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La solución imperial
x Juan Girtz
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La 2da. Guerra del Golfo se ha terminado con la
derrota más fácil de lo previsto otra vez, de los ejércitos
iraquíes. Está visto que los dictadores tienen los pies
de barro. Haciendo caso omiso de los llamamientos a la resistencia de
Sadam Hussein, el pueblo le ha dado la espalda en cuanto ha tenido ocasión
para ello. Era un régimen odiado, digan lo que digan los eternos
mentores de frentes antiimperialistas. Lo cuál no significa que
el pueblo haya saludado a los marines como los liberadores, eso es sólo
burda propaganda de la Fox-CIA. Sólo los imbeciles o los demócratas
del imperio que ven al mundo a través de sus televisores de antena
parabólica, pueden confundir el hambre y la desesperación
de los pueblos con el apoyo a la democracia de Occidente. Mientras llegaba
la ayuda humanitaria, la gente pobre se ha lanzado a saquear todo lo
que ha podido en la convicción que entre la caída del
régimen baazista y la instauración de uno nuevo, se abría
un período en el que resarcirse siquiera fuere parcialmente,
de tantas privaciones y tanto sufrimiento como han padecido a manos
del terrorismo de Estado baazista y del terrorismo militar angloamericano.
Parece ahora claro que no era el propósito de los estrategas
de la guerra acabar con el Estado de Iráq, ni siquiera derrocar
el régimen, en buena medida sostenido con su concurso. La facilidad
del desmoramiento de determinados aparatos, expresa la fragilidad de
las bases sobre los que se levantó en su día el Estado
postcolonial y su debilidad intrínseca del propio Estado.
Cabe preguntarse si al día de hoy, el capitalismo trasnacional,
las grandes corporaciones del petróleo necesitarán de
la reconstrucción de Iráq o les bastará con un
régimen de protectorado bajo el mando de un general USA. No parece
fácil la primera solución si no se está dispuesto
a permitir un proceso de auténtica democratización. Y
sería la primera vez en los últimos cien años que
Estados Unidos interviene militarmente en un país para generar
la instauración de la democracia. Más probable parece
entonces un régimen neocolonial sobre el que la ONU y el resto
de las instituciones internacionales intentarían arropar con
buenas dosis de legitimación. No es en absoluto descartable ese
escenario por más que presente varios rasgos que los estrategas
del Departamento de Estado y del Pentágono no pueden haber dejado
de evaluar.
Se trata de una solución explícitamente imperial que
tiene implicaciones importantes para el conjunto de la región.
No pudiendo analizarlos en su conjunto, destaco la que parece más
importante, la que tiene que ver con los grupos sociales que se postulan
con vocación de hegemonicos o dirigentes en estas sociedades.
Simplificando mucho la cuestión, diríamos que los Estados
en Oriente Próximo y el Golfo Pérsico, se han asentado
bien sobre una dinastía tradicional vinculada con una antigua
potencia colonial o, bien sobre una coalición burocrático-militar
con frecuencia asociado a la antigua URSS. La estructura social de estos
dos “tipos ideales” son ciertamente distintas. No obstante
lo cual, el peso predominante en sus economías del sector exportador,
fundamentalmente petrolero, permite encontrar cierta similitud entre
ellas, con un proletariado relativamente cualificado y bien remunerado,
una burocracia de Estado vinculada a una estructura de partido o de
clan o tribu según los casos y un desmesurado sector servicios
en el que conviven componentes postmodernos con economía de bazar.
Por debajo de todo esto la agricultura y la ganadería han visto
alejarse las posibilidades de una auténtica reforma agraria,
y en la actualidad languidecen incapaces de soportar la competencia
de los productos occidentales. La burocracia de Estado ha sido la fracción
dirigente en los Estados laicos de régimen nacionalista (y, al
principio) pretensiones socializantes. Ya se ha comentado el declinar
de esta capa social con la desaparición de la URSS. Incluso allí
dónde el paso al campo USA se hizo “ a tiempo” como
en Egipto, la estabilidad el régimen está amenazada por
la presión de una revuelta social que toma como referencia al
islamismo, después que la izquierda laica haya quedado reducida
a algún que otro refugio académico.
La crisis de Iráq y la más que posible en Siria, podría
asestar un golpe irreversible a la continuidad y porvenir de las estructuras
estatales en Oriente Próximo, sin que aparezca ningún
grupo social con capacidad de nuclear en torno a sí un proyecto
histórico de construcción de una entidad nacional popular
sólida y con posibilidades de permanencia. Por más que
pueda ser desdeñado por la izquierda ilustrada en Occidente,
sólo el movimiento islámico parece capaz de articular
un sentido de cohesión social sobre bases evidentemente no nacionales
para estas sociedades.
Abril, 2003
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