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Juramento de un hombre bueno que quería salvar su
pellejo
Por Santiago Alba Rico
Juro que no me lanzaré con un avión contra el Empire State Building ni contra la Torre de Londres ni contra la Torre Eiffel.
Juro que no atentaré con explosivos contra la vida de civiles occidentales.
Juro que no envenenaré las conducciones del agua.
Juro que no dispararé contra miembros de los cuerpos de seguridad del Estado ni contra altos representantes de sus instituciones.
Juro que no secuestraré concejales ni asaltaré bancos ni extorsionaré a empresarios.
Juro que no acumularé armas, obuses y esporas de anthrax con ánimo subversivo o criminal.
Juro que no haré descarrilar trenes ni volaré repetidores eléctricos ni destruiré instalaciones de interés nacional.
Juro que no quemaré autobuses ni romperé teléfonos públicos.
Juro también que no arrojaré cócteles molotov a la policía.
Juro que no lanzaré piedras contra una hamburguesería.
Juro que tampoco lanzaré huevos a los funcionarios del Fondo Monetario Internacional.
Juro que no haré pintadas ni pegaré carteles de protesta en los muros de la ciudad.
Juro que no me encadenaré delante de ningún Ministerio.
Juro que no saldré en manifestación ni me reuniré en ateneos públicos ni firmaré declaraciones, comunicados ni manifiestos.
Juro que no leeré manifiestos.
Juro que no saludaré a la gente que lea manifiestos.
Juro que, cuando me reduzcan el salario y me amplíen el horario, no iré a la huelga.
Juro que no ofreceré cigarrillos a los que vayan a la huelga.
Juro que, cuando me echen del trabajo, no cortaré el tráfico.
Juro que denunciaré a los que corten el tráfico.
Juro que, cuando detengan a mi hermano, no creeré en su palabra ni insistiré en que le defienda un abogado.
Juro que, cuando torturen a mi hijo, no lloraré.
Juro que, cuando bombardeen mi país, no maldeciré.
Juro que, cuando bombardeen otro país, no me parecerá mal.
Juro que no me quejaré del gobierno ni en la guerra ni en la pobreza ni en la corrupción ni en el paro.
Juro que nadie me oirá decir en voz alta que este mundo es injusto.
Juro que nadie me oirá decir tampoco en voz baja que podría ser mejor.
Juro que no aspiraré a un mundo mejor.
Juro que no soñaré, ni dormido ni despierto, con un mundo mejor.
Juro que no tendré un amigo ni un hermano ni un hijo que sueñen, ni dormidos ni despiertos, con un mundo mejor.
Juro que no prestaré dinero, daré trabajo, acogeré en mi casa, socorreré ni estrecharé la mano a nadie que sueñe, ni dormido ni despierto, con un mundo mejor.
Juro que no tendré ningún antepasado que haya soñado, ni dormido ni despierto, con un mundo mejor.
Juro que no soy ni seré nunca de raza árabe ni tendré tratos con árabes ni tampoco con nadie -amigo, hermano o hijo- que haya tenido trato con ellos.
Juro que no seré nunca un hombre ni tendré trato con hombres ni tampoco con nadie -amigo, hermano o hijo- que tenga o haya tenido alguna vez trato con hombres.
Juro que no tendré amigos ni hermanos ni hijos.
Juro que, vea lo que vea y pase lo que pase, no tendré los ojos abiertos.
(Bien -dijo el juez militar rascándose, perplejo, el mentón- realmente es usted tan bueno que no nos deja ninguna opción: a usted lo ejecutaremos por error).
Revista Otras Voces
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