“La necesidad te hace saltar” dice un proverbio árabe, y el campo de la izquierda revolucionaria y antiimperialista ya puede empezar a dar saltos como hace tiempo no daba: la socialdemocracia ha conseguido hegemonizar tanto las movilizaciones contra la guerra, como en parte, el mismo movimiento. La tarea es clara: desenmascarar a la socialdemocracia y quebrar su hegemonía. Es una cuestión de mera supervivencia del propio movimiento popular contra la guerra, y de la correcta evolución del mismo de un movimiento también popular y amplio, pero claramente antiimperialista y anticapitalista, al menos contra el capitalismo más agresivo, opresor, destructivo y parasitario. Uno de los tópicos que la socialdemocracia está tratando de difundir en el movimiento popular contra la guerra es el de alabar la postura supuestamente “pacifista” y “conciliadora” de los estados francés y alemán, frente a la intransigencia y arrogancia de los EEUU. Para ello, es necesario analizar cuáles son los intereses que mueven a los poderes políticos y económicos franceses y alemanes a posicionarse contra la previsible agresión norteamericana contra Irak.
Para mucho daría analizar las “historias negras” del gran capital francés y alemán y sus muy democráticos “estados del bienestar”. Pero si nos centramos en el Oriente Medio, en aquella guerra salvaje, cruenta, y brutal que enfrentó en los 80 del siglo pasado a Irán y a Irak, comprobaremos que no sólo los complejos militares-industriales norteamericanos, británicos e israelíes se beneficiaron de la matanza irano-irakí, también franceses (misiles Exocet y cazas Mirage) y alemanes (básicamente tecnología química para la fabricación de gas mostaza y gas nervioso) obtuvieron beneficios escandalosos con la venta de armas a iraníes e irakíes. ¿Nadie se acuerda del apoyo francés y alemán a la “coalición internacional” de Bush padre contra Irak en la I Guerra del Golfo?
“... pero piénsenlo, si Estados Unidos empieza a
tirar bombas en el Golfo, ¿quién va estar afectado, quién
recibe la mayoría del petróleo del Golfo?: Francia, Italia,
y Alemania” ¿Qué ha cambiado en el mundo desde 1991 hasta hoy para que Francia y Alemania se opongan a un ataque norteamericano contra Irak? Es obvio, en 1991 con la URSS en fase terminal, existía una unidad de intereses entre los capitalistas a ambos lados del Atlántico. El objetivo era expulsar a Irak de Kuwait, es decir, impedir una dependencia energética del, por aquellos entonces “inestable” y “ensoberbecido” Saddam Hussein. La incorporación de Kuwait a Irak hubiera convertido a todos lo efectos al régimen de Saddam en toda una “gran potencia” regional. Aumentó la dependencia energética euro estadounidense de las siempre fieles, sobre todo a los EEUU, monarquías petroleras. También, con el tiempo, se buscarían nuevos lugares donde proveerse como el Caucaso exsoviético, o más recientemente África. Sin embargo, el hecho de que los EEUU emergieran tras la I Guerra del Golfo, y ya en 1992 con la caída formal de la URSS, no sólo como la única superpotencia militar sino también económica, puso en guardia al capitalismo europeo, en especial a Francia, y más aún a Alemania, “la gran locomotora europea”. Los procesos de integración europea aumentaban su ritmo e intensidad, no sin contradicciones internas. Mientras, en los EEUU, George Bush, padre, abandona la Casa Blanca, y un demócrata, Bill Clinton, asume la presidencia. En líneas generales, Clinton se dedicó a facilitar la apertura de mercados, lo que no siempre fue beneficioso para las multinacionales norteamericanas, mientras contribuía a inflar la “burbuja especulativa” en torno a las empresas de tecnologías de la información. El intervensionismo militar norteamericano con Clinton se caracterizó por las “intervenciones humanitarias” (Somalia, Kosovo, los bombardeos a Afganistán y Sudán, etc, y más de 30.000 operaciones aéreas de castigo contra Irak), a pesar de ello, los EEUU perdían peso en el mundo, el “imperialismo humanitario” de Clinton no se tradujo en un mayor poder económico de los EEUU. Para el 2000, el déficit exterior aumentó exageradamente y la “burbuja especulativa” de las “telecos” estallaba, y quizá con ella las ilusiones en una “nueva economía”. El capitalismo europeo aprovecha y toma posiciones: la oligarquía imperialista española asalta Latinoamérica, Alemania se expande hacia el Este y los Balcanes, y lo que más nos interesa en la actualidad, Irak, poco a poco, va resquebrajando el cerco internacional impuesto desde la I Guerra del Golfo; empresas, muchas de ellas europeas como la francesa Elf, pero también rusas e incluso indirectamente norteamericanas, consiguen contratos y concesiones del gobierno irakí. Se da pues una unidad de intereses, en este caso entre la Unión Europea (Francia y Alemania) que anhelan su “autonomía energética” e Irak, necesitado de romper el aislamiento internacional, a cualquier precio. Por otro lado, desde mediados de los 90 empiezan a proliferar en Europa gobiernos socialdemócratas; para nadie es un secreto que la socialdemocracia europea (con la excepción del laborismo británico) tiene una apuesta más clara y decida por la “autonomía europea” frente a los EEUU que los partidos conservadores y liberales, más propensos al entendimiento y la conciliación con los EEUU. En la oligarquía imperialista norteamericana suena la alarma: es necesario recuperar el terreno perdido y volver al “viejo capitalismo” industrial y extractivo; George W. Bush, hijo, accede, bajo acusaciones de fraude, al poder en la Casa Blanca, y con él, las contradicciones interimperialistas se exacerban de forma gradual, y la lucha por el control en exclusiva de las fuentes energéticas, para someter a sus competidores a un “chantaje energético”, se desata. Ese es el plan de la oligarquía norteamericana para conseguir la hegemonía mundial, y superar la crisis; es la “militarización de la economía”.
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