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Mundo, Mundo, Anti Patriarcado :: 07/02/2023

De feminismos y otras yerbas

Kuña Nandi
"Más peligrosa que mil insurrectos"

En todas las culturas conocidas popularmente, desde que el ser humano convive con otrxs, existe una concentración del poder de decisión: uno o unos pocos varones resuelven hacia dónde se dirige la comunidad…

Este poder tiene características, que lo consolidan y perpetúan a lo largo del tiempo: es avasallador, somete los cuerpos utilizando todos los elementos a su alcance; no está solo, ya que la sujeción a ese poder tiene la complicidad de lxs demás.

Desde el poder hegemónico se ha creado un discurso: el que muestra a las mujeres y otras diversidades, mudas, sometidas, sin pensamiento propio, pariendo varones que perpetúen esa opresión. Ese discurso ha sido escrito por varones a lo largo de varios siglos, a este poder se lo denomina patriarcado: “Cuando hablamos de patriarcado, estamos hablando de la base donde se sustentan todas las opresiones; es un conjunto complejo de jerarquías sociales expresadas en relaciones económicas, culturales, religiosas, militares, simbólicas, cotidianas e históricas.”, define María Galindo en “¡A despatriarcar!” (pág. 94).

Según el líder del partido de los trabajadores de Kurdistán, Abdullah Öcalan (2016): hacia el 5000ac, en la Baja Mesopotamia, la ideología y el sistema dinástico consolidó al patriarcado con la alianza de los “ancianos con experiencia”, el “hombre fuerte” (cazador) y los “chamanes”. Por suerte, comenzaron hace poco más de un siglo a aparecer las voces de lxs oprimidxs…

La socióloga Silvia Rivera Cusicanqui ha investigado sobre el encubrimiento de las palabras en el colonialismo: “Los discursos públicos se convirtieron en formas de no decir y este universo de significados y nociones no-dichas, de creencias en la jerarquía racial y en la desigualdad inherente de los seres humanos, van incubándose en el sentido común, y estallan de vez en cuando, de modo catártico e irracional. No se habla de racismo, y sin embargo en tiempos muy recientes hemos atestiguado estallidos racistas colectivos…” (2010, pág.19)

En este mismo sentido, la investigadora libertaria Luce Fabbri, a mediados de los 60, se refería al fascismo en términos mucho más amplios de los que se pretende encasillar. Allí donde hay poder, hay opresión, esto ocurre en todos los niveles de la sociedad: en las instituciones estatales, privadas, partidos políticos, sindicatos…

Quienes están en algún lugar de poder hacen cualquier cosa por mantenerlo; a su vez, tienen un sentimiento de inferioridad que los lleva a usar la violencia física para conservarlo.

En todas las épocas, en todos los territorios, estos cuerpos golpeados se han rebelado, permanentemente, a esas violaciones cotidianas a las que, primero el padre, el esposo, tíos, hermanos, en el hogar; luego el jefe, el capataz, el empresario, el director, el gerente, el diputado, el ministro, el presidente, nos pretenden someter.

Pero, como la hierba a la que cortan, estrangulan y le ponen piedras encima ella brota desde los lugares más inesperados. Así, las mujeres y disidencias han encontrado el margen, el borde desde el cual buscar complicidades, para corroer ese poder opresor.

Los libros y los medios de comunicación masiva nos muestran la violencia patriarcal sobre las mujeres musulmanas sometidas al velo; sin embargo, omiten todas las subversiones colectivas a ese orden moral que les ha permitido el acceso al estudio, por ejemplo.

También exhiben las violaciones en masa, los feminicidios; exhiben la impunidad del macho, la apropiación que realiza sobre el cuerpo de las mujeres como objeto de conquista. Pero no nos muestran las organizaciones comunitarias de mujeres en el cuidado y protección ante violencias machistas, en todos los territorios; en el Abya Yala los pueblos originarios mantienen prácticas rituales en armonía con el cosmos, donde el colonizador nunca llegó, y que les ha permitido sobrevivir, tal como nos cuenta Rita Segato (2017) desde Tilcara.

Allí, donde nos mostraron a las sufragistas, no nos mostraron a las libertarias, como es el caso de Lucy Eldine González, una luchadora política del siglo XIX, más conocida como Lucy Parsons, quien vivió reivindicando los derechos de lxs oprimidxs: trabajadorxs, racializadxs, migrantes, mujeres, y a la que le valió el apodo del título de este trabajo.

Tantas otras, como Emma Goldman, Virginia Bolten, que denunciaron el poder opresor del estado y las instituciones, las que militaban por el amor libre, la libertad sexual, y la libertad de decidir sobre sus cuerpos.

El conocimiento adquirido y practicado por siglos de la sanación a través de las hierbas, ese contacto genuino con la naturaleza fue arrebatado a las mujeres y transformado en la atrocidad que es la industria del medicamento hoy día.

Nos cuenta Silvia Federici que la caza de brujas destruyó todo un mundo de prácticas femeninas, relaciones colectivas y sistemas de conocimientos que habían sido la base del poder de las mujeres en la Europa precapitalista.

La ciencia es parte del tinglado…

De esta forma nos la describe Vandana Shiva, doctora en Física y filósofa hindú:

“La ciencia moderna se nos presenta como un sistema de conocimiento universal y neutro, que ha desplazado a todos los demás sistemas de creencias y conocimientos por su universalidad y neutralidad en materia de valores, y por la lógica de su método para llegar a afirmaciones objetivas acerca de la naturaleza. Sin embargo, la corriente dominante de la ciencia moderna, el paradigma reduccionista o mecánico, es una respuesta determinada de un grupo determinado de gente. Es un proyecto específico del hombre occidental, que nació durante los siglos XV y XVII como la muy aclamada revolución científica. En años recientes, el saber feminista empezó a reconocer que el sistema científico dominante emergió como fuerza liberadora no para toda la humanidad (aunque se auto legitima en términos de mejoramiento universal de la especie), sino como un proyecto masculino y patriarcal que necesariamente entraña la subyugación de la naturaleza y la mujer.” (1988, pág. 46)

El liberalismo, a través de la ideología positivista-determinista, ha impregnado la sociedad capitalista-consumista de valores de sumisión subyacentes, reproduciendo la explotación en todos los ámbitos con la consigna de que están representadas las diversidades sexuales, étnicas, migrantes, con la famosa “cuota”.

De este modo, el poder hegemónico le ha dado lugar al feminismo liberal, ocupando lugares jerárquicos y visibilizando su modelo interpretativo de la “igualdad de género” totalmente reduccionista, que está encapsulado en una “agenda de derechos”, académica, burguesa, biologicista, que homogeniza las identidades, indicándoles en qué lugar luchar, para qué y cómo hacerlo.

Pero, de este lado del poder existen toda clase de feminismos, convergencias de resistencias al modelo liberal, con alternativas de toda índole, y, fundamentalmente antipatriarcales y populares.

Sujetxs políticxs que subvierten el poder siempre que pueden. Personas que interpretan la realidad en la que viven con otros paradigmas, que construyen conocimiento: no en base a la explotación de seres entre sí, ni competitivas, tampoco con fines de lucro. Sino con bases anticapitalistas, antisexistas, antirracistas, antipunitivistas, antifascistas, antiespecistas…

Sujetxs que no quieren”empoderarse”, sino que se alejan del poder, lo desafían y lo quieren destruir.

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Bibliografía

Emma Goldman, “La palabra como arma”

María Galindo, “¡A despatriarcar!” y “Feminismo Bastardo”

Silvia Rivera Cusicanqui, “Ch’ixinakax utxiwa”

Abdullah Öcallan, “Orígenes de la Civilización”

Silvia Federici, “Calibán y la bruja”

Luce Fabbri, “El Fascismo, definición e historia”

Rita Segato, entrevista de Ana Cacopardo.

Michel Foucault, “Microfísica del poder”

Vandana Shiva, “Abrazar la vida"

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