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Sobre “globalización” e “imperialismo”
x Antonio J. Torres
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No, no se trata de un problema semántico,
es decir, de significado de las palabras; la distinción entre
“globalización” e “imperialismo” tiene
que ver con un problema mayor: el de la caracterización del capitalismo
en su fase actual.
La utilización de las palabras con una determinada intencionalidad
política, la manipulación y perversión de los términos,
sobre todo a través de los medios de comunicación de masas,
ha sido una práctica habitual en la lucha política e ideológica
emprendida por el capitalismo desde casi sus inicios históricos.
Términos como “paz”, “democracia”, “justicia”,
o “libertad” han venido sufriendo desde hace mucho tiempo
una sistemática utilización adecuada a unos intereses
de clase determinados. No deja de ser muy significativo, por ejemplo,
el hecho de que durante la “Guerra Fría” una de las
“tapaderas intelectuales” de la CIA se denominase “Congreso
por la Libertad de la Cultura”.
No se puede sacrificar en absoluto la lucha ideológica y política
en aras de la lucha por la destrucción de la base económica
capitalista, y en esa confrontación ideológica, la utilización
clasista de las palabras, con toda su carga afectiva, emocional, sentimental,
etc, cobra una importancia que necesariamente ha de tenerse en cuenta.
La palabra “imperialismo” tiene una significación
clara, y se remite a las tesis de Lenin sobre una determinada fase del
desarrollo del capitalismo, expuestas en su obra “El imperialismo,
etapa superior del capitalismo”. Mientras, el término
“globalización” es más confuso, y suscita
múltiples conjeturas e interpretaciones, de ahí, por ejemplo
la enorme diversidad del denominado “movimiento antiglobalización”,
o que la visión sobre la “globalización” difiera
si nos la define un miembro de ATTAC, Toni Negri, Samir Amin, Chomsky,
Lula, por un lado, y Bill Clinton, Colin Powell, o Koffi Annan, por
otro.
Pero, a pesar de todo, en determinadas ocasiones, los propios capitalistas
no tienen pudor alguno en reconocer que en su “guerra de propaganda”,
la manipulación de las palabras, e incluso la invención
de términos para fenómenos que ya poseen una denominación,
es parte esencial y una práctica habitual. De esta forma, el
economista norteamericano John K. Galbraith, ex asesor de los presidentes
Roosevelt y Kennedy, caracteriza al término “globalización”
de la siguiente manera: “(la globalización) es un término
que nosotros mismos, los americanos, inventamos para disimular nuestra
política de avance económico en otros países y
para tornar respetables los movimientos especulativos del capital”.
No queda aquí la cosa, el ex Secretario de Estado norteamericano,
Henry Kissinger, lo tiene más claro: “lo que se llama
globalización es en verdad otro nombre empleado para definir
la posición dominante de los Estados Unidos”.
Es curioso como las palabras de Galbraith en su caracterización
del término “globalización” se acercan a las
tesis leninistas sobre el “imperialismo”, además
de admitir, y esto es muy importante, que el término “globalización”
es un invento de la oligarquía financiera norteamericana
para “disimular” los movimientos políticos
y económicos del capitalismo norteamericano. Por otro lado, Kissinger
es más simple, y se limita a llamar “globalización”
al papel hegemónico de los Estados Unidos.
Hoy, podemos afirmar que la palabra “globalización”
ha tenido éxito, su utilización es masiva, y este éxito
no es solamente explicable por la influencia de los medios de comunicación
de masas, sino también por el uso indiscriminado, sin ningún
criterio, que la izquierda en general hace de él, contribuyendo
así a que las potencias imperialistas y las empresas multinacionales
ligadas a ellas, sobre todo Estados Unidos y las multinacionales norteamericanas,
“disimulen” sus movimientos y maniobras en busca de la hegemonía
absoluta mundial, o que otras potencias “inferiores” como
la Unión Europea, Rusia, Japón o el caso especial de China
disimulen sus movimientos para hacer frente y disputar, en la medida
de sus posibilidades, la hegemonía al capitalismo norteamericano
en el mundo, o al menos algunas parcelas.
Los teóricos tanto de la “globalización” como
de la “antiglobalización” coinciden en argumentar
que las tesis leninista del “imperialismo” han caducado.
Sin embargo, en estos momentos, nos encontramos con que los EEUU pretenden
comenzar una guerra de agresión contra Irak, porque el control
de los inmensos recursos petrolíferos de este país le
proporcionaría a los EEUU y sus multinacionales un papel aún
más hegemónico en el mundo frente a sus competidores:
la Unión Europea, Rusia, China, y en menor medida Japón.
Es fácil comprobar cómo surgen contradicciones entre los
diferentes estados, y entre las multinacionales ligadas a esos estados,
incluso, en el mismo seno de la Unión Europea surgen las contradicciones,
y a veces de forma muy aguda; las contradicciones interimperialistas,
a pesar de que no sean de carácter antagónico, por el
momento, ya fueron señalas por Lenin en su caracterización
del “imperialismo”.
Se avecina una guerra que será una batalla más de esa
silenciosa “Tercera Guerra Mundial” iniciada por la primera
Guerra del Golfo y la caída de la Unión Soviética;
se trata de un nuevo reparto y reorganización del mundo (la idea
del “reparto del mundo” está contenida en las tesis
leninistas), en el que los EEUU buscan a toda costa la hegemonía
absoluta, entre otros métodos, a través del control en
exclusiva de los recursos energéticos del planeta, especialmente
el petróleo. Esta “Tercera Guerra Mundial” se ha
venido desarrollando en diferentes escenarios: el Golfo Pérsico,
la antigua Yugoslavia, el Congo-Zaire, el 11 de septiembre del 2001
en los EEUU, Palestina, o Afganistán; además de sabotajes,
“operaciones especiales”, y “guerras de baja intensidad”
en Colombia, Perú, Nepal, Filipinas, los actuales sucesos en
Venezuela, la escalada violenta entre India y Pakistán, o el
control nuclear a Corea del Norte, además de las tensiones, protagonizadas
principalmente por organizaciones de liberación nacional, en
la misma Europa comunitaria.
Es cierto que no nos encontramos a principios del siglo XX cuando se
publicó “El imperialismo, etapa superior del capitalismo”,
eso es evidente y claro; nos encontramos en un nuevo reparto y reorganización
del mundo, y eso es lo que hace a esta situación tan diferente
y especial respecto a otras: las anteriores guerras mundiales, la “Guerra
Fría”, etc., pero dentro de la fase imperialista.
No lo olvidemos, el capitalismo siempre ha llevado a cabo, desde su
existencia, una intensa lucha ideológica y política contra
sus adversarios; es una “guerra de propaganda” en la que
la manipulación de las palabras cumple un fin comunicativo determinado,
por ejemplo, con el término “globalización”
se pretende atenuar, disimular, o eliminar la existencia de la dominación
de los estados imperialistas. Por último, reflexionemos
sobre el siguiente diálogo, bastante ilustrativo y esclarecedor
al respecto, que mantienen los personajes Humpty-Dumpty y Alicia, de
la obra “A través del espejo y lo que Alicia encontró
al otro lado” del británico Lewis Carrol; no tiene
desperdicio:
“Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty-Dumpty
con un tono de voz desdeñoso- quiere decir lo que yo quiero
que diga..., ni más ni menos.
La cuestión –insistió Alicia- es si se puede hacer
que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
La cuestión –zanjó Humpty-Dumpty- es saber quién
es el que manda, eso es todo”.
Málaga (Andalucía).
antoniotl@ole.com
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