Cambian a Evita por el Pacto de Mayo
Para darle el carácter de provocación que tanto agrada a la actual gestión la modificación se hizo el 26 de julio, aniversario de la muerte de Evita.
El aludido espacio pasará a denominarse “Salón de Mayo”. No se trata de un homenaje merecido a la revolución que inició el proceso independentista. Alude al pacto de mayo. Allí se reunirá el consejo homónimo, al que se supone encargado de diseñar la aplicación práctica del pacto.
Doble escarnio, en lugar de tratarse allí de políticas ligadas a la emancipación nacional y social se buscará sellar en ese salón el sometimiento y la dependencia. Representantes corporativos discutirán el diseño de la reforma laboral y previsional, la apertura económica, el ajuste fiscal permanente y la defensa inconmovible de la propiedad privada, entre otros principios del “pacto”.
Y cae la evocación de Eva Perón, quien habita la memoria colectiva como propulsora de los derechos de los trabajadores y los pobres y quien concretó el establecimiento del voto femenino.
No se necesita ser peronista para entender esto. No es preciso ser un admirador incondicional de Eva Perón para profesar el respeto a su persona y actuación y al amor que hasta hoy le profesa una parte sustancial de nuestro pueblo.
Que quienes conducen hoy el aparato estatal le nieguen la recordación no afecta la figura de la llamada “abanderada de los humildes”. Que le nieguen todo reconocimiento es de estricta lógica: Profesan el odio de clase y el antiperonismo cerril que se le opone a ese movimiento popular por las peores razones.
Esto no quita la necesidad de la indignación ante el hecho de que los personeros del gran capital se reúnan a instaurar un modelo de país regresivo en el mismo lugar que llevó hasta ahora su nombre.
Y tampoco modifica la iluminación que irradia su figura. Tal vez sea pertinente reproducir algunos versos de una gran poeta, nada peronista ella, que supo comprender la importancia de Eva y exaltarla con su arte.
“Eva”.
María Elena Walsh
Lágrimas enjuagadas con harapos,
Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lagrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la República de negro
mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas
pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre
sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron
esta leyenda, ni me la robaron.
tramas.ar