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La última guerra del general Ariel Sharon
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x Alain Gresh
Le Monde Diplomatique
Contra su objetivo declarado, la ofensiva militar desatada por el
general Sharon sobre los territorios palestinos no erradicará el
terror, sino que generará más kamikazes. Frente a la posibilidad
de una conflagración regional, surge la alternativa de una resolución
refundadora de la ONU, cuya implementación sería responsabilidad
de Estados Unidos y la Unión Europea.
El carácter y amplitud de la actual operación militar israelí
en territorios palestinos ocupados muestran que Israel tomó la
decisión estratégica de poner fin al proceso de paz de Oslo
que había definido el marco de las relaciones palestino-israelíes
en el curso de los últimos diez años (1). De Ramallah a
Belén, de Naplus a Jenin, las cuatro divisiones del ejército
israelí - una más de las que necesitó Israel para
conquistar el Sinaí en junio de 1967 (2) - se proponen destruir
ante todo a la Autoridad palestina, a su jefe, sus engranajes y sus símbolos.
Por más que la Autoridad haya condenado los atentados suicidas
contra la población civil israelí, es en principio "culpable",
mientras que los responsables de los ataques: el Hamas y la Jihad islámica,
apenas son mencionados en los comunicados israelíes.
Pero a Ariel Sharon no le basta con pisotear a la Autoridad y deshacerse
de la sujeción a los acuerdos de Oslo, "la catástrofe
más grande que le haya sucedido nunca a Israel", según
él. Su objetivo estratégico es la capitulación de
la población palestina, y su renuncia a toda forma de resistencia.
Para lo cual hay que golpear, y fuerte; el 5 de marzo de 2002 el general
Sharon explicaba: "Tenemos que golpearlos. Tenemos que infligirles
pérdidas graves, para que entiendan que no pueden seguir usando
el terror y logrando sus objetivos políticos" (3).
En el terreno el ejército israelí aplica esos "principios":
destrucción sistemática de las infraestructuras, algunas
de ellas financiadas por la Unión Europea, bombardeos indiscriminados
de los campos de refugiados, casas destruidas, ataques contra hospitales
y trabas a la circulación de las ambulancias y al trabajo de los
socorristas, lo cual ha llevado a protestar a la Cruz Roja, hecho excepcional;
saqueos, robos, destrucción de todos los marcos de la vida material
y social de los palestinos (4). Los periodistas y observadores internacionales
suelen ser prohibidos, hostigados, expulsados.
El primer ministro Sharon espera así, después de deshacerse
de la Autoridad y de YasserArafat, hacer aceptar la "solución
a largo plazo" que preconiza desde 1998 (5): algunos guetos palestinos
autogestionados, circundados por un collar de colonias judías,
cuya red no dejó de extenderse desde la firma de los acuerdos de
Oslo en 1993; los palestinos gestionarían sus propios asuntos sin
ninguna forma de soberanía.
Esta maniobra está condenada al fracaso. Como subraya el historiador
israelí Zeev Sternhell: "Sólo un espíritu enfermo
puede esperar que la ocupación de los territorios resulte en el
final de la guerrilla y el terror" (6). Desde hace dieciocho meses,
la segunda Intifada expresa el rechazo de los palestinos hacia una ocupación
ilegítima, que se perpetúa desde hace 35 años a pesar
de las múltiples resoluciones de la ONU y al desafío de
los acuerdos de Oslo. A pesar de los sufrimientos padecidos, los palestinos
no renuncian a lograr el fin inmediato de la ocupación. Tanto la
Autoridad palestina como el Fatah y las principales organizaciones palestinas,
con la excepción de Hamas, reivindican el derecho a un Estado independiente
sobre los territorios ocupados en junio de 1967, con Jerusalén
Este como capital, al lado del Estado de Israel.
La comunidad internacional les reconoce ese derecho, incluido Washington,
quien tomó la iniciativa de que el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas votara el 13 de marzo de 2002 la resolución 1397,
que afirma la adhesión a "la visión de una región
donde dos Estados, Israel y Palestina, viven uno al lado del otro, dentro
de fronteras seguras y reconocidas". La cumbre árabe de Beirut
del 27 y 28 de marzo de 2002 adoptó por unanimidad el plan del
príncipe heredero saudita Abdallah Ben Abdelaziz que preconiza
"relaciones normales" con Israel a cambio de una retirada total
de las tropas israelíes a las líneas del 4 de junio de 1967.
Las negociaciones de Taba de enero de 2001 entre el gobierno de Ehud Barak
y la Autoridad habían dibujado los contornos de un compromiso aceptable
para los dos pueblos (7).
El camino hacia esa solución se ve trabado por dos obstáculos
principales. Por un lado la administración estadounidense, último
apoyo político del gobierno de Sharon, a pesar de las declaraciones
de Bush en los últimos días que llaman a una retirada de
las tropas israelíes. Por otro, el "campo del rechazo"
israelí, conducido por el general Sharon y que logró garantizarle
el apoyo de una mayoría de la población, traumatizada por
los atentados suicidas. Estos ataques que apuntan a los civiles israelíes
no son sólo moralmente condenables, tanto como la política
terrorista del ejército israelí. También son políticamente
aberrantes, porque socavan a las fuerzas de paz en Israel e impiden la
emergencia de una solución de recambio para el gobierno guerrero
de Sharon (8).
Los palestinos se niegan a renunciar a su resistencia a la ocupación
hasta tanto no se establezca una perspectiva política clara y un
calendario preciso de evacuación de los territorios ocupados. ¿Cómo
salir de este atolladero, que alimenta todos los extremismos? Circula
la idea de un nuevo texto del Consejo de Seguridad, una "resolución
refundadora" que establecería de manera precisa el objetivo
de la negociación - retirada de Israel de todos los territorios
ocupados en junio de 1967, creación de un Estado palestino con
Jerusalén Este como capital, solución justa al problema
de los refugiados; establecimiento de relaciones normales entre Israel
y sus vecinos árabes - y llamaría a un cese de fuego. Estados
Unidos y Europa debieran comprometerse a que este texto no se reduzca
a letra muerta.
Si fracasaran las iniciativas de paz, la región podría
padecer una escalada cuyo precio lo pagarían en primer lugar los
pueblos palestino e israelí. Porque Sharon parece incapaz de erradicar
el terrorismo. Sólo durante el mes de marzo de 2002, resultaron
muertos más de 120 israelíes, cifra sin precedentes en la
historia del país, si excluimos las guerras con los vecinos árabes.
En ocasión de la guerra del Líbano de 1982, el general Sharon
ya se fijaba el mismo objetivo; el resultado de su acción les costó
la vida a 18.000 libaneses y dio un impulso decisivo al Hezbolá.
La represión y la ocupación generan inevitablemente la resistencia,
pero también el odio y la locura; alimentan nuevas generaciones
de kamikazes. Tanto más en la medida en que la tensión se
incrementa en la frontera entre el Líbano e Israel, y las manifestaciones
en el mundo árabe marcan un grado de indignación pocas veces
alcanzado que puede amenazar los regímenes establecidos, sobre
todo en Jordania.
A corto plazo, la prioridad sigue siendo la protección de las
poblaciones palestinas sometidas a la guerra del general Sharon, ese "nuevo
Líbano" que denuncian las fuerzas de paz israelíes.
¿Cuánto tiempo hará falta para imponer la retirada
de las fuerzas israelíes de las ciudades palestinas, exigida por
las resoluciones 1402 y 1403 del Consejo de Seguridad, y el despliegue
de una fuerza de interposición internacional que consolidaría
el valiente trabajo de las misiones civiles internacionales? ¿Durante
cuánto tiempo puede seguir la política de "dos pesos
dos medidas" de Estados Unidos sin conmocionar el orden regional
y las relaciones entre el mundo occidental y el mundo musulmán?
Notas al pie:
1 Ghassan Khatib, Palestine Report, Jerusalem Media Communication
Center, Jerusalén, 3-4.
2 Citado por Zeev Sternhell, Haaretz, Tel Aviv, 5-4-2002.
3 Citado por Avi Shlaim, "Sharon's dangerous designs", International
Herald Tribune, París, 5-4-2002.
4 Se han denunciado varios casos de ejecuciones sumarias, y la organización
israelí de defensa de los derechos personales, B'tselem, informó
también sobre casos de tortura de prisioneros.
5 Haaretz, 5-11-1998.
6 Zeev Sternhell, ibidem.
7 Recordemos que estas negociaciones de la última oportunidad tuvieron
lugar cuando faltaban pocos días para las elecciones israelíes
que llevarían al poder a Ariel Sharon. Fueron suspendidas a pedido
de Barak, mientras que los palestinos proponían continuarlas intensivamente.
8 De acuerdo con una encuesta de Yedioth Aharonoth publicada el 5-4-,
el 73% de los israelíes sigue siendo favorable a la instauración
de un Estado palestino en el marco de un acuerdo global.
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