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Muerte y condenación
Carlo Frabetti

Si durante el nazismo, con los campos de exterminio funcionando a pleno rendimiento, un comando judío hubiera dinamitado el cuartel general de la SS y el centro neurálgico del poder económico alemán, hoy los miembros de ese comando serían héroes nacionales; tendrían un monumento en Tel Aviv y otro en Nueva York, y probablemente Spielberg les habría dedicado una película, aunque en sus ataques hubieran muerto muchos civiles. Y, desde luego, nadie se atrevería a "condenarlos". Podríamos lamentar la muerte de las secretarias, los conserjes y los transeúntes alcanzados por las ucrónicas explosiones; pero nadie "condenaría" a un judío de la Alemania hitleriana fanatizado por el impune exterminio de sus correligionarios y sus seres queridos; como mucho, lo mandaríamos al psicoanalista.

Lamento de todo corazón los hechos del 11-S (o, más exactamente, su terrible balance de muerte y sufrimiento), pero no puedo "condenar" a sus autores sin saber quiénes fueron y por qué lo hicieron. Y no puedo comprender que una parte de la izquierda haya hecho suya la palabra, fetiche de la derecha más cínica (PP) y la más hipócrita (PSOE).

En su sentido fuerte, "condenar" presupone un juicio y un veredicto de culpabilidad; en su sentido débil, es sinónimo de reprobación o rechazo. Y jugando con la ambigüedad del término, deslizándose entre sus distintos grados de intensidad, el Gran Hermano repite machaconamente, como quien recita una salmodia para entontecer a la audiencia, que quien no "condena" el "terrorismo", está a su favor.

Por otra parte, "condenar", en sentido metafórico, significa tabicar, tapiar una puerta o una ventana, anular su función conectiva y comunicante. Y, en consecuencia, la mera insinuación de que es necesario, o tan siquiera posible, el diálogo con los "condenados", equivale a "descondenarlos", lo cual (pasando del sentido metafórico al débil) significa, según la perversa lógica del sistema, no reprobarlos, es decir, justificarlos, aceptarlos, pertenecer a su "entorno". Y lo terrible es que la mayoría de la población, incluida una buena parte de la izquierda, ha caído en esta burda trampa semántica, ha asumido este grotesco sofisma inquisitorial con una mezcla de mala conciencia y miedo a la criminalización.

Si por "condenar" se entiende reprobar, y por "terrorismo" la matanza indiscriminada de inocentes, yo condeno el terrorismo sin reservas. Pero mientras el Estado y el capital usen el término "terrorismo" como un saco en el que meten todo lo que les conviene criminalizar, y mientras "condenar" sea sinónimo de demonizar y de tapiar, no utilizaré esa fórmula, e invito a la izquierda timorata a que se lo piense dos veces antes de "condenar" lo mismo que condenan los explotadores y sus sicarios.

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