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Indígenas de Ecuador hacia la democracia real
Jose Angel Oria
La confluencia de los movimientos sociales e indígenas de Ecuador en torno a la construcción de poderes locales es pionera y puede ser una referencia para procesos de todo el mundo, no sólo de América Latina, en el camino de construir democracias reales. El movimiento de unidad plurinacional Pachakutik-Nuevo País trata de llevar a la práctica la vieja máxima ecologista de «pensar globalmente, actuar localmente».
Antonio Rodríguez, secretario ejecutivo de la coordinación de gobiernos locales alternativos de Ecuador, que reúne a 27 gobiernos locales y 5 provinciales (Ecuador tiene 22 provincias), explica el proceso de «construcción de poderes locales y democracia participativa» que están desarrollando. Estos gobiernos alternativos están vinculados al movimiento de unidad plurinacional Pachakutik Nuevo País, expresión política de la CONAIE (Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador) y de los movimientos sociales.
A partir de 1995, tras un largo debate sobre cómo participar en las instituciones, deciden empezar por los gobiernos locales. Para ello crean el movimiento, Pachakutik, palabra quechua que significa tiempo de trasformación, renacimiento. El concepto viene de la visión que tienen los indígenas de sí mismos, que plantean desde hace siglos que tras los tiempos oscuros de la colonización ha de llegar un nuevo tiempo de la tierra.
Aunque también participan en el Parlamento nacional y presentaron un candidato en la alianza para la presidencia de la república, llegando a ser la tercera fuerza electoral, dan prioridad a los entes locales porque «a partir de la construcción, desde abajo, de un poder local podremos ir creando condiciones para llegar a un momento en el que sea posible asumir el Gobierno nacional», en opinión de Rodríguez. Los gobiernos locales en Ecuador abarcan territorios comparables con nuestras comarcas. Nuestros ayuntamientos serían como las juntas parroquiales ecuatorianas, que hace un año han sido aprobadas gracias, precisamente, a la presión de Pachakutik. «Las juntas son importantes en las zonas rurales, porque se da una gran participación de los indígenas al ser los espacios más cercanos», explica.
Casi todos los gobiernos en manos de Pachakutik están en zonas de mayoría indígena, aunque también los hay en zonas campesinas mestizas e, incluso, en tres ciudades de unos 200.000 habitantes. Ecuador tiene 12,5 millones de habitantes. El 35% es indígena (el Estado sólo reconoce el 20%), y el resto, la mayoría, es mestiza.
De igual a igual
La iniciativa ecuatoriana es pionera en cuanto que la izquierda y los indígenas confluyen en un movimiento en pie de igualdad. «El movimiento indígena siempre ha tenido influencia de organizaciones de izquierdas, pero Pachakutik quiere trabajar un tipo de relación distinto. Quiere una nueva izquierda que recupere valores del marxismo y del cristianismo revolucionarios aplicándolos a su realidad y recuperando la cosmovisión indígena. Incluso la izquierda tradicional añade, comunistas y socialistas, ha hecho que sean mestizos de la ciudad quienes representen a los indígenas».
Aspiran a construir una democracia en la que la participación de los ciudadanos no se limite a votar, comenzando por las instituciones más cercanas. Ir construyendo sociedades plurinacionales, donde sea una realidad la interculturalidad y se acabe con la tradicional discriminación desde el poder blanco-mestizo. Desde 1990, el movimiento indígena defiende crear un Estado plurinacional y una nueva democracia. Aspiran a construir un Estado en el que estén representadas todas las etnias con los mismos derechos.
«Desde lo local se puede ir construyendo esto señala Antonio Rodríguez. Cuando en un Gobierno local se reconocen las identidades de todos los pueblos presentes, ya lo están haciendo. Esto es una amenaza al actual carácter uninacional del Estado. Temen perder los privilegios de los blancos-mestizos».
«La Constitución de Ecuador reconoce los derechos indígenas y los sistemas de participación, lo que posibilita la legalidad de estas experiencias, pero no se logró que se aceptara el termino plurinacional», apunta Antxon Mendizabal, profesor de la UPV.
Ante este planteamiento, les llegaron a acusar de tener «mala influencia de los vascos».
Creen fundamental elaborar planes de desarrollo a largo plazo para las comunidades más abandonadas del país, en las que, desde hace siglos, las instituciones sólo han llevado a cabo obras y acciones dispersas con criterio «clientelar», a modo de favor que luego se ha de devolver en las urnas. Pachakutik quiere romper esa dinámica definiendo las auténticas prioridades en materia de salud, educación, economía, mujer... mediante el consenso en las comunidades.
Para propiciar la participación real de los vecinos, crean las denominadas asambleas de participación ciudadana, en las que intervienen delegados de las comunidades del cantón (que tiene, en general, entre 20.000 y 30.000 habitantes, de los que toman parte directamente 2.000 o 3.000 personas). Este órgano define las orientaciones fundamentales. También hay asambleas por barrios, zonas y parroquias.
Control social sobre los electos
Antonio Rodríguez destaca que los delegados que acuden a las distintas asambleas han de representar realmente a sus comunidades, para lo que han puesto en marcha el «control social sobre los electos».
En un contexto dominado por la corrupción generalizada y los incumplimientos de las promesas electorales, ya han ensayado varias formulas, como la firma de una carta de compromiso, o renuncias anticipadas, por parte de los electos, de modo que las comunidades puedan pedirles cuentas y, en su caso, apartarlos del cargo.
Siglos de exclusión crearon en los indígenas desconfianza y rechazo hacia la política, lo que no contribuye a alcanzar los objetivos de Pachakutik. Cuando en 1990 se da el primer gran movimiento indígena, el eslogan más repetido era «queremos acciones, no elecciones».
Partiendo de una crítica frontal a la «partidocracia» y a un sistema electoral corrupto, «donde sólo vale el peso económico de los partidos, lo que sufren no sólo los indígenas», aquellos años tuvo gran apoyo la no participación. Pero luego se abrió paso la idea de que esa no era la alternativa que necesitaban, «porque parte de la sociedad sigue avalando a los gobernantes». Entonces plantean participar «sin intermediarios».
«Somos capaces de cumplir un mandato de la población», se decían, y apuestan por las candidaturas propias.
La Constitución de 1997, considerada como una de las más progresistas de América Latina, fue resultado de las movilizaciones populares. Recoge los derechos colectivos de los pueblos indígenas, de las mujeres y niños, la sostenibilidad...
Además, el movimiento ha llegado a irrumpir en las más altas instancias y, «durante unas horas, acceder al Gobierno en alianza con un sector democrático del Ejército», lo que demuestra que «es posible incidir en el conjunto del país».
Para que el proceso no se detenga hace falta que sus beneficiarios vean que da resultados, lo que ya empiezan a percibir en los núcleos donde Pachakutik tiene más experiencia. En este sentido consideran importante la cooperación internacional. No obstante, piensan que lograrán mucho más cuando puedan incidir en políticas de carácter nacional, por lo que desde lo local tratan de construir propuestas de ámbito nacional. Por ejemplo, rechazan la concentración, llevada a cabo por el Gobierno de Quito, de los recursos ecuatorianos en un par de polos de desarrollo y defienden la redistribución a favor de las zonas rurales.
Gara
18.12.01.
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