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Pancho Villa, matando güeros

-Para mí la guerra empezó cuando nací.

Era casi un niño cuando vengó a la hermana. De las muchas muertes que debe, la primera fue del patrón; y tuvo que hacerse cuatrero.

Había nacido llamándose Doroteo Arango. Pancho Villa era otro, un compañero de banda, un amigo, el más querido: cuando los guardias rurales mataron a Pancho Villa, Doroteo Arango le recogió el nombre y se lo quedó. El pasó a llamarse Pancho Villa, contra la muerte y el olvido, para que su amigo siguiera siendo.

-Señor secretario, quiere usted que Estados Unidos le haga la guerra a un hombre? Suponga que sube a un tren y se escapa. ¿Va usted a ir tras él? -le preguntó el jefe del estado Mayor al secretario de Guerra, nombrado un día antes por el presidente Wilson.

-Bueno, no, no voy a ir -le dijo.

-Entonces no es eso lo que usted quiere. Usted quiere que capturemos o acabemos con su banda.

-Sí. Eso es lo que quiero.

Una semana después, una columna de cinco mil hombres y un escuadrón de aviones comandados por un experto en contrainsurgencia entraron a méxico. El objetivo era la caza de un hombre que en enero de 1916, cruzó la frontera mexicana y atacó directamente a los odiados gringos en su propio territorio, en la ciudad de Columbus.

Este personaje era el legendario Pancho Villa, Jefe de la celebre División del Norte, la ingobernable columna que destrozó gueros, desprecios y cadenas. Aunque el ataque no fue exitoso Pancho Villa se convirtió en el único extranjero que atacó territorio continental estadounidense en casi dos siglos de su historia, desde la guerra norteamericana contra inglaterra.

Uno de los más valientes hermanos de Villa, Pablo López, declaró a un diario irlandés: "Yo era sólo un pobre peón ignorante señor. Y todos conocíamos a Pancho Villa. ¿Quién no? Cuando llegó su llamado yo fui el primero en unirme.... Moriré como Pancho Villa querría que lo hiciera: con la frente en alto y los ojos descubiertos y la historia no podrá decir que Pablo López flaqueó a las puertas de la eternidad". En su último deseo, antes de ser fusilado, exigió que echasen a cualquier estadounidense que hubiese llegado a presenciar su muerte. Se negó a que le vendasen los ojos y él mismo dio al pelotón la orden de fuego.

Pancho Villa nunca fue capturado por las tropas yanquis. Solo un disparo a traición en 1923 lo detuvo para volverlo inalcanzable. El mito del revolucionario curtido a fuerza de desprecios, sol, balas y valentía, que tiro a tiro expropiaba a los poderosos para colectivizarlo entre sus hermanos pobres, del enamorado que odiaba por igual a yanquis, traidores y cobardes, se expandió, como su sangre.

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Alizia Stürtze
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