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Siglos de estar "liberando" a Medio
Oriente
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x Robert Fisk
El 8 de marzo de 1917 el teniente general Stanley Maude emitió
una "Proclama para el pueblo de Wilayat de Bagdad". El ejército
anglo-indio los Tigres de Maude había invadido y ocupado Irak
con una ofensiva que se originó en Basora para "liberar"
al pueblo de sus dictadores. "Nuestros ejércitos no han
venido a sus ciudades y tierras como conquistadores o enemigos, sino
como liberadores", anunció el británico.
"Pobladores de Bagdad, recuerden que durante 26 generaciones ustedes
han sufrido bajo extraños tiranos, que desde siempre han intentado
por todos los medios enfrentar entre sí a los reinos árabes
con el fin de obtener provecho de sus diferencias.
"Esta política es aborrecible para Gran Bretaña
y sus aliados, pues no puede haber paz ni prosperidad cuando existen
malas intenciones y mal gobierno."
Maude, desde luego, era el general Tommy Franks de sus tiempos y su
proclama -tan llena de ironía ahora que el presidente Bush expresa
sentimientos igualmente mendaces- tenía la intención de
convencer a los iraquíes de aceptar una ocupación extranjera
mientras Gran Bretaña se apoderaba del petróleo de la
nación.
El lugarteniente político de Maude, sir Percy Cox, convocó
a los líderes árabes iraquíes, quienes no fueron
identificados, a participar en un gobierno de colaboración con
las autoridades británicas. Habló de liberación,
libertad, glorias pasadas, grandeza futura y además -es aquí
donde la ironía llega a montones- expresó su esperanza
de que el pueblo de Irak lograra unificarse.
El comandante británico envió un telegrama a Londres,
en el cual informó que "las condiciones en el terreno permiten
colocar en posiciones de responsabilidad sólo a oficiales británicos
competentes que puedan tratar con la gente del país. Antes de
instalar una fachada árabe (sic), parece esencial implementar
primeramente una verdadera base de ley y orden".
Como señaló David Fromkin en su magistral libro Una paz
para acabar con toda la paz -lectura imprescindible ante la futuraa
ocupación militar estadounidense-, la animosidad entre la minoría
sunita y la mayoría chiíta y las rivalidades entre las
tribus y clanes "dificultaron lograr un solo gobierno unificado
que fuera al mismo tiempo representativo, efectivo y con amplio apoyo".
Los británicos, indica ácidamente Fromkin, fracasaron
en su intento de "pensar en los detalles prácticos necesarios
para cumplir las promesas hechas de manera gratuita a un sector de los
habitantes del país". Inclusive hubo problemas con los kurdos,
porque los británicos no lograron decidir si debían ser
absorbidos por un nuevo Estado iraquí o si se les permitiría
formar un Kurdistán independiente.
Originalmente a los franceses se les había otorgado Mosul, norte
de Irak, pero renunciaron a esta concesión a cambio de -nuevamente
ironías- una parte mayor de la nueva Compañía Turca
de Petróleo, que fue confiscada por los británicos y refundada
como Compañía Iraquí de Petróleo.
¿Cuántas veces ha marchado Occidente hacia Medio Oriente
en esta forma tan descarada? El general sir Edward Allenby "liberó"
Palestina apenas unos meses después de que el general Maude "liberó"
Irak. Los franceses llegaron a "liberar" Líbano y Siria
un par de años más tarde, y asesinaron a las fuerzas sirias
leales al rey Feisal que se atrevieron a sugerir que una ocupación
francesa no era el futuro que ellos querían.
¿A qué se debe -me pregunto a veces- nuestra constante
incapacidad de aprender las lecciones de la historia; la insistencia
de repetir -casi palabra por palabra, como es el caso de la proclama
de Maude- las mismas promesas y mentiras gratuitas? Una copia de la
proclama original del general Maude fue subastada en Swindon, Inglaterra,
la semana pasada, pero yo apostaría más de las mil 400
libras esterlinas -precio en que se vendió el documento- que
la próxima proclama estadounidense al pueblo "liberado"
de Irak dirá casi exactamente lo mismo.
Echemos un vistazo al artículo 22 del Pacto de la Liga de Naciones
-tema en el que el señor Bush asegura ser un experto-, que permitió
a británicos y franceses dividir los territorios que habían
"liberado" de los dictadores otomanos.
"A aquellas colonias y territorios que a consecuencia de la guerra
han dejado de estar bajo la soberanía de estados que los gobernaban
anteriormente y que están habitados por pueblos que aún
no son capaces de ser independientes debe aplicárseles el principio
de que el bienestar y el desarrollo de estas poblaciones forman un baluarte
de civilización. Por tanto el mejor método en este caso
es un tutelaje hacia estos pueblos que debe confiársele a naciones
avanzadas, las cuales, en vista de sus recursos, experiencia o posición
geográfica, están en mejores condiciones para adoptar
esta responsabilidad."
¿Cuál es el atractivo de una "liberación"
de Medio Oriente? ¿Cuál es ese "baluarte sagrado"
-"baluarte" fantasma que el secretario de Estado Colin Powell
ahora promueve por el petróleo iraquí- que hace que Occidente
siempre desee visitar Medio Oriente? ¿Porqué queremos
con tanta frecuencia gobernar estos pueblos, a estas "tribus, con
banderas", como las llamó sir Steven Runciman, el gran historiador
de las Cruzadas de los siglos XI y XII?
Ciertamente el llamado del papa Urbano para la primera Cruzada, en
el año 1095, que fue consignado por al menos tres cronistas,
encontraría gran resonancia aun entre los fundamentalistas cristianos,
quienes al igual que los simpatizantes de Israel están ahora
tan ansiosos de que Estados Unidos invada Irak.
Urbano aseveró que los turcos estaban maltratando a los habitantes
de tierras cristianas -un eco de los abusos a los derechos hhumanos
que supuestamente perturban al señor Bush- y describió
el sufrimiento de los peregrinos, con lo que apremió a los cristianos
de Occidente, anteriormente enfrascados en antagonismos fratricidas,
a pelear en una guerra "justa". El conflicto que proponía,
desde luego, tenía la intención de "liberar"
a los cristianos y no a los musulmanes, a quienes los cruzados masacraron,
al igual que a los judíos, tan pronto llegaron a Medio Oriente.
Esta noción de "liberación" en Medio Oriente
casi siempre viene acompañada de otro tema: la necesidad de derrocar
a tiranos. Los cruzados eran tan meticulosos en sus invasiones como
lo es actualmente el Comando Central estadounidense de Tampa, Florida.
Marino Sanudo, nacido en Venecia alrededor del año 1260, describe
cómo los ejércitos occidentales eligieron desplegar sus
fuerzas y trasladaron vía marítima a 15 mil efectivos
de infantería y 300 de caballería (estos últimos,
la versión de los cruzados de una unidad blindada). En Beirut
tengo copias de los mapas de las invasiones occidentales del siglo XIII.
Napoleón también produjo algunas en 1798, cuando invadió
Egipto para acabar con 20 años del mandato supuestamente irresponsable
y tiránico de Murad Bey e Ibrahim Bey. Claude Etienne Savari,
el equivalente francés de todos los expertos de Washington que
hoy lloran por el sufrimiento del pueblo iraquí bajo el mando
del presidente Saddam, escribió en 1775 que en El Cairo, bajo
Murad Bey, "la muerte puede ser consecuencia de la más leve
indiscreción". Debido al mandato de los Bey, la ciudad "gime
bajo su yugo". Esta es la imagen que tenemos de Bagdad y Basora
bajo el mando del presidente Saddam.
De hecho, la promesa de Saddam de destruir a las fuerzas invasoras
estadounidenses es un eco notable de la proclama de uno de los príncipes
Mameluke de Egipto en el siglo XVIII, quien habló de una naciente
invasión francesa y con palabras extrañamente familiares:
"Que vengan los francos. Los aplastaremos bajo las pezuñas
de nuestros caballos".
Napoleón, desde luego, fue el que hizo todo el aplastamiento.
Su primera proclama (él también venía a "liberar"
a los pueblos de Egipto de sus opresores) incluyó el llamado
a personalidades egipcias para que lo ayudaran a gobernar el país.
"Oh jeques, qadis, imanes y funcionarios de los pueblos, díganle
a su nación que los franceses son amigos de los musulmanes auténticos.
Benditos sean aquellos egipcios que estén de acuerdo con nosotros".
Napoleón impuso un "consejo administrativo" en Egipto,
muy semejante al que la administración Bush pretende instaurar
bajo la ocupación estadounidense. Por supuesto, jeques, qadis
e imanes se levantaron contra la ocupación francesa de El Cairo
en 1798.
Si Napoleón ingresó a su mandato sobre Egipto como revolucionario
francés, cuando el general Allenby entró a Jerusalén
en diciembre de 1917 le entregó a David Lloyd George la ciudad
que él quería como regalo de Navidad. El primer ministro
británico destacó más tarde, con enjundia digna
de un caballero cruzado, que ello significaba que el cristianismo había
logrado "recuperar la posesión de sus templos sagrados".
También aseguró que "las bravatas turcas" no
eran sino "el principio del colapso de la impostura militar que
durante años nos intimidó debido a la incompetencia que
privó en nuestra guerra". He aquí los matices del
arrepentimiento estadounidense por no haber tomado Bagdad en la guerra
del Golfo de 1991. Lloyd George estaba "terminando la tarea"
de subyugar el poder otomano de la misma forma en que George Bush junior
pretende "terminar la tarea" que comenzó su padre.
Y siempre, sin excepción, hubo tiranos y dictadores a quienes
derrocar en Medio Oriente. En la Segunda Guerra Mundial "liberamos"
a Irak, esta vez de una administración pro nazi. Los británicos
"liberaron" a Líbano del gobierno de Vichy con la promesa
de independencia por parte de Francia, promesa de la que Charles de
Gaulle trató de renegar, al grado de que los británicos
estuvieron a punto de ir a la guerra en Siria contra los liberadores
franceses.
Líbano ha sufrido demasiadas "liberaciones". Israel
-que para los árabes no es sino una implantación estadounidense
y "occidental" en Medio Oriente- se ha declarado en dos ocasiones
ansioso de "liberar" a Líbano del "terrorismo"
de la Organización para la Liberación Palestina. En 1978
y 1982 se retiraron humillados de la zona.
¿Qué fue lo que el presidente Ronald Reagan dijo al mundo?
"Líbano es fundamental para nuestra credibilidad a escala
global. No podemos elegir o escoger dónde apoyaremos la libertad.
Si Líbano termina bajo una tiranía de fuerzas hostiles
a Occidente, no sólo se verá amenazada nuestra posición
estratégica al este del Mediterráneo, sino también
la estabilidad de toda la región de Medio Oriente, incluidos
los vastos recursos de la península arábiga". Nuevamente
nosotros, Occidente, íbamos a proteger a Medio Oriente de una
tiranía.
Anthony Eden adoptó la misma postura ante Egipto, ansioso de
derrocar al "dictador" Gamal Abdel Nasser de la misma forma
en que Napoleón había estado desesperado por rescatar
a los egipcios de la tiranía de los Beys, igual que el general
Maude quería rescatar a Irak de la tiranía de los turcos,
igual que George Bush junior ahora quiere rescatar a los iraquíes
de la tiranía de Saddam Hussein.
Siempre las invasiones occidentales estuvieron acompañadas de
declaraciones de estadounidenses, franceses o de Occidente en general,
de que no tenían nada contra los árabes, sólo contra
la figura de la bestia a la que eligieron como el objetivo de nuestra
acción militar.
¿Qué pasó con todas estas finas palabras? Las
Cruzadas fueron una catástrofe para las relaciones entre cristianos
y musulmanes. Napoleón se fue humillado de Egipto. Los británicos
lanzaron gases sobre los recalcitrantes kurdos de Irak, antes de descubrir
que era ingobernable. Primero los árabes y luego los judíos
expulsaron a los británicos de Palestina y Jerusalén.
Los franceses combatieron insurrecciones durante años en Siria.
En Líbano, los estadounidenses salieron corriendo en 1984 junto
con los franceses.
¿Qué pasará en Irak en los próximos meses?
¿Cuál será en esta ocasión el precio de
nuestra locura, de nuestra incapacidad de aprender las lecciones de
la historia? Sólo hasta que Estados Unidos haya concretado su
ocupación podremos saberlo.
Se sabrá cuando los iraquíes exijan poner fin a la ocupación,
cuando la resistencia popular hacia la presencia estadounidense por
parte de chiítas, kurdos e inclusive sunitas empiece a destruir
el "éxito" militar que Bush sin duda proclamará
cuando las primeras tropas estadounidenses ingresen a Bagdad. Será
entonces cuando comenzará la verdadera "noticia" para
nosotros los periodistas.
Será entonces cuando se vengan abajo todas las palabras vacías
de la historia colonial, la necesidad de derrocar a tiranos y dictadores
para mitigar el sufrimiento de los pueblos de Medio Oriente, y la afirmación
de que nosotros y sólo nosotros somos los mejores amigos de los
árabes y, por tanto, nosotros y sólo nosotros debemos
ayudarlos.
Aquí voy a especular: en los meses y años que sigan a
la invasión de Irak, Estados Unidos, en su arrogante idea de
que puede crear "democracia" de las cenizas de una dictadura
de Medio Oriente, al mismo tiempo que se apodera de su petróleo,
sufrirá lo mismo que los británicos en Palestina. De esta
tragedia, Winston Churchill escribió unas palabras que podrían
aplicarse a Estados Unidos en Irak: "Al principio nuestros pasos
eran amplios y poco profundos, una alfombra los amortiguaba; pero al
final, las rocas se desmoronaban bajo nuestros pies".
* Periodista irlandés especialista en temas de Medio Oriente.
The Independent
Traducción para La Jornada: Gabriela Fonseca
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