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Sharon, en EEUU a por la cabeza de Yaser Arafat
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En medio de la operación israelí más sanguinaria
en los territorios ocupados desde la guerra de 1967, Ariel Sharon partió
para Washington, con el beneficio de la descripción que Bush hizo
de él como «hombre de paz» y decidido a convencer a
los estadounidenses de abandonar a Yaser Arafat. No bien su avión
había despegado de Tel Aviv, su ejército volvía a
irrumpir en la población de Tulkarem, en la franja occidental,
y un tanque abría fuego en Jenin, matando a una mujer y sus dos
hijos.
El ejército israelí expresó más tarde su
«profundo dolor» por esas muertes. El muy publicitado plan
de «paz» de Sharon que tratará de imponer al gobierno
estadounidense esta semana parece contener tres demandas, la primera
de las cuales es el remplazo de Arafat por un líder palestino más
adaptable a los deseos israelíes. Habrá que reconstruir
la Autoridad Nacional Palestina y colocar bajo un liderazgo único
sus servicios de seguridad, aunque no se sabe con certeza quién
llevaría a cabo tal tarea. Podrían iniciarse negociaciones
para constituir un Estado palestino, pero sin participación de
Yaser Arafat.
El plan, sin embargo, no intenta detener la construcción ilegal
de asentamientos judíos ni hace referencia alguna a Jerusalén.
Sharon planea presentar también a Bush un libro de más de
100 páginas con el que pretende probar que Arafat ha estado íntimamente
ligado al «terrorismo» contra Israel. El volumen, con faltas
de ortografía y referencias a la Unión Europea como «Unidad
Europea», sugiere que Estados Unidos y fondos procedentes de ese
país han financiado los ataques palestinos a Israel, y asegura
que un oficial palestino que ha colaborado estrechamente con la CIA durante
siete años es un líder «terrorista».
Sin embargo, cuando Sharon presentó sus «evidencias»
a los periodistas, en Jerusalén, tuvo grandes dificultades para
explicar a los reporteros por qué su gobierno, después de
nombrar repetidas veces a Arafat y a uno de sus subordinados, Tawfiq Tarawi,
como organizadores de actos «terroristas», acababa de dejarlos
en libertad. «Es una buena pregunta», contestó Dani
Naveh, ministro de asuntos parlamentarios. «Para mí, lo más
importante es que Arafat no tome parte en las pláticas de paz en
el futuro».
Es evidente que se ha invertido mucho trabajo en la preparación
de la quinta visita de Sharon a Bush. Los informes de la prensa israelí
señalan que el viaje del primer ministro a Washington fue arreglado
personalmente por Ephrain Halevy, dirigente del Mossad, el servicio secreto
israelí. Un día antes de que Sharon partiera, docenas de
oficiales del ejército y la fuerza aérea del Colegio Nacional
de Seguridad de Israel llegaron a Estados Unidos para celebrar una semana
de reuniones con oficiales estadunidenses, en un viaje pagado por la Universidad
Nacional de la Defensa, que forma parte del Pentágono.
El primer ministro israelí hubiera deseado que el sitio a la Basílica
de la Natividad hubiera llegado a su fin para cuando su avión partió
para Washington, pero ayer aún proseguían las negociaciones,
en las que participan diplomáticos estadounidenses y británicos,
para decidir el destino de los 20 palestinos a los que Israel desea encarcelar.
Puede que se les ofrezca asilo en Jordania, lo cual está muy lejos
de la demanda inicial israelí de encerrarlos, e incluso la cifra
de personas «buscadas» por Israel que se encuentran en la
basílica ha disminuido.
En cierto momento los israelíes afirmaban que había más
de 200 hombres armados en la iglesia. El diario israelí Haaretz
reportó que unidades del ejército israelí combatían
por «los despojos» de sus operaciones en la franja occidental,
después de apoderarse de docenas de autos Land Rover de fabricación
británica de la Autoridad Nacional Palestina. Estos vehículos
se han entregado a la división logística israelí,
bajo las órdenes del general Shaul Mofaz, jefe del Estado Mayor.
No se sabe si fueron pagados con dinero estadounidense.
La Jornada
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