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AntiMúsica :: 14/03/2006

Rap: El rostro combativo del Hip-Hop (y IV). A modo de epílogo

Carlos Tena
Ya hemos visto en los tres capítulos anteriores, de forma escueta y sin alharacas literarias, que el rap es un fenómeno musical como muchos otros, nacido de la marginalidad en las calles de grandes urbes como Nueva York o Londres, cultivado por gentes de etnias negras desfavorecidas, de inmigrantes latinos

Pero en ningún caso fue espejo y reflejo, en sus inicios, de los colectivos blancos, cuyos miembros, en comparación con las masas sociales citadas, no tuvieron que soportar durante decenios el desprecio, clasismo y oprobio impuestos por los gobernantes. Los procesos y denuncias que en el mundo del rap se han producido son incontables, la mayor parte de los cuales han tenido como común denominador una acusación nítida: promover la violencia en las calles, exaltación del delito, justificación del terrorismo urbano...

Sin embargo, y al contrario que en otros estilos musicales, el rap se ha ido estancando artísticamente, no sólo en su oferta rítmica y estilística, sino en la espontaneidad literaria de la que hacía gala a finales de los años 70 del pasado siglo, hoy mucho más controlada por los grandes sellos y multinacionales, e incluso por aquellas casas discográficas independientes que, como entidades con ánimo de lucro, saben cuidar su producto para no ser denunciadas por las autoridades judiciales. Los procesos y denuncias que en el mundo del rap se han producido son incontables, la mayor parte de los cuales han tenido como común denominador una acusación nítida: promover la violencia en las calles, exaltación del delito, justificación del terrorismo urbano, etc.

En este nuevo siglo, ese tipo de procesos ya no se producen con tanta asiduidad, por lo que el rap ha tomado un camino paralelo al que se produjo en la llamada protest song, cuyos representantes más genuinos fueran diluyéndose en el tiempo, entre el ostracismo al que les sometían los medios de comunicación (por órdenes impartidas desde estamentos meramente políticos), la censura constante (los constantes recortes de la libertad de expresión en el capitalismo es asunto gravísimo desde hace décadas), la negativa firme de los estudios de grabación a registrar temas de "índole revolucionario". Y en fin, por un estado de cosas que, en el caso del rap, merced a las posibilidades que la informática ha ido desarrollando, han paliado en parte la castración total del mensaje social que este lleva en sus versos. En cualquier caso, la publicidad y promoción de determinadas canciones de grupos como Public Enemy, se llegó a prohibir bajo amenaza de prisión para cualquier profesional que osara exaltar a sus miembros.

El rap ha ido colándose en las sociedades de occidente no sólo por el llamado "efecto dominó", el encadenamiento inherente a todo fenómeno musical que tenga a la gente más joven como protagonista, sino porque las formas de expresión sonora son mucho menos complicadas técnicamente que las exigidas para otro estilo como el heavy, el techno, el pop o la simple balada. Las bases rítmicas y la utilización del sampler, usando fragmentos de otros éxitos con el descaro de quien plagia una obra de arte, han logrado que los militantes del rap sean miles en la escena y millones en la pista de baile. La danza es también parte fundamental en ese camino hacia el disfrute físico, aunque las condiciones económicas fueran desastrosas.

Las penas con rap son menos. Esta aparente sencillez ha ido desarrollando una telaraña inmensa en la que ningún país ha podido escapar. Francia, Alemania, Holanda, Rusia, México, Argentina, Cuba y cómo no, España, han promovido centenares de artistas, de rapperos más o menos conocidos en el interior, pero ninguno con repercusión internacional, si exceptuamos el rarísimo caso de los vascos de Negu Gorriak o Kortatu. Al contrario que en el pop, donde existen incontables éxitos que surgen en un lugar y tienen repercusión en medio mundo, incluidos los EEUU (obligada referencia geográfica para entender lo que es un éxito a nivel global), el rap ibérico o galo no tiene la más mínima de las posibilidades de llegar a ser siquiera interpretado, salvo aquellos rapperos latinos(1) que viven en las grandes urbes del norte de América. La cuestión no es otra que la monodia armónica, la excesiva similitud de timbres y tempos. Todo se parece a todo, aunque existan notables diferencias.

Capitulo aparte es el asunto literario. Como primer obstáculo para su plena difusión, el rap plantea como condición sine qua non, la utilización de una jerga lingüística sólo comprensible en determinadas áreas. Y para colmo, el idioma empleado, ya fuera inglés o castellano, sufre constantes alteraciones morfológicas, sintácticas y tónicas, empleando términos en los que se han suprimido alguna parte, cambiando de lugar la acentuación y exagerando las sinalefas.

Si es cierto que el término rap proviene del inglés, idioma en el que significa golpear con los nudillos, y que también se ha sugerido que pudiera ser un acrónimo de la expresión en inglés rythm and poetry (ritmo y poesía), podemos afirmar categóricamente que, en el estricto campo de la creatividad literaria, el blanco americano Eminem, los españoles Violadores del Verso (zaragozanos), el afro-francés Jango Jack, el italiano Jovanotti (aunque no pueda ser considerado rappero en el mejor de los sentidos), o los madrileños que formaban El Club de los Poetas Violentos, son ejemplo de indudable calidad en sus textos(2).

En este nuevo siglo, el rap ya ha cumplido sus bodas de plata con el público, la industria y los medios de comunicación. Sus triunfos son relativos, su incidencia y repercusión en el campo del entretenimiento son incontestables, y su poder de transformación, de evolución camaleónica, impensables hace solo unos años. En España ya se puede hablar de rap con toques flamencos (hip-jondo, hip-hop cañí) en las grabaciones de Ojos de Brujo, Sólo Los Solo, La Excepción, Mala Rodríguez o Haze, aunque hay expertos que consideran que no hay que olvidar a la Lola Flores de "Como me la maravillaría yo", amén de ciertos tanguillos que siempre llevaron texto recitado a compás.

Y como señalé anteriormente, habrá que estar atentos a los hijos, sobrinos y nietos, primos y cuñados del rap: ahí tenemos, desde hace tiempo, estilos como el Crunk-style rap, East Coast Rap, Gangsta rap, Jazz rap, Latin rap, New school rap, Pop rap. Country rap, Electro hop, Freestyle rap, Hip house, Hip life, Hip-hop soul, Rap metal y ¡¡Reggaeton¡¡, hijo bastardo del reggae y el rap cuyos éxitos mundiales no podremos negar, pero que en mi casa no se escuchan por un simple sentido del decoro.

Aún recuerdo con pavor un viaje entre Ciego de Ävila y Morón (Cuba) a bordo de un coche de caballos, mientras el veterano conductor, de 78 años, animaba a sus acémilas con "La Gasolina" y otras delicias de la misma factura. No sé cómo, pero he sobrevivido, aunque no quisiera repetir la experiencia.

Espero por mi bien y el de la humanidad que, como las pesadillas tras la ingesta de gran cantidad de alimentos, este último descendiente del rap tenga una vida breve.


Notas

(1) En este aspecto hay que destacar la hermosa y sorprendente iniciativa que tuvo lugar hace unos meses en La Habana, donde rapperos y repentistas (campesinos que cantan punto cubano y décima) celebraron un encuentro del que se extrajeron curiosas deducciones. Una de las más importantes, es que en el mundo del rap hay menos exigencia y dominio del léxico, a la hora de la rima, que en las canturías que se celebran en la isla. Mientras casi todos los "guajiros" (término aplicado a la gente del campo) dominan la métrica, asonancia y consonancia, el joven rappero se desentiende de todo ello para no ponerle barreras técnicas a su texto.

Hay tradiciones similares en muchos países del globo como en Laos, donde ese estilo de improvisación recibe el nombre de Mor Lam, Chastushka en Rusia, Tsiattista en Chipre, Enka Slamta en Etiopía, Tassou en Senegal, Rap Urdu en Pakistán, Kuai Ban en China, Gstanzl en Baviera y tradiciones similares en Austria y Suiza.

(2) En Estados Unidos, durante los años 80 y 90, aparte de Kid Frost, se popularizan otros grupos latinos e hispanos, como Tha Mexakinz (Long Beach), Mellow Man Ace, Cypress Hill y Delinquent Habits (Los Angeles). De todos estos, el más influyente, será Cypress Hill, cuya combinación de rap y rock será imitada por grupos mexicanos como Control Machete y Molotov.

inSurGente


Notas anteriores en La Haine:

Rap: El rostro combativo del Hip-Hop (I)

Rap: El rostro combativo del Hip-Hop (II)

Rap: El rostro combativo del Hip-Hop (III)

 

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