El 3 de febrero ha sido un día fundamental en el desarrollo de la lucha social en Barcelona
El martes 3 de febrero de 2015 ha sido un día fundamental en el desarrollo de la lucha social en la ciudad de Barcelona.
Los actores que encarnan el movimiento popular son tan diversos como intermitentes; a veces actúan al unísono, otras se complementan desde la diferencia, y otras actúan en solitario. Y hay días en los que un actor social nuevo se expresa por primera vez.
La masa, el pueblo, los inmigrantes, los estudiantes, un ramo profesional, los obreros de una fábrica, los homosexuales, las mujeres, las mujeres que además son madres, los jóvenes, los marginados, los jóvenes marginados... son ejemplos de colectivos más o menos amplios y más o menos cohesionados que pueden convertirse en creadores y actores de un nuevo movimiento social con identidad propia. El éxito de su lucha dependerá, por una parte, de la gestión realizada por los intermediarios o interlocutores a nivel político, si éstos existen; por otra parte, dependerá de la capacidad de autoorganización, eficacia e independencia del propio colectivo afectado.
Los sin papeles, por ejemplo, pueden actuar en solitario, como en los motines del CIE de Aluche (Madrid), con la quema de colchones y demás, o a través de intermediarios, como en los actos de la campaña Tanquem els CIEs -en el último acto en el CIE de Zona Franca estuvieron los máximos representantes de Guanyem, las CUP, ICV y ERC-. Ambas vías consiguen relevancia mediática y consiguen ejercer presión política, y ambas pueden vencer o fracasar.
En estos términos, podríamos decir que, a nivel estatal, a partir de 2008, los estudiantes -el colectivo afectado- pusieron en marcha un movimiento contra el Plan Bolonia en el cual se alimentó la autoorganización -actores esporádicos, organizaciones nuevas...-, si bien no en un grado suficiente para contrarrestar la máquina mediática y, cada vez menos, de convocatoria que representa el llamado Sindicato de Estudiantes. Éste, junto con las asociaciones de estudiantes cercanas a partidos de izquierdas y sus juventudes, conforma el entorno activista que actúa, en este caso, como intermediario. Se caracteriza por una nula capacidad estratégica, por la falta de voluntad de cambio y por la primacía de sus intereses propios.
Entre el 29 de septiembre de 2010 y el 14 de noviembre de 2012 tuvo lugar un ciclo de lucha en el que CCOO y UGT fueron, por última vez, los intermediarios entre el Gobierno y el pueblo trabajador o la masa. Este liderazgo comenzó a ser disputado el 15 de mayo de 2011 a través de la autoorganización y la expansión de una cultura asamblearia y de un sentimiento de colectividad y protagonismo popular -creó, en otras palabras, el 15M, un nuevo movimiento social-, lo cual coexistió con breves liderazgos de organizaciones nuevas -Democracia Real Ya, asambleas populares, Coordinadora 25S, Plataforma ¡En Pie!, Marchas de la Dignidad, etc.-. Es evidente que ni el colectivo afectado puede siempre etiquetarse, ni siempre están claros los límites de los diferentes movimientos (el okupa pertenece al libertario a la vez que lo trasciende; no es posible el consenso en torno a qué rumbo tomó el 15M ni en torno si ha terminado o no como movimiento con identidad y capacidad de acción propias; etc.).
Aclaradas estas cuestiones, conviene estrechar en tiempo y en espacio el contexto de lo ocurrido en Ciutat Meridiana a principios de febrero de este año. El año anterior, 2014, acabó en Barcelona con más de 10 días de disturbios o altercados de diferente intensidad.
17 de enero: manifestación en apoyo a la revuelta de Gamonal. Tensión y algunos lanzamientos de objetos en la plaça Sant Jaume; barricadas y pequeños incendios en el carrer Ample; ataque con sillas, macetas y adoquines a la comisaría de la Guàrdia Urbana en las Ramblas; barricadas, carreras y enfrentamientos con piedras y botellas en el barrio del Raval. Los Mossos d'Esquadra usan por primera vez el cañón de sonido (LRAD). Intensidad media-alta.
19 de febrero: manifestación contra el desalojo del CSO La Carbonería. Quema de contenedores, carreras y enfrentamientos en las inmediaciones del centro social. Intensidad media.
27 de febrero: manifestación estudiantil convocada por la PUDUP. Destrucción de cristaleras de bancos y cajeros automáticos en las calles del barrio de Sants, carreras y desperfectos en el barrio de Les Corts. Intensidad baja.
29 de marzo: manifestación "Desobediencia 2014", multicausal (por la absolución de los encausados por el cerco al Parlament de Catalunya el 15 de junio de 2011 y en contra de la ley mordaza, la ley del aborto y la reforma del código penal). Lanzamiento de objetos, destrucción de bancos y quema de contenedores en diferentes lugares. Carreras y resistencia pasiva frente a la toma policial de la Via Laietana. Intensidad media.
1 de mayo: Día Internacional de los Trabajadores. Ataques contra cajeros automáticos y hoteles de lujo y quema de algún contenedor. Intensidad baja.
26, 27, 28, 29 (Sants) y 31 (Raval) de mayo: revuelta de Can Vies. Constantes carreras, enfrentamientos, barricadas, incendios (furgoneta de TV3, excavadora, centenares de contenedores) y sabotajes (furgoneta de TMB, sedes de CiU, entidades bancarias). Estas acciones son apoyadas por caceroladas y consignas antipoliciales desde las viviendas. Intensidad alta.
22 de octubre: protesta vecinal tras la paralización de varios desahucios. Asalto y daños a la oficina de Servicios Sociales de Ciudad Meridiana. Intensidad baja.
16 de diciembre: manifestación por la absolución de los presos de la Operación Pandora. Numerosos destrozos en sucursales bancarias, alguna con un contenedor ardiendo incrustado, por las calles del barrio de Gràcia. Breves lanzamientos a la línea policial, quema y cruce de contenedores. Intensidad media.
18 de diciembre: también por la Operación Pandora. Pintadas y destrozos en sucursales bancarias en una reducida y combativa marcha por el barrio de Sant Andreu. Intensidad baja.
La entrada del año 2015 está marcada por grado de movilización menor que en años anteriores a escala estatal, hecho atribuido al protagonismo mediático y la posible victoria electoral de Podemos. En la ciudad de Barcelona, además, resuenan las condenas de prisión a cuatro de los cinco procesados por la revuelta de Can Vies y la puesta en libertad condicional de los siete presos de la Operación Pandora, sobre quienes siguen pesando peticiones de cárcel por terrorismo debido a una falsa vinculación entre los GAC y el FAI/FRI.
En este contexto de cambios frenéticos en la esfera política, y con un debate público en curso sobre las torturas y la corrupción estructural del sistema a raíz de la emisión del documental Ciutat Morta, el 3 de febrero de 2015 aparece un nuevo y hasta entonces desconocido agente de la lucha social en Barcelona: la banlieue. Entre las 12 del mediodía y las 4 de la tarde, en el barrio de Ciutat Meridiana, 5 coches son quemados, además de desatarse incendios en la vía del tren y junto al acueducto. Esa misma mañana, hubo un desahucio, al parecer irregular, de un matrimonio y su hijo de 4 años, en un área de Barcelona conocida como Villa Desahucio por motivos evidentes. Sin aparente relación con estos hechos, de forma simultánea un hombre revienta a pedradas tres coches de los Mossos d'Esquadra junto a la céntrica comisaría de Sant Martí y es detenido en el acto.
Este episodio no ha sido recibido con el interés que merece: si bien ha habido otros desahucios sucedidos de acciones violentas y, además, con una relación causal directa como en el caso de Antonio el 31 de enero de 2014 en el barrio de Lavapiés (Madrid), existe sin duda un punto de inflexión en la metodología, ya que se exporta una forma de protesta en general poco comprendida por la sociedad y ejercida fundamentalmente en la periferia de París. Ésta consiste en la quema de vehículos particulares y, en sus expresiones más duraderas, se acompaña con la toma y defensa de un área con barricadas y enfrentamientos con la policía, expropiaciones, etc.
Evidentemente, no es comparable la revuelta de las banlieues parisinas de 2005, con más de mil vehículos quemados y más de trescientos arrestos al día en su momento más crítico -los días 6, 7 y 8 de noviembre-, con lo ocurrido este martes en Ciutat Meridiana. No obstante, como comentamos, supone un punto de inflexión para el movimiento popular por el hecho de producirse sin coincidir con ninguna manifestación, por tratar de poner el foco de atención en los barrios más desatendidos y marginales de la ciudad de Barcelona -sin éxito, no tanto por su naturaleza sino por su escasa magnitud-, y por constituir un acto de comunicación en sí mismo: no existe ningún comunicado que nos explique las razones de tales actos, no hay ninguna organización política que reivindique su autoría. Son actos coordinados que conforman un lenguaje propio en el momento de su ejecución. Tampoco hay intermediarios, porque se consideran inútiles. La población ya ha explorado los cauces institucionales sin efecto alguno.
Sin duda, para algunos el ataque a bienes particulares está fuera del límite de lo moralmente aceptable. Esto hace aún más interesante este fenómeno de la periferia: si hay un rechazo frontal, seguramente es debido a que la persona, o al menos su entorno, tiene una capacidad económica y un grado de integración social propios de barrios en los que la miseria no está generalizada. Este grito de fuego proviene, por contra, de otro tipo de situación económica muy diferente, aquella en la que florecen la depresión, la drogadicción y el suicidio. La quema de vehículos es quizá también una venganza encubierta contra la sociedad que sí está integrada; se desprecia su solidaridad o, incluso, sobrestimando la sensibilidad artística del ciudadano de a pie, precisamente se busca a través de su negación, lo que recubre estos actos de una especie de pureza revolucionaria y a la vez evoca cierta desesperación, desencanto o nihilismo; no hay fe en los mediadores políticos, ni hay fe en el conjunto de la masa. Este último punto es la principal diferencia con las acciones que provienen del entorno anarquista, que busca la simpatía de la sociedad al mostrarse tremendamente escrupuloso en sus objetivos, ceñidos a los aparatos y competencias del estado y a los grandes intereses económicos.
Aunque, al final, cuanto más se desarrolle una interpretación sobre un episodio de lucha social, más inexacta se volverá, ya que el mensaje no es el mismo para las autoridades que para el resto de la sociedad, ni cada persona que participa en una revuelta tiene las mismas motivaciones ni persigue los mismos objetivos. Este hecho le otorga a la revuelta de periferia una gran riqueza de matices si pensamos en términos sociológicos y, además, la hace completamente impredecible si pensamos en su gestión policial. El 3 de febrero de 2015 en Barcelona ha sido seguramente un pequeño aviso de lo que puede ocurrir.
Lo que parece claro es que el movimiento popular tiene un largo camino por recorrer y muchos lazos por trazar para que cada colectivo no se encierre en sí mismo en nombre de la autonomía y, efectivamente, se pueda avanzar en la cooperación entre los barrios y en la construcción de la nueva sociedad comunal, autogestionada, solidaria y libertaria.
Anónimo
8 de febrero de 2015
NB. Si bien hay vecinos que aseguran que no existe un vínculo directo entre los sucesos del 3 de febrero y el desahucio del mismo día en la misma calle, el relato que corroboran incluye el episodio del 22 de octubre y la manifestación del 11 de diciembre bajo el lema "No es pobreza, es injusticia", todo ello enmarcado en la lucha popular de los barrios del distrito de Nou Barris, con el conflicto de los desahucios como epicentro. Por tanto, la coincidencia temporal es suficiente para relacionar ambos hechos; es decir, la quema de vehículos está ligada al conflicto de los desahucios aunque admitamos que existe la posibilidad de que se hubiesen producido de igual forma si, ese día, el desahucio hubiese afectado a otra familia, o no se hubiese ejecutado ninguno.