El cipayo global Santos y su triste final
La entrevista que realiza el presidente de Colombia J M Santos al periódico franquista 'El Mundo', el 20-5-2018, es decir, siete días antes de las elecciones presidenciales en Colombia (primera vuelta) y que 'Semana', la madre de todas las revistas santistas tardíamente reprodujo la víspera de las elecciones, es el reconocimiento de un “privilegiado” cipayo global reforzado con todo tipo de poderes, atribulado por el triste final de su juego que ya avizora. El canto del cisne negro del que tanto he hablado.
Dos días antes, con una jugada intimidatoria al creciente movimiento social de Colombia (que no se ha dejado aterrorizar a pesar de la metódica muerte de 400 de sus dirigentes cívicos y populares y 60 exguerrilleros desmovilizados ejecutadas por el narco paramilitarismo oficial y por el contrario avanzó aglutinándose alrededor de la candidatura de Petro), como una advertencia funesta contra el triunfo electoral masivo de Maduro en Venezuela con su posible efecto contagioso en la Región; Santos tiró sobre la mesa de póker la carta del “la subordinación total ” del ejército de Colombia, ya no al US Army sino al bazo destructor Global de la OTAN, el mismo que destruyó las sociedades y los Estados de Yugoeslavia, Afganistán, Irak y Libia, generando con ello un repudio generalizado en la opinión pública internacional, no solo latinoamericana y caribeña, sino también a nivel Mundial; pues un escenario “Libio” para la patria de Simón Bolivar sería una verdadera catástrofe para toda Nuestramérica. En breve: Es inconcebible racionalmente que un premio nobel de paz mundial como el privilegiado Santos, traiga a una región pacífica y desnuclearizada como Latinoamérica y el Caribe un arma de destrucción masiva de pueblos y Estados como la OTAN.
Con ello, Santos ha puesto al ejército de Colombia y su panoplia contrainsurgente de más de medio millón de hombres (incluidos sus narco-paramilitares que consumen el 6% del PIB de los colombianos) como guardia pretoriana imperial en la región, y a que siguiendo el ejemplo de Afganistán, controle todo el narcotráfico regional.
Pero la amargura del mandatario ya sabía que el “cipayaje tradicional” estaba agrietándose: Primero la conferencia episcopal de Colombia, el 11 de mayo, sobre la base de que el excomandante Santrich no es el peligroso narcotraficante que ha pretendido mostrar el Fiscal Martínez, ofreció su sede y permitió su traslado a ella de Santrich en huelga de hambre.
Después, el 25 de mayo, vino la sorpresa de la respuesta de Patricia Linares presidenta de la Jurisdicción Especial para la Paz, a la solicitud de extradición inmediata de Santrich a los EEUU hecha por el embajador Whitaker en Bogotá, en la que exigía el respeto del gobierno de EEUU ante la “independencia y autonomía judicial” del alto tribunal que ella preside en Colombia.
Finalmente, el domingo 27 de mayo, fecha del “aterrizadero” electoral que acaba de pasar, se han puesto en evidencia dos cosas trascendentales, ambas en contra de la continuidad de la crisis Santista:
1- Que los dos mascarones de proa de su “gobernanza” con pretensiones presidenciales, ligados profundamente a su pérfido gobierno; el vicepresidente Vargas Lleras y el “jefe negociador” del gobierno en los diálogos de la Habana Humberto de la Calle, han salido chamuscados de esta contienda electoral al obtener un número irrisorio de votos, pese a todos los apoyos imaginables del gobierno central con su falsimedia, y a la compra de votos y demás ilegalidades de las maquinarias clientelistas de los partidos de gobierno, la mafia de cambio radical y el partido liberal gavirista.
2- Que los ganadores de esta primera vuelta Duque y Petro, quienes pasarán a la segunda vuelta prevista para el 17 de junio próximo, han anunciado a lo largo de sus campañas electorales que de salir ganadores realizarán “rupturas profundas” con lo traído hasta ahora por el hipócrita gobierno Santos: Duque, aliado con las clases parasitarias financieras y latitudinarias premodernas hacia atrás y, Petro, representando el dinámico y multiforme movimiento social, étnico y popular hacia adelante. Es decir que, finalmente la política en Colombia empieza a tomar un sentido diferente al del corcho en el remolino, y un movimiento profundo imperceptible en la superficie del agua anuncia nuevas e interesantes sorpresas por venir.
Con todo esto ¿Cómo podría Santos responder de otra manera a cómo lo hizo en la entrevista a sus amigos del diario franquista español, tratando de ocultar su “talante oligárquico” en medio del desengaño y la amargura de su agónico gobierno?
CALPU