar a los Estados Unidos como policías del mundo, por lo menos para consolidar esta idea en la conciencia de los estadounidenses. Ese mismo 11 de septiembre Estados Unidos ya lideraba una cruzada contra el terrorismo internacional, al cual ya había declarado como el enemigo de la civilización. Nadie ya podía pensar que aquello había sido un ataque contra Estados Unidos, sino contra la civilización, contra la libertad y contra la democracia, valores todos ellos encarnados en la cultura estadounidense. Así, quienes perpetraron el ataque del 11 de septiembre no se veían mas desde la prensa como enemigos de Estados Unidos sino como enemigos de la humanidad. Los hechos del 11 de septiembre sólo nos muestran que el proyecto de la Ilustración sigue vivo y que su idea de una Civilización Universal representado en una cultura o un país determinado que dice representar los valores de toda la humanidad sigue intentando borrar diferencias esenciales entre las culturas. Primero fueron Francia; y Napoleón, se impuso a sí mismo la misión de Ilustrar con su ejército a todos los pueblos del mundo. Luego fue Inglaterra, en la era victoriana quien se sintió llamada a encarnar la idea de Civilización Universal. Hoy es Estados Unidos quien siente la misma vocación. Y se siente "la gran esperanza del mundo". Realmente Estados Unidos es el único país militarmente comprometido hoy con el proyecto de la Ilustración. En realidad, desde su nacimiento, Estados Unidos se ha sentido llamado a ser el país que encarne los valores de una Sociedad Universal, pero solo en los últimos tiempos esa "esperanza del mundo" se ha equiparado con el alcance Universal de los mercados libres. Así escribe John Gray en su libro Falso Amanecer: "según el mito fundador de Estados Unidos, la constitución encarna unos principios que son intemporales y universalmente válidos. En esta mitología, Estados Unidos no es un régimen concreto que ha surgido en determinadas circunstancias y que desaparecerá en algún momento, sino la encarnación de unas Verdades Universales cuyo futuro esta asegurado por la historia". Queda fácil entender entonces que la autoridad de las instituciones estadounidenses sea universal; y sobre todo que, siendo el libre mercado la institución central, tenga alcance global. Así, el libre mercado no es meramente una manera de organizar una economía de mercado, sino un imperativo de la libertad humana en todas partes. Y esa es toda la libertad que reclama para la humanidad Estados Unidos y a nombre de ella está dispuesto a utilizar toda su diplomacia y su ejército en cualquier rincón del planeta. Esos son los principales resortes de la "guerra" hoy y no el fundamentalismo religioso del que se ataca al Talibán. Con este discurso simplemente se pretende descalificar cualquier acción del Talibán como irracional y mostrarlos como bárbaros y enemigos de la civilización. Hoy se muestra al Talibán como un régimen violador de los derechos humanos y con ese discurso se legitima ante el mundo cualquier acción en su contra, como si efectivamente Estados Unidos fuera el paraíso de los derechos humanos y pudiera en su nombre derrocar y acomodar gobiernos en todo el mundo. Hoy intenta derrocar en Afganistán el mismo régimen que hace más de dos décadas ayudó a construir cuando combatía a nombre de la misma libertad el comunismo en todo el mundo. Debería ser fácil ver que detrás de los hechos del 11 de septiembre hay mucho más que fundamentalismo religioso ciego y bárbaro, y que en la base de la respuesta estadounidense y sus aliados también encontramos más que la defensa de la civilización, la libertad y la democracia. El mismo 11 de septiembre ya el gobierno americano había lanzado su ofensiva publicitaria contra el terrorismo internacional que amenazaba a la humanidad y con esta amenaza retumbando en nuestros oídos acalló cualquier análisis que pudiera hacerse de la situación. En nombre del dolor de las familias estadounidenses el presidente Bush echó una cortina de lágrimas y rabia que protegiera a los estadounidenses de la responsabilidad en su propia tragedia. No es que celebremos o justifiquemos los miles de muertos que los ataque del 11 de septiembre dejaron en Estados Unidos, pero tampoco vemos ninguna razón por lo que deban dolernos más que los millones de muertos que el régimen americano y su fundamentalismo de mercado han producido en tantos pueblos del mundo. Sin contar con los muertos que produjo el estallido de las bombas en Hiroshima y Nagasaki, todavía nos estremecemos al recordar la invasión de bahía Cochinos en 1961, la escalada norteamericana en Vietnam en 1965, el apoyo de la CIA para derrocar al gobierno Socialista de Salvador Allende en Chile y para sostener el régimen de terror de Pinochet, así como su respaldo militar y político a todas las dictaduras militares en América Latina y su participación en todas las contrarrevoluciones centroamericanas, la misión militar en Colombia durante el gobierno de John F. Kennedy para que el ejército colombiano emprendiera lo que después fue llamado "terror paramilitar". Esta es apenas una pequeña muestra de lo que ha sido la política exterior de Estados Unidos; y aquí ni siquiera pensamos en la cantidad de muertos, de hambre y miseria que la imposición arbitraria del libre mercado ha provocado en tantos pueblos pobres del mundo, ni los muertos en Afganistán, que ya pasan de mil. No vemos pues razón alguna para aceptar que la barbarie de Estados Unidos es justificable porque es en defensa de la humanidad, mientras los ataques bárbaros a Estados Unidos son una amenaza a la humanidad toda, sólo porque este país se ha investido con la idea de encarnar los valores universales y ser "la esperanza del mundo". Hoy Estados Unidos está más lejos que nunca de representar esa cultura modelo para todos los pueblos del mundo que dice ser. Según lo demuestra John Gray con algunos estudios recientes que cita, Estados Unidos es una sociedad en decadencia. La desregulación de los mercados ha socavado todas las instituciones tradicionales. La familia esta desmembrada por la alta movilidad que el mercado laboral exige a los trabajadores; y por otra parte, Estados Unidos es el único país avanzado donde los ingresos de la mayoría se han estancado o caído durante las dos últimas décadas, mientras la productividad ha venido creciendo de forma acelerada; ello, desde luego incrementa enormemente las desigualdades sociales. También Estados Unidos tiene las tasas más altas de suicidio infantil, homicidios y de muertes por armas de fuego entre los 27 países más ricos del mundo y casi tres cuartas partes de los asesinatos de niños en el mundo se producen en este país. Paralelas a estas tasas de criminalidad están las tasas de encarcelamiento que siempre han sido más altas que las de los países europeos. A todo esto debemos sumarle los excepcionales niveles de litigios y el número de abogados. Así se retrata una sociedad en donde la ley es la única institución social que funciona y la cárcel el único medio de control social. Ni siquiera es cierto que Estados Unidos sea un gran aliado de la humanidad, sólo basta recordar su posición en la cumbre de Río, su negativa a firmar el protocolo de Kyoto referente a la protección ambiental, a pesar de ser el mayor contaminador del mundo; su retiro de la cumbre contra el racismo, su negativa al tratado de armas biológicas y al tratado de Ottawa para prohibir la producción y el uso de minas antipersonales, y sobre todo su rechazo al tribunal penal internacional propuesto en Roma contra crímenes de lesa humanidad en 1998. Todo ello debería disuadirnos de la idea de que Estados Unidos es la sociedad a emular. Es simplemente un legislador arbitrario que se ha abrogado el derecho de juzgar sin ser juzgado*. Más allá del fundamentalismo religioso es fácil saber que los ataques del 11 de septiembre tienen como fondo la rabia represada por un pueblo que durante décadas ha sido asfixiado y humillado por los intereses económicos y políticos que sobre sus territorios tiene Estados Unidos e Inglaterra. Todo esto debería convencernos de que los enemigos de Estados Unidos no son los enemigos de la humanidad, pero sobre todo de que el Talibán no es el enemigo de Estados Unidos, pues en su carrera déspota de doblegar pueblos y culturas a sus intereses se ha especializado en producir enemigos en todas partes, cuyos gritos sólo son acallados por el temor o la impotencia, pero que como enemigos latentes acumulan sus rabias hasta que los revienta o revientan hacia fuera. La universalidad de la cultura estadounidense y por tanto de sus enemigos es una idea abstracta que no pudo haber contagiado a los gobernantes del mundo que formaron la coalición contra el terrorismo internacional. Lo que pasa es que los atentados del 11 de septiembre les cayó como de perlas. Como en una película de Hollywood se identificaron desde las primeras escenas a los buenos y los malos y esta división maniquea le permitió a Estados Unidos erigirse nuevamente como guardián del mundo y dotar de armas suficientes a sus émulos para aniquilar a sus enemigos. Cuando España e Inglaterra pusieron sus ejércitos a disposición de la lucha antiterrorista seguro estaban pensando menos en el Talibán que en la ETA y el IRA; Y no tanto porque estos grupos son una amenaza para la humanidad sino porque son sus enemigos. De inmediato se destapó el pantano mal oliente de las estrategias políticas en donde los poderosos se alían no para vencer sino para borrar del mapa al enemigo. Para ganar aliados cerca de Afganistán, Estados Unidos levantó las sanciones económicas que imponía sobre Pakistán y la India, a pesar que desde 1998 estos países estaban en la "lista negra" por sus pruebas nucleares. Rusia ofreció a Estados Unidos sus bases en tierra y su espacio aéreo para combatir el terrorismo y, a cambio, Estados Unidos lo respaldó en su ofensiva contra los rebeldes chechenos, situación que unos días antes los enfrentaba. Sobre China pesaban sanciones por la venta de armas, pero el hecho de compartir una extensa frontera con Afganistán y ser aliada de Estados Unidos, la sanción por ahora, podría obviarse. Y así puede hablarse de muchos otros pactos turbios, políticos y económicos. La ofensiva contra el terrorismo es frontal y no anuncia una nueva era sino el retorno de una harto conocida por sus horrores y sus miedos: el macartismo. En el Congreso de Estados Unidos está la ley que extiende las atribuciones al FBI y la CIA para actuar en cualquier país en defensa de los intereses de los estadounidenses en su lucha contra el terrorismo. Lo que se desata es la cacería de brujas que se vivió en el mundo después de los 50 con la Doctrina de la Seguridad Nacional y el enemigo interno. En todo caso el señalar a una persona como terrorista será ya suficiente para justificar su desaparición y tal como en aquel tiempo todos terminaron siendo sospechosos de comunismo, hoy todos somos sospechosos de terrorismo. La clase dirigente colombiana, por ejemplo, hacía tiempo estaba esperando una oportunidad como esta. Ya en sus discursos se veía la intención de vincular a todas sus manifestaciones de protesta e inconformidad como terroristas. Las marchas campesinas, las protestas sindicales y las protestas estudiantiles siempre fueron enturbiadas desde el gobierno por esta sospecha. Era una lástima que no tuviera los instrumentos legales para combatir estas protestas según la sospecha. Por eso ahora se ha apresurado a pescar la oportunidad en el aire; el 12 de septiembre ya era evidente el endurecimiento de la posición del gobierno y la clase dirigente frente a la subversión y como la palabra terrorismo llenaba con estruendo su lenguaje , como si fuera una palabra recién descubierta y que lo llenaba todo de significado. Menos de un mes le tomó al gobierno llevar al Congreso su estatuto antiterrorista. Por eso repetimos, esto no es una guerra sino una masacre y lo peor es que amenaza extenderse a todo el mundo como se extendió el macartismo. La palabra terrorismo será suficiente para deslegitimar cualquier confrontación al Estado y al estado de cosas, y sobre todo será la justificación para todo tipo de procedimientos arbitrarios del poder. Qué más terrorismo que éste. Será suficiente la enemistad del poder para ser terrorista ya que es el poder quien tiene la potestad para señalar y clasificar el terrorismo. Debemos parar como un movimiento mundial, esta vez sí en defensa de la humanidad, las pretensiones de los poderosos, que desde el discurso y desde las leyes legitiman su terrorismo, si no, la masacre que presenciamos impávidos y que crece ante nuestros ojos ciegos se puede tornar en holocausto. (Enviado por Construyendo) |