Clarines Ya está la guerra en la cabecera de los informativos de todos los medios del mundo. Las cadenas de televisión han cambiado la cadencia de imágenes y palabras cuando transmiten noticias sobre Irak. Ahora es un ritmo frenético de carga de combate. De nuevo cubiertas de portaviones, despegues de cazabombarderos, transporte de misiles, embarque de soldados. Aprovechando el enorme impacto patriótico que ha producido la fastuosa conmemoración del 11 de septiembre, con enormes dosis calculadas de orgullo herido, odio al enemigo universal, proclamación del “destino manifiesto”, y victimismo de país pacífico, democrático y benefactor, EEUU se ha lanzado una declaración de guerra inmediata, preventiva, de destrucción masiva, de matanza sin límite. Ya han salido, en completo acuerdo y orden de combate, los halcones y palomas republicanos, los halcones y palomas demócratas. Abrazados por la nobilísima causa de guerrear sin contendiente, con la firmeza necesaria para aumentar hasta el infinito el sufrimiento de un pueblo y anular, con descargas masivas de bombas y fuego, su capacidad de resistencia. Ahí están Bush y Clinton, Cheney y Powell, y los delirantes profesionales Rice y Wolfowich. Y Rumsfeld, mención aparte, psicópata también, tal vez no sólo por provecho, teórico y profeta de guerras interminables, quien para alimentar a la industria de armamentos en una eterna y masiva producción de “todo lo necesario” ha creado, para los lunáticos que pululan por el Pentágono, la profesión de inventores de conflictos inconcebibles. Y, como siempre, con todos ellos, Blair, el infame.
El discurso militarista de Bush “La ONU no puede permitir que sus resoluciones sean despreciadas por Sadam Hussein sin perder la credibilidad. En ese caso –clama el presidente Bush-, EEUU está legitimado para actuar sin respaldo del Consejo de Seguridad”. Así que si la ONU –versión C. de S.- se deja avasallar por Irak, los EEUU, paladines de la “comunidad internacional”, meterán a ese “rogue state” en cintura. Este escandaloso nuevo precepto sobre el “derecho internacional” de cuño imperial que enuncian los EEUU, no es más que la concreción de un acuerdo de la Cumbre de OTAN de Washington celebrada en plena guerra contra Yugoslavia. En aquél entonces, la Alianza Atlántica extremaba el cinismo, del que ahora hacen gala los Estados Unidos, cuando aprobaba la doctrina de la intervención “sin autorización del Consejo de Seguridad pero siguiendo los principios de la ONU”. Cuando los EEUU hablan del incumplimiento por Irak de las resoluciones de las Naciones Unidas, se refieren a la negativa a autorizar el retorno del Equipo de Inspección de armamentos, antigua Unscom ahora denominada Unmovic. Lo que no dice Washington son las razones de Irak y mucho menos que ese organismo tiene una larga y escabrosa historia.
Espionaje bajo cobertura de las Naciones Unidas El desprecio a la ONU es, sin embargo, la práctica habitual de la política internacional de los EEUU. A finales de 1998, después de siete años de inspecciones, se publicó en la prensa norteamericana –en primer lugar en The Washington Post- una historia ejemplar. La Unscom, organismo dependiente de la ONU, había proporcionado información sobre sus inspecciones a Israel y había hecho espionaje por encargo de los EEUU. La noticia, muy detallada, fue confirmada por Scott Ritter jefe del equipo norteamericano. Su veracidad fue también asumida por el gobierno de los EEUU y por el Secretario General de la ONU, Kofi Annan. La manipulación de la comisión por el espionaje de los EEUU, inadmisible desde el punto de vista de Irak, pero también desde el de la ONU, fue determinante para la paralización de las inspecciones. Las denuncias de Irak sobre el papel de la Comisión Especial para el Desarme, afirmando que se habían convertido en instrumentos de la CIA y del Mosad, que fueron presentadas siempre como una resistencia al cumplimiento de las resoluciones de la ONU, se confirmaron plenamente. La crisis del Unscom era totalmente inevitable. Bagdad no podía aceptar la continuación de las revisiones dirigidas por los servicios de inteligencia de un país que estaba bombardeando sistemáticamente su territorio. La conclusión de que EEUU utilizaba a la Unscom con el objetivo de mantener actualizada su “lista de blancos” para los bombardeos masivos –uno de ellos fue realizado en diciembre de 1999- era también absolutamente razonable. De hecho nada más inexacto que la afirmación reiterada de EEUU sobre la expulsión de los inspectores. La ruptura de Irak con el Unscom se produjo en un contexto dominado por las evidencias del espionaje, la exigencia de inspeccionar los edificios del partido Baaz y la inminencia de un ataque masivo.
La lógica de Irak debería ser la lógica de las Naciones Unidas. Frente a la engañosa y cómplice versión difundida por el conjunto de medios de información –la Falsimedia universal-, Irak no sólo consiente sino que necesita cumplir con las inspecciones y vincularlas –tal como estaban en origen- a las demás resoluciones de las Naciones Unidas. Si las sanciones iniciadas nada menos que en 1991 –y que han provocado un desastre humanitario calificado de genocidio por los antiguos responsables del programa de alimentos de la ONU, y por el antiguo Fiscal General de los EEUU, Ramsey Clark- tienen como fin la garantía de la no fabricación de armas de destrucción masiva, es lógico que las autoridades de Bagdad demanden una fecha para la finalización del embargo. Sólo desde una intención exterminista puede pretenderse prolongar indefinidamente una situación en la que la presión económica y, sobre todo, el control de importaciones impiden la restauración de los sistemas de conducción y depuración de aguas o el funcionamiento de los hospitales. Irak también demanda –y debería hacerlo el silencioso Kofi Annan en nombre de la comunidad internacional- que el reinicio de las inspecciones debe ser parte de un acuerdo más amplio. Tal acuerdo debe dar fin a las continuas amenazas de invasión de los EEUU y a los bombardeos de este país y del Reino Unido derivados del establecimiento de zonas de exclusión al margen de la ONU. Irak argumenta, muy razonablemente, que la información recogida por los inspectores norteamericanos o británicos va a servir para favorecer los bombardeos masivos y la invasión que anuncian constantemente los Estados Unidos. Además Irak tiene muy en cuenta que el presidente Bush ha autorizado a la CIA, hace unas semanas, a la realización de operaciones encubiertas en Irak incluyendo la “liquidación de Sadam Hussein” –“en defensa propia” añade el documento con ese cinismo absoluto y desdeñoso tan frecuente del discurso imperial de los EEUU-. Otra razón poderosa para no poder aceptar la entrada de inspectores de un organismo cuyo antecesor inmediato ya ha sido ocupado y controlado por los servicios de inteligencia de los Estados Unidos. Otra poderosa razón que reclama el apoyo y la implicación del siempre silencioso secretario General de la ONU. Irak también ha suplantado al flamante premio Nobel de la Paz en la definición de las mínimas medidas de neutralidad, al pedir la incorporación a los equipos de inspectores de la Unmovic de observadores independientes. Una medida totalmente necesaria, sobre todo a partir de la experiencia del espionaje y de la alteración fraudulenta de las funciones de la Unscom que realizaron los Estados Unidos.
Crear un escenario de enfrentamiento “El propósito de Bush –señalan fuentes de la propia administración norteamericana mientras su presidente diserta sobre la negativa de Irak a aceptar las inspecciones- es crear un escenario de enfrentamiento”. Para los oídos bobos exigen el retorno sin condiciones de los inspectores, pero a los oídos cómplices no les ocultan que el objetivo del próximo ultimátum lanzado sobre esa exigencia será el de “facilitar la formación de un frente internacional”. EEUU no desea la reanudación de las inspecciones de armamentos. Lo dicen sin rodeos los portavoces del Pentágono y del gobierno: “Todos los resultados del proceso deben desembocar en el uso de la fuerza”.
La sinuosa complicidad de Kofi Annan El día 6 de junio el señor Kofi Annan, Secretario General del organismo responsable de mantener la paz en el mundo y el respeto a la soberanía de los pueblos, declaraba que ni el Consejo de Seguridad –ni él mismo, por supuesto- tiene nada que decir en relación con las amenazas de EEUU a Irak o con los ataques aéreos en las Zonas de exclusión –o fuera de ellas- que están realizando los aviones de EEUU y del Reino Unido. Annan no tiene nada más que decir que repetir como cacatúa la necesidad de que Irak acepte la entrada y el trabajo del equipo de inspectores. Nadie sabe, sin embargo, mejor que Annan la falta de interés por las inspecciones que tienen los EEUU. “Lo importante no son las inspecciones, el objetivo es el desarme, una forma de conseguirlo es acabar con el régimen” dicen Rumsfeld y Cheney. Annan permitió, por ejemplo, que uno de los mejores caminos para realizar inspecciones, no intrusivas ni provocadoras, neutrales y eficientes, de las armas químicas de Irak, fuese cerrado por los EEUU. Cuando José Bustani, presidente de la Organización por la Prohibición de las Armas Químicas (OPAC), un organismo inspector de la ONU, había avanzado considerablemente en su tarea de convencer al gobierno iraquí sobre la necesidad de someterse a los controles de la organización –algo que no hacen, dicho sea de paso, los EEUU- fue inmediatamente “fichado” por Washington que consiguió su destitución -a pesar de su enorme prestigio y su reconocida dedicación-, en una sesión extraordinaria de la OPAC que fue calificada de “golpe de estado”. El personaje Kofi Annan se define casi siempre por el silencio, en ocasiones por acompañar con su cacareo familiar los poderosos graznidos de las águilas del imperio. Calló y calla Annan ante el secuestro de la Unscom y sus consecuencias. Calla ante un Equipo de inspectores para el control de armamentos que está dirigido por el enemigo principal del país inspeccionado. Calla ante el genocidio que se hace en Irak en nombre de las Naciones Unidas. Calla ante las continuas amenazas de ataque de Washington, calla ante la gigantesca acumulación de medios militares que anuncia una matanza brutal de población civil, Calla también ante las proclamaciones del derecho de los EEUU a efectuar ataques militares demoledores sin autorización alguna de la Naciones Unidas. Calla ante la osadía criminal que supone la decisión de ejecutar y la justificación del crimen contra la humanidad que son las guerras preventivas. Calla ante el anuncio de operaciones encubiertas y ante la orden de asesinato del presidente de Irak. Calla, por fin, ante las coacciones sobre los países firmantes del tratado del Tribunal Penal Internacional para que nunca sean castigados los genocidas y criminales de guerra de los EEUU. Annan, premio Nobel de la Paz con los parabienes de los poderes más militaristas del mundo, calla ante una guerra anunciada durante todo un año por su único contendiente voluntario, el país más poderoso del mundo. Con el silencio y la desaparición en los momentos en los que sus amos deciden plantear las “crisis”, quiere Annan enmascarar su traición a la humanidad y su absoluta humillación ante el poder del Imperio.
La eterna maniobra de Blair. Tony intervino en el momento oportuno. Justo para colaborar en el bloqueo de las funciones de las Naciones Unidas: “la ONU tiene que afrontar este asunto, no evitarlo.” El asunto, claro está, es el ataque contra Irak, la invasión de su territorio y el establecimiento de un gobierno títere de los Estados Unidos. Tampoco oculta Blair sus verdaderos motivos: él está dispuesto “a pagar con sangre en territorio iraquí el precio de la relación especial con EEUU”. Sangre ajena, por supuesto, fundamentalmente de civiles iraquíes. Poca conciencia le queda ya después de participar, con el embargo, en el asesinato silencioso de medio millón de niños. Blair, como en otras ocasiones, sigue la misma estrategia. Ofrece proporcionar pruebas sobre la amenaza iraquí con la intención de facilitar y hacer irrefrenable la arrancada bélica. Después se centrará en sospechas apocalípticas cuya única certeza será el miedo. En esta ocasión el premier británico aporta una iniciativa que converge con las intenciones “encubiertas” de los EEUU. Una transición rápida desde las inspecciones acordadas, en las que insisten los países menos subordinados a Washington, a la guerra, deseada por el gobierno y los empresarios del país más poderoso del mundo. Blair pide dotar de “protección militar” a los equipos de inspectores y habla de “inspecciones coercitivas” que favorecerían la coartada de los que no aguantan en su inicial oposición a los Estados Unidos, y conducirían a una guerra provocada de la que se culparía, con más facilidad, a Sadam Hussein.
La UE: de la simulación a la obediencia La UE también cumplió el ridículo papel intrascendente que personifica, a la perfección, el inefable Solana. El psicópata Rumsfeld expresó, mejor que nadie, la humillación de Europa y el desprecio de los EEUU: “nosotros atacaremos solos y Europa ya se incorporará. Así está ocurriendo, en primer lugar el trío Blair-Berlusconi-Aznar: el espectro completo de la política europea.
El “puede ser” de los “científicos” El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IIEE), organismo pseudo científico, prestigiado think tank de las industrias de armamentos, que bendecía todo el rearme de occidente durante la “guerra fría”, institución para debatir los modos e instrumentos militares de dominación y para efectuar el seguimiento y la evaluación de la capacidad desestabilizadora de todos los conflictos posibles, incluidos los del hambre y de la miseria, acaba de dar una estruendosa muestra de belicismo, de capacidad ilimitada para la mentira y de subordinación a los EEUU. Su director, John Chipman Prados, ha presentado un informe dos días antes de la conmemoración del 11-S, en plena excitación guerrera, a tres fechas del discurso de Bush ante la ONU. Nada casual por supuesto. Chipman –otro nombre para la vileza- hace una verdadera exhibición de lo que pueden dar de sí los supuestos irracionales, los “puede ser” acumulados. Su “informe” dice basarse en los datos recogidos por los inspectores del Unscom hasta 1998, y en la aplicación a esos datos de la “metodología” del instituto. Pero ni siquiera los datos iniciales son ciertos. En 1998 se consideraban cerradas las inspecciones sobre armas nucleares y misiles portadores, con las conclusiones de que Irak carecía de capacidad nuclear y de que habían sido contabilizados y destruidos –en la guerra o por los inspectores- todos los misiles. La Organización Internacional de Energía Atómica decía en 1998: “Basándonos en toda la información veraz disponible en la actualidad, la OIEA no ha encontrado indicación alguna de que Irak haya logrado su objetivo de producir armas nucleares, de que Irak haya retenido la capacidad física para producir material que pueda usarse en la fabricación de armas nucleares ni de que haya obtenido clandestinamente ese material”. Los observadores imparciales afirmaban también que se podía considerar extinguida la capacidad química y bacteriológica después de más de siete años (1992-1998) de inspecciones rigurosas, llevadas a cabo por un equipo numeroso, autónomo, aerotransportado, con enorme apoyo informático exterior, autorizado a desplazarse, sin más avisos previos que los inmediatos para la seguridad de los vuelos, por todo el territorio iraquí. De hecho los inspectores demostraron que nada les quedaba por hacer cuando comenzaron a empecinarse en los “palacios presidenciales” y cuando se convirtieron, como se evidenciaría más tarde, en instrumentos del espionaje de los EEUU y de Israel sobre los movimientos de Sadam Hussein. Negando, más que afirmando, informes del Unscom, el Instituto comienza por afirmar su convicción de que Irak tiene grandes cantidades de productos para la guerra bacteriológica –menciona “miles de litros de ántrax”- y de gases para la guerra química –cientos de toneladas de gas mostaza y gas sarín-, de depósitos anteriores a la guerra del Golfo. Contra toda lógica y sin demostración alguna, afirma además que Irak, pese al embargo, al fuertísimo control financiero, y a la supervisión de los contratos con el exterior, ha incrementado esos arsenales a partir de 1992. El afamado Instituto Internacional de Estudios Estratégicos manifiesta una metodología sospechosa. Parece haber colocado su trabajo “científico” mucho más allá del peor de los supuestos posibles, bajo el lema de Rumsfeld de “pensar lo impensable”. Ese lema, transformado en “pensar lo impensable y afirmar su certeza”, debe ser la lógica que sostiene el informe. Puesto a aceptar como verdad cualquier desvarío, el instituto ha hecho propias, sin matiz alguno, las afirmaciones absolutamente mendaces de Tony Blair: “Irak posee ingentes cantidades de armas químicas y biológicas que los inspectores no pudieron controlar al ser expulsados del país”. John Chipman Prados, experto director de la alta institución de estudios estratégicos y militares, empieza un dictamen que presenta como “lo más preciso y desapasionado posible” dando por supuesta la inmediata dedicación de Irak -pese al durísimo embargo, a la enorme y repetida destrucción de instalaciones, y al gigantesco sufrimiento y precariedad de la población civil- a la reconstrucción de los programas de armas de destrucción masiva. Con esos comienzos no es extraño que concluya con las mismas advertencias apocalípticas de Bush y sus guerreros. Irak, que tardaría años en dotarse de armas nucleares, puede hacerlo en pocos meses con ayuda del mercado negro.
Miles de tubos de aluminio Si así de escandaloso –pero, dígame: ¿quién se escandaliza?- ha sido el informe del IIEE, no menos sorprendentes –pero, dígame: ¿quién se sorprende?- han sido las afirmaciones del presidente de los EEUU. “El régimen iraquí acelera sus esfuerzos para construir armas nucleares”, “Irak realiza una búsqueda exhaustiva de materiales que le permitan fabricar armas atómicas”. “En los últimos 14 meses Irak ha intentado comprar miles de tubos de aluminio que pueden usarse en la construcción de instalaciones de enriquecimiento de uranio”. Con frases como éstas reproducían los medios de todo el mundo las acusaciones lanzadas por Bush, o divulgadas por la CIA, en vísperas del primer aniversario del 11 de septiembre. Enfrascado en un guión que le señala un trabajo frenético de lanzamiento de pura propaganda bélica, el presidente de los EEUU sabe que cualquier barbaridad es “racionalizada” progresivamente por los medios, y convertida en la “prueba necesaria” que justifica el apoyo incondicional de gobiernos títeres y gobernantes desvergonzados en todo el mundo[i]. El día 8 de septiembre Bush mostraba fotografías de supuestas construcciones que “podrían” estar dedicadas a la fabricación de armamento nuclear. Pero Mark Gwozdecky portavoz de la Organización Internacional de Energía Atómica de la ONU (OIEA) afirmaba contundentemente que “ni una sola de las fotos había despertado la más mínima sospecha”. En el mismo “paquete informativo” creado para justificar los grandes discursos apocalípticos de los días siguientes, Bush utilizaba un informe firmado en 1998 por la misma OIEA como “datos de esta mañana”. Para mayor despropósito, y aunque parezca increíble, la información aportada por el presidente de los EEUU –la posibilidad de que Sadam Hussein estuviese a seis meses de la fabricación de una bomba nuclear- era una referencia de ese informe de 1998 a la situación anterior a la guerra del Golfo de 1991. Por esa previsión ofrecida como primicia por George Bush, habían pasado 11 años y en ellos: una guerra con destrucciones sistemáticas y masivas, un embargo continuado y severo hasta el genocidio, varias operaciones prolongadas de bombardeo masivo y cientos de bombardeos rutinarios.
La pérdida de memoria de Falsimedia. Los medios también se han ajustado al papel aprendido durante los últimos años. Hay que decir que su verdadera especialidad es la desmemoria, la suya y la provocada en la “opinión pública” por sus silencios. Han olvidado, por ejemplo, los datos fundamentales que deslegitiman, hasta convertirla en un auténtico descaro, la exigencia de EEUU del regreso de los inspectores. No han olvidado nada, porque nunca han sabido, sobre el enorme genocidio causado por el embargo. Por la misma razón tampoco han tenido que olvidar la sistemática destrucción de los sistemas de saneamiento, depuración de aguas, transporte, infraestructura industrial y petrolera que han realizado los repetidos ataques masivos y los cotidianos ataques puntuales. Y el especial ensañamiento con el que el embargo ha impedido la restauración de las infraestructuras vitales para la salud de la población. También han olvidado los datos sobre las inspecciones que les permitirían evaluar las alarmas tragicómicas sobre las enormes amenazas de Irak, difundidas por los Estados Unidos. Los medios se niegan a analizar lógicamente las denuncias sobre desarrollo de armas de destrucción masiva. Tampoco quieren saber sobre la sistemática destrucción del derecho internacional en el que están empeñados los gobernantes de Washington. Los únicos datos que manejan son los que ponen a su disposición los halcones de la administración de los EEUU.
Dolor y crueldad A un año del 11 de septiembre los lamentos han recorrido el mundo. Como en una historia sin sentido los quejidos de la tragedia del ataque a las Torres Gemelas se han superpuesto a los gritos de guerra contra culpables imposibles, y a los clamores de venganza. Estados Unidos ha llorado a sus muertos mientras prepara un ataque contra Irak, mucho más terrible, mucho más demoledor, igualmente inhumano, que el del 11 de septiembre. Pero nadie de los que ahora lloran se conmoverá lo más mínimo. [i] La información publicada el día 9 de septiembre, a pesar de su evidente falsedad y de su carácter de coartada escandalosa para “justificar” la atrocidad de una “guerra unilateral preventiva y de destrucción masiva” contra Irak, fue utilizada como “razón suficiente” para una declaración de “apoyo incondicional” a los EEUU, por el presidente del gobierno español, Aznar. Tal apoyo se produciría aún sin respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU. |