Un fantasma recorre Europa

Los políticos nos presentan Europa como sinónimo de civilización, derechos humanos, paz y democracia. Pero, la crisis de la burbuja financiera-inmobiliaria ha derrumbado los mitos europeístas de pleno empleo, protección social, garantía jurídica de derechos y libertades, igualdad ante la ley, separación de poderes, pluralismo político y soberanía nacional. Europa está dominada por instituciones como el Banco Central Europeo (BCE), la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la OTAN que hacen imposible la aplicación de estos principios.

La construcción europea ha pasado de Convergencia Económica a Mercado Único, fijación de los tipos de cambio y, finalmente, Moneda Única. En este proceso, los países más débiles no pueden: a) devaluar su moneda para favorecer sus exportaciones y reactivar su economía; b) incurrir en déficit público para crear empleo; c) obligar a los bancos a usar la riqueza social privatizada dando créditos a empresas y particulares; d) atender las necesidades económicas y sociales de sus poblaciones al margen de los dictados del BCE y el FMI.

Desde esta jaula de hierro en la que se han introducido voluntariamente, PP y PSOE gobiernan mediante una interminable devaluación de salarios, protección social y libertades civiles. El resultado es un crecimiento económico sin empleo, sin raíces, sin futuro, sin voz y sin alma. La izquierda capitalista, al creer que el mejor negocio de los ricos es conseguir que los pobres dejen de serlo, contribuye a su propia destrucción como algo diferente a la derecha.

Muchos de los atentados a la igualdad, la libertad y la justicia social se hacen en nombre de Europa. El saqueo de los países dependientes, el maltrato a los inmigrantes y las guerras coloniales contra los estados desobedientes, colocan a Europa como un bloque agresor asociado a los EEUU a través de la OTAN. Los estados miembros de la Europa del Capital conducen a sus poblaciones a la precariedad de masas, al crecimiento de la desigualdad, a los comportamientos xenófobos y a la complicidad en guerras que aparecen, no sólo en la periferia, sino también en el interior de Europa.

La construcción de la izquierda adquiere una dimensión antirracista, antiimperialista, anticonsumista, feminista, ecologista y contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra. La utilización de las elecciones europeas como plataforma de comunicación social por parte de los incipientes movimientos sociales debe contar con el riesgo de legitimar la Europa que, siendo parte del problema, nos proponen como solución la derecha neoliberal y la izquierda socioliberal.