Cuando yo era pro cubano
Tenía 15 años, era 1963 y estudiaba en el Colegio Salesiano de Valparaíso, que me aceptó condicional después de haber sido expulsado del Rubén Castro por "rebelde". Habían llamado a mis padres diciendo que yo había descargado un escupitajo en un profesor militante de la Democracia Cristiana que atacaba a la revolución cubana en sala de aulas. Fue mi primer acto en apoyo a la revolución de la isla del Caribe, donde los barbudos se pasearon en las propias barbas de la potencia de Estados Unidos obligándole a poner las barbas en remojo. En fin que era una sinfonía de barbas que expresaban el espíritu libertario de la época que se inauguraba.
Hoy ya no soy pro cubano, pero va mi escupitajo para Saramago, para Galeano y para todos los que hoy día están atacando a Cuba aprovechando sibilinamente que está siendo agredida por aquella potencia.
Luego me hice guevarista, formamos el Frente de Estudiantes Revolucionarios de la Universidad Católica y me metí al MIR con mi grupo. Intentamos organizar y luchar por los cambios hasta que llegó el golpe militar. Los cubanos rompieron relaciones con Pinochet o Pinochet con los cubanos, ya ni recuerdo, más de alguien me ayudará a hacer memoria. Ese Pinochet lanzó las legiones contra la población anotándose en la historia con el dudoso título del fascista más asesino después de Hitler, lo que no es poco. Pedimos ayuda a los cubanos y ellos recibieron exiliados, les dieron casa, trabajo, escuela, salud y demás.
Algunos que se recibieron de médico en Cuba luego en otros países llegaron a ganar una porrada de dinero gracias a la calidad de su trabajo y una vez escuché a uno hablando pestes de Cuba en un grupo. Se lo hice ver, que me daría vergüenza andar por ahí en campañas contra Cuba siendo que la posición que había alcanzado el sujeto fue gracias al pueblo cubano, no a que él era el supestart. Se enojó conmigo y nunca más me habló, lo que no me produjo ni cosquillas, pero al menos ya no hablaba más barbaridades cuando yo estaba cerca.
Participé en la lucha armada contra Pinochet, como muchos otros y luego, en 1984 me tocó el turno del exilio. Llegué a Cuba muy mal de salud y me atendieron en hospitales, me hicieron exámenes, tratamientos, etc. que en otros países jamás habría podido hacer. Me dejaron como nuevo. Y me consta que eso ha sucedido con miles de exiliados y todo el pueblo cubano tiene el acceso a una de las mejores modalidades de salud del mundo. Con eso yo digo que en otros países los que hablan de derechos humanos se refieren a los sobrevivientes, o sea, los que consiguen mantener la vida en medio del sistema capitalista que mata diariamente a millones. Repito, para Saramago, Galeano y demás socialdemócratas disfrazados de izquierdistas, el sistema capitalista condena a la pena de muerte a millones cotidianamente. Vivimos entre sobrevivientes. En Cuba no hay sobrevivientes, hay seres vivos, a los cuales se les ha salvado la vida y se les ha cuidado constantemente. O sea, se les ha garantizado el derecho humano básico, el derecho a la vida. Hablar de derechos humanos en medio de la parafernalia criminal del capital, es burlarse del mínimo criterio de cualquiera que tenga dos dedos de frente.
Luego de eso me dieron casa, comida y la tranquilidad que necesitaba. Viví en un barrio popular y pude ver como los vecinos apoyaban su revolución, no les importaba un pepino no ir a escribir un artículo en el diario, que por lo demás podrían haberlo hecho, sino que el hijo tuviese salud, alimento y educación.
El bloqueo de USA siempre ha tratado de agravar las condiciones económicas y obligar a la gente a protestar. Pero como ello no sucedía, tenía que venir el encargado de negocios de USA a reclutar algunos para que avivaran ese fuego que no aparecía por ningún lado. Un día el encargado tal avivó una movilización ante sus puertas de gente que protestaba porque según los yanquis el gobierno cubano no dejaba viajar. Varios individuos se instalaron ante la fachada del local y comenzaron a manifestar. Los buses que pasaban paraban y la gente descendía en masa. Cualquiera pensaría que era para sumarse a la protesta, pero no. La población se lanzó contra los gusanos de forma decidida, sin que nadie los llamara. La gente salía de las casas y edificios circundantes a enfrentar a esos que habían sido pagados por los yanquis y otros estimulados por la mentira de que no había autorización para salir cuando era el gobierno norteamericano que había disminuido los permisos. Fue tal la magnitud de la multitud que se fue encima de los sujetos, que tuvieron que escapar hacia el interior de la oficina de negocios yanqui, pero el desgraciado de turno les había cerrado la puerta y tuvieron que romper vidrios para huir de la población. Miles se reunieron en el lugar y las autoridades tuvieron que poner guardias para proteger a esos agentes y pueblo confundido por Estados Unidos.
A mí me consta que la reacción de la población fue espontanea. Yo estaba allí, no tenía que leer ningún periódico burgués ni asistir a ceremonias intelectuales como las que acostumbraba Galeano en sus paseos a la isla y como otros que se tragan las noticias como se las ponen. En especial los que leen El Pais y otros diarios que se dicen progres.
Decidí estudiar en la universidad y me gradué de abogado, hice mi registro en la Unión Nacional de Juristas de Cuba y trabajé en el Poder Popular Centro Habana en el área de población y vivienda. Allí debía tratar diariamente con cientos de personas que reivindicaban el techo, sea porque había muerto un pariente y requería la sucesión, sea por cualquier motivo. La necesidad era enorme, pues mucha población no se sumaba a los proyectos de auto-construcción y prefería continuar viviendo en un cuartito de conventillo en las viejas casonas del centro. Mis instrucciones eran de buscar soluciones de ayuda a toda esa gente que no quería sumarse a los nuevos proyectos de construcción. Tratar de que las condiciones fueran las mejores, de que se aplicara justicia en la distribución o adjudicación del uso de esos cuartos. Las discusiones eran diarias, gritos, insatisfacciones, en fin, era un área sumamente difícil. Mucha gente de edad que por no estar sola se juntaba con personas a veces no muy santas y cuando morían, esas personas reivindicaban el espacio. Había que hacer un estudio, pues a veces aparecía la hija de la señora a decir que era ella la que tenía que ocupar el espacio. Pueden imaginar. Pero la paciencia y la buena disposición de los funcionarios conseguían resolver un problema tras el otro. A veces había que ser malabarista de circo para solucionar un caso de un sujeto de dos metros dando gritos que asustaban a todo el mundo y jamás se les aplicó un grito de respuesta o una actitud autoritaria. Eso estaba terminantemente prohibido y los funcionarios eran concientes que debían servir a la población. Pueden creerme o no, pero jamás escuché nada contra la revolución. Muchas quejas y gritos, pero esa misma gente yo la veía después alegremente participando en las actividades, pues sabían que tenían la comida asegurada, aunque hubiera restricciones, sabía que los hijos podían ir con tranquilidad a la escuela y serían atendidos ante cualquier emergencia o necesidad de salud. Los críticos, que los había eran siempre minoría y generalmente estaban detrás de la posibilidad de algún negocio "el bisne" como le llamaban. Corrupción había en diversos lugares, pero no lograba extrapolar el interés de la población. Esos críticos pasaban pegados a la televisión y radio de los gusanos de Miami creyéndose el cuento de que escapando a USA vivirían mucho mejor. Una farsa, pero de eso los intelectuales críticos de hoy no dicen nada.
En fin que aprendí a ver la revolución con sus problemas cotidianos y me consta que existe el más riguroso apego a la ley, esa que tanto defienden los demócratas de todas partes. Hablan de legalidad y ellos mismos no la cumplen, reprimen a los pueblos, les arrebatan la salud, la educación y ahora el agua. Dentro de poco estará prohibido respirar y habrá que comprar máscaras especiales para estar autorizado a hacerlo.
Fui invitado a dar clases en Brasil y allá fui, participando en ocupaciones de tierras y edificios. Organicé dos viajes de conocimiento a Cuba, donde decenas de brasileños podían ir a ver con sus ojos. Dejamos claro que no era ir a apoyar a la revolución, sino conocerla. Visitamos barrios, centros de trabajo, en fin, nada de lo que hace el turista, que va a descansar y para eso tiene playas y lugares donde hacer compras.
El problema de la circulación del dolar, la prostitución y otras cuestiones, presentan problemas que también deben ser enfrentados al igual que el caso de la población y las viviendas. Cuba no es la isla de la fantasía. Es un lugar lleno de seres humanos con problemas como los demás, y con un bloqueo. Idealizarla como paradigma es de dogmáticos y eso no contribuye en nada.
Distinto es cuando hablamos que ya no es necesaria la fase socialista para avanzar a la sociedad sin clases. En ese sentido ya no soy pro cubano, o sea, no quiero que sea imitado su modelo, aunque es muy superior a todos los otros existentes. Me distancio de los que usan a Cuba como ejemplo para ir detrás de un paradigma, pues con ello no contribuyen a la lucha emancipatoria, y resulta cómodo andar por ahí de izquierdista atrayendo gente con la imagen de Cuba o del Che. Los que pregonan el ejemplo de Cuba quieren erigirse como clase dominante en sus países. Olvidan que para hacer una revolución hay que impregnarse del espíritu libertario. Ya pasó la época de los países socialistas y del bloque socialista, esa ya no vuelve ni la vamos a dejar volver, pues ha sido una época nefasta, de reparto del mundo, de subordinación de países a una u otra ideología, de contención de la lucha libertaria para establecer nuevos estados que continuan la acumulación de capital bajo la modalidad del capitalismo de estado, frentes populares, alianzas con la burguesía. En fin, el oportunismo de transformarse en burocracia dominante.
Cuba es una burocracia, de eso no hay la menor duda, por más sensibles que sean sus dirigentes, que por suerte lo son, y no hay que apoyarla en cuanto tal, sino por el derecho de su pueblo de definir entre ellos sus propios destinos.
Pero a pesar de todos sus problemas tienen a miles, lean otra vez, miles, de jóvenes de diferentes países estudiando medicina gratis allí, comiendo la comida de los cubanos, gastando la energía de los cubanos, bebiendo el agua de los cubanos, aprendiendo del nivel educacional y cultural alcanzado por ellos. Hay ni más ni menos que 500 jóvenes mapuche estudiando allí. Miembros de las comunidades originarias que volverán a sus tierras a ayudar a sobrevivir mientras avanza la lucha de liberación. Y de seguro ninguno de ellos hará como ese imbécil de atacar a los que le dieron la oportunidad de enriquecerse gracias a su conocimiento y a su título universitario. Mi título, a mucha honra, no lo he usado para enriquecerme, sino para continuar organizando y movilizando desde el derecho alternativo y la lucha autónoma. Y es un título de la Universidad de La Habana, que en algunos lugares me lo rechazan, pero eso me hace feliz, pues es un rechazo ideológico. Rechazan a los cubanos porque defienden el comunismo, que es lo que yo defiendo también, y mucho aprendí ahí, en esas aulas, en esos barrios, trabajando con la población y siendo atendido en los hospitales.
Pero esa es una fase, es decir, se ha acabado el estado socialista. Cuba es el último de los mohicanos. Su continuidad hacia el comunismo solamente será asegurada por la ruptura en los otros países, no por el paso a otros estados. La generalización de la autogestión y el poder popular son las formas de avanzar hacia la nueva sociedad. Mal haríamos de querer implementar a partir de una política de estado otros estados para contar con amigos en las Naciones Unidas, que ya hemos visto pasan por encima de ella cuando quieren. Sería un grave error otorgar a la última votación de la ONU, que no dejó pasar la nota contra Cuba, una calidad o condición de conclusiva. Eso también lo saben los cubanos. Cualquiera ve a nivel mundial como USA no necesitó de la ONU para atacar Irak. Algunos van a pretender reconstruir la legitimidad de las Naciones Unidas, pero se equivocarían grandemente. Donde hay que concentrar fuerzas es en la auto-organización social en todas partes, multiplicar los focos de rebeldía y los espacios de poder popular.
Distraidos en las campañas electorales y en las políticas de alianzas con empresarios y socialdemócratas, las izquierdas van a ver pasar al enemigo triunfante por todos lados. La lucha de resistencia inaugurada por los zapatistas y por las acciones globales debe profundizarse y no detenerse como ha sido la propuesta del Forro-circo de Porto Alegre, que sólo ha servido para dividir y retrasar el avance. Las izquierdas creían que el avance popular tenía que manifestarse en las urnas, y allí se cayeron feo. En vez de sumarse a empujar, llamaron a volver a las instituciones. Y qué hizo el enemigo? Simplemente aprovechó para golpear en todas partes y readecuar sus fuerzas internacionales asustado por la emergencia de la rebeldía que venía desde abajo. Pero por suerte para ellos los quintacolumna de Attac, agentes camuflados del capital, llegaron a tiempo para detener la lucha, en parte al menos y crear una ficticia recomposición de las izquierdas dentro del sistema con el invento aquel de la humanización y los nuevos frentes populares. Los muy incautos de la izquierda, se ilusionaron con el ascenso de la lucha social y se lanzaron alegremente como bailarinas a la pista invitando a bailar a esos pueblos la danza de las elecciones para entrar con toda esa fuerza a disputar espacios de poder.
Esa izquierda está jugando al desarme generalizado de los pueblos.
Si ven que la resistencia avanza en todos los terrenos, dejen de una vez las pendejadas de elecciones y sumen fuerzas en la calle, en las ocupaciones, en las asambleas, llamen a desconocer las instituciones, basta de apetitos de poder.
No acepto a esos pro cubanos, me distancio de ellos, no tengo nada que hacer junto a ellos. La defensa a Cuba no me une a los reformistas y oportunistas, al contrario, ellos deberían aprender de Cuba y salir a derribar gobiernos, deberían aprender de los argentinos y salir a derribar gobiernos, en fin. Deberían aprender a ser rebeldes, que es lo que aprendimos con esa revolución y con el Che. El resto es paja.
No soy pro cubano, pero contra Cuba no cuenten conmigo.
Profesor J