Gobernabilidad si. Pero, ¿Para Que?
La mayoría de los electores no quiere otras elecciones en diciembre, pero tampoco que gobiernen los bancos, emigren los jóvenes y se desahucie a las familias por no pagar la hipoteca. No acabó la crisis de 2007 y, con 3 millones de pisos vacíos, está en marcha otra burbuja inmobiliaria. De los 51.000 millones de euros entregados a la banca, el Estado sólo ha recuperado el 5%. La puerta giratoria de banquero a ministro y de ministro a banquero, sigue igual. La ficción de que es posible hacer políticas sociales en una economía de mercado global sólo se la creen quienes, a la caza de votos, prometen lo imposible.
Con el corsé del euro y sus Tratados monetaristas no es posible una economía nacional al servicio de los ciudadanos. Con el libre comercio de bienes y servicios, no hay garantía para los derechos humanos. Con la injusticia armada de las relaciones internacionales, no es posible la paz. 15 años después de la caída de las Torres Gemelas y 12 años y medio después de los atentados en los trenes de cercanías de Madrid, la injusticia, la desigualdad y la violencia se abaten sobre gran parte de la humanidad. Millones de desheredados toman las armas porque las instituciones internacionales no buscan una paz basada en la dignidad y la justicia para tod@s, sino mantener un statu quo de dominio sobre l@s más débiles, intercambio desigual y represión de la desobediencia.
La quintaesencia de la democracia no son las urnas. El voto sin igualdad, separación de poderes, pluralismo político e imperio de la ley, contiene más totalitarismo que democracia.
El evidente avance electoral de las candidaturas anticapitalistas y republicanas no presupone el sorpasso automático, de elección en elección, sobre la izquierda capitalista. Los políticos procedentes de los movimientos sociales se deben a las aspiraciones de sus 5 millones de votantes y –hasta ahora- no ceden a las presiones del complejo político, económico y mediático. Una parte de l@s elector@s toma nota de las fuerzas que no colaboran con la gobernabilidad capitalista y españolista, y valora la integridad y el coraje de quienes no venden su alma al diablo.
La ruta para la democracia y la igualdad no depende de la cooperación en un sistema parlamentario fragmentado sino de dos factores: 1) una participación ciudadana que consiga más cooperación entre las causas populares (empleo y vivienda dignos, fin de la corrupción, República, economía social, autodeterminación y derecho a decidir de las mujeres y los pueblos) superando sus limitaciones, corporativismos y sectarismos y 2) más fragmentación de los partidos del régimen.
Los problemas del pueblo sólo se pueden resolver con el gobierno del pueblo. Pero muchos millones de personas votan a partidos fanáticos de la competitividad, la globalización, la libertad de mercado y el individualismo. Sin una profunda ruptura de millones de votantes con estos partidos, no hay cambio que valga. Por eso, la izquierda emergente no puede avanzar sin una ruptura mayor y más profunda con las políticas productoras de consumismo, machismo, contaminación, desigualdad, exclusión desamparo y guerras. Ningún gobierno democrático podrá avanzar sin el retroceso simétrico del enemigo. Eso exige voluntad, experiencia, organización, grandes movilizaciones y tiempo. Los atajos electoralistas y las políticas de diseño solo pueden traer un nuevo desencanto.
Agustín Morán, sep 16