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Estado español :: 10/05/2011

Concentración en Salamanca contra la Guerra

La Haine-Salamanca
Tendrá lugar el jueves a las 20:00h en la Plaza Mayor

No a la guerra en Libia… ¡Ni en cualquier otra parte!

Con el supuesto objetivo de salvar a la población civil de la opresión, algunos gobiernos occidentales (entre ellos el gobierno español) se han lanzado a una operación militar contra Libia. Sin embargo, lo que hay detrás de esta guerra son, como siempre, intereses económicos y geoestratégicos.

Las revueltas que se han vivido en los países árabes en los últimos meses han sido la excusa que ha empleado la OTAN para decidirse a atacar este país. Libia es rica en petróleo, gas y otros recursos naturales, y además está situada en una posición muy favorable para el dominio del espacio mediterráneo, el norte de África y Oriente Próximo. Esto unido a la negativa a mantener bases militares extranjeras en su territorio ha sido lo que ha decantado la elección de Libia como objetivo militar.

Resulta irónico que la guerra cuente con el apoyo de la Liga Árabe, formada en parte por gobiernos tan dictatoriales como el libio, que no han dudado en aplastar las revueltas brutalmente y oprimir a pueblos enteros como el saharaui en Marruecos o el palestino en Israel.

Nos han repetido hasta la saciedad en los medios de comunicación de masas que esta guerra es humanitaria y que la misión de las tropas invasoras es defender a la población civil. No obstante, lo que se está comprobando cada día que pasa es que los militares y sus armas sólo causan destrucción y muerte allá donde son enviados. Ya vimos en el pasado cómo se masacraba a las poblaciones de Yugoslavia, Afganistán o Irak con excusas similares. Y sólo por conseguir el preciado petróleo y asegurar la estabilidad de las zonas bajo el control de los Estados Unidos de América y sus aliados.

El régimen de Gadafi (como el de Mubarak en Egipto, el de Ben Alí en Túnez o el de Mohammed VI en Marrucos) contaba hasta hace bien poco con el apoyo de las elites dirigentes de Europa y América. Los mismos que vendieron armas a cambio de petróleo durante años se apuntan ahora a la misión bélica. Así se aseguran su parte del pastel en el reparto y de paso consiguen infundir el miedo a posibles represalias ante cualquier tentativa de cambio social.

La agitación que se vive en el mundo árabe es la consecuencia directa de las reformas económicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional. El paro, la subida de los precios, las privatizaciones de servicios públicos y, especialmente, la falta de libertad han provocado las movilizaciones. Éstas están siendo aprovechadas por los gobiernos occidentales para redirigir la política en su favor, evitando que afecten verdaderamente al orden económico y social.

El PSOE y otros sectores de la izquierda institucional muestran ahora su verdadera cara. Muchos de los intelectuales que se oponían a la guerra contra Irak guardan ahora silencio o incluso defienden la intervención. Pretenden hacernos creer que la guerra es en apoyo de la rebelión contra el tirano libio, cuando a quien realmente se está apoyando es a militares descontentos con el régimen y a elites desfavorecidas por éste durante los últimos años. Tampoco tienen en cuenta que quienes verdaderamente sufren las consecuencias de cualquier conflicto bélico son los trabajadores, la gente que no tiene ni quiere armas para defenderse y que no entiende muy bien por qué recibe bombardeos de uno y otro bando.

Incluso el Consejo de Seguridad de la ONU, supuesta defensora de la Humanidad, ha apoyado el uso de la fuerza en Libia, aún a sabiendas de que la intervención militar sólo empeorará la situación. Los mismos gobiernos que con la excusa de la crisis han recortado derechos y gastos sociales no dudan ahora en invertir millones en masacrar inocentes.

Las clases populares del mundo árabe han demostrado la posibilidad de enfrentarse a regímenes que se pensaban inamovibles. No dejemos que la guerra sea la respuesta a la esperanza de un cambio revolucionario a ambos lados del Mediterráneo.

Es imprescindible apoyar las revueltas en el norte de África y Oriente Medio, y oponerse a las injerencias militares, el gasto militar y la guerra. Se hace especialmente necesaria la solidaridad con los trabajadores inmigrantes y la lucha por la libertad de movimiento para todos los refugiados de las guerras, hambrunas y persecuciones.

Acude a las movilizaciones y difunde el mensaje con más fuerza que nunca.

NO A LA GUERRA

 

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