A los golpes
Un gesto provocativo del jugador Palavecino a los jugadores de Boca, después de un gol convertido tras un penal dudoso, desató la furia. Lo ocurrido en el Monumental es representativo de una sociedad exasperada, pero también cegada, donde la bronca ha perdido el rumbo y puede derivar hacia cualquier parte.
River y Boca, protagonizaron un partido mediocre y con mucha pierna fuerte que fue dirigido por un árbitro que agotó las tarjetas amarillas en el primer tiempo y en el segundo eligió hacer la vista gorda, porque sino tenía que expulsar a dos jugadores de cada equipo. Terminó su mediocre tarea otorgando un penal dudoso, que el VAR convalidó, siguiendo la regla de que en jugadas polémicas siempre se favorece a los grandes o a los locales. Hasta allí, fue un partido que está dentro de “la normalidad” a la que nos tiene acostumbrados el fútbol argentino. El espectáculo final de una docena de jugadores intercambiando golpes y empujones, es parte de otra “normalidad”, que excede lo futbolístico.
La sociedad argentina canaliza su frustración y su bronca en peleas entre pares. Es una sociedad con enormes dificultades para asociar sus pesares con los responsables. Es una sociedad donde se corre el riesgo que se corte el hilo de la memoria popular histórica y donde la información mayoritaria proviene de redes sociales dominadas por trolles que agitan mentiras, esconden culpables y promueven castigos que nunca están dirigidos a los poderes concentrados.
La violencia es motivo de condena, cuando se alza la voz para identificar a los saqueadores, cuando se golpea a un represor, se corta una calle o se ocupa un edificio de gobierno para pedir justicia. La violencia de arriba es bendecida por los que piden mano dura para los delitos menores, o cuando policías y gendarmes reprimen movilizaciones populares, apelan a las balas de goma y a las topadoras para desalojar a familias si techo.
Los escraches inaugurados por la agrupación HIJOS para promover la condena social a genocidas frente a la falta de justicia, han sido devaluados a métodos para ser utilizados para resolver diferencias personales, políticas, o de conductas sociales, en conflictos horizontales. Medios como “Crónica TV” ganan audiencia difundiendo peleas entre asentados y habitantes de barrios populares, entre inquilinos y propietarios pobres, linchamientos de supuestos delincuentes o abusadores, y disputas territoriales entre vendedores minoristas de drogas.
En esa sociedad enfurecida, pero cegada, los grandes debates nacionales, como son la cuestión de la Deuda Externa que nos conduce a un ajuste permanente; la dominación de un modelo productivo insustentable que nos empobrece y nos envenena; la sumisión a EEUU que nos convierte en peones proveedores de energía y alimentos, para seguir manteniendo su imperio en bancarrota; el saqueo de nuestros bienes naturales y el evidente empobrecimiente y precarización de la vida de las mayorías, parecen temas de museo, fuera de época.
Cuestiones que deberían ser líneas divisorias para delimitar aguas y posicionamientos políticos están devaluadas o desaparecidas en las discusiones populares cotidianas. Lo que se promueve como “nuevo” es pelearse con el vecino, romperle la cabeza al igual porque es “bostero”, o “gallina”, robarle al jubilado del barrio o a la mujer que madrugó para ir a limpiar una casa ajena, pegarle a la compañera o al puto del barrio, porque el patrón no nos dio el aumento.
Hay un inmenso fracaso de la política, de quienes han propuesto gestionar este sistema podrido para hacerlo más habitable, y también de quienes denunciando al sistema, no hemos encontrado proyectos creativos y posibles de masificarse, que den fuerza a nuestras razones.
Que buena parte de nuestros jóvenes, incluso en los barrios populares, elijan la opción Milei es ilustrativo de una nueva derrota de quienes, eligiendo distintos caminos, hemos apostado a proyectos de país solidarios y a utopías transformadoras. Tengamos por lo menos la humildad de hacernos cargo de eso. El futuro será de unidad de los de abajo y de enfrentamiento vertical con los de arriba, o será a los golpes, entre nosotros.