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Estado español :: 04/11/2006

La bancarrota del revisionismo contemporáneo

Socorro Rojo Internacional
Se impone una revisión en profundidad de toda la experiencia histórica de la construcción del socialismo y de la táctica de lucha de las fuerzas revolucionarias...

El Secretario General del PCE (r) recientemente extraditado desde las cárceles francesas a las cárceles españolas, está preso por defender la necesidad e inevitabilidad de la revolución socialista.

Manuel Pérez Martínez, conocido entre sus canmaradas como "Arenas" o "Pedro"; desde los años 60 en la clandestinidad y más de 14 años encarcelado.

La bancarrota del revisionismo contemporáneo

El revisionismo moderno acaba de sufrir una de sus más grandes y estrepitosas derrotas. Esta circunstancia ha permitido a la burguesía tomar la iniciativa en la lucha de clases: desde Oriente Medio hasta Centroamérica, pasando por el Este de Europa, ninguna región del globo se encuentra a cubierto de la avalancha contrarrevolucionaria.

Esta catástrofe ha podido ocurrir por la posición hegemónica que ha venido ocupando el revisionismo en las filas obreras gracias a la influencia, a los medios económicos y todos los demás resortes del poder que les conferían algunos Estados. Así se explica también la coincidencia del derrumbe de dichos Estados y la crisis general que azota al mundo capitalista.

La simultaneidad de ambos fenómenos no tiene, al menos para nosotros, nada de misterioso, habida cuenta de lo que representan realmente, más allá de las formas, el programa y la práctica revisionistas. Por este motivo, podemos afirmar que la derrota política e ideológica que le ha sobrevenido, unido a la crisis capitalista, sólo puede obrar a partir de ahora a favor del desarrollo del movimiento revolucionario. Por el momento, en países como China, Cuba, Vietnam y Corea del Norte, la contrarrevolución ha sido contenida y no parece que pueda prosperar. En la Unión Soviética, desde la época de la Revolución de Octubre, jamás se había producido un movimiento de masas más extendido ni más radical, como el que se ha levantado últimamente para oponerse a los intentos restauracionistas de la burguesía y criticar al revisionismo.

En todos los países del mundo, los partidos y las masas revolucionarias están extrayendo numerosas enseñanzas de todos estos acontecimientos, reagrupan sus fuerzas y se aprestan a la lucha. El combate por un mundo mejor, por el progreso de la humanidad, aún no ha terminado. Podemos estar seguros.

El fracaso del revisionismo ha evidenciado la imposibilidad de salir del abismo del subdesarrollo, la dependencia, la miseria y la incultura (provocadas por siglos de explotación) por otra vía que no sea verdaderamente socialista. Todas las reformas liberalizadoras puestas en marcha por los líderes revisionistas, en contraposición a la política revolucionaria, no han hecho más que empeorar las condiciones de existencia de los trabajadores, aumentar las desigualdades sociales dentro de cada país y las diferencias de desarrollo económico que les separaban de los países capitalistas más ricos. En este marco se ha ido gestando la crisis. Ahora, la burguesía intenta salir adelante restaurando el capitalismo e introduciendo en todos los países la economía de mercado. Pero en ese mismo camino se halla metida, desde mucho antes, la inmensa mayoría de los países que forman el denominado Tercer Mundo. ¿Y cuál ha sido el resultado? Se comprende que la burguesía no sea capaz de reconocerlo, habida cuenta que a ella lo único que realmente le preocupa son sus privilegios, su libertad, sus derechos...

Pero para nosotros, todo eso confirma la necesidad del socialismo y el comunismo, no como un capricho o una idea utópica más o menos bonita que se le haya podido ocurrir a unas cuantas personas, sino como necesidad histórica producto del imperialismo, de la dominación de un sistema económico-social que ya ha cumplido su función histórica y que para poder subsistir necesita sacrificar a más de las tres cuartas partes de la población mundial.

En general, la presente situación internacional podría definirse como de crisis general del sistema capitalista, incluyendo en esta crisis a su política e ideología para la clase obrera. Es por ahí (por su parte más débil) por donde primero ha estallado la crisis, pero no será, con toda probabilidad, el último crac que habrá de sufrir el sistema. Se podría decir que éste sólo es el anuncio de una crisis y bancarrota todavía mayores. Esta es una situación compleja, a la que, por lo demás, no se ha llegado en unos pocos días. En estos momentos, lo que más llama la atención es el caos y la confusión creados en los sectores populares. Es indudable que con ello el revisionismo ha proporcionado al imperialismo el globo de oxígeno que necesitaba para prolongar su agonía. Pero, por la misma razón, su fracaso hará que dicho globo se vaya desinflando a partir de ahora de manera más acelerada. De modo que la crisis que padece el sistema capitalista se irá haciendo mucho más grave. Esto comienza a ser ya una realidad.

Por todas partes se agudizan las contradicciones y los antagonismos sociales del sistema, estalla el descontento y se desata la revuelta, por lo que no está muy lejos el día en que los trabajadores de todos los países eleven su conciencia política, se desprendan del cadáver de la ideología burguesa-revisionista y emprendan de nuevo el camino de la lucha revolucionaria. Mientras tanto, tenemos que ser pacientes. Esta es una de las cualidades que distingue a todo verdadero revolucionario, lo cual no quiere decir que debamos mantenernos inactivos. Al contrario, hay que favorecer el nuevo ascenso de la lucha de todas las maneras posibles, pero muy especialmente combatiendo esa corriente de derrotismo que busca inculcar, en los obreros más conscientes y en otros luchadores de vanguardia, la idea absurda de que resulta inútil e ilusorio continuar la resistencia. La situación ya descrita y el ingreso del Estado español en el club de los poderosos de la tierra, refuerzan en mucha gente esa misma creencia y tienden a disuadir a los trabajadores de toda aspiración de cambio profundo de nuestra sociedad. Todo eso habrá de ser tenido muy en cuenta por nosotros, no cometiendo la torpeza de ignorarlo. Mas este reconocimiento lo haremos siempre desde el punto de vista y la posición de la clase revolucionaria, no para lamentarnos y mantenernos con los brazos cruzados, y menos aún para hacer concesiones a la ideología burguesa, a las vacilaciones o al desaliento.

El descalabro revisionista es una derrota de la burguesía

Es indudable que, sin la existencia de la Unión Soviética y sin la China Popular, el movimiento revolucionario en todos los países se hubiera visto obligado a tener que luchar en unas condiciones incomparablemente más difíciles, y que aún hoy no hallará el escenario internacional favorable para el triunfo más o menos rápido. Por este motivo nosotros concedemos tanta importancia a la defensa de los países socialistas; de ahí también la labor de denuncia que venimos realizando de la línea revisionista, no sólo como contribución internacionalista, sino también de cara a nuestro propio país.

Esta lucha la sienten hoy como suya la mayor parte de los obreros. El instinto de clase les advierte del peligro; saben que nunca como ahora la burguesía y sus perros guardianes se han mostrado más seguros y arrogantes y que estas demostraciones, unidas a la prepotencia avasalladora que las acompaña, al incremento de la explotación y a la restricción de todos sus derechos, tienen mucho que ver con la situación por la que atraviesan los países socialistas.

La histeria anticomunista de la burguesía también ha subido de tono. Esto permite a los obreros más conscientes comprender más fácilmente nuestra propaganda e identificarse con el Partido. No obstante, tenemos que valorar muy fríamente la situación que se ha creado, ya que sólo de esta manera podremos demostrar que, pese a la gravedad de los hechos que estamos presenciando, nada de lo que resulta esencial para nuestra causa se ha perdido. ¿Vamos a lamentar la desintegración de Pacto de Varsovia o el acoso por los trabajadores de los últimos baluartes del revisionismo? Bien mirado, éste es un trabajo que ya tenemos avanzado, lo que en cierto modo nos facilitará la labor de ahora en adelante.

El revisionismo ha sufrido uno de los más descomunales descalabros que se recuerdan; éste es un hecho indiscutible de enorme trascendencia, y es lo que más importa destacar en estos momentos. Al igual que ha ocurrido otras veces en la historia, los fracasos y la bancarrota del oportunismo y la propia debilidad del movimiento revolucionario han permitido a la burguesía tomar la iniciativa, hasta llegar a crear una situación realmente crítica. Algunos camaradas han señalado esta circunstancia como paradógica, ya que, si como se asegura, el revisionismo sirve a la burguesía y ésta termina por imponerse, la victoria revisionista sería en este momento casi completa. No cabría, pues, hablar de su fracaso. Estos camaradas parecen no comprender que el revisionismo es eficaz en su servicio a la burguesía mientras consigue mantener la apariencia obrerista de la ideología burguesa que difunde, y que el desenmascaramiento como tales propagadores y defensores de la ideología burguesa, el desgarramiento del velo socialista o comunista con que han logrado encubrir su labor de zapa durante mucho tiempo, supone, antes que nada, un fracaso de la clase burguesa a la cual sirven. Esto explica que la burguesía ya no tenga el mismo interés en mantenerlos y se haya visto obligada a dar la cara ella misma en todas partes. Algo parecido ha venido sucediendo en nuestro país en los últimos años, lo que está dando lugar al desarrollo de un movimiento de masas de nuevo tipo que no puede ser controlado y que se enfrenta directamente al Estado. De modo que no existe -al menos nosotros no la vemos- contradicción alguna entre la bancarrota política e ideológica del revisionismo y la victoria de las fuerzas reaccionarias.

Esta victoria es más aparente que real y, por supuesto, sólo momentánea. Aparecerá como tal victoria, ante las miradas más superficiales, durante el tiempo que tarden los obreros más conscientes en poner fin a la confusión y a la desarticulación del movimiento clasista, formulando una auténtica alternativa político-revolucionaria.

El movimiento comunista saldrá más fortalecido de la crisis

Es normal que en una situación como ésta, la moral combativa de mucha gente se esté resintiendo, que otros comiencen a vacilar, que pongan en duda la validez de los principios del marxismo-leninismo, y que en el seno de la clase obrera estén proliferando las ideas políticas pequeño-burguesas más peregrinas, la mística y otras supercherías de corte moderno. Esto ocurre, especialmente, en los sectores que se hallan más influenciados por las distintas corrientes del revisionismo y entre aquéllos otros que se habían formado una concepción excesivamente simplista, rígida y lineal del proceso revolucionario. Este no es un fenómeno nuevo. Otras veces también se ha producido. Por esta razón podemos considerarlo como una cosa normal, al igual que la misma crisis que lo ha generado.

No es por darnos ánimos -nosotros no los necesitamos- por lo que decimos que de la presente crisis el conjunto del movimiento habrá de salir más fortalecido. Si reparamos en la historia, comprobaremos que desde su nacimiento, el movimiento comunista ha ido de la unidad a la escisión, para alcanzar luego una nueva unidad sobre bases más amplias y más firmes, y a una victoria cada vez mayor sobre la burguesía y su sistema de explotación. ¿Qué ocurrió con la I Internacional fundada por Marx y Engels? Se escindió y tuvo que ser disuelta tras la derrota de la Comuna de París en 1871. Después siguió un largo período de desarrollo del movimiento obrero orientado por la ideología marxista. El anarquismo, principal corriente ideológica en las filas revolucionarias, fue completamente desbancado. ¿Qué sucedió con la II Internacional? Igualmente se produjo la escisión y la bancarrota durante la I guerra imperialista mundial y de su seno surgieron los partidos comunistas que llevaron al poder a la clase obrera en toda una serie de países, emprendieron el camino de la revolución socialista e impulsaron el desarrollo del movimiento revolucionario mundial. De este desarrollo ha surgido el revisionismo contemporáneo, el cual ha llevado a la mayor parte de los países socialistas, de los partidos comunistas y del movimiento revolucionario a la situación que ahora estamos enfrentando. Pero de igual manera que ha ocurrido en otras ocasiones, también esta vez lograremos superar esta crisis y alcanzar un más alto nivel de unidad y fortaleza, necesarios para vencer definitivamente al capitalismo y crear la nueva sociedad. Esta es la dialéctica propia de todo movimiento, y el nuestro no puede escapar a esa ley fundamental del desarrollo que opera en todas las cosas y fenómenos.

El mismo proceso de transformación social plantea continuamente nuevos y numerosos problemas que requieren, para ser resueltos, de nuevas ideas y nuevos procedimientos. Esa es la base material del desarrollo de la teoría marxista-leninista como concepción integral, científica y revolucionaria de la clase obrera. Cuando, por las circunstancias que sean , ese necesario desarrollo de la teoría no tiene lugar (y todos sabemos que esto ocurre; que, como ya indicara Lenin, muchas veces el elemento consciente marcha a la zaga del movimiento real o espontáneo), entonces, inevitablemente, se produce el estancamiento en todos los órdenes de la vida, el imperialismo y la reacción burguesa aprovechan esa oportunidad para fortalecer sus tambaleantes posiciones y, como consecuencia de todo ello, sobreviene un período de crisis y de lucha interna que desemboca en una verdadera revolución en el seno mismo de nuestro movimiento, en el curso de la cual acaban por imponerse las nuevas ideas y los nuevos sujetos capaces de llevarlas a cabo. Pero para que este cambio revolucionario pueda tener lugar, es preciso que las masas participen en él; es decir, no es suficiente con que unas pocas personas tengan clara conciencia de su necesidad y lo hayan anunciado con anticipación. Sin duda, esta conciencia resulta imprescindible; se puede afirmar que así comienza el proceso (con la formulación de las ideas y la creación de la organización de vanguardia que habrá de ponerlas en práctica); mas éste sólo se completa con la intervención directa de las masas y cuando sale a la superficie todo lo viejo o ya caduco que se resistía a desaparecer.

Hay que proseguir la lucha contra el revisionismo

Nunca se insistirá bastante sobre la importancia de mantener la lucha más intransigente contra el revisionismo. Ciertamente, ésta es una batalla muy larga, y en el transcurso de la misma el revisionismo ha sido desenmascarado ya muchas veces. Sin embargo, otras tantas veces ha vuelto a reaparecer recubierto con distintos ropajes y presentando algunas variaciones sobre los mismos temas [...]

Por todos estos motivos se puede asegurar que el daño que han causado no es nada en comparación con el que todavía pueden causar. De ahí la importancia de proseguir la lucha sin concesiones contra la canalla revisionista. En este punto hay que poner mucho cuidado para no dejarse deslumbrar por las apariencias. La lucha política e ideológica a gran escala acaba de comenzar y experimentará todavía numerosos zig-zags o virajes, de modo que resulta inevitable, en tanto no se delimiten claramente los campos, que aparezcan muchas veces confundidos los elementos más dispares y hasta contrapuestos. Además, no debemos perder de vista los efectos negativos que han producido los más de treinta años de predominio revisionista, la confusión que han creado, el desarme ideológico y cultural casi completo de las masas, el descrédito a que han llevado al ideal comunista, etc.

Se impone una revisión en profundidad de toda la experiencia histórica de la construcción del socialismo y de la táctica de lucha de las fuerzas revolucionarias. Para ello habrán de ser consideradas muy seriamente las aportaciones fundamentales de Mao, quien dijo en cierta ocasión: El que sea correcta o no la línea ideológica y política lo decide todo. Cuando la línea del Partido es correcta, lo tenemos todo: si no tenemos hombres, los tendremos; si no tenemos fusiles, los conseguiremos, y si no tenemos el Poder, lo conquistaremos. Si la línea es incorrecta, perderemos lo que hemos obtenido. Esta idea de Mao ha sido plenamente confirmada en la práctica [...]

El marxismo-leninismo es incompatible con la burocracia y repele al pragmatismo estrecho y la escolástica como el aceite al agua. Sólo la clase obrera puede desarrollar el marxismo y está realmente interesada en interpretarlo, aplicarlo y desarrollarlo de una manera creadora, verdaderamente revolucionaria [...]

No vamos a negar la complejidad y la enorme dificultad que entrañan los procesos revolucionarios. Pero los problemas también pueden ser simplificados en orden de importancia. Por ejemplo, casi todos los observadores coinciden en señalar la situación económica tan caótica que se ha creado en la Unión Soviética como la causa principal de la crisis por la que atraviesa. Y esto es falso, como es absolutamente falsa la afirmación que se viene haciendo de que la economía socialista no funciona. Ha funcionado durante más de cincuenta años y aun en los peores momentos de crisis del sistema capitalista mundial (situando a la URSS, a China y a otros países en los primeros lugares del crecimiento del PNB, en el desarrollo de los sectores claves de la ciencia, la tecnología, etc.) y ahora se descubre que no funciona, poniéndose como modelo de buen funcionamiento nada más y nada menos que la economía capitalista de mercado. Y esto cuando, como es bien sabido, más del 80 por ciento de los países de economía liberal se hallan sumidos, sin posibilidad de salir, en el más profundo abismo.

La economía socialista no funciona porque la burguesía la sabotea de mil maneras y no deja que funcione. De hecho, dejó de funcionar a partir del momento en que dicha burguesía se vio con las manos libres para atentar contra el sistema socialista. Este no es un problema nuevo, sino muy viejo. Comenzó a manifestarse desde el primer período de la revolución, y en esa misma dirección siguen apuntando todas las proposiciones y proyectos que vienen haciendo los tecnócratas y liberales burgueses desde las mismas áreas del poder. Por otra parte, ¿cómo se pueden exigir nuevos sacrificios a la clase obrera, a los campesinos y a los demás trabajadores, sin la correspondiente garantía de que todo ello irá en beneficio del conjunto de la sociedad y no de esa misma burguesía saboteadora, de los burócratas corrompidos y de otros muchos granujas? La solución a todos estos problemas que enfrenta el socialismo pasa por la imposición de la dictadura del proletariado. Sólo ésta podrá devolver la confianza perdida de los trabajadores en el sistema socialista y despertar su entusiasmo [...]

A tal fin, resulta indispensable la depuración del Estado y del Partido de los numerosos elementos contra- revolucionarios que detentan posiciones de poder. Sólo que... (y aquí reside el meollo del asunto) la depuración no puede llevarse a cabo con los métodos del pasado. Se requieren métodos políticos, es cierto, mas ¿excluyen dichos métodos el empleo de la coacción contra los reaccionarios más recalcitrantes? ¿Para qué sirve, entonces, el Estado? Hay que ejercer sin vacilaciones la dictadura de clase sobre la burguesía pro-imperialista; de lo contrario, será ella la que terminará por imponérsela a los trabajadores, tal como ya ha ocurrido en otros países. Además, no creemos que haga falta insistir mucho acerca de la imposibilidad de convencer con ideas y argumentos a toda esa gente, lo mismo que resulta imposible convencer a un gato (sea éste blanco, negro o pardo) con buenas palabritas para que se comporte y no se coma el pescado.

La burguesía y su ideología no podrán ser suprimidas por decreto ni con la apelación, pura y simple, a los métodos violentos y administrativos. Esto está más que demostrado. Sin embargo, constituye una prueba de flagrante irresponsabilidad, un crimen imperdonable de lesa humanidad, permitir que continúe actuando a su antojo, saboteándolo todo y sembrando la cizaña en todas partes. Esto resulta incomparablemente peor que los torpes métodos empleados por Stalin.

Informe Político presentado al Pleno del Comité Central
agosto de 1990

 

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