PROMESAS VERSUS REALIDADES Al votar masivamente por el peronismo en las elecciones del 11 de marzo y del 23 de setiembre, el pueblo argentino votó por un programa progresista estructurado en torno a la consigna "Liberación o Dependencia", caballito de batalla de la campaña electoral del FREJULI. Es así que nuestro pueblo esperaba que el gobierno peronista emprendiera un camino de soluciones antiimperialistas y revolucionarias y esperaba una actitud firme ante los odiados militares, de quienes se descontaba su oposición a cualquier medida progresista. Es así que desde el mismo 25 de mayo el pueblo argentino se moviliza enérgicamente contra los militares, por la liberación de los combatientes, contra las empresas y la burocracia sindical. Todas las esperanzas de los argentinos fueron defraudadas progresivamente en corto tiempo. Las primeras definiciones y medidas gubernamentales mostraron que los imperialistas no serían tocados. Y a partir del 20 de junio fue evidente que el gobierno haría todo lo posible por destruir las fuerzas revolucionarias de nuestro pueblo. No podría ser de otra manera ya que se trata de un gobierno burgués, dispuesto a defender incondicionalmente los intereses del conjunto de la burguesía. Un gobierno que no sólo debe evitar cualquier daño al gran capital, en primer lugar al gran capital extranjero, sino que tiene como misión proporcionar condiciones para aumentar las ganancias capitalistas. Toda su verborragia "popular", todas sus promesas "antiimperialistas" fueron y son en realidad cínicas mentiras para engañar a las masas. Esta nueva experiencia nos enseña que no debemos esperar que los representantes de las clases explotadoras solucionen los problemas del pueblo. Naturalmente que como políticos prometerán cualquier cosa y disfrazarán sus verdaderas intenciones, incluso de palabra pueden pronunciarse contra el capitalismo y por el socialismo, pero serán siempre fieles a su clase, estarán controlados por ella y harán lo imposible para mantener y consolidar su predominio y sus ganancias. Aún en el supuesto que un determinado dirigente burgués, pongamos por ejemplo un alto dirigente peronista o radical, o un militar de alta graduación se convenciera sinceramente pasándose a la causa popular (lo que es muy pero muy difícil por no decir imposible), ese dirigente se vería imposibilitado de concretar ninguna solución porque inmediatamente sería enfrentado y desplazado por su propio partido, por los militares, por su propia clase. Las soluciones a los problemas del pueblo y de la patria, que son soluciones profundamente revolucionarias sólo pueden provenir de un nuevo poder obrero y popular revolucionario, que gobierne sin ataduras, sin otro control que el de la masa del pueblo y sus organizaciones revolucionarias, que se apoye en la movilización popular y realice sin dilaciones los profundos cambios que la Argentina necesita. REFORMISMO Y POPULISMO La lucha por el poder obrero y popular, por el socialismo y la liberación nacional, es inseparable de la lucha contra el populismo y el reformismo, graves enfermedades políticas e ideológicas existentes en el seno del campo popular. El populismo es una concepción de origen burgués que desconoce en los hechos la diversidad de clases sociales; unifica la clase obrera, el campesinado pobre y mediano, la pequeña burguesía y la burguesía nacional media y grande bajo la denominación común de pueblo. Al no diferenciar con exactitud el rol y posibilidades de estas diversas clases, tiende constantemente a relacionarse, con prioridad, con la burguesía nacional y a alentar ilusorias esperanzas en sus líderes económicos, políticos y militares, incluso en aquellos como Gelbard, Carcagno o Anaya, íntimamente ligados a los imperialistas norteamericanos. La corriente popular más importantes gravemente infectada con la enfermedad populista, es Montoneros. Su heroica trayectoria de lucha antidictatorial se ha visto empañada por la confianza en el peronismo burgués y burocrático, que ha causado grave daño al desarrollo de las fuerzas progresistas y revolucionarias en nuestra patria. Con el profundo y sincero aprecio que sentimos por esa organización cimentado por la sangre de nuestros héroes comunes que se entremezclara en Trelew, pensamos que es obligación de todo revolucionario dar con franqueza la lucha ideológica, reflexionar en conjunto sobre la experiencia de su apoyo a Perón y al peronismo burgués y combatir las latentes expectativas en Carcagno, Gelbard u otros líderes de las clases enemigas. A partir de su inevitable ruptura con el peronismo burgués y burocrático que ha comenzado a concretarse definitivamente en las últimas semanas, Montoneros tiende y tenderá cada vez más a retomar lazos con las organizaciones progresistas y revolucionarias, entre ellas con nuestro Partido. Tiende y tenderá cada vez más a reintegrarse a su puesto de combate, a enfrentar con las armas en la mano, al gobierno y las fuerzas policiales y militares de la burguesía y el imperialismo. Pero ello no implica un cambio de fondo en la concepción populista. De ahí que al mismo tiempo que saludamos la nueva orientación Montonera, estamos convencidos de la necesidad imperiosa de combatir intensamente la enfermedad ideológica y política llamada populismo para exterminarla definitivamente del campo popular, principalmente de Montoneros, la más afectada por esa temible enfermedad burguesa. Cuando a principios de 1973 la dirección de FAR caracterizó entusiasmada al Gral. Perón como líder revolucionario y calculó que el gobierno peronista, denominado por ellos gobierno popular, llevaría adelante una política consecuentemente antiimperialista y pro-socialista, nuestra organización planteó a estos compañeros: "Estamos en presencia de un claro plan del enemigo consistente en el acuerdo entre la Dictadura Militar y los políticos burgueses, con el objeto de salvar al capitalismo, detener el proceso revolucionario en marcha. Para ello el conjunto de la burguesía pretende volver al régimen parlamentario y de esa manera ampliar considerablemente la base social de su dominación, reducida estrictamente a las FF.AA. durante el Onganiato, aislar a la vanguardia clasista y a la guerrilla, para intentar su aplastamiento militar. La ambición de la burguesía es detener y desviar a las fuerzas revolucionarias y progresistas en su avance, y llegar a una estabilización paralela del capitalismo argentino. Este plan es irrealizable a corto y mediano plazo porque la crisis económico-social, así como la potencia actual de las fuerzas revolucionarias progresistas, lo impedirán. Sin embargo, el plan enemigo pese a su elementalidad encierra ciertos peligros fundamentalmente el que motiva la presente carta, debido, pensamos a la juventud, debilidad política e inexperiencia de sectores de la vanguardia revolucionaria". "...el éxito fundamental que ha comenzado a lograr y que debemos enfrentar con todas nuestras fuerzas, es poner una cuña en las organizaciones armadas, comenzar a tener una influencia cierta en las organizaciones armadas peronistas y en sectores de la juventud peronista, dirigida a detener y desviar su accionar a partir de la consumación de la farsa electoral". "Analizando vuestra evolución como organización revolucionaria y basados en el conocimiento surgido de la actividad en común, pensamos que vuestra actitud tiene un significado profundo y que encierra serios peligros para el desarrollo futuro de las fuerzas revolucionarias en nuestro país. Pensamos que la negativa a firmar con nosotros es una concesión de Uds. a las presiones macartistas y derechistas del peronismo burgués, y que es una cara de la moneda que tiene como reverso vuestro apoyo incondicional y activo a los políticos burgueses del peronismo y del integracionismo a los Cámpora, Solano Lima, Silvestre Begnis, etc." " Esto es motivo de honda preocupación para nosotros, no sólo por las trabas que coloca en el desarrollo político militar homogéneo de las organizaciones armadas, los avances hacia la unidad, sino porque muestra a Uds. en una vacilación inexplicable, ante la posibilidad de suspender las operaciones militares a partir de la instauración del nuevo gobierno parlamentario que planea darse la burguesía"5 . Lamentablemente, estas sanas y justas observaciones no fueron escuchadas y la política de FAR-Montoneros se tiñó de apoyo al gobierno contrarrevolucionario y antipopular y de una línea general divisionista en el seno del pueblo, tendiente al irrealizable propósito de aislar a nuestra organización. Si recordamos hoy esto es porque el enemigo presentará en el futuro una nueva engañifa, posiblemente de tipo peruanista, con Carcagno a la cabeza, por ejemplo, y levantando el programa del FREJULI o quizás otro mucho más radicalizado. Para eludir esa nueva trampa, para rechazar sin vacilación esa nueva patraña, ese nuevo canto del cisne, es imprescindible comprender el error cometido ante el GAN, rectificar esa línea proburguesa, erradicar la enfermedad del populismo. El reformismo a su vez reniega en los hechos de la vía revolucionaria para la toma del poder, no tiene fe en la victoria de la revolución socialista, desconfía de la capacidad revolucionaria de las masas, y busca en consecuencia, avanzar en la obtención de ciertas mejoras por la llamada vía pacífica, consiguiendo progresivamente que tal o cual sector burgués que denominan "progresista", acepte concesiones a las masas, el efectivo ejercicio de las libertades democráticas, algunas mejoras en el nivel de vida del pueblo, etc. Pero como enseña el marxismo-leninismo y la experiencia práctica, las libertades y las reivindicaciones hay que arrancárselas a la burguesía con enérgicas luchas. El Partido Comunista, que es la organización popular más atacada por la enfermedad reformista, roído por ella, desde muchos años atrás, fue inconsecuente y timorato en el período de la lucha antidictatorial, y aunque no adoptó una actitud negativa en los primeros meses del gobierno peronista, abriéndose a un acercamiento con las fuerzas revolucionarias, a partir del 12 de junio, cayó en la capitulación total volcando todo su peso en apoyo del ala Gelbard del gobierno y dando la espalda simétricamente a las fuerzas revolucionarias y a la lucha popular en general. El pacifismo, el temor a la justa violencia revolucionaria, la desconfianza en la potencialidad y capacidad de la lucha de masas, la capitulación ante los líderes burgueses, el cretinismo parlamentario, son las formas de manifestación de la perniciosa enfermedad del reformismo que caracteriza en general la actividad del Partido Comunista, y la política de su dirección, que los lleva en determinados momentos a atacar a las fuerzas y actividades revolucionarias sumándose al coro contrarrevolucionario de la burguesía. En la ineludible lucha ideológica contra el cáncer del reformismo, que afecta al Partido Comunista, no debemos olvidar en ningún momento que todos nuestros esfuerzos deben estar orientados a acercar a estos compañeros a las filas revolucionarias, que se trata de una organización popular compuesta por excelentes compañeros, sinceros luchadores socialistas, que pueden y deben ser librados de la enfermedad reformista. La elevación del nivel de conciencia de la vanguardia proletaria y una constante prédica clarificadora entre las más amplias masas armarán al proletariado y al pueblo política e ideológicamente para combatir y matar las enfermedades populistas y reformistas, erradicarlas definitivamente del campo popular, y curar a las organizaciones y compañeros afectados por ellas recuperándolas íntegramente para la causa obrera y popular, la causa de la liberación nacional y el socialismo, la causa de la guerra popular revolucionaria. SITUACIÓN REVOLUCIONARIA Y DOBLE PODER Las tendencias de la lucha de clases argentina que se venían marcando cada vez más nítidamente apuntando hacia el fin del proyecto populista, y el comienzo de un período de grandes enfrentamientos de clase, han comenzado a cristalizar a partir del mes de julio de 1974. Perón, líder de masas, pese a su intransigente defensa de los intereses capitalistas conservaba aún alguna influencia sobre sectores de nuestro pueblo. Poseía autoridad, experiencia y habilidad para mantener a flote el desvencijado barco del sistema capitalista en el tormentoso mar de la lucha obrera y popular; y había logrado restablecer trabajosa y precariamente el equilibrio con la maniobra táctica del 12 de junio. Por eso es que su muerte colocó a la burguesía ante la necesidad de adoptar de inmediato definiciones políticas -que explotadores y opresores deseaban postergar aún por unos meses- con la consiguiente agudización de la crisis interburguesa. Este fenómeno, un notable impulso del auge de las masas, y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, se combinan para configurar el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la apertura de una situación revolucionaria en nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de grandes luchas a partir del cual comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo de la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar victoriosamente el poder a la burguesía y al imperialismo. Pero apertura de una situación revolucionaria, o lo que es lo mismo la existencia de condiciones que hacen posible el derrocamiento del capitalismo y el surgimiento del nuevo poder obrero y popular socialista, que liberará definitivamente a nuestra patria del yugo imperialista y traerá la felicidad a nuestro pueblo trabajador, no quiere decir que ello pueda concretarse de inmediato. Necesariamente se deberá atravesar un período de duras y profundas movilizaciones revolucionarias, de constantes combates armados y no armados, de incesantes avances de las fuerzas revolucionarias, de movilización y efectivo empleo de la mayor parte de los inmensos recursos y potencialidades de nuestro pueblo trabajador. Ese período -que debe contarse en años- será mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y el pueblo, del grado de resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del temple, la fuerza y capacidad del Partido proletario dirigente de la lucha revolucionaria. Prepararnos para resolver correctamente los difíciles problemas que han de plantearse en la situación revolucionaria que se aproxima, consiste en analizar objetivamente las características de nuestro país, la experiencia de nuestro pueblo, la dinámica de la lucha de masas, y en esforzarnos por conocer al máximo la experiencia internacional, es decir la forma en que otros pueblos encararon y resolvieron cuestiones similares a las que se nos presentarán. Configurada una situación revolucionaria, de acuerdo a las enseñanzas marxistas-leninistas, comienza a plantearse en forma concreta, inmediata, el problema del poder, la posibilidad de que el proletariado y el pueblo derroquen a la burguesía proimperialista y establezcan un nuevo poder revolucionario obrero y popular. El momento en que la toma del poder puede ya materializarse es denominada por el marxismo-leninismo crisis revolucionaria, que es la culminación de la situación revolucionaria, el momento del estallido final, momento que debe ser cuidadosamente analizado por el Partido Proletario para lanzar la insurrección armada con las máximas posibilidades de triunfo. Pero entre el inicio de una situación revolucionaria y su culminación en crisis revolucionaria, media un período que puede ser más corto o más largo en dependencia de las características concretas del país. En la URSS la situación revolucionaria se inició en febrero de 1917 y la crisis revolucionaria se presentó en octubre del mismo año. En España la situación revolucionaria se inició en mayo de 1931 y se prolongó durante 8 años en forma de guerra civil abierta hasta la derrota de las fuerzas revolucionarias. En Vietnam se abrió en noviembre de 1940 y culminó con la toma del poder en agosto de 1945. Los ritmos y plazos del desarrollo de la situación revolucionaria están determinados por distintos factores concretos que hacen al grado de descomposición de la burguesía y al poderío de las fuerzas del pueblo, ocupando un lugar destacado el papel del partido revolucionario. En el curso de la situación revolucionaria nace y se desarrolla el poder dual, es decir que la disputa por el poder se manifiesta primero en el surgimiento de órganos y formas de poder revolucionario a nivel local y nacional, que coexisten en oposición con el poder burgués. Una forma típica de órganos de poder dual fueron los soviets o consejos obreros y populares que se organizaron durante la Revolución Rusa, consistentes en Asambleas permanentes de delegados obreros, soldados y otros sectores populares, que asumían responsabilidades gubernamentales, en general opuestos a las intenciones del gobierno burgués. De esta forma las fuerzas revolucionarias se van organizando y preparando para la insurrección armada, para la batalla final por el poder para establecer después del derrocamiento de la burguesía un nuevo poder obrero y popular. Las experiencias de distintas revoluciones, principalmente en China y Vietnam, han ampliado el concepto de poder dual y de insurrección demostrando que una forma de desarrollo del doble poder puede darse con insurrecciones parciales, es decir con levantamientos armados locales que establezcan el poder revolucionario en una región o provincia, las denominadas zonas liberadas. De acuerdo a estas experiencias, el proceso de desarrollo del doble poder en una situación revolucionaria, inseparable del desarrollo de las fuerzas armadas populares, puede surgir como zonas de guerrilla o zonas en disputa para pasar después a bases de apoyo o zonas completamente liberadas y extenderse nacionalmente hasta el momento de la insurrección general. El desarrollo del poder dual está en todos los casos íntimamente unido al desarrollo de las fuerzas militares del proletariado y el pueblo, porque no puede subsistir sin fuerza material que lo respalde, sin un ejército revolucionario capaz de rechazar el ataque de las fuerzas armadas contrarrevolucionarias. Naturalmente que estas fundamentales orientaciones del marxismo-leninismo que iluminan con poderosa luz nuestro camino, no debe ser tomado como un esquema simplista. Es simplemente un poderoso arsenal teórico resultado de decenas de años de experiencias, que debemos tener como punto de referencia para la formulación de nuestra línea, sin olvidar que cada revolución tiene sus particularidades y que el marxismo-leninismo cobra vida y utilidad cuando es aplicado creadoramente a la situación concreta de un proceso revolucionario determinado. El poder dual puede desarrollarse en el presente en nuestra patria tanto en la ciudad como en el campo, siempre sobre la base de una fuerza militar capaz de respaldar la movilización revolucionaria, y merced al despliegue multilateral de todas las potencialidades de nuestro pueblo, lo que significa necesariamente la dirección del Partido marxista-leninista proletario. Estamos frente a un enemigo relativamente fuerte, que cae en la impotencia ante la generalización de la movilización; un enemigo hábil, bien armado y entrenado; un enemigo relativamente disperso que adquiere fuerza cuando puede concentrarse; un enemigo brutal y sanguinario; un enemigo cuya fuerza principal, las FF.AA. contrarrevolucionarias, tiene el talón de Aquiles del servicio militar obligatorio, que hace posible un rápido y demoledor trabajo político en la masa de soldados; un enemigo políticamente débil, con serias disensiones internas y enmascarado aún en la "legalidad" parlamentaria. Contamos con un poderoso y combativo movimiento de masas vertebrado por el proletariado industrial, extendido en todo el país, con experiencia de lucha; contamos con una amplísima vanguardia proletaria inclinada hacia la revolución, ávida de ideas socialistas y deseosa de contar con una sólida organización revolucionaria; contamos con un estudiantado combativo y un campesinado pobre dispuesto a luchar; contamos con fuerzas guerrilleras urbanas y rurales, aún pequeñas pero bien organizadas y relativamente fogueadas; contamos con numerosas y extensas organizaciones de masas que engloban a la mayor parte de los trabajadores del país; contamos finalmente con un aguerrido partido revolucionario que crece y se consolida diariamente, aunque aún está limitado por distintos déficits, fundamentalmente su debilidad numérica y su limitada vinculación con las masas proletarias y trabajadoras en general. A partir del cordobazo y basándose en experiencias anteriores menores, nuestro pueblo tiende a insurreccionarse localmente, tiende a movilizarse aquí y allá, tomar sectores de ciudades y poblaciones, erigir barricadas y adueñarse momentáneamente de la situación rebasando las policías locales y provinciales. Por eso podemos afirmar que en Argentina, en un período inicial, el doble poder ha de desarrollarse en forma desigual en distintos puntos del país, es decir que han de surgir localmente formas y órganos de poder obrero y popular, permanentes y transitorios, coexistiendo con el poder capitalista, enfrentándolo constantemente bajo el formidable impulso de la movilización de masas. FORMAS DEL PODER LOCAL. El problema práctico que nuestro pueblo debe resolver a partir de la nueva situación, es lograr paso a paso la acumulación de fuerzas necesarias para la lucha final por el poder estatal que debemos arrancar de manos de la burguesía. Esa fundamental cuestión se resolverá en la situación revolucionaria que comenzamos a vivir, con el desarrollo del poder dual, tanto en su forma general de oponerse a ciertos planes del gobierno burgués e imponer las soluciones obreras y populares a determinadas situaciones en base a enérgicas movilizaciones de masas, llegando de esa manera a la constitución transitoria de órganos de poder a nivel general, como en su forma de poder local, manifestación principal del poder dual, en todo el próximo período, punto de partida sólido para una gigantesca acumulación de fuerzas revolucionarias. La lucha popular es desigual. Se desarrolla parcialmente, en un lugar de una manera, en otro de otra, en un lugar en un momento en otro en otro momento. Necesitamos que todas esas luchas que se dan en distinto tiempo y lugar y con una fuerza y alcances diferentes, den siempre por resultado un aumento de la fuerza de todo el pueblo, que se vayan acumulando, hasta el momento que sea oportuno lanzar el ataque final, en todo el país y con todas las fuerzas disponibles, para llevar al triunfo la insurrección armada obrera y popular. Pongamos un ejemplo. En una fábrica grande se inicia una lucha reivindicativa o antiburocrática, que enseguida choca no sólo con la empresa y la burocracia sindical, sino también con la policía, con el Ministerio de Trabajo, en una palabra con el gobierno burgués y sus fuerzas represivas. El sindicato o comisión interna que dirige la lucha, moviliza a todos los trabajadores, gana un primer conflicto y amplía su fuerza. Si esa lucha se mantiene ahí, inevitablemente tenderá a debilitarse porque como es aislada, el enemigo puede combatirla pacientemente. Después de un tiempo, en el curso del cual se dan nuevas movilizaciones, la "santa alianza" enemiga (empresa, burocracia, fuerzas represivas y gobierno), lanza su contraofensiva, y muchas veces, la vanguardia obrera, influida por el espontaneismo, el populismo, el reformismo, o simplemente por falta de orientación política, es derrotada por no animarse a luchar, a veces, o por dar una batalla desesperada. En cambio actuando correctamente, en el caso que damos como ejemplo hipotético, el sindicato o Comisión Interna clasista, al hacer conciencia de la situación revolucionaria que vivimos, comprenderá que el eje de sus esfuerzos debe dirigirse a acumular fuerzas. De esa manera, ante el primer triunfo, se preocupará inmediatamente para tomar los demás problemas de la población, acercarse a las organizaciones villeras y barriales, a otros sindicatos y comisiones internas, y fundamentalmente participará y alentará a los activistas a participar en la construcción de las fuerzas revolucionarias, las células del PRT, las unidades del ERP, el Frente Antiimperialista. Ello ha de llevar enseguida al surgimiento de formas de poder local, a encarar la solución soberana de los distintos problemas de las masas locales. Avanzar hacia el desarrollo del poder local primero enmascarado y después abierto como veremos enseguida es el paso que media entre la lucha parcial de masas y la insurrección general, paso que es necesario dar desde ahora en todos los lugares en que sea posible. Constituir órganos abiertos de poder local no puede ser un hecho aislado ni espontáneo. El enemigo en cuanto tenga conocimiento de que en un barrio, en una localidad o una ciudad el pueblo se ha organizado por sí solo y comienza a resolver a su manera los problemas de la producción, de la salud, de la educación, de la seguridad pública, de la justicia, etc., lanzará con furor todas las fuerzas armadas de que pueda disponer con la salvaje intención de ahogar en sangre ese intento de soberanía. Por ello el surgimiento del poder local debe ser resultado de un proceso general, nacional, donde aquí y allá, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste, comiencen a constituirse organismos de poder popular comiencen las masas a tomar la responsabilidad de gobernar su zona. Esa multiplicidad y extensión del poder local dificultará grandemente las posibilidades represivas y hará viable que unidades guerrilleras locales de pequeña y mediana envergadura defiendan exitosamente el nuevo poder. La movilización de las masas apunta en nuestro país en esa dirección. La actividad consciente de los revolucionarios hará posible que el proceso de surgimiento y desarrollo del poder local, punto de partida para disputar nacionalmente el poder a la burguesía proimperialista, evolucione armónicamente, exitosamente. A partir de la lucha reivindicativa está hoy planteado en Argentina, en algunas provincias, en algunas ciudades, en algunas zonas fabriles y villeras, la formación de órganos embrionarios de poder popular. Pero, en general en lo inmediato no es conveniente dar un paso que atraerá rápidamente la represión contrarrevolucionaria. En esos casos puede avanzarse enmascarando hábilmente tras distintas fachadas el ejercicio del poder popular. En una villa, por ejemplo, bajo el enmascaramiento de la Asociación Vecinal, pueden organizarse distintas comisiones que encaren el problema de la salud, de la educación, de la seguridad, de la justicia, de la vivienda, etc., con una orientación revolucionaria, mediante la constante movilización de toda la villa, teniendo como objetivo central la construcción de sólidas fuerzas revolucionarias políticas y militares. En un pueblo de Ingenio Azucarero igual papel podría jugar el Sindicato. Pero esto sólo como pasos iniciales de los que habrá que pasar en el momento oportuno a la organización de una Asamblea o Consejo local que se constituya oficialmente como poder soberano de la población de la zona. En el campo, donde la presencia directa del estado capitalista es relativamente débil, el desarrollo del poder local será más rápido y más efectivo, en cuanto estará en condiciones de brindar desde el comienzo sustanciales mejoras a las masas. Pero su enmascaramiento será más difícil y recibirá inicialmente los más feroces ataques del enemigo. Establecer órganos de poder local en el campo sólo será posible con el respaldo de unidades guerrilleras medianas capaces de rechazar exitosamente los ataques del Ejército Contrarrevolucionario. UNIDAD Y MOVILIZACIÓN POPULAR: EL FRENTE ANTIIMPERIALISTA No hay posibilidades de avanzar sólidamente en el desarrollo del poder local sin constantes avances en la unidad y movilización más amplia de las masas populares. Este es un problema crucial que será resuelto mediante una sabia combinación de avances en la movilización política de masas por abajo con una correcta política de acuerdos entre las distintas organizaciones obreras y populares6. La movilización patriótica y democrática de las más amplias masas del pueblo argentino tiene ya una importancia fundamental. Aprovechando todos los resquicios legales, la lucha democrática, patriótica, antiimperialista, constituye un segundo frente desde el que se hostigará al régimen capitalista-imperialista desplegando con energía la violencia política de todo el pueblo, impulsando la intervención de las más amplias masas en la lucha revolucionaria, garantizando la íntima vinculación de las fuerzas políticas y militares clandestinas con el conjunto del pueblo trabajador, fuente inagotable de recursos morales y materiales para las necesidades de la guerra popular. La unidad y movilización patriótica de todo el pueblo requiere la construcción de una herramienta política orgánica que la centralice, organice, impulse y oriente. Es el Ejército Político de las masas, el Frente Antiimperialista que es necesario organizar en el curso mismo de la movilización, como propulsor y resultado de la intensa actividad política, legal, semilegal y clandestina de las más amplias masas populares. Este Frente Antiimperialista, a partir de experiencias como la del FAS, debe enraizar orgánicamente en las masas con su política patriótica y revolucionaria, contener en su seno la mas amplia gama de organizaciones representativas, partidos y corrientes políticas socialistas, peronistas, radicales, cristianos, etc., sindicatos y agrupaciones sindicales antiburocráticas, centros y federaciones estudiantiles, uniones, ligas y federaciones campesinas, asociaciones y federaciones villeras y barriales, federaciones de aborígenes, organizaciones juveniles y femeninas, comisiones de solidaridad con los presos, etc. etc. No es ésta una tarea sin dificultades. Requiere partir de un amplio espíritu unitario, solidario y de servicio incondicional a la causa del pueblo. Pero la heterogeneidad social del Frente Antiimperialista producirá sin duda dificultades y luchas interiores que necesitan un tratamiento paciente y constructivo. Unidad frente al enemigo y lucha ideológica y política en el interior de la alianza, es una característica esencial del Frente Antiimperialista porque desde el momento que agrupa o tiende a agrupar al conjunto del pueblo, a la clase obrera, la pequeña burguesía urbana, el campesinado pobre y los pobres de la ciudad, y en ciertos períodos hasta sectores de la burguesía nacional media, contra el enemigo común, no puede evitarse una aguda lucha de clases en su seno. Pero esta lucha de clases tiene un carácter ideológico y político pacífico, que puede y debe resolverse sin la ruptura de la unidad; es una contradicción no antagónica en el seno del pueblo que puede y debe solucionarse mediante la crítica, la autocrítica y la educación revolucionaria. Sin embargo tiene una importancia capital, porque sólo la hegemonía del proletariado en la conducción del Frente Antiimperialista puede garantizar la persistencia de una correcta línea de movilización de masas y desarrollo del poder local en el marco de la victoriosa política de guerra revolucionaria. Ese mismo Frente Antiimperialista que debemos construir a partir de la experiencia del FAS y otras organizaciones similares, es quien deberá motorizar la organización del poder local, tomando en sus manos, a partir del consenso popular, la organización de las masas de la zona y la construcción de los consejos o asambleas soberanas con delegados de los distintos sectores de la población. Para ello se requiere pericia, preparación, intercambio de experiencias y un trabajo revolucionario bien organizado que prevea las distintas cuestiones relacionadas, que forme los cuadros necesarios, etc. etc. El Frente Antiimperialista debe reunir y organizar los inmensos recursos de las más amplias masas y colocarlos al servicio de la lucha revolucionaria por el poder, del desarrollo del poder local, hacia la preparación de la victoriosa insurrección general del pueblo argentino. La unidad y movilización patriótica de nuestro pueblo se agigantará paralela al desarrollo de la lucha reivindicativa de las masas y de la creciente envergadura de las actividades revolucionarias clandestinas políticas y militares. El conjunto de estas luchas, que interrelacionadas constituyen la aplicación de una línea de guerra revolucionaria, permitirán poner de pie a centenares de miles de argentinos que apoyados por millones constituirán una poderosa fuerza revolucionaria capaz de derrotar a los capitalistas, a sus fuerzas armadas contrarrevolucionarias y despojarlos definitivamente del poder. Capaz de establecer un Gobierno Revolucionario Obrero y Popular, de destruir en sus cimientos el sistema de explotación y opresión burgués-imperialista, e iniciar la construcción de la Nueva Patria Socialista, abriendo así un largo período de libertad y felicidad para nuestro querido pueblo. LA CONSTRUCCIÓN DEL EJERCITO DEL PUEBLO. Después de más de tres años de combate urbano, nuestro pueblo ha iniciado la construcción de unidades guerrilleras urbanas y rurales estructuradas en una perspectiva de fuerzas regulares. A partir de esa experiencia y de los recursos acumulados, los argentinos estamos hoy en condiciones de avanzar con rapidez en la construcción de un poderoso ejército guerrillero. En un primer período inmediato que posiblemente lleve varios años, debemos abocarnos a la organización de unidades locales pequeñas y medianas, a nivel de compañía, batallón y regimiento, íntimamente unidas al desarrollo del poder local, capaces de enfrentar triunfalmente, con el apoyo de la población, cualquier ataque de las fuerzas represivas. De esas unidades locales han de surgir en el futuro, las brigadas y divisiones del Ejército Revolucionario del Pueblo regular que respaldará la victoriosa insurrección general del pueblo argentino. Como parte del ejercicio soberano del poder por el pueblo en determinadas zonas, se crearán milicias de autodefensa obreras y populares que al encargarse progresivamente por sí solas de garantizar efectivamente la defensa de su zona ante los embates represivos, harán posible que las compañías, batallones y regimientos guerrilleros se liberen de sus obligaciones locales y avancen en su transformación en brigadas y divisiones regulares, brazo de acero del pueblo revolucionario. La formación de las milicias de autodefensa, fuente asimismo de combatientes y cuadros militares para las fuerzas regulares, es un problema serio, delicado, que exige una política prudente, reflexiva, consistente. Los espontaneistas, con su irresponsabilidad y ligereza característica gustan plantear sin ton ni son ante cada movilización obrera y popular por pequeña y aislada que sea, la formación inmediata de milicias de autodefensa. Naturalmente que para ellos es sólo una palabra con la que pretenden colocarse a la izquierda de nuestro Partido en el terreno de la lucha armada y no existen riesgos de que lleguen a concretarlo. Pero sectores proletarios y populares de vanguardia, plenos de combatividad, pueden caer bajo la influencia de esta hermosa consigna y llegar a la formación apresurada de tales milicias exponiéndose y exponiendo prematuramente a sectores de las masas a los feroces golpes de la represión con resultados contraproducentes. Las milicias de autodefensa son parte esencial en el armamento obrero y popular, constituyen sólidos pilares en la edificación de las fuerzas armadas revolucionarias, pero por su amplio carácter de masas sólo pueden surgir de una profunda y total movilización del pueblo en zonas de guerrilla o zonas liberadas. En la construcción de las fuertes unidades guerrilleras del presente, esfuerzo que se nutrirá del generoso aporte de la clase obrera y el pueblo, tienen responsabilidad fundamental las actuales organizaciones y grupos armados, principalmente nuestro ERP que cuenta con mayor experiencia de combate. Unificar los esfuerzos de edificación guerrillera luchando contra la dispersión, el sectarismo y el individualismo es una tarea que tenemos por delante y que correctamente solucionada facilitará la formación de las unidades necesarias, al centralizar todos los recursos disponibles. Porque construir una fuerza militar como la que necesitamos, más aún en las condiciones de dominación capitalista y frente a un enemigo relativamente poderoso, es una tarea realizable pero difícil y compleja. Es una tarea perfectamente realizable como nos ha demostrado la experiencia al llegar ya a la constitución de compañías que con su logística (servicios) incluyen más de un centenar de combatientes y tienen mayor capacidad de combate que las unidades similares del ejército opresor, y como nos demuestra la gloriosa experiencia vietnamita en que en un país de 15 millones de habitantes frente a un ejército de ocupación de más de un millón de hombres, lograron liberar más del 90 porciento del país, defender esas zonas liberadas con milicias de autodefensa y construir poderosas divisiones que aniquilaron -sin contar con aviación- a las mejores tropas norteamericanas obligando a retirarse derrotado al ejército contrarrevolucionario más poderoso de la tierra. Pero si bien es posible, requiere grandes sacrificios, enormes recursos y mucha destreza, requiere el aporte decidido de la clase obrera y el pueblo, la unificación de los esfuerzos revolucionarios, una correcta política de masas y una sabia línea militar de masas. En una palabra requiere la activa participación de amplios sectores de la clase obrera y el pueblo, el aporte de distintas corrientes populares y la firme dirección de un partido marxista-leninista de combate. EL PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES "Si la guerra de liberación del pueblo vietnamita ha sido coronada por una gran victoria, ha sido gracias a los factores que acabamos de enumerar, pero ante todo porque fue organizada y dirigida por el Partido de la clase obrera: El Partido Comunista Indochino hoy convertido en Partido de los Trabajadores de Vietnam. Fue éste el que, a la luz del marxismo-leninismo, procedió a un análisis certero de la sociedad vietnamita y de la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros, para definir las tareas fundamentales de la revolución nacional democrática popular y decidir el comienzo de la lucha armada y la línea general de la guerra de liberación: la resistencia prolongada, la libertad por el propio esfuerzo. Resolvió certeramente los diversos problemas planteados por la organización y la dirección de un Ejército Popular, de un poder popular, de un Frente Nacional Unido. Inspiró al pueblo y al ejército un espíritu revolucionario consecuente e inculcó a toda la nación la voluntad de superar todas las dificultades, soportar todas las privaciones y llevar hasta el fin la larga y dura resistencia"7 . Los argentinos contamos también con el núcleo fundamental de un Partido similar, del partido proletario de combate que llevará al triunfo nuestra revolución antiimperialista y socialista. Es el PRT, forjado en nueve años de dura lucha clandestina, antidictatorial, antiimperialista y anticapitalista, que cuenta hoy día con sólida estructura nacional, varios miles de miembros activos, varios centenares de cuadros sólidos, tradición y experiencia de combate, correcta línea política estratégica y táctica, marcadas características y moral proletaria y una profunda determinación de vencer afrontando todos los sacrificios necesarios. Pero nuestro Partido encuentra aún grandes dificultades para cumplimentar eficazmente su misión revolucionaria. Ello se debe principalmente a insuficiencias en la penetración orgánica en el proletariado fabril, débil composición social que alcanza a sólo a un 30 porciento de obreros fabriles, insuficiente habilidad profesional en la ejecución de las tareas revolucionarias y limitado número de miembros organizados. En el curso de las presentes y futuras luchas del proletariado y el pueblo, nuestro Partido sabrá conquistar la total confianza de la vanguardia obrera y popular, despertar y canalizar la decisión revolucionaria de los mejores hijos de nuestro pueblo para superar sus limitaciones actuales y responder cabalmente a sus responsabilidades, ejecutar con honor su papel de motor, centralizador y dirigente del conjunto de la lucha revolucionaria. La construcción del PRT, tarea capital de todos los revolucionarios argentinos, principalmente de los obreros de las grandes fábricas, pasa por el desarrollo de las zonas y de los frentes fabriles. Formar células en las grandes fábricas, influir o dirigir la lucha reivindicativa del proletariado, llegar constantemente con hábil propaganda de Partido al conjunto de los obreros fabriles, incorporar y organizar en el Partido decenas de obreros en cada fábrica grande, es el punto de partida actual para el sano e impetuoso desarrollo necesario, para que el PRT esté en condiciones de jugar su rol dirigente y organizador. De las grandes fábricas saldrán el grueso de los principales cuadros y dirigentes de nuestro Partido, como han salido parcialmente hasta hoy. Como se ve todo este esfuerzo no depende sólo de la constancia y voluntad de nuestros militantes; tienen también enorme responsabilidad los elementos de vanguardia del proletariado, cuya conciencia, fidelidad a la causa y firme determinación serán decisivos en la construcción del Partido que necesitamos. Porque el PRT padece de una gran escasez de cuadros, la disposición de los elementos de vanguardia a organizarse por su propia cuenta es vital para conseguir rápidos avances en la multiplicación de nuestras fuerzas revolucionarias. Cada obrero de vanguardia, cada revolucionario de origen no proletario, cada nuevo compañero que se ligue a nuestra organización, tiene la responsabilidad de aportar lo máximo de si en su rápida integración y en la construcción de las células de su frente fabril o de su zona. Con el cálido respaldo de nuestro pueblo y la decidida intervención de la vanguardia obrera y popular, el PRT aumentará sustancialmente sus fuerzas en el próximo período, y se pondrá en condiciones de dar solución en la práctica a los complejos problemas de nuestra revolución. NUESTRA REVOLUCIÓN TRIUNFARA En este breve folleto hemos visto como se sostiene la burguesía en el poder utilizando tanto el engaño como la represión, sirviéndose hoy del parlamentarismo, mañana del bonapartismo militar. Hemos visto como en la actualidad, fracasado el intento parlamentario peronista, la burguesía se apresta a intentar un nuevo engaño con un golpe o autogolpe militar de tinte peruanista. Hemos llegado a la conclusión de que debemos lograr a toda costa que nuestro pueblo no vuelva a caer en el engaño y en lugar de abrigar esperanzas en los militares sepa desde el principio que la lucha revolucionaria debe continuar e intensificarse. Hemos visto más adelante, que estamos ante la apertura de una situación revolucionaria en la cual la lucha por el poder comienza a ser posible. Hemos visto finalmente que el camino para avanzar hacia la conquista del poder por medio de la insurrección armada general del pueblo argentino, pasa por el desarrollo del poder dual, por el poder local en las zonas de guerrillas y zonas liberadas, por la unidad y movilización de todo el pueblo, por la construcción de un Frente Antiimperialista de masas, un poderoso ejército guerrillero y un sólido Partido Marxista-Leninista de combate, el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Estas sencillas y fundamentales conclusiones que iluminan nuestra actividad futura; estas inmensas posibilidades y responsabilidades de la actual generación de revolucionarios argentinos, es una semilla que germinó regada por la generosa sangre de más de un centenar de héroes y mártires caídos en el combate, en la tortura o en el frío asesinato policial y militar. Ellos son la expresión máxima de combatividad y entrega revolucionarios de nuestro pueblo, del heroísmo del pueblo argentino, que ha logrado abrir ya un ancho y seguro camino para el triunfo de la revolución socialista y antiimperialista: el victorioso camino de la guerra popular revolucionaria. Nos esperan arduas tareas y grandes sacrificios. Hemos de lanzarnos a afrontarlas plenos de determinación revolucionaria, de fe en la capacidad y decisión de nuestro pueblo, de confianza en el seguro triunfo de nuestra revolución. De hoy en más, menos que nunca, no habrá sacrificios vanos, esfuerzos desperdiciados, esperanzas frustradas. Sabemos por qué y cómo combatir, contamos con las herramientas básicas que necesitamos, sólo nos resta afilarlas y mejorarlas incesantemente, ser cada día más hábiles en su empleo, conseguir que nuevos y numerosos contingentes de militantes en todos los puntos del país, utilicen con vigor esas mismas herramientas revolucionarias. Al igual que en la guerra de la primera independencia los revolucionarios argentinos no estamos solos. La responsabilidad de expulsar al imperialismo yanqui de América Latina y derribar el injusto sistema capitalista es compartida por todos los pueblos latinoamericanos y cuenta con el apoyo y la simpatía de todos los pueblos del mundo. Más no solamente por enfrentar al mismo enemigo estamos hermanados. Nuestro Partido ha llegado ya a la convergencia teórica y práctica, a la unidad, con el MLN Tupamaros de Uruguay, el MIR de Chile, el ELN de Bolivia, en la Junta de Coordinación Revolucionaria. En la mayor parte de los países capitalistas latinoamericanos sometidos a la dominación del imperialismo yanqui, los pueblos mantienen una lucha enconada y han acumulado valiosas experiencias revolucionarias. Es cierto que se han sufrido dolorosas derrotas en la mayoría de nuestros países. Pero esas mismas derrotas han sido fuente de profundas reflexiones, de fundamentales aprendizajes, y en el seno de las masas y de sus vanguardias maduran dinámicos elementos que anuncian la generalización de un poderoso auge de luchas revolucionarias en varios de nuestros países, favorecido por la profunda crisis de la economía capitalista latinoamericana. Tal es el marco en que se librará la lucha revolucionaria en nuestra patria, enriquecida y apoyada por el desarrollo paralelo de similares experiencias de nuestros hermanos latinoamericanos. Como San Martín y Bolívar y como el Che, como revolucionarios latinoamericanos, los mejores hijos de nuestro pueblo sabrán hacer honor a nuestras hermosas tradiciones revolucionarias, transitando gloriosamente sin vacilaciones por el triunfal camino de la segunda y definitiva independencia de los pueblos latinoamericanos. Los guevaristas argentinos: Mario Roberto Santucho |
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