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¡...Ilusos! (Algunas reflexiones a propósito
de la guerra de Irak)
x Josep S. R.
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INTRODUCCION
Debería rectificar el subtitulado. Es evidente que no se trata
de una guerra. Tampoco lo fue la de Afganistán ni la de los Balcanes
aunque se definieron como tales enmascaradas bajo la apariencia de guerra
?antiterrorista? o ?humanitaria?. Por primera vez en la Historia se
planea una guerra (un saqueo) donde en el primer acto de la contienda
se exige el desarme incondicional del ejército enemigo. Donde
el segundo acto será, si no se aviene a ello, el bombardeo con
toneladas de bombas y misiles lanzados desde centenares de kilómetros
de distancia, es decir, sin defensa posible. Antes, las llamadas e-bombas
o bombas eléctricas ya habrían anulado completamente toda
la tecnología civil y militar de Irak. El tercer acto será
el de la rendición. En el supuesto caso de que las tropas de
invasión encontraran resistencia y la rendición se prolongara,
un bombardeo con artefactos atómicos (mini-bomba atómica)
acabaría rápidamente con la contienda.
Debería rectificar también el subtitulado porque no se
trata de una guerra específica contra Irak. Es solo un nuevo
escenario de confrontación de una guerra mucho más global
que va a desenvolverse en otros territorios durante un espacio de tiempo
prolongado. Bush la llamó ?la guerra duradera?. A los ciudadanos
del mundo que anhelamos la paz no nos puede cegar la vana ilusión
de detener una guerra que ya nos ha sido declarada. En las guerras de
facto declaradas solo existe la derrota o la victoria.
Afganistán fue sin duda el primer escenario abiertamente manifiesto
de esta guerra, que como un fantasmagórico circo ambulante, irá
desplazándose a otros lugares del Planeta. Yugoslavia fue su
preludio. Pero esta declaración de guerra global ya fue decidida
y minuciosamente planificada mucho antes. Tras la caída del muro
finalizaron los años en los que la disputa del mundo entre las
dos grandes potencias mundiales (que bajo la amenaza de la autodestrucción
mutua estuvieron obligadas a coexistir) fue la que determinó,
condicionó o postergó cualquier contienda. Solo cuando
se derrumbó el enemigo soviético que litigaba por el dominio
del mundo se pudo dar la orden de partida de las legiones para su conquista.
Solo entonces el nuevo Imperio pudo lanzar un ultimátum a los
antiguos aliados protegidos y amparados por los EEUU (que servían
de contención fronteriza con la URSS): asentir y participar con
él en las expediciones de conquista y saqueo o atenerse a las
consecuencias. Unirse al Imperio o enfrentarse con él.
La rendición de los vencidos (los desarmados) es siempre incondicional
y en términos extremadamente claros: la vida (bajo condiciones
de sumisión) o la muerte (sin el menor atisbo de escrúpulos
ni piedad). Se vuelve a practicar la misma y la única ley que
ha regido en todas las sociedades humanas: la ley de la fuerza.
No existe otra ley.
La Humanidad que necesita establecer un nuevo orden social acorde con
sus necesidades de supervivencia y progreso deberá tomar nota
de ello. Los desfiles festivos y carnavalescos nunca han acabado con
los tiranos. Los cantos pacíficos nunca han vencido a las acciones
de los criminales. Sin acabar con ellos, sin derrotar a las fuerzas
que defienden las distintas formas de propiedad en la que sustentan
su ladronicio, nunca estaremos en condiciones de construir una sociedad
en la que el conocimiento humano pueda anteponer la cordura, la colaboración,
la solidaridad, el apoyo mutuo a la lucha violenta y fratricida de las
épocas del pasado.
Que los ilusos de buena voluntad reflexionen. Puede ayudarles a ello
la lectura del libro del filósofo alemán Günther
Anders, pacifista hasta sus 85 años y que hoy aboga por la acción
incluso violenta si no hay otra alternativa. En el libro "Estado
de sitio o legítima defensa", escribe:
"De todas maneras considero ineludible que a todos aquellos que
tienen el poder y nos (un nos millones de veces) amenazan, los asustemos.
No nos queda otro camino que contestar a sus amenazas con amenazas y
hacer inefectivos a todos aquellos políticos que con toda irresponsabilidad
y por intereses egoístas llevan al mundo a la muerte. Ojalá
que la amenaza en sí pueda ya de por sí asustarlos".
Y más adelante a proposito de las manifestaciones y actos de
protesta pacíficos?.". No son acciones serias, sólo
son "happenings". No son acciones, son apariencias. Una cosa
es aparentar y otra es ser. Los que hicimos esas acciones creímos
haber traspasado la frontera de la mera teoría, pero éramos
sólo actores, en el sentido teatral. Hacíamos teatro por
miedo a actuar verdaderamente. Teatro y no- violencia son parientes
muy cercanos".
En una gran alarde de cinismo algunos caciques europeos creen que es
posible el saqueo (y el reparto del saqueo) previa la rendición,
sin necesidad del segundo acto. ¡¡¡Es innecesario!!!,
exclaman. Podemos repartirnos pacíficamente el botín.
Pero Bush decidió tomar en sus manos el liderazgo del saqueo
y ser él el repartidor: ?Quien parte y reparte se queda con la
mejor parte? dice el refrán popular. Él es el Cesar del
nuevo Imperio sobre la Tierra. Se terminaron los saqueos ?por libre?.
Se terminaron las expediciones de centenares de pequeños piratas
y filibusteros cada uno por su cuenta. Ahora una única y gran
barcaza liderará la piratería global.
En un gran alarde de cinismo los viejos mercaderes europeos siguen
pensando que con dinero pueden seguir comprando el petróleo en
manos de tiranos sin importarles su ralea, de la misma manera que con
el dinero compraron parlamentos, jueces, políticos o periodistas.
Siguen sin comprender que en este periodo de colapso capitalista, la
diosa- fuerza pisoteará al dios-dinero.
Pero estas situaciones no son hechos casuales ni excepcionales. Estamos,
otra vez, en momentos históricos cruciales pero repetidos centenares
de veces.
EL IMPERIO DE BUSH O EL IMPERIO DE LA HUMANIDAD
Resulta cada vez una tarea más difícil, ante unos acontecimientos
que se precipitan con rapidez, cerrar los ojos a la realidad. Son tiempos
en los que se desmoronan los viejos ideales y preceptos filosóficos
en los que se sustentaron las sociedades democráticas regidas
por el dios dinero. Es el fin de las antiguas ideologías y de
la política palaciega en las manos del poder. Los hechos se desarrollan
implacables y como en otros periodos de crisis anunciadores de grandes
cambios, la acción desmorona los grandes principios y la fuerza
vence al derecho y a la justicia . Las charlatanerías moralistas
y sensibleras son acalladas por la fuerza de las legiones imperiales.
Solamente la acción decidida de los pueblos podría cambiar
el rumbo de la Historia en otro sentido. Porque, no seamos ilusos, la
Historia no se puede detener. La irreversible unificación del
mundo frente a las viejas separaciones y parcelaciones territoriales
lo hará el Imperio de la Humanidad o el Imperio de los poderosos
que consigan adueñarse para su provecho privado hasta del último
rincón del Planeta. Lo hará la Humanidad despojándose
de sus respectivos poderes tiranos, aboliendo las fronteras y las naciones,
aunando sus esfuerzos, juntando medios y recursos patrimoniales a favor
de la vida... o por el contrario lo hará un Cesar todopoderoso
que impondrá su Ley y su Fuerza a un mundo sometido. El camino
que conduce a Alejandro, a Napoleón, al César.... es un
camino que tarde o temprano toda cultura dominante está dispuesta
a recorrer. Poco importan los Lula, Chirac, Simeón de Bulgaria,
Juan Carlos I, Mohamed de Marruecos, la reina de Inglaterra, Sadam,
o el propio Bush. La historia de las ambiciones privadas por el dominio
del mundo desembocan en el advenimiento del Imperio.
Es en este sentido que los hechos avanzan implacablemente.
El camino emprendido por el Imperio Bush representa una gran derrota
y un gran sufrimiento para la Humanidad. Es un camino estéril
y condenado al fracaso. Nunca será capaz de contener la rebeldía
y las ansias de libertad, paz y bienestar de los seres humanos. El camino
hacia el Imperio de la Humanidad sobre la Tierra no se podrá
detener.
El ?modelo de progreso? que Bush pretende imponer a la Humanidad, terminando
definitivamente con otros ?modelos? que la Historia demostró
caducos, está inevitablemente condenado al fracaso. Solamente
la utilización colectiva (no privada) de los recursos de la Tierra
puede representar una esperanza. Ningún cambio en la forma de
apropiación (sea privada, estatal, de grupo, o imperial) de los
recursos supone la más mínima brizna de cambio para los
ciudadanos del mundo.
Solamente un nuevo ?modelo de progreso? impuesto por la Humanidad para
su bienestar colectivo basado en la declaración patrimonial de
las riquezas de la Tierra representa una esperanza.
Pero quienes se opongan al camino de Bush intentando mantener sociedades
divididas y enfrentadas, sustentadas en el ?libre derecho a la propiedad
de unos? en donde esta legalizado de facto el derecho al robo, al saqueo,
a la corrupción o a la especulación de auténticas
dinastías territoriales , endogámicas y mafiosas (tanto
bajo formas democráticas como dictatoriales) representan también
un gran desastre para la Humanidad. Este periodo histórico ya
lo hicimos y se demostró como el causante de grandes guerras
y luchas fratricidas que solamente beneficiaron a los poderosos que
aumentaron y concentraron su poder. La primera y la segunda Guerra Mundial
decidieron en manos de que potencias capitalistas se realizaría
el reparto del mundo. El derrumbe de la URSS y la actual guerra de Bush
deciden la potencia hegemónica que terminará este proceso.
Pero quienes se opongan al camino de Bush intentando defender los antiguos
principios de la no injerencia y la libre determinación de los
pueblos, proponen también un gran engaño a la Humanidad.
Tales derechos hace mucho tiempo que fueron en la práctica abolidos.
Auténticos gestores o administradores (capataces) de los intereses
de las grandes compañías transnacionales han sido colocados
o derrocados en cualquier país del mundo, sin importar la forma
que tomara el Estado. Se apoyaron tanto reyezuelos como dictaduras militares,
mafias de la droga, repúblicas bananeras, jeques feudales, líderes
religiosos o democracias representativas. Los más antiguos y
acabados regímenes parlamentaristas fueron sin duda alguna los
que protagonizaron sin el menor escrúpulo las mayores atrocidades
intervencionistas. Se intervino militarmente en centenares de ocasiones.
Se armaron a grupos guerrilleros, a mafias locales o se pagaron a auténticos
ejércitos de mercenarios. La no injerencia nunca fue respetada.
Trabajo sucio decidido y organizado ?por hombres con frac? desde los
salones palaciegos, castillos o capillas vaticanas. Los Parlamentos
asintieron y aplaudieron siempre las decisiones de los ?salvadores?
de la patria.
La Sociedad de las Naciones ya había proclamado en su carta
fundacional (artículo 22): ?En aquellas colonias y territorios
que, como una consecuencia de la última guerra ?se refieren a
la Gran Guerra-, han dejado de estar bajo la soberanía de los
Estados que los gobernaban ?se refieren a los Estados perdedores- ,
y que se hallan habitados por pueblos incapaces de subsistir aún
por sí mismos, será aplicado el principio de que bienestar
y desarrollo constituye un depósito sagrado confiado a la civilización.
El mejor método de llevar a la práctica este principio
consiste en confiar la tutela de aquellos pueblos a las naciones adelantadas
que, por razón de sus recursos, su experiencia y su posición
geográfica, pueden cubrir mejor esta responsabilidad?.
La Sociedad de las Naciones abrió un nuevo periodo donde se
volverían a dirimir cuales serían las ?naciones adelantadas?
que llevarían a cabo este principio. La Segunda Guerra Mundial
lo dilucidó. La Organización de las Naciones Unidas (con
el derecho a veto de las potencias ganadoras) fue el nuevo marco en
el que este ?sagrado principio? rigió el orden internacional.
Un nuevo marco internacional debe conducir, en el siglo XXI, a un nuevo
orden internacional donde ya no existen en la práctica potencias
ganadoras en disputa. La Organización de las Naciones Unidas
ya no juega este papel. El acta de su defunción la firmará
Bush o la firmaremos los ciudadanos del mundo.
El peligro de una guerra entre las grandes potencias se terminó
con la caída de la URSS. Persistir en esta contienda sería
volver al pasado. Bush propone con claridad meridiana que los EEUU lideren
definitivamente este proceso. Por esto insiste en la caducidad de la
vieja Europa de las Naciones. Las guerras territoriales ?privadas? han
acabado aunque los soberanos franceses insistan en sus intentos de hegemonía
africana (aún en competencia con otros miembros de la Unión
Europea) o los soberanos alemanes vuelvan a repetir sus intentos de
expansión hacia el Este (en los antiguos territorios de la URSS
o con pactos con Rusia).
Es absolutamente ilusorio oponerse al Imperio Bush proponiendo el retorno
a la sociedad de las Naciones o de las alianzas entre naciones.
La creación y consolidación de unas alianzas entre poderes
económicos, aún inscritos en marcos nacionales, confrontados
con el Imperio representaría una nueva vuelta atrás en
la Historia y un nuevo periodo de penurias y sufrimiento para la Humanidad.
Nada de esto sería posible sin un nuevo renacer del ?patriotismo
nacional-chovinista? (como ocurrió en los momentos que precedieron
a las guerras mundiales) ni tampoco sin un inmenso rearme disuasorio
(como también ocurrió entonces cuando todas las fuerzas
políticas europeas, incluidos socialistas y socialdemócratas,
votaron a favor del incremento de los presupuestos para la guerra).
Porque solamente una gran fuerza de destrucción disuasoria enfrentada
con la del Imperio podría hacer retornar a una situación
de coexistencia o equilibrio.
Es impensable que las economías europeas (en pleno proceso de
modernización tecnológica) resistieran el retorno a una
economía de guerra. Por esto Aznar, Berlusconi y Blair, administradores
de las economías europeas más débiles y con menor
capacidad de conquistar nuevos mercados (Gran Bretaña, Italia
y España son los países de la Unión Europea con
mayor deficit comercial, frente a Alemania y Francia que tienen superavits),
han optado abiertamente por Bush (Estados Unidos es el pais con el mayor
deficit comercial entre los países capitalistas desarrollados).
Por esto también Chirac y Schröder que son teóricamente
los mas fervientes defensores no solamente de la Unión Europea
sino de la construcción de una fuerza militar europea (al margen
de la OTAN), se ven obligados a no poder emprender tal camino de confrontación:
necesitan destinar grandes sumas de dinero para innovar sus sistemas
de producción y para hacer frente a un desempleo cuyas prestaciones
son cada día mas difíciles de asumir. Los Pactos de Estabilidad
y Crecimiento europeos se verían absolutamente resquebrajados
si estos países entraran en la dinámica de una economía
de guerra.
Cualquier intento en este sentido sería una gran derrota para
los ciudadanos europeos. Esta no sería tampoco nuestra guerra.
EL MONOPOLIO DE LA FUERZA
La inmensa superioridad militar del Imperio es resolutoria. También
lo es su proceso hacia la exclusiva monopolización de las armas
de destrucción. Este, es un objetivo añadido a la guerra
por los recursos petroleros del Oriente Medio que el Imperio no se cansa
en repetir con absoluto cinismo: "Nadie puede tener en sus manos
ningún artefacto destructivo que nos pueda amenazar ni puede
estar en disponibilidad tecnológica de obtenerlo". Esto
significa simplemente que están dispuestos a hacer retroceder
a la prehistoria a cualquier pueblo de la Tierra a la menor sospecha
de resistencia o amenaza disuasoria.
El desarme del mundo ha empezado con los más débiles.
Seguirán otros y terminarán los propios amigos y aliados.
Nunca el mundo estará tan tajantemente obligado (por la fuerza)
a la firma de cualquier tratado de prohibición de armas de destrucción
tanto nucleares, químicas como biológicas. !Todos menos
el Imperio, claro¡
Solamente el Imperio de los ciudadanos del mundo puede hacer efectivo
el desarme total, el desmantelamiento de cualquier artefacto de destrucción
y la abolición de los ejércitos.
El camino emprendido para obligar al desarme (y la rendición)
del mundo ha empezado al unísono de su saqueo. Nunca la ciudad
y el territorio de Roma (el corazón del Imperio) fue una potencia
productora. En términos económicos actuales diríamos
que fue un Imperio terriblemente endeudado, importador de la práctica
totalidad de lo que se consumía, con un enorme déficit
comercial. Fue únicamente exportador de las legiones. La fuerza
de las legiones fue la única organización práctica
del poder romano. En el corazón del Imperio todo fue esplendor:
pan y circo, pensadores, artistas, poetas, constructores... y ciudadanos
libres. La fuerza de las legiones fue tan grande que el propio Senado
romano (cuna de las enfervorizadas discusiones políticas y filosóficas)
sucumbió ante su poder. Pero Roma se desmoronó cuando
no pudo sostener tal inmensa fuerza militar desplegada por todo el vasto
territorio sometido cuando fue pasto de continuadas sublevaciones y
levantamientos, cuando sus propios ciudadanos no pudieron soportar por
más tiempo las imposiciones de un estado permanente de guerra.
Este también será el final del Imperio Bush.
Pero el monopolio de las armas de destrucción, que pretenden,
es un objetivo tan absolutamente imprescindible como inalcanzable. La
Historia es tremendamente tozuda y su camino no se puede detener: el
conocimiento humano sigue siendo el motor de los grandes cambios sociales
que se avecinan.
Por primera vez en la Historia se desmorona como un castillo de naipes
la ley que parecía inmutable a lo largo de los siglos: La violencia
organizada, el uso indiscriminado de la fuerza de destrucción
siempre ha sido monopolio del poder. La propiedad exclusiva sobre los
medios e ingenios militares, sobre las técnicas de armamento
y sobre los conocimientos científicos puestos al servicio de
la maquinaria de guerra es el contenido universal del poder del que
realmente emana toda autoridad para someter a los pueblos.
Tal propiedad determina el saqueo y la apropiación de las otras
propiedades (los hombres, las tierras, los recursos, las máquinas,
etc) y la sumisión (por actos de fuerza) de los hombres. Tal
propiedad hace posible que pueda luego sustentarse un Estado de Derecho
que legalice y perpetué esta apropiación. Cuando este
Estado de Derecho desfallece, tal propiedad permite imponer otro Estado
de Derecho diferente más acorde con las necesidades del poder.
Esta propiedad no puede ser compartida. Ha de monopolizarse. Lo enseña
el propio Bush en las academias militares norteamericanas: ...?Cuando
se extiendan las armas nucleares, químicas y biológicas
junto con otras tecnologías de misiles, cuando esto ocurra, incluso
estados débiles y grupos pequeños pueden lograr un poder
catastrófico para atacar grandes países... Tenemos que
combatir al enemigo, destrozar sus planes y enfrentarnos a las peores
amenazas antes de que surjan?.
Pero ¿cómo se puede impedir que el conocimiento humano
(capaz de protagonizar los grandes avances que necesita la humanidad
) circule sin fronteras ni ataduras? ¿cómo se puede evitar
que tales conocimientos que pueden ser constructivos, favorables para
la vida, solucionadores de problemas vitales que podrían hacer
generalizable una vida digna para todos, no sean usados negativamente
por los hombres desahuciados, llenos de odio y de desesperanza que les
ha conducido a un orden social que aniquila con sus guerras a millones
de seres humanos, que produce éxodos interminables, miserias,
hambrunas, destrucción y los empuja irremisiblemente a un mundo
absolutamente empobrecido?
¿Van a poder bloquear las redes informáticas? ¿Van
a poder destruir todos los laboratorios que pueden producir vacunas?
¿Van a poder ilegalizar a las comunidades científicas?
¿Van a poder controlar a todos los laboratorios químicos,
biológicos, tecnológicos...? ¿Van a poder suprimir
a todos los centros de investigación de los centros de enseñanza,
de las universidades...? ¿Van a poder declarar un peligro social
a las matemáticas, los logaritmos, la física, los pentagramas,
...? ¿Van a poder esconder las aportaciones de Einstein? ¿Van
a poder instaurar, en definitiva, una nueva ordenanza imperial que dicte:
?PROHIBIDA LA CIENCIA, ES PROPIEDAD PRIVADA DEL PODER??
Su intento fracasará. Los grandes avances en el conocimiento
humano, LA CIENCIA, han desbaratado la que parecía intocable
ley que determinó las anteriores sociedades humanas. El poder
ya no puede monopolizar el uso de la fuerza (los conocimiento científicos
puestos al servicio de la maquinaria de guerra). Sus guerras para impedirlo
serán en vano.
Los hombres de ciencia, los investigadores, los estudiantes, los ciudadanos
que apostamos por la sociedad del conocimiento NECESITAMOS la libre
circulación de la información científica y su utilización
colectiva. Necesitamos acabar definitivamente con el secretismo que
lleva implícita la apropiación privada de la Ciencia.
El libre acceso a la información es el único medio posible
para que millones de personas que hacen un mismo trabajo puedan desarrollarlo
con rapidez y efectividad. El uso colectivo y práctico de la
Ciencia está en completa oposición con la vieja sociedad
del dinero en donde el dominio político del poder antepone el
beneficio privado a la resolución científica de los problemas
que acucian a la Humanidad. Necesitamos dar a la Ciencia un uso social
constructivo, de progreso y de bienestar, NO BÉLICO.
Seremos los ciudadanos del mundo que apostamos por la CIENCIA quienes
desarmaremos el mundo de los poderosos. Solamente el Imperio de la Humanidad
podrá decidir que el conocimiento humano sea utilizado a favor
de la vida y no como arma de destrucción al servicio de intereses
privados.
La moderna civilización de Avicena, de Averroes, de Algazel
alcanzó un nivel de conocimientos quirúrgicos y farmacológicos
que Europa no conocería hasta casi el siglo XV. El conocimiento
empírico de ciertas enfermedades parasitarias mortales les condujo
a prohibir la carne de cerdo. Allá en donde se extendió
la civilización musulmana sus pobladores no enfermaron mientras
la de los atrasados reinos cristianos, tanto nobles como villanos, estuvieron
expuestos a la enfermedad. Cuando en occidente la Ciencia descubrió
que la enfermedad parasitaria estaba producida por la ingestión
de carne infestada por la triquina y conseguimos descubrirla en la carne
de cerdo pudimos seguir comiendo esta animal sin riesgos de contraer
la enfermedad. El mundo musulmán en decadencia siguió
aferrado a los poderes religiosos y continuó prohibiendo la carne
de cerdo.
Hoy tanto los ciudadanos del mundo musulmán como del occidental
estamos expuestos a la encefalopatía ovina, bovina o caprina.
Ellos no han conseguido alcanzar las condiciones tecnológicas
necesarias para hacer frente a las investigaciones para prevenirla.
La enfermedad afectará a muchos de sus pobladores. En el mundo
occidental el dominio político ya antepuso el beneficio privado
a la seguridad alimentaria de sus ciudadanos. La enfermedad también
nos seguirá afectando.
Cada vez más la quiebra entre el mundo del dinero y la sociedad
científica es mas evidente. A los ciudadanos no nos queda otra
posibilidad de elección porque las posibilidades de nuestra supervivencia
apremian la inevitable decisión: la vida o la barbarie. La vida
para el conjunto de la colectividad humana o la vida solo para un cada
vez más pequeño grupo de individuos que privatizarán
para su exclusivo beneficio los grandes logros científicos que
estamos ya en condiciones de alcanzar.
LA PAZ NO PUEDE SER SOLO UNA ILUSION
Nunca, en ningún otro periodo histórico el deseo de paz
ha estado en el corazón de tantos y tantos millones de personas.
Nunca tampoco, la capacidad y la decisión destructiva ha estado
tan evidente en la mente enfermiza de los poderosos que quieren dirigir
el mundo.
Pero la guerra hace tiempo que está en marcha y no se constata
ningún hecho que nos permita esperar que vaya a detenerse.
Cuando unos criminales armados declaran la guerra a la Humanidad solo
cabe la lucha o la rendición. La victoria o la derrota. No es
entonces momento de cantos poéticos ni de recitales pacifistas.
Si no los vencemos, si no los apartamos del mando de nuestras sociedades,
ellos HARAN LA GUERRA AUN EN CONTRA DE NUESTRA VOLUNTAD. No es cierto
que ellos no pueden actuar sin nuestro consentimiento. El poder nunca
en ningún periodo histórico ha pedido permiso a los pueblos
para someterlos.
Cualquier ilusión de paz si no nos enfrentamos con esta realidad
será en vano.
Los ciudadanos argentinos han contribuido a la lucha de los ciudadanos
del mundo con una gran aportación: ¡QUE SE VAYAN TODOS¡
Pero, deberíamos para hacer real y práctica esta aportación
añadir una pequeño apéndice: ¡OBLIGARLOS
A QUE SE VAYAN TODOS¡ ¡ECHARLOS A TODOS¡
Nosotros no podemos colaborar en dilucidar si el petróleo es
de Sadam y sus secuaces, si es de Bush, o si lo deben repartir la EXON
y la TotalFina. Nuestra única esperanza está en que el
petróleo como fuente energética hoy por hoy imprescindible
para el desarrollo de nuestras sociedades, sea utilizada bajo criterios
de progreso general y en beneficio del conjunto de la Humanidad. La
decisión de su extracción, conducción y explotación
debe estar en manos del Imperio de los ciudadanos del mundo.
De tal manera hemos de declararlo y de tal manera hemos de proponerlo
a los ciudadanos irakíes en cuyo territorio la madre naturaleza
lo situó. De tal manera hemos de declarar los mares y océanos,
los cielos, los cereales del territorio argentino, el cobre chileno,
los fosfatos del magreb, el gas natural argelino, las bananas canarias,
los cítricos californianos, el agua del Golán, o el coltán
del Congo...
Cuanto más tardemos en DESILUSIONARNOS, más guerras,
más hambrunas, más muertes y más destrucciones...
veremos impasibles adueñarse de nuestras sociedades.
Cuanto más tardemos en sustituir la criminal política
palaciega del poder por la GRAN POLÍTICA de los ciudadanos, la
cínica ética y moral del poder por la sencilla y humana
ética y moral de los ciudadanos, más barbarie imperará
en nuestras vidas. Cuanto mas tiempo tardemos en declarar los recursos
de la Tierra como PATRIMONIO COLECTIVO, en abolir el sistema de patentes
y en hacer LEY la libre circulación del saber, mas tiempo retrasaremos
nuestro futuro.
No es tiempo del fin de la política, ni del fin de las ideologías
ni del fin de la Historia. Son los primeros balbuceos de un nuevo camino
y los principios de una nueva Historia.
PACIFISMO O REBELDIA.-
En las ultimas semanas los acontecimientos se han encargado de resolver
de una manera extraordinariamente clara, cuestiones que eran objeto
de discusiones y tomas de posición enfrentadas, tanto en los
ámbitos políticos e intelectuales como en la sociedad
en general. Con el fracaso del intento de construir el socialismo en
la Unión Soviética el movimiento obrero revolucionario
y aun el simplemente sindicalista, entraron en una desmovilización
generalizada. Su lugar fue ocupado por toda una serie de organizaciones,
dedicada cada una de ellas, a desarrollar la conciencia ciudadana contra
los estragos que una desenfrenada liberalización de la economía
empezaban a producir. Movimientos ecologistas, conservacionistas, anti-armamentistas,
antiatómicos?, todos ellos participaron de la utopía de
poder cambiar la dirección y el rumbo de un sistema, que por
su propia naturaleza, no puede más que huir hacia delante engullendo
y destruyendo todos los recursos del planeta para satisfacer el ansia
de acumulación de riquezas de un puñado de grandes propietarios.
Hoy, todas las cuestiones vuelven a quedar reducidas al viejo dilema
que quedó planteado justo al acabar la primera Guerra Mundial
en una Europa cubierta de cadáveres: O construimos una sociedad
basada en principios de colaboración, igualdad y solidaridad,
o continuamos de la mano del Capital hasta la barbarie.
La segunda guerra mundial fue otro gran paso hacia esta barbarie apocalíptica
anunciada por numerosos pensadores de todos los países y de todas
las culturas. Vivimos nuevos y más terribles horrores: el Holocausto
de millones de seres humanos por condiciones de raza, el genocidio y
la exterminación de pueblos enteros, el horror atómico
experimentado por primera vez en Hiroshima y Nagasaki. Pruebas irrefutables
del cáncer que prospera en las entrañas de un sistema
Capitalista que solo tiene por única ley el Beneficio Privado.
La Paz Capitalista impuesta por la primera democracia del mundo arrasó
entre otros países a Vietnam en el sudeste asiático, Guatemala
en Centro América, Yugoslavia en los Balcanes europeos, Afganistán
en el medio Oriente y se dispone una vez más ha hacerlo hoy,
con Iraq en el próximo Oriente.
Nunca las voces, millones y millones de voces que gritaron y clamaron
por la paz en todo el mundo pudieron detener los horrores de las democracias
capitalistas, ni los horrores de las democracias ni los de las dictaduras
y tiranías capitalistas. Solo una vez pudo detenerse la masacre
y fue en Vietnam no sin antes haber asistido a la barbarie del Napalm
sobre las aldeas y a la fumigación de campos y selvas. Y no fueron
las manifestaciones pacifistas, ni los happenings, ni las fiestas de
beneficencia los que pararon la guerra. Fueron las deserciones en masa
de la juventud estadounidense que se negó a servir al ejercito
de la democracia y que desobedeció a los gobernantes de su democracia.
Esa fue la primera gran lección de la historia moderna de la
barbarie.
De nuevo, ante el genocidio preparado por un puñado de democracias
capitalistas, inmensas mayorías de ciudadanos en todos los países
del mundo hacen oír sus voces por la paz y contra la guerra.
Pero sus voces, una vez más no serán escuchadas.
Triste paradoja para la democracia cuando se olvida que por encima
del concepto de Democracia se sitúa el concepto de Capitalismo.
Triste papel el de los Sindicatos Democráticos de Trabajadores
que se oponen a la guerra con pegatinas en las solapas o con 15 minutos
de paro laboral.
Triste posición la de los Partidos Democráticos que bajan
la cabeza impotentes en los Parlamentos traicionando el sentir de los
ciudadanos y temerosos de perder sus privilegios. ¿Si en una
cuestión tan vital como la guerra y la paz temen imponer el sentir
del pueblo, para que sirven?.
Si algo debemos aprender de nuestras propias experiencias es que la
lucha por la paz es incompatible con el pacifismo resignado, con la
esperanza de que nuestras voces serán escuchadas, con la falsa
ilusión de que después de la tragedia todo mejorará.
Aunque llamemos democracia a este sistema que en 1986, 'Año
de la Paz' de las Naciones Unidas, se gastó en armamentismo 900
mil millones de dólares. Eso significa que por minuto se gastan
1,7 millones para armas y equipos militares y represivos. Eso significa
que este sistema democrático ocupa en las fábricas de
armas de todo el mundo a más de 100 millones de personas".
Eso significa que este sistema democratico está permanente preparandose
para la guerra, no para la Paz.
Y frente a los hechos, no hay otra alternativa más que nuestra
firme voluntad a rebelarnos y desobedecer a unos poderes que ven en
la vida humana, solo y nada mas, que un negocio.
Los ilusos son los que ante los hechos prefieren cerrar los ojos y
soñar "que otro mundo es posible" sin hacer nada por
alumbrarlo.
Josep, Marzo 2003
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