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“El tiempo de la diplomacia ha terminado”
... comienza la matanza
x Jesús García Blanca
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El Comandante en Jefe del ejército más
mortífero de la historia afrontará su responsabilidad.
Podría “mirar hacia otro lado” –podría
continuar jugando con sus perritos en el jardín de la Casa Blanca-,
pero no lo hará; lo reclama la historia, las petroleras, los
hijos del Averno de su gabinete y la defensa de los valores y principios
de la Civilización Occidental.
“El tiempo de la diplomacia ha terminado...”
Se acabó la espera de los 300.000, de los B-52, de los F-5,
de los F-16, de los AC-130, de los misiles patrióticos recubiertos
de uranio, plutonio y dolor reconcentrado.
Se acabaron las mentiras, el desprecio a millones de personas a las
que habrá que convencer de que continúen votando lo de
siempre, la fabricación de pruebas, los desvaríos de “patios
interiores”, el cinismo, los informes jurídicos de quince
páginas que no ha pedido la ministra porque ella se apaña
sola, las presiones, los telegramas confidenciales leídos de
pe a pa en emisoras de ámbito nacional, el oportunismo de quienes
ayer chapoteaban en la sangre y hoy se disfrazan de pacifistas, los
debates parlamentarios protegidos por las fuerzas de seguridad del estado,
las votaciones esperpénticas, los balbuceos en el Consejo de
Seguridad de una ministra que nunca sabe si se pasa o no llega, las
piruetas de los jefes de informativos del ente público, los oídos
sordos, las conciencias enmohecidas, las lenguas envenenadas, las manos
podridas.
Se acabaron los corrillos de niños en las calles de Mesopotamia,
el cielo azul sobre el Tigris y el Eúfrates, los amaneceres limpios
en el desierto de un millón de años.
Comienza el “uso legítimo de la fuerza”. Comienza
la explicación imperial de lo que significan “graves consecuencias”.
Comienza la “creación de un futuro mejor para el pueblo
iraquí” a manos de los matarifes del imperio y sus secuaces
y voceros.
Comienza la destrucción, el horror y la muerte; condiciones
todas indispensables para poder “promover la reconstrucción,
la entrega de ayuda humanitaria y la construcción de un nuevo
Iraq en paz consigo mismo y con sus vecinos”.
Comienza el “orgullo de pertenecer a la civilización occidental
y la decisión de defenderla hasta el último suspiro junto
a Bush y Blair atrincherados en un nuevo Fort Alamo”. Es de suponer
que en ese último reducto de las libertades –además
de John Wayne, Thomas Hobbes y John Locke, estarán Aznar, los
183, Federico Jiménez Losantos, Albiac, algún oyente de
RNE, algún contertulio de la COPE, algún lector empedernido
de La Razón o de ABC y algún militante socialista despistado
al que no le hayan llegado las nuevas consignas electorales.
Comienza una nueva etapa en las relaciones internacionales, en la relación
de poder del Imperio con las provincias. Para algunos ya estaba muy
claro el salto cualitativo que significó la estrategia puesta
en marcha tras la coartada moral del 11-s. Por si quedaban dudas, lo
pusieron negro sobre blanco en un detallado documento. Pero las mayorías
indolentes necesitan más claridad, las palabras no bastan; hace
falta sangre y dolor.
Comienza una nueva fase de la rebelión contra el Imperio. Es
imprescindible elevar el nivel de contestación aunque el precio
sea el abandono por parte de quienes sólo coyunturalmente se
habían atrevido a protestar. Es preciso abandonar los eufemismos,
las consignas asumibles, las proclamas vacías. Quienes estemos
dispuestos a sostener el discurso contra criminales debemos también
asumir la retirada de los oportunistas y el recrudecimiento de las reacciones
represivas.
Comienza la matanza, comienza un nuevo episodio de la guerra global.
No basta con la resistencia. Es preciso recuperar la iniciativa, extender
la desobediencia, imaginar nuevas formas de sabotaje a los engranajes
de la dominación, crear vida dentro del territorio que Ellos
quieren devastar.
Sangrar, luchar, pervivir; dar nuestros ojos y nuestras manos, como
un árbol carnal, generoso y cautivo, a los cirujanos del Imperio.
kefet@telepolis.com
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