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Mundo, Mundo :: 27/07/2024

El derecho a emigrar y su contraparte

Narciso Isa Conde
Fruto de la explotación y sobre explotación, el saqueo, las guerras, la violencia, la depredación y contaminación ambiental

Las emigraciones masivas de poblaciones de Asia, África y Nuestra América a las grandes metrópolis europeas, norteamericanas y japonesas; o las emigraciones de un país empobrecido a otro menos empobrecido dentro de cada continente, son fruto de la crueldad del sistema capitalista-imperialista.

De la explotación y sobre explotación, el saqueo, las guerras, la violencia, la depredación y contaminación ambiental; de la brutal exclusión social impuesta durante etapas colonialista y neocolonialista de la formación, expansión y desarrollo del capitalismo imperialista.

Más recientemente las emigraciones masivas son producto de la empobrecedora y desnacionalizada globalización neoliberal del capitalismo; la cual ha impuesto una drástica recolonización y enormes desigualdades sociales en el llamado mundo subdesarrollado. Esto, junto a la intensificación de sus guerras y su violenta dominación.

Son expresiones del ejercicio del derecho a emigrar en su versión imperiosa, forzada y desesperada; obligada por el derecho a la vida, a la sobrevivencia, y también a los esfuerzos por superar las penosas condiciones de vida de los seres humanos.

De ahí las avalanchas africanas, asiáticas, euroasiáticas, latino-caribeñas... hacia las potencias occidentales en el marco del endurecimiento de la estrategia neoliberal y la intensificación del saqueo y las agresiones militares de las potencias imperialistas.

UNA DINÁMICA PERVERSA.

El gran capital provoca los procesos migratorios, trafica con ellos en alianza con autoridades estatales y los emplea para sobre-explotar, obtener y acumular mayores ganancias desde sus países centrales.

A la vez, sus beneficiarios odian físicamente a los/as migrantes desde la supremacía blanca, desde el racismo culturalmente funcional a su prolongada dominación.

De ahí una doble moral: estimulan las migraciones, las acogen, las acosan, las estigmatizan y, cuando se desbordan, las persiguen y las reprimen.

Esa dinámica perversa está acompañada por:

Los efectos de su multi crisis y su actual decadencia como sistema de dominación. El progresivo desmonte de los llamados "Estado del Bienestar" o modelos socialdemócratas. La derechización de sus "izquierdas" sistémicas y de las políticas públicas de los estados. El incremento bestial de las desigualdades. El empobrecimiento de sus trabajadores y sectores medios de bajos ingresos. Los descontentos populares, las explosiones sociales y las crisis de gobernabilidad...

Todo esto conforma un riesgoso escenario de inestabilidad y deterioro, que ha llevado a las cúpulas del capitalismo y a su poder mediático a presentarles a las indignaciones populares un falso enemigo: un enemigo al margen del enemigo real, fuera del poder del capital y desconectado de él.

Escogieron entonces con esos fines a las emigraciones y a sus integrantes.

Escogieron como blanco de ataque a los sectores empobrecidos de los países vecinos que cruzan fronteras.

Y escogieron a la población empobrecida, procedente del llamado tercer mundo, étnica y culturalmente diferenciada...con el claro propósito de potenciar en extremo la xenofobia y el racismo en la sociedad estadounidense; para al mismo tiempo reforzar y ampliar lo conservador, lo reaccionario, y desviar y debilitar las luchas contra la opresión clasista y protegerse a sí mismo.

Lo han hecho sin importarles sus nefastas consecuencias en cuanto a ejercicio despótico de un poder disfrazado de democracia.

Sin ponderar las consecuencias de la negación de derechos fundamentales a personas y familias, de mayores y menores; promoviendo en los hechos el resurgimiento y la remodelación del fascismo.

Han llegado al extremo de equiparar las migraciones con las invasiones imperialistas, con las agresiones a la soberanía de los pueblos.

Y lo hacen a sabiendas de que nadie quiere dejar para siempre o por largo periodo su país, su familia o parte de ella.

Nadie voluntariamente decide vender sus escasos bienes o endeudarse para cruzar océanos en frágiles embarcaciones, trillar selvas peligrosas, atravesar desiertos, ríos caudalosos, fronteras militarizadas, saltar vallas y muros, ser presa de traficantes inescrupulosos y de cuerpos policiales represivos.

Nadie desearía tener emprender aventuras de tan altos riesgos

Por eso digo que se trata del ejercicio forzado por razones imperiosas de un derecho, estimulado a la vez por el atractivo espejismo de las sociedades del consumismo extremo y las banalidades desbordadas.

COMPLEJIDAD DEL DERECHO A NO EMIGRAR.

Existe también, claro está, el DERECHO A NO EMIGRAR, a quedarse en su tierra natal, a convivir con todos sus seres queridos, a vivir abrazado al pueblo que lo vio nacer y a la naturaleza que lo vio crecer.

El derecho a no emigrar es la contraparte de las vicisitudes y sacrificios que implica el duro ejercicio del derecho a emigrar.

Pero acontece que ese derecho, para ser ejercido, necesita precondiciones que posibiliten vivir dignamente donde se habita, reducir al máximo las desigualdades, superar las causas de la explotación y exclusión social, en cada país.

Requiere liberarse del saqueo y la depredación imperialista, abolir este sistema y sus crueldades. Sus penurias, sus guerras...

Nos exige construir una sociedad justa y solidaria a nivel nacional, regional y mundial.

Ambos derechos son a su vez demandas, exigencias y banderas a ser asumidas con firmeza por quienes aspiren a ser parte de una izquierda realmente solidaria y militantemente transformadora.

Ambas actitudes implican luchas trascendentes contra las consecuencias de la opresión, la explotación y la discriminación.

Su ejercicio, cada uno en su propio escenario, choca con la muralla opresiva del gran capital y es imprescindible para poderla erosionar y derribar con el accionar conjunto de todos los sujetos y actores político-sociales del proceso emancipador.

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