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Asturies :: 06/10/2005

Sobre la concentración antifascista de Cangues d'Onís el 14 de Septiembre y detención de Fer: "Lo que vi y lo que no vi en Cangues d'Onís"

Glayiu.org
Carta al director enviada el 23 de Septiembre y no publicada en ningún diario. Ahora su autor la remite a Glayiu.org

Ante la versión de los sucesos ocurridos en Cangas a raíz de la actividad de un grupo racista que han difundido tanto el Delegado del Gobierno como la Guardia Civil, me veo obligado, como testigo presencial de los hechos, a exponer mi versión sobre ellos, que difiere radicalmente de la mantenida desde los medios oficiales.

En primer lugar, he de manifestar que no estaba en Cangas por casualidad, sino porque opino que ni el Delegado del Gobierno ni la Guardia Civil pueden declarar todo un pueblo como territorio conquistado por los neonazis e impedir la presencia pacífica de quienes repudiamos todo lo que representan este tipo de organizaciones que propugnan el odio racial como teoría y la persecución a los inmigrantes como práctica. Una vez aclarado que no soy un testigo casual, paso a relatar lo que vi y lo que no vi ese día en Cangas.

Vi a a más de cien personas, vecinos de Cangas, inmigrantes y jóvenes antifascistas, concentradas pacíficamente durante hora y cuarto con pancartas contra el racismo y la xenofobia, rodeadas por antidisturbios de la Guardia Civil. Vi a la Guardia Civil filmando permanentemente a todos los concentrados como si fuéramos rarezas animales y vi también a varios Guardias Civiles a bordo de un autobús realizando el saludo nazi . Vi una botella lanzada contra dicho autobús, que no produjo daño personal alguno y vi a un grupo de manifestantes dirigirse al lugar desde donde se había lanzado dicha botella para pedir que no se cayese en esa evidente provocación. Vi la brutal carga de la Guardia Civil, con lanzamiento de pelotas de goma y apaleamiento de los concentrados. Vi a un guardia Civil que, presa de un evidente frenesí, perdía el tolete una y otra vez y volvía a cogerlo rápidamente para continuar golpeando a un manifestante caído en el suelo y vi a otro apretando contra su pecho una bandera asturiana que había arrebatado a un manifestante como si fuera un trofeo de guerra.

Vi, en resumen, una manifiesta complicidad y una total coordinación entre la Guardia Civil y los racistas, confirmada por el relato que en su página web hacen estos individuos de su incursión a Cangas.

No vi a los neonazis porque la Guardia Civil, ya sea por orden del Delegado del Gobierno o por propia iniciativa, se encargó de despejar la plaza a palos en casual coincidencia con su llegada. No vi los bates de béisbol ni los cócteles molotov que la Guardia Civil dice que teníamos los concentrados porque, sencillamente, no existían. No vi ningún acto de violencia antes de la carga policial porque no lo hubo.

Ciertamente, tampoco vi en la concentración antinazi a esa supuesta izquierda transformadora que ha hecho de la política su chiringuito y del chiringuito (de San Mateo) su única política. Tampoco pude ver a ningún cargo público de la izquierda Phaetón, pero tal vez no acudieron porque las calles de Cangas son muy estrechas para que el coche oficial pudiera maniobrar con holgura y presteza.

Posteriormente pude ver como la Guardia Civil y el Delegado del Gobierno mentían descaradamente y como presentaban ante la prensa una terrible arma de destrucción masiva compuesta por tres botellas vacías de cerveza y un petardo de feria. Pude ver también a una dirigente del PP presentar una serie de preguntas al Ministro del Interior en las que se preocupa por la posibilidad de que los neonazis hayan visto podido sentirse incómodos en Cangas ante la presencia de quienes protestábamos contra el racisomo y la xenofobia. Pude ver (y oir) el estrepitoso silencio de algún Consejero siempre presto a la fotografía para condenar la represión cuando hay un océano por medio y pude ver en alguna prensa el aspecto de los manifestantes racistas, a los que al parecer nadie les ha explicado que en la Alemania de su tío Adolfo los rasgos oligofrénicos eran merecedores de un billete solo de ida a los campos de concentración y no precisamente para trabajar como guardianes, cual sería su deseo, sino como clientes del horno crematorio.

Más grave que todo esto, pude ver como, días después de los sucesos de Cangas, se detenía y se aplicaba la Ley Antiterrorista a un joven que ya ha pasado dos años en la cárcel como insumiso y cuyo sacrificio, junto con el de otros como él, permitió que los jóvenes de nuestro país no tengan que cumplir el rito inútil y peligroso del servicio militar. También pude ver como quienes están tan preocupados por los derechos a la libertad de expresión y de manifestación (de los neonazis, por supuesto), no tuvieron nada que decir sobre el derecho a la presunción de inocencia del detenido y el derecho de los ciudadanos a que no nos tomen el pelo ante un montaje policial tan evidente y, ya para terminar, pude ver como esos mismos días se detenía a varios miembros de un grupo que se dedicaba a vender armas prohibidas y a dar palizas a inmigrantes, y pude ver que tenían todo tipo de armas, entre ellas granadas anticarro y que tres de ellos era militares profesionales y que no se les aplicaba ningún tipo de Ley Antiterrorista porque tal vez apalear inmigrantes no sea terrorismo sino un sano esparcimiento de nuestros aguerridos soldados y pude constatar, una vez más, que en este país todos somos iguales, pero unos más iguales que otros.

Esto fue lo que vi y lo que no vi en Cangas de Onís.

Marco Antuña


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