El juego de las palabras con las cuentas del Estado
Jugar con las palabras se puede convertir en una desconexión de las fuerzas de izquierdas con los trabajadores de nuestro pueblo, si éstos terminan percibiendo en sus representantes institucionales un doble lenguaje.
Los mismos que sin muchos problemas y, al parecer, a cambio de algunas pocas reivindicaciones no muy concretas, que van desde una mejora en infraestructuras en Nafarroa, a la enésima falsa promesa de derogar la reforma laboral, pasando por algún lejano canto de sirena que vaticina un acuerdo para terminar con la política de dispersión de presos, plantean en su particular juego de palabras, que las cuentas del Estado son perfectamente asumibles y, por tanto, no existe ningún problema a la hora de aprobarlas desde una perspectiva de izquierdas.
Así que, bajo un doble lenguaje, por un lado se reafirman en su intención de ir a Madrid a acabar con el régimen del 78, mientras que, por otro, justifican que con la llegada del gobierno de coalición, PSOE-Podemos, se han dado “tímidos avances” en la gestión del ejecutivo central, valorando de alguna manera sus propuestas, eso sí, “en su justa medida“. Lo que no se explica a la militancia de izquierdas de Euskal Herria es cómo se conjuga la intención de romper el candado del régimen y de la monarquía española, sin oponerse al mecanismo de dotación económica que permite el funcionamiento de sus instituciones represivas.
“Con la excusa de que viene el coco de la derecha, la militancia crítica de izquierdas ha quedado como espectadora de unos movimientos difíciles de comprender e innecesarios”
Avances que en amplios sectores de la izquierda alternativa somos totalmente incapaces de llegar a percibir. Quizás se trate de una especie de aguda ceguera que suframos una parte de la izquierda vasca, o, por el contrario, simplemente de una forma firme y coherente de concebir lo que significa un claro posicionamiento rupturista, frente a otro tipo de apuestas posibilistas que se dan desde opciones de izquierdas que han apostado legítimamente por el reformismo, inexorablemente acompañado de una fuerte institucionalización. Camino tomado por las direcciones y ratificado por las bases, de las formaciones de Iglesias, Esquerra Republicana y EH Bildu, opciones que en principio llegaban al hemiciclo de Madrid con el designio de romper la baraja, y no para jugar una partida, donde además las cartas están marcadas.
Los primeros, por entrar en el supuesto gobierno más progresista de la historia, los segundos, por facilitar dicho gobierno y apoyar más tarde sus presupuestos, y los terceros, por facilitar también el gobierno además de apoyar sus presupuestos, lo que ni siquiera era necesario dada la aritmética parlamentaria. Así que, con la única excusa “de que viene el coco de la derecha”, la militancia crítica de izquierdas ha quedado como mera espectadora de unos movimientos cuando menos difíciles de comprender y, en muchos casos, innecesarios.
Lo que termina por rizar el rizo es que cuando nos referimos a la segunda batería de apoyos por parte de la izquierda al proyecto social-liberal del PSOE, en lo que a los presupuestos concierne, nos encontramos a un Podemos totalmente alienado por el sistema y a ERC y EH Bildu pareciéndose muy poco a lo que un día fueran. Una izquierda vasca desdibujada en su afán de confrontación con el Estado, y que además apoya unas cuentas sin ni siquiera ser necesarios sus votos, y una Esquerra que se centra únicamente en el con quién, más que en el qué a la hora de dar un voto favorable a los presupuestos de Sánchez. Cuentas para las que la mejor de las pruebas del algodón se encuentra en la posición de Ciudadanos, para quienes el único problema estiba una vez más en el con quién, más que en el qué.
Cuestiones que debieran preocupar sobremanera a la izquierda si sus representantes están dispuestos, ya no a sacar adelante unos presupuestos que oxigenan al régimen, sino a apoyar unas cuentas que los ultra-liberales de Arrimadas hubieran estado dispuestos a firmar. Nada de aumento en las pensiones, nada de tocar lo relativo al IMV, grandes partidas para la Casa Real, mayor inversión en infraestructuras megalómanas como el TAV. En definitiva, nada de las reivindicaciones sociales más fundamentales. Algo que deja huérfano cualquier tipo de proyecto desde la izquierda alternativa, dando paso a una estéril guerra de banderas plagada de pomposos titulares que difícilmente solucionen los verdaderos problemas de la gente.
Particularmente, EH Bildu ha entrado en el juego de las palabras cuando, por un lado, manda un mensaje de radicalidad a través de su discurso y, por otro, participa de la realpolitik en la práctica. Así, Arnaldo Otegi llega a declarar “Nosotros seguimos siendo conscientes de que tenemos por delante un proceso que nos tiene que permitir crecer y alcanzar la república vasca, y eso pasa hoy por decir sí a estos presupuestos”. Un argumento que, como poco, supone un giro copernicano de difícil demostración, y que incluso cuesta creer que el propio dirigente de la Izquierda Abertzale comparta, más allá de tratarse de un pronunciamiento táctico, con el fin mediático de explicar a los suyos dicha acción política.
“Hechos como los de Madrid o Iruñea pudieran apuntar en un futuro no muy lejano a un camino a seguir en la CAV, hasta hace poco en el terreno de la política ficción, pero cada vez más plausible”
¿O es que realmente piensa Otegi que la consolidación del PSOE, en su papel gubernamental y como acérrimo defensor del candado del 78, por mucho que PP, VOX y toda la ultraderechona le acusen de romper España, sirva para lograr algún tipo de aliado en la búsqueda de la república vasca? Por ello que su declaración sorprenda, más cuando no pocas veces la Izquierda Abertzale, justamente, ha acusado al PSOE de un rancio españolismo monárquico y lo ha definido en multitud de ocasiones, seguramente de manera acertada, como pilar fundamental del régimen. No hay más que ver como en estos días Sánchez ha manifestado a los cuatro vientos que se defenderá el pacto constitucional, aquel que supuso el entierro de cualquier aspiración republicana y que consagraba la unidad indisoluble de la patria española, con el ejército y el monarca como garantes de la misma.
Más allá de la estrategia comunicativa que cada organización adopte, están los gestos políticos que nos sirven como indicadores bastante fiables de por dónde pueden ir las cosas a corto y medio plazo. Gestos que por el momento se muestran como finas pinceladas, pero que comienzan a dejar entrever una intención de replicar algo similar al gobierno progresista que ya se da en el Estado. Hechos tangibles como los ya acontecidos en Madrid o en Iruñea, pudieran apuntar en un futuro no muy lejano a un camino a seguir en la CAV, algo que hasta hace poco solo podía plantearse desde el terreno de la política ficción, pero que cada vez se hace más plausible. No es menos cierto que, por el momento, solo es un futurible debido a las complejidades políticas derivadas del conflicto vasco, además de por una más que segura poca intención por parte del PSE de perder su espacio de confort dentro del Gobierno Vasco.
De todos modos, para algunos va a ser realmente complicado en las próximas fechas seguir conjugando ese doble juego que cual péndulo oscila entre la radicalidad, la presión en las calles, el firme apoyo a la clase trabajadora y una apuesta de ruptura sin fisuras con el régimen, con una praxis que desde un pactismo institucional automáticamente frena prácticamente la totalidad de dichas aspiraciones. De hecho, y en muy poco tiempo, lo ya acaecido en el Estado y en Nafarroa va a ser realmente complejo de conjugar con la posición de alternativa real que una verdadera oposición debiera mostrar en la CAV, cuando la derecha vasca y su muleta concreten para los próximos cuatro años su nuevo proyecto.
Sin duda, un buen termómetro fue el planteado por el sindicato ELA respecto a los presupuestos de Nafarroa, cuando señaló que ”esta situación hace que el análisis del presupuesto se deba hacer sobre una pregunta: ¿el presupuesto presentado por el Gobierno de Navarra es suficiente para hacer frente a las necesidades sociales y sanitarias? La respuesta es clara, no. El incremento del presupuesto es muy pequeño teniendo en cuenta las necesidades existentes: desde una sanidad y educación pública saturadas, pasando por un aumento de la pobreza y la desigualdad que hace que más personas que dependan de las prestaciones sociales como la Renta Garantizada (solo en 2020 se prevé que haya 2.000 familias más) o los 10.000 empleos que el Gobierno prevé que se destruirán en 2020“. La misma tesis sería totalmente valida, tanto para los presupuestos del Estado, como para los que acaba de poner sobre la mesa el ejecutivo de Urkullu junto a sus socios predilectos del PSE.
Ni en Nafarroa, ni mucho menos en el Estado, se habla de fiscalidad, ni de grandes fortunas pero, por el contrario, sí se tocan temas tan sensibles para el pueblo vasco como la financiación de la Casa Real, las dotaciones para la guardia civil o el TAV. Algo que por otro lado no es de extrañar cuando pactas con el PSOE, representante de la falsa socialdemocracia más rancia de Europa, que desde hace más de un siglo asume la hegemonía del capitalismo, siendo en las últimas décadas uno de los muchos gestores del FMI. De ahí que se tercie complicado cualquier tipo de pacto, desde una visión rupturista, la de ir de la mano de aquellos que son defensores de la constitución, la monarquía y las políticas neoliberales.
”No se puede jugar a trasmitir que la izquierda independentista es decisiva en Madrid, con el fin de girar al PSOE, como si ese fuera el objetivo máximo de las izquierdas rupturistas"
Hemos leído en algún sitio una reflexión sobre el voto en positivo a los presupuestos por parte de EH Bildu, la cual expresaba que “y en todo caso, su muy importante masa militante en los movimientos sindicales y sociales, se va a oponer a las limitaciones y recortes que van a traer consigo los presupuestos, tanto los estatales como los de la CAV y Navarra. Esta es una parte de la ecuación que no se puede borrar cuando se habla de EH Bildu”. Afirmación que parece pasar por alto que las bases fueran consultadas acerca del apoyo a los presupuestos y que mayoritariamente se apoyasen. Quizá, lo que no destaca ese comentario es toda la masa crítica de las bases de la izquierda abertzale que no tomaron parte en dicha consulta, bien por no sentirse representados, bien porque hace tiempo que, debido al descontento en sus sectores más radicales, no participan de manera activa del proyecto que la izquierda independentista vasca les ofrece.
Jugar con las palabras se puede convertir en una desconexión de las fuerzas de izquierdas con los trabajadores de nuestro pueblo, si éstos terminan percibiendo en sus representantes institucionales ese doble lenguaje. Un discurso muy izquierdista en las críticas a los poderes pero en la práctica muy alejado de lo que programáticamente defienden. No se puede jugar a trasmitir que la izquierda independentista es decisiva en Madrid, poniendo gobiernos y sacando adelante presupuestos, con el fin de girar al PSOE, como si ese fuera el objetivo máximo de las izquierdas rupturistas. No olvidemos que las socialdemocracias, convertidas en social-liberales, ya dieron hace tiempo ese paso hacia la institucionalización y hacia el juego de despachos, olvidando que las izquierdas alternativas que apuestan por ocupar espacios en las instituciones debieran ser el eco de presión lanzado desde las calles por las clases populares y trabajadoras en forma de reivindicaciones.