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Perú y el silencio de sus cárceles
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Tras la Ruta de Uchuraccayz
En enero de 1983 un grupo de 8 periodistas se dirigió a la Provincia
de Ayacucho, en el Sur del Perú, para hacer un reportaje sobre
campesinos que una semana antes habían dado muerte a militantes
del "Partido Comunista del Perú", más conocido
en los medios como "Sendero Luminoso". Esta organización
desenvolvía desde 1980 una lucha guerrillera contra el Estado
peruano. Camino a la zona de conflicto los 8 periodistas y su guía
fueron asesinados (26.01.1983), presuntamente, por los comuneros de
la Comunidad de Uchuraccay, quienes posteriormente aseguraron haberlos
confudido con miembros de "Sendero Luminoso". Se formó
una Comisión Investigadora presidida por el escritor Mario Vargas
Llosa cuyo informe final dictaminó que los campesinos habían
ignorado la calidad de periodistas de las víctimas, llegando
a confundir teleobjetivos con armas; el grado de analfabetismo y la
falta de contacto con el mundo occidental habrían determinado
tal confusión. Sin embargo, todos los indicios y diversos informes
indicaban que los periodistas o fueron asesinados por miembros de las
Fuerzas Armadas peruanas, o que éstos dirigieron la masacre,
o que por lo menos habían dado órdenes de matar a extraños
de la zona porque apoyaban a "Sendero Luminoso". De esta forma,
la "Comisión Vargas Llosa" libró de toda responsabilidad
a las Fuerzas Armadas, que asumían la seguridad en la zona y
la organización paramilitar de campesinos.
La masacre de Uchuraccay fue una de las incontables cometidas por las
Fuerzas Armadas y Policiales peruanas y por fuerzas paramilitares, llámadas
eufemísticamente "Rondas de Defensa Civil", en el marco
de la guerra antisubversiva. Tanto el discurso oficial como la mayoría
de la prensa se han encargado a lo largo de los años de presentar
ésta y otras masacres como casos aislados, negando así
que la estrategia antisubversiva del Estado peruano se ha fundamentado
en la sistemática violación de Derechos Humanos; lo cual
ha dejado un saldo de más de 30,000 muertos, 5,000 desaparecidos
y que bajo el régimen de Fujimori haya más de 7,000 presos
y presas políticos. Las causas y desarrollo de la lucha de “Sendero
Luminoso” y del MRTA han quedado siempre fuera del debate público,
y se oculta que la gran mayoría de las víctimas de la
guerra subversiva en el Perú se debe al accionar de las fuerzas
militares y policiales. Hay que resaltar que esta política de
exterminio contra todo aquel sospechoso de ser "terrorista"
fue implementada por los gobiernos de Fernando Belaunde (1980-1985),
de Alan García (1985-1990) y de Alberto Fujimori (1990-2000).
De la responsabilidad por la violación de Derechos Humanos en
el Perú no se excluye pues la clase política, izquierda
parlamentaria incluida, que hoy denuncia al gobierno de Fujimori, pero
que ha tolerado, apoyado o aun implementado una política de seguridad
interna basada en torturas, desapariciones, asesinatos y masacres.
Las causas que dieron origen al conflicto armado persisten bajo el
gobierno de Alejandro Toledo. La continuación de la política
económica neoliberal implementada por Fujimori acentúa
la pobreza que hoy alcanza al 70% de la población. La movilización
social surgida como respuesta a esta política es reprimida cruentamente,
como ocurrió en las manifestaciones contra las privatizaciones
de las empresas eléctricas en Arequipa el año pasado.
Tal actitud resoluta se deja extrañar, sin embargo, en la lucha
contra la corrupción y en la persecusión de violaciones
de Derechos Humanos. Por el contrario, el régimen de Toledo,
siguiendo la línea de sus antecesores, está impulsando
una nueva legislación antiterrorista que mantiene penas desmesuradas
y obstáculos procesales que recortan el derecho de defensa, negando
así principios fundamentales del Estado de Derecho. Esta legislación
está orientada no sólo a reprimir manifestaciones de protesta,
sino a mantener en las cárceles a más de 2,000 presos
y presas políticas que han sido condenados sin las más
mínimas garantías de un debido proceso y de acuerdo a
leyes que violan cualquier principio de proporcionalidad de la pena.
Las condiciones de internamiento atentan contra la integridad y la
salud de los presos y presas; sobre todo en las cárceles de Yanamayo
y Casapallca, a más de 4,000 msnm, cuyo cierre ha sido exigido
por organismos internacionales de Derechos Humanos, y que son paradigmas
de la vejación humana. Existe consenso entre el gobierno de Toledo
y los partidos de la oposición respecto a proseguir con una política
altamente represiva, que busca frenar con penas desmesuradas la protesta
social y dejar impunes a militares y policías responsables de
violaciones de Derechos Humanos. Es necesario, pues, demandar no sólo
sanción para los crímenes del régimen de Fujimori
y Montesinos, sino para los cometidos por los gobiernos de Belaunde
y García, así como denunciar al gobierno de Toledo por
atentar contra el derecho a la integridad, el derecho a defensa y los
derechos civiles de miles de personas hoy presas o víctimas de
la represión estatal.
Grupo de Solidaridad con los Presos y Presas Políticos en
el Perú
Poetas.com
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